Parte  V

 

HOMBRE DE LOS MIGRANTES Y PARA LOS MIGRANTES

 

1. LA EMIGRACION VISTA POR SCALABRINI 1

a) Las dimensiones y las causas. 2

b) El derecho natural de emigrar. 5

c) Las consecuencias. 7

d) El designio de Dios. 11

 

2. LA IGLESIA Y LAS MIGRACIONES. 13

a) La presencia de la Iglesia. 14

b) Religion y Patria. 17

c) Pastoral de los migrantes. 18

d) La emigracion problema de toda la iglesia. 27

 

3. LOS MISIONEROS Y LAS MISIONERAS DE SAN CARLOS PARA LOS MIGRANTES. 36

a)  La fundacion. 36

b) En la Iglesia y por la Iglesia. 48

c) El espiritu misionero. 53

d) Vida religiosa. 58

 

4. LOS LAICOS Y LA EMIGRACION.. 68

a) El deber del estado y de las clases dirigentes. 69

b) La sociedad San Rafael 74

 

 

 

 

Mons. Scalabrini afronta el dramático problema de la emigración en masa, estallado en Italia al comienzo de su episcopado, con el ánimo del pastor que ve dispersarse su rebaño y siente la necesidad de cumplir la misión de la Iglesia enviada a reunir en la unidad a los hijos dispersos de Israel.

El Apóstol de los Emigrantes analiza el fenómeno bajo todos los aspectos: dimensiones, causas, consecuencias humanas, sociales y religiosas. Denuncia las injusticias y las opresiones, pero al mismo tiempo sabe leer en el evento un designio de Dios: por lo tanto, descubre la misión de la Iglesia con respecto a los emigrados y el método mejor para cumplir en su favor la misión de evangelización y de promoción humana.

Él mismo se dispone para dar una respuesta concreta a las exigencias de los migrantes y funda dos Congregaciones misioneras, una masculina y otra femenina, de personas dedicadas a la misión mediante la consagración religiosa.

La misión evangelizadora está completada por la obra de tutela y de promoción humana, confiada a los laicos, y especialmente a la Sociedad San Rafael.

 

 

1. LA EMIGRACION VISTA POR SCALABRINI

 

La visión de los emigrantes próximos a partir desde la estación de Milán y los ruegos de los diocesanos emigrados en América interpelan el ánimo apostólico del obispo de Piacenza. La emigración es uno de los hechos más importantes y determinantes de la vida italiana contemporánea, es impresionante por el número y tiene un carácter permanente, debido a inevitables necesidades económicas.

La necesidad presupone un derecho, que no puede ser suprimido por el Estado o por los centros de poder, que deben asegurar la libertad de emigrar, pero no la libertad de "hacer emigrar", causa de especulación y de explotación. El emigrante no orientado y no tutelado está expuesto a "infinitos males tanto materiales como morales", es "presa facilísima de especulación"; abandonado a sí mismo, arriesga perder su identidad cultural y religiosa.

Si, en cambio, la emigración está bien dirigida y asistida, se puede convertir en "instrumento de esa Providencia que rige a los destinos humanos y los guía, también a través de catástrofes, hacia la meta, que es el perfeccionamiento del hombre sobre la tierra y la gloria de Dios en los cielos". Efectivamente, en el designio de la Providencia, la emigración está destinada a madurar "la unión en Dios por Jesucristo de todos los hombres de buena voluntad".

 

 

a) LAS DIMENSIONES Y LAS CAUSAS

 

"Eran emigrantes"

 

520.     Hace varios años, en Milán, fui espectador de una escena que dejó en mi alma una impresión de profunda tristeza. De paso por la estación vi la amplia sala, los pórticos laterales y la plaza adyacente invadidos por tres o cuatro centenares de personas pobremente vestidas, divididas en diversos grupos. Sobre sus rostros bronceados por el sol, surcados por las arrugas precoces que suelen imprimirles las privaciones, se transparentaba el tumulto de los afectos que agitaban en ese momento su corazón. Eran viejos encorvados por la edad y los esfuerzos, hombres en la flor de la virilidad, mujeres que traían consigo o llevaban en los brazos sus niños, jovencitos y jovencitas todos hermanados por un sólo pensamiento, todos dirigidos hacia una meta común.

Eran emigrantes. Pertenecían a varias provincias del Norte de Italia y esperaban con temor que la locomotora los llevara a orillas del Mediterráneo y desde allí a las lejanas Américas, donde esperaban encontrar menos adversa la fortuna y menos ingrata la tierra a sus esfuerzos.

Partían, esos pobrecitos, algunos llamados por parientes que los habían precedido en el éxodo voluntario, otros sin saber con precisión hacia adonde estuviesen dirigidos, atraídos por ese poderoso instinto que hace migrar a los pájaros. Iban a América, donde había, lo escucharon repetir muchas veces, trabajo bien retribuido para quien tuviese brazos vigorosos y buena voluntad.

No sin lágrimas habían dicho adiós al pueblito natal, al cual los ligaban tan dulces recuerdos; pero sin añoranza se disponían a abandonar la patria, ya que ellos no la conocían más que bajo dos formas odiosas: el reclutamiento y el recaudador de impuestos, y ya que para el desheredado, la patria es la tierra que le da el pan, y allá lejos esperaban encontrar ese pan, menos escaso aunque no menos sudado.

Me fui emocionado. Una oleada de pensamientos tristes me hacía un nudo en el corazón. Pensé: ¡quién sabe qué cúmulo de desventuras y privaciones les hace parecer dulce un paso tan doloroso!... ¿Cuántos desengaños, cuántos nuevos dolores les prepara el porvenir incierto? ¿Cuántos conseguirán la victoria en la lucha por la existencia? ¿Cuántos sucumbirán entre los tumultos ciudadanos o en el silencio de la llanura deshabitada? ¿Cuántos si bien encontrando el pan para el cuerpo, perderán el del alma, no menos necesario que el primero y perderán, en una vida totalmente material, la fe de sus padres?

Desde aquel día la mente se me fue muchas veces hacia aquellos infelices y esa escena me actualiza siempre otra, no menos desoladora, no vista, pero vislumbrada en las cartas de los amigos y en las relaciones de los viajantes. Yo los veo a esos desdichados desembarcados en tierra extranjera, en medio de un pueblo que habla una lengua no comprendida por ellos, víctimas fáciles de especulaciones humanas: los veo mojar con sus sudores y con sus lágrimas un surco ingrato, una tierra que exhala miasmas pestilentes, desgastados por los esfuerzos, consumidos por la fiebre, suspirar en vano por el cielo de la patria lejana, y la antigua miseria de la casa natal y sucumbir finalmente sin que la añoranza por sus seres queridos los consuele, sin que la palabra de la fe les señale el premio que Dios ha prometido a los buenos y a los desventurados. Y aquellos que en la dura lucha por la subsistencia triunfan, helos aquí; ¡ay de mí! lamentablemente allá en el aislamiento, olvidar toda noción sobrenatural, todo precepto de moral cristiana, y perder cada día más el sentimiento religioso, no alimentado por las prácticas de piedad y dejar que los instintos brutales tomen el lugar de las aspiraciones más elevadas.

Frente a un estado de cosas tan lamentables, yo me hice con frecuencia esta pregunta: ¿cómo poder remediarlo? Y todas las veces que leo en los diarios alguna circular gubernamental que pone a las autoridades y al público en guardia contra las artes de ciertos especuladores, que hacen verdaderas capturas de esclavos blancos para empujarlos, ciegos instrumentos de codiciosas apetencias, lejos de la tierra natal con la mira en fáciles y espléndidas ganancias; y cuando por cartas de amigos o por relaciones de viajes me entero que los parias de los emigrados son los italianos, que los trabajos más ruines, si puede haber ruindad en el trabajo, son realizados por ellos, que los más abandonados, y por lo tanto los menos respetados, son nuestros compatriotas, que miles y miles de nuestros hermanos viven casi sin defensa de la patria lejana, objeto de prepotencias con mucha frecuencia impunes, sin el consuelo de una palabra amiga, entonces, lo confieso, la llama de la vergüenza cubre mi cara, me siento humillado en mi calidad de sacerdote y de italiano y me pregunto nuevamente: ¿cómo ayudarlos?

Incluso, pocos días atrás, un distinguido joven viajero me traía el saludo de varias familias de los montes de Piacenza acampados a orillas del Orinoco: diga a nuestro Obispo que recordamos siempre sus consejos, que rece por nosotros y que nos mande un sacerdote porque aquí se vive y se muere como bestias.

Ese saludo de los hijos lejanos me sonó como un reproche... [1]

 

 

"Uno de los hechos más importantes de la moderna vida italiana"

 

521.     Uno de los hechos más importantes de la vida italiana moderna es su emigración; importante por el número, por los problemas sociales que implica, por el malestar económico del cual es estímulo. Según los cálculos de la estadística, los italianos emigrados que viven ahora en las Repúblicas Americanas sobrepasan los dos millones; más de un millón en las Repúblicas del Sur, cuatrocientos mil y más en Brasil, y el resto en las extensas partes de América y especialmente en el Norte. Sólo la ciudad de Nueva York cuenta con 85.000. En el decenio l880-l890 salieron de los confines del Reino dos millones de habitantes - un millón para la emigración temporaria, verdadero flujo y reflujo de seres humanos que da a los trabajos de Europa la mano de obra inteligente y solícita de nuestros obreros y trae de vuelta a la patria alabanzas y dinero; y un millón para la emigración permanente - o sea gente que va al otro lado del océano con la esperanza, casi siempre decepcionada, de volver y se dispersa entre las jóvenes Repúblicas americanas, en el Sur y en el Norte, en las populosas ciudades y entre las pampas desiertas y las florestas vírgenes, llevando a todas partes una actividad siempre apreciada y estimada (...).

Estas cifras no necesitan un amplio comentario. Ellas dicen clara y rigurosamente: que en el bienio l887-l888 salió un mayor número de ciudadanos del reino de Italia que de Francia, Países Bajos, España, Portugal, Austria, Bélgica, Dinamarca, Suiza, todas juntas. Dicen que nuestra emigración es cuatro veces mayor que la de Rusia, el triple de la de Alemania que también tiene una grandísima emigración y de algunos miles superior a la del Reino Unido que tiene colonias muy florecientes y negocios en todas partes del mundo.[2]

 

 

"Un fenómeno que tiene todas las características de un hecho permanente"

 

522.     Las cifras expuestas son imponentes, pero parece que el fenómeno migratorio no ha alcanzado su apogeo, ya que a pesar de las dificultades interpuestas por la ley, votada hace dos años y que limita la obra de los agentes de emigración; a pesar de los desengaños y de los gritos de dolor, que de tanto en tanto atraviesan el Atlántico, que nos hacen temblar y ruborizar, a pesar en fin, de las prohibiciones gubernamentales, el doloroso éxodo continúa. Señores, el hecho es que la emigración italiana, que fue y está alimentada por nuestras tristes condiciones especialmente agrarias, que fue y es estimulada sin medida por los agentes de emigración y por la necesidad de brazos para sustituir a los esclavos liberados en Brasil, responde en su conjunto a una verdadera necesidad del pueblo italiano y está en relación con el aumento anual de su población. No se trata, por lo tanto, de un fenómeno transitorio, sino de un fenómeno que tiene todas las características de un hecho permanente. El italiano es uno de los pueblos que tiene mayor aumento anual de población. Aumenta en razón del 11 y 12 por mil, y es superado solamente por el holandés que se honra de un excedente de los nacidos sobre los muertos del 13 por mil.

Por lo tanto, a pesar de la ingente emigración, la población del Reino aumenta, y en pocos años nuestras hermosas comarcas tendrán un máximo de densidad.

Según cálculos exactos, aumentando la población como en los pasados 20 años, los italianos dentro de un siglo serán 100 millones, de los cuales, admitiendo también, debido a una extensa colonización interna, de poder hospedar dentro los confines del reino otros l0 millones y de alcanzar así los 45 o 50 millones - ya que tantos podrían caber en Italia si todas sus regiones tuviesen la densidad de población de Lombardía - tendríamos siempre un inmenso pueblo de otros 50 millones, que se esparcirá, en el siglo venidero, por el mundo, impulsado por una fuerza a la que en vano se resiste, la lucha por la vida. ¡50 millones de italianos, señores, dispersos sobre la faz de la tierra como hojas llevadas por un torbellino![3]

 

 

"La emigración es un hecho natural y una necesidad inevitable"

 

523.     La emigración es un hecho natural y una necesidad inevitable. Es una válvula de seguridad dada por Dios a esta sociedad atormentada; es una fuerza conservativa mucho más poderosa que todos los compresores morales y materiales, pensados y puestos en práctica por los legisladores para tutelar el orden público y para garantizar la vida y los bienes de los ciudadanos. Es conocido el refrán: malesuada fames [el hambre mala consejera]. ¿Quién podría retener un pueblo que estalla bajo las convulsiones del estómago, pero que tuviese la esperanza de encontrar en otras partes el pan cotidiano?

Por lo tanto a aquellos que, al considerar las miserias ocasionadas por la emigración, exclaman serenamente: Y, ¿por qué tanta gente emigra? Es fácil responder. La emigración, casi en la totalidad de los casos no es un placer, sino una necesidad inevitable. Sin duda entre los emigrantes también hay malos sujetos, vagabundos y viciosos: pero esos son minoría. La inmensa mayoría, para no decir la totalidad de aquellos que expatrían, para irse a la lejana América, no son de este temple; no huyen de Italia por aborrecer el trabajo, sino porque este les falta y no saben como vivir y mantener la propia familia.

Un excelente hombre y cristiano ejemplar de un pueblito de montaña, donde algunos años atrás yo me hallaba en visita pastoral, se me presentó para pedir la bendición y un piadoso recuerdo para sí y para los suyos próximos a partir para América. A mis observaciones él opuso este tan simple como doloroso dilema: o robar o emigrar. Robar no debo ni quiero, porque Dios y la ley me lo vedan; ganar aquí el pan para mí y para mis hijos no me es posible. ¿Qué hacer por lo tanto? Emigrar es el único recurso que nos queda... No supe que agregar. Lo bendije emocionado recomendándolo a la protección de Dios, y una vez más me convencí que la emigración es una necesidad que se impone como remedio supremo y heroico al que hay que someterse, como a una dolorosa operación se somete el paciente para evitar la muerte.

La religión y la emigración, he aquí ya los únicos dos medios que podrán en el futuro salvar a la sociedad de una gran catástrofe: una enviando a otros continentes el sobrante de la población; la otra, consolando con alentadoras esperanzas el desesperado dolor de los infelices. [4]

 

 

b) EL DERECHO NATURAL DE EMIGRAR.

 

"Un derecho sagrado"

 

524.     Aquellos que quisieran obstaculizada o limitada la emigración en nombre de consideraciones patrióticas y económicas, y aquellos que la quieren, en nombre de una mal entendida libertad, abandonada a sí misma sin consejo y sin guía, o no razonan por nada o razonan, según mi opinión, como egoístas y despreocupados. Efectivamente, prohibiéndola se viola un sagrado derecho humano, abandonándola a sí misma se la hace ineficaz. Los primeros, olvidan que los derechos del hombre son inalienables y que, por lo tanto, el hombre puede ir a buscar su bienestar donde más le convenga; los segundos, que la emigración, fuerza centrífuga, puede convertirse, cuando está bien dirigida, en fuerza centrípeta poderosísima. Efectivamente, además de causar alivio a aquellos que quedan por la disminución de la concurrencia de aportes de brazos y con nuevas salidas abiertas al comercio, se vuelve ella de inmenso provecho adquiriendo influencias y aportando bajo mil formas los tesoros de actividades sustraídas por un momento a la nación (...).

El discutir teóricamente, si la emigración es un bien o es un mal, es inútil aquí, siendo suficiente para mi objetivo el constatar su existencia. Pero después de las búsquedas que he emprendido para reunir datos estadísticos y los hechos que sirven como base de este breve trabajo mío, y en las conversaciones familiares, me he dado cuenta de una gran confusión de ideas sobre este punto, no sólo entre la burguesía y los particulares, sino también entre los periodistas y personas que se dedican a la cosa pública, así que he creído no del todo inoportunas estas consideraciones.

Especialmente los propietarios de tierras, donde la emigración de los campesinos es más numerosa, preocupados por este repentino empobrecimiento de brazos, que se traduce en un adecuado aumento de beneficios para los que se quedan, han hecho oír sus quejas al gobierno y por medio de diputados y de asociaciones han pedido providencias "para sanar y circunscribir esta dolencia moral, esta deserción, que despoja al país de brazos y de capitales fructíferos, que hace quebrar los pactos colonialistas y deja tras de sí el desgano y la insubordinación sin ninguna ventaja para los emigrantes, porque los campesinos desprovistos de capitales y de conocimientos serán siempre y en todas partes proletarios, y la miseria de la que intentan huir abandonando la patria, los seguirá siempre como la sombra de su cuerpo, aumentada por nuevas necesidades y por el aislamiento" (Actas parlamentarias, sesión l2 de febrero de l879).

Como cada uno puede fácilmente darse cuenta, estas razones y estos consejos se inspiran más en los intereses de los ricos que quedan, que en las necesidades de los pobres que están obligados a irse, y si las autoridades le prestaran oído fácil y conformaran su obra con esas sugerencias, sería cosa inútil, injusta y perjudicial. Inútil, porque no llegaría jamás a suprimir la emigración; injusta, ya que es injusto y tiránico todo acto que interpone obstáculos para el libre ejercicio de un derecho; perjudicial, porque la emigración tomaría otro camino diferente al natural que son nuestros puertos, como ha sucedido todas las veces que el gobierno, por un mal entendido espíritu de patriotismo, puso trabas a la emigración.[5]

 

 

"La emigración debe ser espontánea"

 

525.     Si los agentes de emigración fuesen, como parece creer el honorable De Zerbi en su informe, nada más que simples intermediarios, o sea, hombres de confianza entre las varias Sociedades de Navegación y los emigrantes, y restringiesen su obra en dar aclaraciones sobre el modo y sobre el tiempo de los embarques, y las agencias no más que simples sucursales de las oficinas centrales de Navegación, no habría de que preocuparse. Su acción, si bien superflua en el mayor número de los casos (ya que esos conocimientos se podrían adquirir, para quien tuviese interés, en las esquinas de las calles y en los despachos públicos), tampoco sería dañina. Por el contrario, a veces podría ser cómoda para los emigrantes. Y aún si los agentes actuasen un poco como motivadores para decidir a los dubitativos, y mostrasen a los pobres sedientos por la miseria, los arroyos americanos frescos y rebosantes como aquellos que en el infierno de Dante hacían extasiar al maestro Adán, no sería el fin del mundo, y se podría cerrar un ojo y decirles con Manzoni: vete, vete, pobre apestado, no serás tú el que arruine a Milán.

Pero la facultad de hacer enrolamientos es algo muy diferente de todo eso, y los agentes, que hacían uso de ella cuando ya estaba vedado por las circulares ministeriales, ¡imagínese si no querrán valerse todavía más ampliamente cuando sea por ley un derecho! Por consecuencia natural las catástrofes, lamentadas en el pasado, aumentarán en la medida de la libertad acordada, ya que por una parte, la experiencia no sirve contra la sed de ganancias insaciables, y la ignorancia, por la otra, o no sabe la suerte que ha corrido quien lo ha precedido en ese camino, o espera tener mayor fortuna.

Las sanciones conminadas por la nueva ley contra los agentes de emigración son severas, y está bien; no lo serán nunca demasiado contra quien, más deshonesto que el ladrón y más cruel que el homicida, empuja a la ruina tantos infelices. ¡Cuántos de ellos, arrancados de su casa con falsas promesas, se fueron al otro lado del océano entre páramos inhóspitos, acechados por mil dificultades insuperables, afortunados si finalmente lograron encontrar un trozo de tierra donde morir en paz! ¡Cuántos abandonados sobre playas desiertas sin vestimentas y sin pan, tuvieron como suma ventura la posibilidad de poder volver, con la desesperación en el corazón, a su pueblo natal![6]

 

 

"Libertad de emigrar, no de hacer emigrar"

 

526.     Libertad de emigrar, pero no de hacer emigrar, porque tan buena es la migración espontánea, como dañina es la incitada. Buena, si espontánea, porque es una de las grandes leyes providenciales, que presiden a los destinos de los pueblos y a su progreso económico y moral; buena, porque es una válvula de seguridad social; porque abre los floridos senderos de la esperanza, y algunas veces de la riqueza, para los desheredados; porque moldea las mentes del pueblo con el contacto de otras leyes y de otras costumbres; porque lleva la luz del Evangelio y de la civilización cristiana entre bárbaros e idólatras y eleva los destinos humanos, ampliando el concepto de patria más allá de los confines materiales y políticos, haciendo al mundo patria del hombre.

Es mala, si incitada, porque a la verdadera necesidad sustituye el furor por súbitas ganancias o un mal entendido espíritu de aventura; porque despoblando más allá de la medida y sin necesidad el suelo patrio, en lugar de ser un alivio y una seguridad, se vuelve un daño y un peligro, creando un número mayor de desplazados y de ilusos; mala, en fin, porque desvía a la emigración de sus cauces naturales, que son los más provechosos y los menos peligrosos, y porque la experiencia nos enseña que es causa de grandes catástrofes, que se pueden y se deben impedir desde un gobierno civil y previsor.[7]

 

 

c) LAS CONSECUENCIAS.

 

"Cuanto tiene gusto a sal el pobre pan del emigrado"

 

527.     Los peligros que lleva consigo semejante emigración son innumerables y también son innumerables los males que la afligen. Cuando yo, hace diez años, recogí el grito de dolor de nuestros pobres emigrantes en un pequeño escrito que tuvo mucho eco en el corazón de todos los hombres de buena voluntad, y que obtuvo en toda clase de personas un tan amplio consentimiento de pensamiento y de obras, yo estaba muy lejos de imaginar el cúmulo de males y de peligros a los que se expone el pobre emigrante. Todo, todo, conspira contra él y sus males con frecuencia comienzan antes del éxodo de la humilde casa, bajo la forma de un agente de emigración que lo conmina a partir, haciéndole vislumbrar la fácil conquista de riquezas y lo envía a dónde a él place y conviene, no dónde el interés del emigrante aconsejaría; y lo siguen los males durante el viaje, con frecuencia desastroso, y lo acompañan a su llegada en esos lugares infectados por terribles enfermedades, en los trabajos en los cuales se siente con frecuencia incapaz, bajo patrones inhumanos o por la ambición insaciable del oro o por la costumbre de considerar al trabajador como un ser inferior; y esos males se agravan bajo los mil acechos que la maldad les presenta en los países extranjeros, de los cuales ignora la lengua y las costumbres, en un aislamiento que es con frecuencia la muerte para el cuerpo y para el alma.

Y podría citar numerosos hechos que demuestran con cuántas lágrimas está regado y cuanto tiene gusto a sal el pobre pan del emigrado, de esos infelices, que llevados allá por vanas esperanzas o por falsas promesas, encontrarán una ilíada de desventuras, el abandono, el hambre y con frecuencia la muerte; allá dónde creyeron encontrar un paraíso; donde creyeron ver El Dorado, pintado por el espejismo de la necesidad, ¡sin pensar que el Simún violento de la realidad, dispersa en un instante las encantadas ciudades de los sueños! Infelices extenuados por los esfuerzos, por el clima, por los insectos, caen desconsolados sobre el terrón fecundado por sus sudores, sobre las márgenes de las florestas vírgenes, que supieron roturar no para sí, ni para sus hijos, golpeados por esa dolencia fatal y gentil que es la nostalgia, soñando quizás con la patria, que no les supo dar ni siquiera el pan, invocando en vano el ministro de la santa religión de sus padres para que alivie los terrores de la agonía con las inmortales esperanzas de la fe.

Señores, el cuadro no es alentador, sin embargo es la historia veraz de millares de nuestros compatriotas emigrados, como yo la he recogido en los informes de mis Misioneros y como me fue escrita y relatada por quien fue testigo y parte en esos tristísimos éxodos.

No quisiera, sin embargo, ser mal entendido o parecer pesimista. Las tristes cosas mencionadas no pueden decirse de todos nuestros emigrados. Muchos de ellos han encontrado en los países que los hospedaron pan suficiente, muchos, bienestar y algunos, riquezas y forman en su conjunto colonias de las cuales la madre patria puede considerarse orgullosa. Pero son también muchos los desgraciados, y en gran parte lo son por su ignorancia y por nuestro abandono. [8]

 

 

"Infinitos males materiales y morales"

 

528.     Los peligros que les esperan a los emigrantes son tales y tan numerosos, que difícilmente un hombre aún de ingenio vivo podría escabullirse totalmente de ellos. ¿Qué decir pues de los pobres campesinos que, ignorantes de todo, se confían a personas que en cada emigrante ven solamente una cosa para explotar?

Desafortunadamente aquellos que leen diarios deben recordar cierto número de hechos a veces viles, a veces trágicos, siempre tristes, en los cuales nuestros pobres hermanos que emigran aparecen en calidad de víctimas.

Algunos años atrás los diarios hablaron de centenares de emigrantes, que llegados al puerto de embarque, no sé si de Génova o de Nápoles, advirtieron que su dinero, reunido con quien sabe cuántas privaciones y quizás con la venta de los últimos enseres domésticos, había terminado en manos de un estafador. Y a consecuencia de ello lágrimas, gritos, imprecaciones y luego la vuelta al pueblo natal con gastos a cargo del Estado.

En los comienzos del invierno de 1873 llegó a Nueva York un buque con muchas familias de campesinos de los Abruzos, que habían sido embarcados por los agentes de emigración con la promesa de llevarlos a Buenos Aires, dónde los esperaban ansiosamente parientes y amigos. Esos desdichados, que habían sufrido mucho durante la travesía, se encontraron en cambio en otro lado, agotados, muy lejos de la meta de su viaje y sin medios para continuarlo.

Sin embargo, éstas pueden ser excepciones. Lo que es regla general es el modo en el cual se realiza su transporte. Hacinados peor que bestias, en número mucho mayor de lo que permitirían los reglamentos y la capacidad de los barcos, ellos hacen ese largo e incómodo trayecto, literalmente amontonados, con cuanto daño para la moral y para la salud bien pueden todos imaginar.

¿Qué decir después de la suerte todavía más lamentable que les espera una vez alcanzada la suspirada meta? Con frecuencia embaucados con artes engañosas, deslumbrados por mil promesas falsas, obligados por la necesidad, se vinculan con contratos que son una verdadera esclavitud, y los niños se encuentran encaminados por la mendicidad al delito y las mujeres lanzadas al abismo del deshonor.

Los extensos y vírgenes terrenos de América del Sur, de Brasil, de Chile son cedidos a los emigrantes directamente por los gobiernos o por sociedades privadas, que han adquirido su propiedad con fines de especulación; y después de un determinado número de años y mediante el pago de cánones convenientes, el campesino se convierte en dueño del suelo fecundado con su sudor. Los colonos, por lo tanto, instalan sus carpas entre aquellas estepas que convierten con frecuencia en prometedoras y prolíficas campiñas y esos campesinos, generalmente de una misma región y algunas veces del mismo pueblo, bautizan allá con el nombre del villorrio natal el lugar dónde la Providencia los ha lanzado.

Sin embargo, estos conglomerados si bien pueden disminuir los peligros de la emigración, haciendo menos triste y más segura la vida, pueden también, si no están bien vigilados, ser causa de infinitos males materiales y morales, ya que nuestros pobres campesinos corren el riesgo de ser enviados por los especuladores a consumir su vida sobre terrenos estériles o en lugares malsanos o mal defendidos de las fieras y de las hordas bárbaras. Todas estas cosas ya se verificaron y más de una vez la prensa y la opinión pública se conmovieron por ellas. [9]

 

 

"Presa facilísima de la especulación"

 

529.     Pero, ¿adónde va esta gran masa de seres humanos, éste torrente de sangre italiana?

La mayor parte de ella, es doloroso decirlo, no sabe adónde va. Para ellos es América, el país al que se dirigen los que dejan la patria en busca de fortuna. Al Sur o al Norte, entre las zonas templadas o las tropicales, en climas sanos o pestilentes, sobre tierras fértiles o más estériles que las que abandonaron, en centros muy poblados o en comarcas desiertas, ellos no saben. Van a América, y con frecuencia con el agravante de un contrato firmado en blanco, que pone, si no su persona, su trabajo a disposición de cualquier patrón.

Es así que los agentes de emigración enviaron gran número de emigrantes a Brasil a sustituir la mano de obra ya insuficiente para las necesidades de la agricultura y mermada como ya dije por la abolición de la esclavitud. Es así que en Nueva York el así llamado sistema de los patrones, condenado por un Bill del Senado de los Estados Unidos, aglomeró un número interminable de emigrantes, atraídos allá con mil promesas, explotados indignamente y luego abandonados, para dejar el puesto a los nuevos llegados, nuevas víctimas de deshonestas ganancias.

Es así, por último, que en Chile, para no nombrar muchos otros casos, encontraron el abandono y la miseria miles de nuestros connacionales seducidos a ir por ridículas mentiras. Y como la ignorancia y la pobreza los hace aquí en la patria víctimas fáciles de los agentes de emigración, así allá el aislamiento y la miseria los hacen presa facilísima de la especulación, siempre y en todas partes sin sentimientos de piedad y allá más que en otros lados. Por eso, en lugar de un trabajo adecuado y bien retribuido, en vez de abundante y sano alimento, esos infelices encuentran un trabajo duro, cuando lo encuentran, una retribución que, medida con los esfuerzos, los peligros, el encarecimiento de los artículos de primera necesidad, es verdaderamente irrisoria, encuentran luego el poco mejoramiento dietético pagado a muy alto precio, con la frecuente privación de todo lo que significa vida civil.[10]

 

 

"Pierden el sentimiento de la nacionalidad y el sentimiento de la fe"

 

530.     Sin embargo, ¿quién podría describir los peligros a que se exponen nuestros pobres emigrados con respecto a la vida religiosa? Se ha dicho todo al decir que en la inmensa mayoría ellos viven allá sin ver jamás la cara de un sacerdote y la cruz de un campanario. Abandonados, por lo tanto, a su suerte, se entregan a la indiferencia más desoladora o abandonan la fe de sus padres. Les diré una cosa que oprime el corazón al pensarlo: en sesenta años, según cálculos oficiales, emigraron a una gran república americana 40 millones de católicos. Ahora suponiendo también que 20 millones, lo que no se verificó nunca, hayan repatriado, los católicos allá residentes, teniendo en cuenta los nacidos y los muertos, deberían alcanzar por lo menos una cifra de 20 millones; en cambio según el último censo eclesiástico, el número no llega, o ciertamente no llegaba entonces, a los 8 millones. ¿Adónde fueron a parar los otros 12 millones?

Pierden el sentimiento de la nacionalidad, y con él, cosa que oprime el corazón al pensarlo, el sentimiento de la fe católica, caen víctimas de la propaganda protestante, víctimas infelices de las sectas, allá más activas y numerosas que en otras partes. ¡Oh Señores! ¡Permitan a un Obispo llorar ante ustedes por tanta desventura! La privación de ese pan espiritual que es la Palabra de Dios, la imposibilidad de reconciliarse con Él, la falta del culto y de todo estímulo al bien, ejerce una influencia mortífera sobre la moral del pueblo. Aun el hombre instruido está sujeto a ese peligro, pero en menor grado, ya que su educación, su cultura, el conocimiento teórico de la religión, sirven de alguna manera para salvarlo del hielo de la indiferencia, ya que puede, por lo menos, asociarse con el pensamiento a los Misterios Divinos, que se celebran en otras partes, y alimentar la mente con lecturas morales. Pero, ¿el pobre hijo de la gleba, cómo podría elevarse a pensamientos tan nobles? Para él, más que para los otros, el concepto de la religión está inseparablemente unido al del Templo y del sacerdote. Donde calle toda sensible manifestación religiosa, él poco a poco olvida sus deberes hacia Dios, y la vida cristiana en su espíritu languidece y muere. Pero no muere en él la sed de lo verdadero, el anhelo por lo infinito. "El hombre, dice un moderno filósofo incrédulo, necesita naturalmente de religión y de culto. El es religioso por naturaleza, como por naturaleza es racional, o mejor dicho todavía, él es religioso porque es racional". Esta necesidad es tanto más sentida cuanto es menos posible satisfacerla. Esto se toca con las manos entre nuestros emigrados, también donde por falta del sacerdote reina soberano el materialismo más abyecto. Imaginen entonces cuanto esa necesidad deba estar viva entre aquellos - y son la mayoría - que sienten todavía viva la dignidad del propio ser, oyen todavía los reclamos de su conciencia.[11]

 

 

"Abandonados allá sin sombra de asistencia religiosa"

 

531.     Los pobres campesinos que emigran, cuando no mueren por el camino, o no sucumben por las privaciones o por la mortal angustia de verse engañados, están, se puede decir, abandonados allá sin sombra de asistencia religiosa. Su estado es más fácil imaginarlo que describirlo. Los sacerdotes no abundan en América, y los pocos que hay, casi desconocedores de nuestra lengua, no podrían tampoco cumplir, como quisieran, sus deberes, por la razón muy simple que no serían comprendidos por los emigrados. Considero que por estar los emigrados dispersos por esas superficies sin fin, el sacerdote no podría visitarlos más que de vez en cuando y de prisa. Por lo tanto, el italiano que vive en América, está casi obligado, generalmente hablando, a llevar una vida peor que pagana, sin Misa, sin Sacramentos, sin oraciones públicas, sin culto, sin Palabra de Dios, de tal manera que ya es mucha cosa si sus hijos son bautizados. Ahora es evidente que ese estado de cosas, debe conducir insensiblemente a esos infelices a una indiferencia espantosa en materia de religión y a un materialismo que embrutece (...).

Además no hay que olvidar que si en América faltan con mucha frecuencia templos y sacerdotes católicos, la propaganda protestante o masónica, según los lugares, no falta nunca. Allí adónde la voz del ministro de Dios no llega, llegan los folletos incrédulos, las novelas inmorales, los opúsculos y los libros de las sectas. Por lo tanto, si por un lado falta todo auxilio religioso, por el otro abundan las insidias a la fe de nuestros pobres connacionales, los que por interés o por ignorancia fácilmente se dejan enredar por los apóstoles del error. [12]

 

 

"La mayor parte de los males podrían evitarse"

 

532.     Sin embargo, lo que más entristece en todo esto, es el pensamiento que la mayor parte de los males religiosos, morales, económicos, a los que se expone nuestra emigración podrían evitarse o disminuirse bastante, si las clases dirigentes en Italia fuesen concientes de los deberes que los unen a los hermanos expatriados; ya que las inmensas comarcas de América no son tan malsanas para no poder ofrecer a nuestra emigración un rincón tranquilo, y no todas las tierras están poseídas por la especulación para no encontrar todavía lugares tan fértiles y baratos para asegurar una equitativa recompensa a los trabajadores. Todo está en saberlas mostrar a nuestra emigración.

Pero, ¿cuándo se hizo esto en Italia? ¿Cuándo se le dijo a los emigrantes: tengan cuidado, éste y el otro contrato que se les ofrecen, éstas y aquellas otras regiones que se les indican, esconden tal y cual otro asecho, no son seguras, no son sanas, son estériles, o también siendo fértiles, están tan fuera de todo medio de comunicación posible, tan apartadas de todo conglomerado humano, que el fruto de sus esfuerzos reposará sin poder ser vendido, y así serán al mismo tiempo ricos y pobres? Repito, ¿cuándo se hizo esto en Italia? A lo sumo se grita un poco y se gime bajo el flagelo de algún hecho, que en nuestros hermanos ofende a nuestro amor propio nacional, se grita y se compadece y se reclama también, si se quiere, alguna medida del gobierno ¿y después? ¡Se calla todo, se cubre todo con el olvido, todo vuelve a la calma, la calma falaz de la ola que esconde a la víctima y que prepara otras más![13]

 

 

d) EL DESIGNIO DE DIOS

 

"La emigración es un bien y un mal"

 

533.     La emigración es indudablemente un bien, fuente de bienestar para el que se va y para el que se queda, verdadera válvula de seguridad social, aliviando el territorio del exceso de población, abriendo nuevos caminos a los comercios y a las industrias, fundiendo y perfeccionando las civilizaciones, ampliando el concepto de patria más allá de los confines materiales, haciendo patria del hombre al mundo; pero siempre es un mal gravísimo, individual y patriótico, cuando se la abandona así sin ley, sin freno, sin dirección, sin tutela eficaz: no como fuerzas vivas e inteligentes, ordenadas para la conquista del bienestar individual y social, sino como fuerzas chocantes que con frecuencia se destruyen recíprocamente: y actividades explotadas para su daño y vergüenza; para daño y vergüenza del país de origen. No como aguas aptas para fecundar, sino torrentes sin cauce, que pierden el tesoro de sus aguas entre las piedras y las zarzas, cuando no arrasan los campos ya fecundados. [14]

 

 

"Es instrumento de la Providencia, aun a través de catástrofes"

 

534.     La emigración es ley natural. El mundo físico, como el mundo humano están sometidos a esta fuerza que agita y mezcla, sin destruir, los elementos de la vida, que transporta organismos nacidos en un determinado punto y los disemina por el espacio, transformándolos y perfeccionándolos en modo de renovar en cada instante el milagro de la creación.

Emigran las semillas sobre las alas de los vientos, emigran las plantas de continente a continente, llevadas por la corriente de las aguas, emigran los pájaros y los animales, y, más que todos, emigra el hombre, a veces en forma colectiva, a veces en forma aislada, pero siempre instrumento de esa Providencia que preside a los destinos humanos y los guía, aun a través de catástrofes, hacia la meta, que es el perfeccionamiento del hombre sobre la tierra y la gloria de Dios en los cielos.

Esto nos dice la Revelación divina, esto nos enseña la historia y la biología moderna, y solamente recurriendo a esta triple fuente de verdad, podremos deducir las leyes reguladoras del fenómeno migratorio y establecer los preceptos de sabiduría práctica que lo deben disciplinar en toda su rica variedad de formas.[15]

 

 

"La grandeza religiosa y moral de la causa de los emigrantes"

 

535.     Yo pienso que la grandeza religiosa y moral de la causa de nuestros emigrados italianos y la grandeza política y material de este hospitalario país, que a ellos (como me decía pocos días atrás el insigne presidente de la República) abre de par en par las puertas de la hospitalidad, son dos grandezas hechas para confundirse en una sola y para revelar al vigésimo siglo los secretos de una nueva era, a la que no podrán faltar ni las bendiciones de Dios ni las conquistas de la civilización (...).

Yo he recorrido una parte considerable de la patria gloriosa de ustedes y he admirado otra vez y con recóndita alegría, que me entusiasmaba, los grandes designios de Dios sobre América. Al celebrarse el cuarto centenario de Cristóbal Colón, yo fui invitado en Italia a dar conferencias al respecto, y ello por la sola y simple razón de que la familia de Colón pertenecía a mi querida Diócesis de Piacenza, si bien él había nacido en Génova.

Una de esas conferencias se titulaba "Los designios de Dios sobre América". Ahora bien, lo que pensaba entonces, lo he visto confirmado durante mi feliz estadía entre ustedes, en mi largo viaje en los varios Estados de la Unión. [16]

 

 

"Se va madurando la unión en Dios por Jesucristo de todos los hombres de buena voluntad"

 

536.     Aquí por lo tanto, un día, si la inercia, si la ignorancia de los caminos de Dios, si el descanso sobre los laureles conquistados, si la opresión de santas aspiraciones, no desvían a los pueblos del plan divino, todas las naciones tendrán generaciones numerosas, ricas, felices, morales, religiosas, las que aun conservando cada una los caracteres propios de su nacionalidad, estarán estrechamente unidas.

Desde esta tierra de bendición se elevarán inspiraciones, se desarrollarán principios, se desplegarán nuevas fuerzas, arcanas, las que vendrán para regenerar, para reavivar el viejo mundo enseñando la verdadera economía de la libertad, de la hermandad, de la igualdad; enseñándole que pueblos diferentes por origen pueden muy bien conservar su lengua, su existencia nacional propia, aun estando unidos política y religiosamente, sin barreras para encelarse y dividirse, sin armadas para empobrecerse y destruirse los unos a los otros (...)

Yo lo espero; sí, yo lo espero, oh Señores. Ya que mientras el mundo se agita deslumbrado por su progreso, mientras el hombre se exalta por sus conquistas sobre la materia y domina como dueño la naturaleza desentrañando el suelo, sometiendo el rayo, mezclando las aguas de los Océanos con el corte de los Istmos, suprimiendo las distancias; mientras los pueblos caen, resurgen y se renuevan; mientras las razas se mezclan, se extienden, se confunden; a través del ruido de nuestras máquinas, por encima de este laborío febril, de todas estas obras gigantescas y no sin ellas, está madurando aquí una obra mucho más vasta, mucho más noble, mucho más sublime: la unión en Dios por Jesucristo de todos los hombres de buena voluntad. [17]

 

 

"La Iglesia Católica victoriosa y pacificadora"

 

537.     Los servidores de Dios que trabajan sin saberlo, sin conocimiento de causa para el cumplimiento de sus designios, son numerosos en todos los tiempos, pero en las grandes épocas históricas de renovación social, hay más de cuanto se conozca, más de lo que se piense: ellos son innumerables. Ya que, Señores, sépanlo bien, no lo olviden nunca. La finalidad suprema prefijada por la Providencia a la humanidad no es la conquista de la materia por medio de la ciencia más o menos progresada, y tampoco la formación de esos grandes pueblos en los que se encarna hora tras hora el genio de la fuerza, del saber, de la riqueza, no; sino la unión de las almas en Dios por medio de Jesucristo y de su representante visible, el Romano Pontífice. Los obstáculos que todavía se oponen al altísimo designio, desaparecerán poco a poco y vendrá el día, y vendrá ante todo en este grande y glorioso país, en el cual las naciones conocerán dónde está la verdadera grandeza, sentirán la necesidad de volver al Padre y volverán.

¡Qué día será aquel, oh Señores! Día afortunado, en el cual todos los acentos, todas las voces en diferentes lenguas, elevarán al Omnipotente el cántico de la alabanza y de la acción de gracias. El sol de la verdad resplandecerá más luminoso y el arco iris de la paz se curvará sobre la tierra con todos sus gentiles colores. Será como un arco de triunfo bajo el cual la Iglesia Católica pasará victoriosa y pacificadora, atrayendo hacia ella al mundo moderno; y la sociedad, vuelta a ser cristiana, continuará en el orden y en la justicia el camino de la verdadera libertad, de la verdadera civilización, del verdadero progreso.

¡Señores, apresuremos con los votos, con las oraciones, con las obras ese día bendito! [18]

 

 

"Está despertando la antigua piedad"

 

538.     Yo estoy ante todo conmovido por lo que he visto en mi largo peregrinar. He visto la fe católica mantenida en medio de innumerables dificultades en las estancias del gran Estado de San Pablo, he visto la fe de éstas colonias de Paraná y hago votos para que también en las ciudades de América Latina se imite a las ciudades de América del Norte. Allá arriba surgen iglesias italianas en todas las ciudades. Nuestros Misioneros las asisten con otros religiosos. Está despertando la antigua piedad; el crédito y la consideración ante las autoridades se acrecienta cada día, comprobando otra vez que donde un apóstol levanta la cruz, la civilización surge espontánea y el bienestar material aumenta.[19]

 

 

 

2. LA IGLESIA Y LAS MIGRACIONES.

 

"Donde está el pueblo que trabaja y sufre, allí está la Iglesia", que tiene la misión de "evangelizar a los hijos de la miseria y del trabajo". La actividad misionera de la Iglesia no se dirige solamente a los infieles, sino también a los católicos expuestos al peligro de convertirse en infieles por causa de la emigración.

Es necesario intervenir concreta e inmediatamente, porque "el porvenir religioso y moral de las poblaciones emigradas depende de ese tanto de religión y de moralidad" que debe ser preservado de inmediato como la herencia más preciosa de su patrimonio cultural y espiritual. Son necesarios "héroes que van a evangelizar" en condiciones menos peligrosas pero no menos difíciles que los misioneros para los infieles.

La preservación y la valorización del patrimonio espiritual exigen la conservación de la cultura étnica: "religión y patria se completan en esta obra de amor y de redención".

La pastoral de los migrantes debe tener en cuenta este principio. Tanto los misioneros como las Iglesias de recepción deben respetar la identidad cultural y religiosa propia del emigrado. Al misionero, por lo tanto, se le debe conceder libertad de ministerio, bajo la guía del obispo, que sabiamente dirige la inserción de los emigrados en la Iglesia local, respetando los ritmos normales y no forzando antes de tiempo una asimilación que destruiría valores milenarios de religión y de tradiciones. La emigración no es sólo problema de la Iglesia de partida y tampoco sólo de la Iglesia de llegada; por el contrario, siendo fenómeno y problema universal, es problema de la Iglesia universal. Se perfila, por lo tanto, la necesidad de una coordinación entre las Iglesias particulares, que puede partir solamente desde el centro. El problema es similar al de la actividad misionera "ad gentes": como para esta existe la Congregación de Propaganda Fide, así para los emigrados católicos de todas las naciones se ve la necesidad de instituir una Congregación apropiada o por lo menos una Comisión central en la Curia Romana.

 

 

a) LA PRESENCIA DE LA IGLESIA

 

"Donde está el pueblo que trabaja y sufre, allí está la Iglesia"

 

539.     La Iglesia de Jesucristo, que ha impulsado a los obreros evangélicos entre los pueblos más bárbaros y en las comarcas más inhóspitas, no ha olvidado y no olvidará nunca la misión que le fue confiada por Dios de evangelizar a los hijos de la miseria y del trabajo. Ella con el corazón trepidante velará siempre por tantas almas pobrecitas que en un aislamiento forzado, van perdiendo la fe de sus padres y con la fe todo sentimiento de educación cristiana y civilizada. Sí, señores, donde está el pueblo que trabaja y sufre, allí está la Iglesia, porque la Iglesia es la madre, la amiga, la protectora del pueblo y por esto tendrá siempre una palabra de consuelo, una sonrisa, una bendición. [20]

 

 

"Es un nuevo y consolador despertar que la Iglesia va suscitando"

 

540.     Como todos ven, es un nuevo, maravilloso y consolador despertar que la Iglesia va suscitando en favor de los no pudientes y de los desheredados, y mil veces bendito el que sabrá coadyuvar esta obra de regeneración religiosa y social. Es tiempo, como grita el Apóstol, que cuando goce un miembro, gocen todos los miembros; y si un miembro sufre, concurran para aliviarlo todos los miembros. Si el pasado fue triste, si hasta ayer nuestros hermanos fueron dejados a su suerte allá en las interminables llanuras de América, entre los Andes, sobre las Cordilleras y las Rocosas, a orillas de los extensos lagos del Norte, a orillas del Plata, del Amazonas, del Orinoco y del Misisipi, a orillas de los mares y hasta en los bosques, la caridad cristiana y la civilización actual nos imponen poner un límite a un estado de cosas tan deplorable e indigno de un pueblo grande y generoso.

La alocución que yo señalo a la reflexión y a la acción del clero y del laicado italiano es grande, noble, inexplorada, gloriosa y pueden encontrar en ella un lugar digno tanto el óbolo de la viuda como la ofrenda del rico, la humilde actividad de las almas más tranquilas, como el ímpetu generoso de los espíritus más ardientes.[21]

 

 

"Esos infelices, verdaderamente infelices"

 

541.     Resuena en mi interior todavía en forma muy dolorosa la voz de un pobre campesino lombardo, que vino hace dos años a Piacenza desde el extremo valle de Tibagy en Brasil, para pedirme en nombre de esa numerosa colonia un misionero. "¡Ah, Padre, me decía con voz emocionada, si supiese cómo hemos sufrido! ¡Cómo hemos llorado ante el lecho de nuestros queridos moribundos que nos pedían consternados un sacerdote... y no poderlo tener! ¡Oh Dios, nosotros no, no podemos vivir más así!" Y continuaba el pobrecito, con rústico pero elocuente lenguaje, narrándome escenas realmente desgarradoras. Lo confieso: nunca como entonces deseé poseer el vigor de los veinte años, nunca como entonces lloré la imposibilidad de cambiar la cruz de oro de Obispo por la de madera de Misionero para volar en auxilio de esos infelices, verdaderamente infelices, porque entre los demás peligros se agregaba para ellos el de caer en el abismo de la desesperación.[22]

 

 

"Estamos aquí como bestias"

 

542.     En la sesión de la Cámara de diputados del l2 de febrero de l879 el honorable Antonibón, entre otras desoladoras noticias sobre las condiciones de nuestros emigrados en América, leía la carta de un colono véneto, el cual, como forma de conclusión de una ilíada de dificultades, decía: estamos aquí como bestias; se vive y se muere sin sacerdotes, sin maestros y sin médicos.

Ahora bien, de un año a esta parte, cartas similares yo he recibido casi un centenar, de parte de jefes de familia que invocaban la obra protectora de mi Instituto. Y no solamente me despacharon cartas, sino oportunos mensajeros desde varias comarcas de Brasil con el fin de perorar más cálidamente con la palabra su causa. Y bien, ya sea por medio de aquellas pobres cartas llenas de errores y rubricadas con firmas ilegibles, ya sea por medio de las cálidas palabras de esos mensajeros, era evidente, ¡y cuánto! la necesidad del sacerdote y del maestro; necesidad, que se hacía sentir en forma tanto más fuerte cuanto mayor era la prosperidad material de las colonias. Todos concluían con las desoladoras palabras del pobre emigrado véneto: somos como bestias; se vive y se muere sin sacerdote, sin maestros y sin médicos, las tres formas bajo las cuales se presenta ante la razón del pobre la sociedad civil.

He aquí: con mi Instituto de patronato yo trato precisamente de satisfacer a estas tres grandes necesidades humanas.

Mantener viva en los corazones la fe de nuestros padres y, con las inmortales esperanzas del más allá reavivadas, educar y elevar su sentimiento moral, ya que, no hay que olvidarlo, el único tratado de ética de nuestro pueblo está todavía afortunadamente en el Decálogo.

Junto a los primeros rudimentos del cálculo, enseñar en la escuela la lengua materna y un poco de historia nacional y mantener así encendida en los hermanos lejanos la llama del amor por la patria y el ardiente deseo de volverla a ver.

Finalmente, algunas nociones de medicina, dando a los misioneros, en los meses de noviciado, algunas instrucciones sobre el uso de los medicamentos más eficaces y más comunes, sobre el modo de prepararlos y suministrarlos, e instituyendo junto a la Casa de los mismos misioneros pequeñas farmacias. Es poca cosa considerada en sí, pero la situación cambia cuando se piensa en la imposibilidad de tener médicos y medicinas allá en las inmensas llanuras americanas, donde con frecuencia, también teniendo la posibilidad material, no se poseen los medios pecuniarios.[23]

 

 

"El porvenir religioso y moral dependerá de ese tanto de religión y de moralidad que conservarán"

 

543.     La urgencia de proveer, por lo tanto, parece evidente, y parecerá todavía más por las siguientes observaciones.

Esos pequeños grupos de cabañas, sembradas ahora en una especie de desierto, están destinadas a convertirse en florecientes aldeas y ciudades, tanto por el natural crecimiento de la población, como por esta marea de la migración, que aumenta, se puede decir, todos los días. ¿Qué sucederá por lo tanto? Sucederá, como es fácil prever, que en un breve lapso de años nosotros tendremos allá en las inmensas llanuras de América una nueva Italia, rica quizás en bienes materiales, pero pobre en bienes del espíritu, o dicho con más propiedad, tendremos una sociedad conforme el rumbo que le habremos sabido proporcionar desde un comienzo.

De hecho, las primeras impresiones son también las más tenaces y duraderas, y son las primeras tradiciones aquellas que conservan a una familia, a una ciudad, a una colonia su fisonomía particular. La historia nos brinda innumerables ejemplos.

Hay que pensar además que la índole de nuestros compatriotas es por naturaleza eminentemente adaptable, de modo que se amoldan fácilmente a las condiciones de los lugares y de los pueblos donde la Providencia los conduce.

Por lo tanto, el porvenir religioso y moral de nuestras colonias en América dependerá de ese tanto de religión y de moral, que conservarán estos primeros núcleos de población. ¿Estarán ellos encaminados a sentimientos civiles y cristianos? Serán civiles y cristianos sus descendientes; y aquellos mismos que se unirán a ellos, provenientes de Italia, deberán adaptarse más o menos espontáneamente a las tradiciones de fe y de piedad que encontrarán radicadas allí. ¿Se dejarán en cambio en el abandono? Los verán ustedes crecer en el mismo modo que los salvajes, y también los que llegarán después se convertirán en salvajes.

Además, la tendencia de establecerse en colonias para nuestros migrantes es un hecho que no debe ser descuidado, y asimismo hará menos difícil la tarea de quien tendrá que orientarlos. Descuidarlo ahora sería un error imperdonable, ya que se trata de elegir bien la situación de las futuras ciudades e imprimirles ese carácter de religiosidad y de italianidad, del cual deben depender su prosperidad y su importancia futura. Ese carácter se debe imprimir de inmediato. Toda demora yo la creo fatal. Ese carácter será, para no hablar de otras cosas, como el vínculo que los unirá en forma indisoluble con la patria lejana, ya que mucho más que los intereses materiales, es la comunión de los sentimientos religiosos y patrióticos que vale para consolidar de forma inquebrantable la unidad de un pueblo. [24]

 

 

"Héroes que van a evangelizar"

 

544.     Entre nosotros en estos diez o doce años, desde que se habla con tanta frecuencia de emigración y de emigrados, ¿qué se ha hecho? No sería conforme a la verdad decir que se hizo todo lo que se podía y debía.

No faltan, gracias a Dios, sociedades de protección religiosa y civil que surgieron y se dividieron por selección espontánea este nuevo campo de actividad.

Omito referirme a mi obra, porque es para ustedes bastante conocida y porque no quiero abusar por más tiempo de la paciente bondad de ustedes. Diré solamente que si, confiando en Dios y en Su Providencia, me apresté para la ardua empresa, fue justamente para incitar a los voluntarios a intentar también en Italia algunas cosas especialmente en el campo religioso. Yo pensaba: si el clero provee héroes que van a evangelizar pueblos bárbaros, ¿cómo no proporcionará los individuos generosos, que con menor peligro, si no con menores incomodidades, vayan a asistir a nuestros connacionales especialmente en las Américas, entre los cuales quizás tendrán parientes, amigos o coterráneos seguramente? Si para enjugar las lágrimas de una hora, los ricos y los pobres de Italia en muchas ocasiones compitieron en obras de caridad, dando algunos ampliamente lo superfluo, sacándose los otros el pan de la boca, ¡oh!, ¿qué no harán cuando sepan que allá hay que secar un llanto que dura desde hace años, y durará si no se provee, de generación en generación? ¿Qué no harán cuando reflexionen que hay que sacar una vergüenza, que nos muestra incapaces a los ojos de los extranjeros y nos hace ante ellos despreciables?

Pronto me di cuenta que había previsto bien, ya que no sólo encontré manos que me aplaudieron y palabras de alabanza, sino también, lo que más importa, corazones abiertos, manos generosas, voluntades enérgicas, preparadas para la acción hasta el sacrificio.[25]

 

 

"La acción benéfica de la Cruz de Cristo"

 

545.     En todas partes surgen iglesias, conventos, escuelas cristianas, orfanatos, hospitales. La acción benéfica de la Cruz de Cristo consuela a los emigrantes y los alienta, manteniendo inamovibles los principios religiosos y preservándolos de los peligros de la corrupción y de la apostasía, que poco a poco los conducirían a renegar no sólo del cristianismo, sino también de sus deberes con respecto a la Patria. [26]

 

 

"Para la Iglesia fuente de bienes incalculables"

 

546.     El formidable problema de la Emigración, acerca del cual trabajan, y trabajan casi siempre en vano, los Gobiernos, está, según mi parecer, destinado por la Providencia, para conferirle un prestigio social inmenso a la Santa Sede y a convertirse para la Iglesia en una fuente de infinitos consuelos y de bienes incalculables. El que conoce un poco las tendencias de nuestros tiempos no puede dudarlo. Digo esto, para que nos convenzamos bien, que para resolverlo, como conviene, no nos debe pesar ningún sacrificio.[27]

 

 

b) RELIGION Y PATRIA

 

"Obra verdaderamente cristiana y altamente patriótica"

 

547.     Ello no quita a los italianos el deber de pensar que tienen allá hermanos que les pertenecen en modo especial y que de modo especial necesitan su ayuda. ¿Abandonarlos a sí mismos a qué otra cosa equivaldría sino a destruir en ellos todo lazo con respecto a la patria y a poner a dura prueba su fe y su moralidad?

Y, ¿no podrá decirse obra verdaderamente cristiana y altamente patriótica aquella que, rompiendo la triste tradición de descuido que nos dejó el pasado, procurase la manera de mejorar su suerte?[28]

 

 

"Nuestra iglesia, nuestra escuela, nuestra lengua"

 

548.     ¡Religión y Patria! Son estos dos grandes amores puestos por la mano de Dios en el corazón de la humanidad, el lema escrito con caracteres de luz sobre el estandarte de las naciones cristianamente civiles. Es a la sombra de este inmortal estandarte que nuestros padres lucharon y vencieron. A la sombra de este estandarte las frentes se levantan serenas, callan las iras, desaparecen las divisiones entre las partes, las manos se estrechan fraternalmente, reposan las familias, se distinguen los hombres. ¡Religión y Patria! Señores, unámonos todos alrededor de este sublime ideal que, en la obra protectora de nuestra emigración adquiere, diré así, forma y figura, y podremos esperar para nuestra Italia días mejores, podremos esperar que se cumplan sobre ella, en un tiempo no lejano, los designios de Dios.

Todavía una palabra y termino. No hacen muchos años en los Estados Unidos se hicieron esfuerzos enormes para americanizar, si así puedo expresarlo, a los emigrados de las varias naciones europeas.

La Religión y la Patria lloraron a millones de sus hijos perdidos. Solamente un pueblo supo resistir a esa violenta tentativa de asimilación y fue aquel que había escrito sobre su bandera: nuestra iglesia, nuestra escuela, nuestra lengua.

No olvidemos este hecho, señores. Ocupémonos también nosotros, cada uno en la medida de sus fuerzas, para que todos los italianos en el exterior tengan la misma bandera, la misma firmeza, el mismo coraje: por la Religión y por la Patria. [29]

 

 

"Dos supremas aspiraciones de todo corazón bien nacido"

 

549.     Religión y Patria: estas dos supremas aspiraciones de toda alma gentil se entrelazan y se completan en esta obra de amor y de redención que es la protección del débil y se funden en un acorde admirable. Las miserables barreras levantadas por el odio y por la ira desaparecen, todos los brazos se abren para un fraternal abrazo, las manos se estrechan cálidas de afecto, los labios se preparan para la sonrisa y para el beso y quitada toda distinción de clase o de partido, surge en ellos embellecida de cristiano esplendor la sentencia: Homo homini frater.

Puedan estas pobres palabras mías ser la semilla de obras ilustres, que redunden para gloria de Dios y de su Iglesia, para el bien de las almas, para honor de la patria, para alivio de los infelices y de los desheredados. Pueda Italia, sinceramente reconciliada con la Sede Apostólica, emular sus antiguas glorias, y agregar otra imperecedera, encaminando sobre los luminosos senderos de la civilización y del progreso también a sus hijos lejanos. [30]

 

 

"Una idea tan simple, tan hermosa"

 

550.     No soñemos. He aquí mi idea cándida y desnuda como la verdad. Es tan simple, tan hermosa, que no necesita los adornos de la retórica para presentarse a las personas de buena voluntad.

Los jóvenes seminaristas, que año tras año cumplen con el servicio militar en Italia, serán un centenar. Ahora bien, ¿qué daño ocasionaría para nuestro ejército, si ellos fueran eximidos del servicio militar obligatorio y se quisieran inscribir entre los misioneros para los italianos en América? ¿Qué trasgresión sería para la igualdad de todos los ciudadanos ante el servicio militar, si los jóvenes italianos aspirantes al sacerdocio, en cambio de tres tediosos años de cuartel, hiciesen cinco en América al servicio de nuestros connacionales, cooperando para su redención religiosa y moral, soldados al mismo tiempo de la Iglesia y del Estado? Con el entusiasmo puro de su joven edad, con ese celo que no conoce obstáculos, con la gallardía de los veinte años que no sienten cansancio, ¡qué  heroicos apóstoles tendríamos! ¡qué incansables maestros! ¡qué armonía de afectos religiosos y cívicos en esas jóvenes conciencias, que en su primer asomarse a la vida pública, sentirán bajo la forma de un beneficio la mano de la patria! ¡cuánto reconocimiento por no haber sido distraídos de sus estudios y condenados por tres largos años a los rudos como inevitables contactos del cuartel que los perturba y los humilla![31]

 

 

c) PASTORAL DE LOS MIGRANTES

 

"Para el bienestar religioso, moral y civil de nuestros emigrados"

 

551.     Todos, hermanos e hijos muy queridos, continúen empleando todo el ingenio y las fuerzas que poseen para el bienestar religioso, moral y civil de nuestros connacionales y aun empeñándose por mantener vivo en ellos el amor por la madre patria, cuídense de fomentar entre ellos cualquier cosa que pueda separarlos de sus nuevos conciudadanos o desligarlos como sea de los demás fieles. Corresponde a ustedes actuar de tal manera que los italianos no tengan que distinguirse sino por un mayor respeto a la autoridad, por una conducta más ejemplar, por una laboriosidad más grande, por un cumplimiento más exacto de sus deberes, por un apego más vivo a la fe de sus padres. Buenos como son y naturalmente católicos, ellos responderán fácilmente, como lo han hecho hasta ahora, a las preocupaciones de ustedes, siempre que los vean a ustedes laboriosos y desinteresados.

En todas las cosas sean para ellos modelos del buen actuar, en las palabras, en la pureza de las costumbres, en la seriedad, de tal forma que, como escribe el Apóstol, el que está en contra de ustedes los respete, no teniendo nada malo que decir de ustedes. Siguiendo su ejemplo, les repetiré con San Bernardo, hagan honor a su ministerio. Vean que digo ministerio y no señorío; ministerio y no ustedes mismos. Harán pues honor a su ministerio, no con vanas ostentaciones, sino con inmaculadas costumbres, con las solicitudes espirituales y con las obras santas.[32]

 

 

“Obra de evangelización confiada al celo y a la sabiduría del episcopado americano”

 

552.     Ahora le puedo asegurar que hoy la Sagrada Congregación romana ha leído con el más vivo placer aquellas hermosas páginas en las cuales Su Excelencia demuestra muy bien la importancia de la obra que he emprendido y en las cuales hace notar con justicia que de su éxito no depende solamente el porvenir de tantos católicos italianos lanzados más allá de los mares por la emigración, sino también el éxito de la gran obra de evangelización confiada al celo y a la sabiduría del episcopado americano. Efectivamente, los hombres están demasiado acostumbrados a deducir conclusiones lógicas y rigurosas de los acontecimientos que suceden a su alrededor. Hoy más que nunca, el sistema experimental tiende a prevalecer. Es, por lo tanto, natural que sus compatriotas protestantes, viendo la ignorancia y la indiferencia religiosa de un gran número, por no decir, de la mayoría de los emigrados italianos, lleguen a la conclusión que la vida cristiana debe ser muy poco intensa en nuestro país, si tantos hijos suyos pierden tan fácilmente la fe y abandonan la práctica de los deberes más elementales del cristianismo. Ahora bien, como Italia no es solamente un país exclusivamente católico, sino que es el centro de nuestra Santa Iglesia y la sede de su Jefe Augusto, tenemos como consecuencia, como Su Excelencia hace resaltar muy bien, que los protestantes, son propensos a creer que el catolicismo está en decadencia y que la causa de esta decadencia es sin duda la ausencia de fe y de virtud, causada por la impotencia de los sacerdotes o por su negligencia culpable.

Estos errores, sin duda hay que combatirlos; pero es necesario sobre todo hacer desaparecer las causas principales que los generan; ahora bien, de la prosperidad y del éxito de la obra que he emprendido, depende el alivio del mal que nosotros deploramos y que es también perjudicial para la propagación de la fe en América, si no se conservan las tradiciones cristianas y los principios del catolicismo en los millones de emigrados italianos que habitan el continente americano.

Por estos motivos la Propaganda recibió mi obra con el más grande beneplácito y ve con placer que ella es apreciada por el episcopado americano y en particular por Su Excelencia, que es uno de los obispos más famosos y doctos del Nuevo Mundo. [33]

 

 

"Ejercer libremente el ministerio bajo la dependencia de Su Excelencia"

 

553.     Recibí su muy cordial carta del 10 del corriente febrero, acompañada por la generosa ofrenda de mil liras para nuestro Instituto. Me siento impotente de darle las gracias como querría, sin embargo también el afecto y la gratitud son buena moneda, y yo con esta pretendo, Monseñor, retribuirle.

Espero que en estas horas el buen P. Marcelino le habrá expuesto mis ideas acerca de los Misioneros por enviar a Nueva York.

Dentro de algunos meses podría enviarle tres y además un hermano catequista; pero sería necesario que hubiese allí una casa para alojarlos, ya que deben hacer vida en común en lo posible; y una iglesia, por ahora también un subsuelo o un sótano, donde pudieran ejercer libremente, siempre bajo la absoluta dependencia de Su Excelencia Reverendísima, el sagrado ministerio. Si fuese posible, conveniente y prudente sustraer a los italianos de la jurisdicción parroquial y confiar su cuidado espiritual a nuestros Misioneros, todo saldría de maravilla. Pero el juicio de eso corresponde a Su Excelencia y Usted hará lo que estime oportuno in Domino.

En cuanto a mí, desearía justamente que Usted, venerable Monseñor, que goza merecidamente de tanta estima ante la Santa Sede, fuese el primero de los Obispos Americanos en abrir una casa para nuestros sacerdotes. Es una obra que casi hemos realizado juntos, ya que Usted se dignó de alentarme desde los comienzos y prometerme su elevado patrocinio.

Desde la casa de Nueva York, los Misioneros, creciendo en lo sucesivo en número, podrían difundirse, como desde una sede central, en las otras diócesis que los solicitaran. En Nueva York después se podría también, según mi parecer, abrir una escuela para los hijos de los italianos, algún jardín de infantes dirigido por Religiosas; constituir comités de patronato para nuestros emigrados a ejemplo de la Asociación de San Rafael para los Alemanes, y como se hace para los Irlandeses.[34]

 

 

"Sin libertad de ministerio no se logra nada o bien muy poco"

 

554.     A Mons. Arzobispo de Río pedirán humildemente si permite a nuestros Misioneros volver a ocupar la misión de Nueva Mantova y de las colonias italianas circundantes. También le harán conocer lo que el Santo Padre desea al respecto. Les transcribo, por lo tanto, la siguiente deliberación que se puede leer en el punto 2978 de Propaganda Fide: "En cuanto a los Obispos de Brasil el Santo Padre quiere que concedan a los Misioneros las facultades necesarias directamente y sin dependencia de los Párrocos y de los Vicarios locales, autorizándolos, cuando sea necesario, a separar los territorios habitados por los italianos de la circunscripción parroquial, constituyendo nuevas parroquias, que se confiarán a la dirección de dichos Misioneros".

La experiencia de estos años ha demostrado que sin la libertad de ministerio, aun con alguna dependencia de los párrocos del lugar, no se logra nada o bien, muy poco.

Lo mismo harán conocer a Mons. Obispo de San Pablo, asegurándole además que cuando acepte la propuesta se le enviarán Misioneros verdaderamente sabios y piadosos. Le harán notar también que si alguno no resultó como debía, tiene un atenuante en la falta de apoyo por parte de quien debía favorecerlo. Quizás, a causa su antecesor, como el difunto Obispo de Río, no podían hacer lo que hubiesen deseado hacer.

Pudiendo llegar hasta Curitiba, pedirán también a ese Obispo si permite que se vuelva a ocupar la misión ya empleada por P. Colbachini, misión con casa, iglesia y varios oratorios. Le manifestarán también a El la voluntad del Santo Padre.

De todos modos será bueno que se hagan constar por escrito las condiciones con las cuales esos obispos aceptarían nuestros misioneros y todas las disposiciones que se quieran tomar al respecto.[35]

 

 

"Sean acordadas a los misioneros las facultades parroquiales"

 

555.     Les sucede con frecuencia a nuestros Misioneros el encontrar en su camino a muchos italianos. La llegada del hombre de Dios vuela de boca en boca como una buena nueva y esos míseros, llorando por la alegría, corren a su encuentro, ya que en el sacerdote italiano, no sólo ven revivir las imágenes de la religión y de la patria, sino que saben que pueden depositar en su seno paternal lo que inquieta a sus conciencias, sin diezmar el escaso pan a sus hijos. Son concubinos forzosos, son hijos todavía no regenerados por las aguas bautismales, son los mil casos de conciencia de una vida casi desligada de todo vínculo civil...

Pero, lamentablemente, el pobre Misionero no tiene facultades para esa parroquia; o el párroco no pudo ser interpelado, o no le quiso conceder las facultades (...).

Tendría miedo de inferir un insulto a la perspicacia y al celo de Su Eminencia si yo gastara palabras para poner de relieve semejante desorden. Sin embargo es necesario que se ponga remedio y pronto, ya que semejantes vergüenzas no sólo hacen odiosa a la religión y proporcionan un pretexto a los espíritus desprejuiciados o malévolos para combatirla y burlarse de ella, sino que también echan la duda y la incredulidad en esas pobres almas simples de los colonos que se acostumbran a actuar sin sacerdote (ya que no pueden pagar generosamente lo que debería ser gratuito) y que, juzgando las instituciones por los efectos prácticos, deben deducir consecuencias muy tristes para su fe por la evidente impotencia del bien y del espíritu de desinterés y de sacrificio, contra el mal, el egoísmo y la simonía.

Termino rogándole nuevamente a Su Eminencia que trate de obtener lo que ya fue decidido al respecto por esta Sagrada Congregación, es decir que los Obispos de Brasil separen las colonias italianas de las parroquias brasileñas, dejándolas enteramente bajo la atención de los Misioneros para los italianos emigrados. Comprendo que se trata de una cosa muy difícil, pero es necesario tratar de lograrlo.

Mientras tanto yo propondría, mejor aún propongo y pido sin más, como medida absolutamente indispensable, que sean acordados a dichos Misioneros todas las facultades parroquiales en favor de los colonos italianos, siempre con la obligación para los Misioneros de transmitir a los párrocos de esos lugares copia exacta de los bautismos realizados y de los matrimonios celebrados.

En caso que de ese Episcopado no se pudiese obtener para nuestros Misioneros ni plena libertad de acción, ni el ejercicio absoluto de las facultades parroquiales, yo creo sería mejor retirarlos de Brasil y darles nuevo destino, ya que considero un grave daño y una grave responsabilidad de conciencia malgastar fuerzas tan preciosas en un trabajo santo, pero vuelto estéril por la mala voluntad de los hombres. [36]

 

 

"La idea de la nacionalidad"

 

556.     La idea de la nacionalidad no es una idea convencional, sino real. Varios elementos concurren para concretarla: tradiciones históricas, comunión de razas, afecto por el lugar natal, tradiciones locales o de familia, glorias y dolores comunes, etc.

La idea de la nacionalidad está conforme a las necesidades del hombre y no sin una poderosa razón Dios dividió a los hombres en diferentes naciones y a los pueblos y a las naciones les asignó límites.

Para el progreso moral y material de la humanidad era necesaria esta división. La diferencia del genio de las varias estirpes, la admirable variedad de tendencias, de aspiraciones, de afectos que distinguen un pueblo de otro contribuyen a crear ese gran movimiento intelectual que hace progresar a la humanidad y satisface a las nuevas necesidades de los tiempos y de los lugares.

La división de los hombres en varias estirpes, en varias naciones, genera la emulación, primera fuente de la actividad moral, intelectual y material del género humano.

Sin lugar a dudas las luchas y los celos entre las naciones producen errores y frecuentemente también injusticias; pero esas luchas mezquinas, esas condenables codicias no excluyen que la gran emulación entre pueblo y pueblo, la carrera afanosa hacia lo mejor, donde cada uno trata de preceder adelantarse al vecino y al adversario, no sean favorecedoras de verdadero y real progreso y por lo tanto de bien. [37]

 

 

“El ambiente, la educación, las tradiciones, la religión y la cultura crean el sentimiento de la nacionalidad”

 

557.     El ambiente y la educación crean generalmente el sentimiento de la nacionalidad, sentimiento providencial que hace que cada uno esté contento de su país, y que por consecuencia impide que los ciudadanos de una comarca menos dotada que muchas otras aspiren a abandonar la patria para formar otra conforme a sus caprichos en un país más rico, con mejor clima, con comercio más fácil.

Muchas veces, al recorrer diferentes pueblos desdichados por la esterilidad del terreno o por la escasa belleza de los lugares o también por un cúmulo de circunstancias que los hacen feos y tediosos, me dio pie a reflexionar sobre esta consecuencia providencial del amor por la patria.

En todas partes he encontrado a los indígenas animados por el afecto hacia el lugar natal y me dije: - ¡Qué suerte! ¡Qué providencial disposición de Dios! Si estos viesen a su patria con los ojos con los cuales la veo yo, la abandonarían de inmediato, y entonces tendríamos comarcas despobladas y otras donde los hombres se degollarían para ocupar su suelo: en un mismo país tendríamos regiones desiertas y otras demasiado pobladas.

En cambio, las tradiciones de familia, de juventud, el ambiente moral y material, la parentela, las costumbres hacen olvidar los más graves inconvenientes, los que no llegan a matar ni tampoco a debilitar el amor de patria que es el fundamento de la teoría de la nacionalidad.

Ciertamente, observando las cosas con amplitud, la Religión tiene mucha, más aún la parte principal en el sentimiento de nacionalidad, sin embargo no es la única que constituye la idea nacional. Es el complejo moral, religioso y material del ambiente patrio que constituye esta idea, de la cual se ha visto hace poco, el beneficio y efecto providencial para la paz del mundo y la felicidad de los hombres.

La cultura de un pueblo acrecienta en él el sentimiento nacional, porque lo determina más claramente en su mente. Por lo cual nosotros vemos que con el pasar de los tiempos la aversión por toda dominación extranjera se ha hecho irresistible y que esos mismos pueblos, como el italiano y el eslavo del Sur, que tanto sufrieron en el pasado, se oponen vigorosamente hoy a lo que más o menos toleraban ayer. [38]

 

 

"La influencia que el sentimiento nacional puede ejercer sobre la idea religiosa"

 

558.     Acerca de la influencia que el sentimiento nacional puede ejercer sobre la idea religiosa, o para expresarlo mejor sobre la Religión de un pueblo y de los ciudadanos que lo componen, se podría decir mucho. Baste repetir lo que hace poco se ha expresado, es decir, ya que el ambiente, la educación y las tradiciones históricas y de familia son poderosísimas, más aún se puede decir exclusivos factores de la idea nacional, la Religión tiene una parte principal entre las causas de las que nacen el amor patrio y la idea nacional.

El hombre tiene dos grandes afectos que lo acompañan a todas partes: el amor a Dios y el amor a los padres y a la familia. Ambos forman, junto a algún otro elemento, la idea de la nacionalidad. Y por lo tanto, mientras que el hombre permanece, aunque sea pasivamente, fiel a la Religión de sus padres, él siente el amor de familia y con él el amor de patria. El hombre que abandona a la Religión, apóstata, abandona también el sentimiento nacional. De donde se debe concluir que la fidelidad a la Religión, trae consigo la fidelidad a la patria, a menos que un fatal conflicto, poniendo en contraposición los dos grandes afectos de religión y patria, no impulse a los ilusos a sacrificar el primero por el segundo, cosa que invariablemente se produjo hasta aquí en el pasado, allí donde el conflicto fue duradero.

Las grandes revoluciones religiosas tuvieron este origen. El cisma de la Iglesia Oriental fue ocasionado en gran parte por la gran intolerancia de los Orientales para obedecer a Roma (...). Así se perdieron una tras otra las Iglesias Orientales y el hecho es tan verdadero que León XIII lo ha reconocido cuando para volver a conducir esas Iglesias a la suspirada unidad, ordenó que se respetaran sus ritos y tradiciones antiguas no diferentes de la doctrina católica y prohibió formalmente que se latinizaran los convertidos orientales con el fin de hacerles comprender que en el catolicismo todos los pueblos tienen derecho de ciudadanía y que, como religión universal, él respeta todas las naciones, sus derechos, sus legítimas aspiraciones y su patriotismo. También la herejía protestante fue sostenida por el sentimiento nacional mal interpretado. Las tradiciones de Arminio, el deseo de aplastar al Papado, considerado como institución latina, y por lo tanto lo que muchos Alemanes llaman todavía "la maldad latina", tuvo mucho poder para difundir al protestantismo no sólo en Alemania, sino también en los países escandinavos y en Inglaterra. Pintado el Papa como un soberano extranjero, aunque espiritual, incitaron contra él el sentimiento nacional y esto bastó para fortalecer una larga herejía (...). Así también si el catolicismo permanece firme en Irlanda y en Polonia, es porque el Anglicanismo y el cisma son la Religión de los conquistadores extranjeros, mientras el pueblo ve en la Religión Católica el Símbolo de la Patria. Y, por lo tanto, en el pasado, antes de la emancipación de los católicos (1827) los ingleses con el hierro y con el fuego quisieron protestantizar a Irlanda, seguros que abandonada la Religión de sus Padres los irlandeses habrían perdido también el sentimiento nacional.

Lo mismo hicieron los Rusos, sin mayor éxito, en Polonia. Ellos no se sienten seguros porque ven en el catolicismo el punto firme del sentimiento patrio en Polonia, y piensan que aplastado aquello, este fallaría y se produciría la completa asimilación entre conquistadores y conquistados.[39]

 

 

"La idea nacional influye en la conservación o no de la fe"

 

559.     No hay duda que la idea de la nacionalidad es uno de aquellos sentimientos que están llamados a ejercer una larga y tal vez decisiva influencia sobre la conservación o la pérdida de la fe de un pueblo.

De la misma forma que las ideas filosóficas tienen su repercusión en la vida social de un pueblo, como la historia antigua y moderna lo prueba, la idea nacional influyó siempre sobre el sentimiento religioso, y tanto más influyó cuanto más vivo era el sentimiento patriótico.

Como se ha dicho, para consolidar el cisma y el protestantismo, pudo mucho el concepto que esas dos formas de cristianismo fuesen garantía de independencia nacional.

Los grandes fundadores de Religiones trataron casi siempre de unir los conceptos de patria y religión, con el fin de que el sentimiento nacional sustentase la fe del pueblo y fuese la palanca con la cual ellos pudiesen levantarlo del antiguo estado para arrastrarlo hacia el nuevo camino y atarlo a su carro (...).

Desafortunadamente, como se ha dicho, cada vez que el sentimiento religioso apareció en conflicto con la idea nacional, esta se rebeló, y como los hombres son más sensibles a las cosas concretas que a la abstractas, aparecieron como consecuencia la apostasía de la nación o el indiferentismo más o menos hostil (...). Por lo tanto, la idea nacional influye sobre la conservación o no de la fe de un pueblo y es elemento fundamental de la fidelidad de este pueblo a la Iglesia o a su apostasía. Esto vale tanto para las naciones consideradas en general como para los individuos. Teniendo en cuenta más particularmente a estos, es cierto que en ellos se manifiestan los mismos síntomas del cuerpo social y nacional entero.

Mientras que el hombre vive en su propio país, más o menos conserva los sentimientos que tienen curso en la mayor parte de sus compatriotas. Hay excepciones, pero ellas no cambian la regla.

Las cosas cambian para el emigrante.

Este vive lanzado en tierra extranjera y como ahogado en el maremagno de otro pueblo, o, como en los países mixtos, de varios pueblos poseedores de costumbres, tradiciones y hábitos totalmente diferentes de los suyos.[40]

 

 

"Lo que mantiene la vida católica es el ambiente religioso"

 

560.     La fe es quizás aquello que un católico pierde más fácilmente en tierra extranjera, cuando el país en que habita es cristiano, pero heterodoxo.

Lo que mantiene la vida católica es el ambiente religioso. Las ideas son patrimonio de pocos. Un pensador puede ser católico en Roma, en Nueva York, entre los lapones, los esquimales, los chinos y los turcos. Un obrero que no piensa, y que es dominado por las ideas materiales, no se mantiene en la Religión de sus padres, cuando se encuentra lanzado en tierra extranjera, sino con la condición de hallar algo que le recuerde el ambiente que dejó al abandonar la patria, y conservando por sus tradiciones nacionales un afecto intenso e inalterable.

Y, por lo tanto, también en países católicos como América del Sur, el sentimiento nacional viene a sostener el sentimiento religioso y el pobre emigrado necesita no sólo la asistencia de un sacerdote católico, sino también el afectuoso cuidado de un apóstol que cultive en él las antiguas tradiciones de patria y de familia que son fundamento de su fe.[41]

 

 

"Si el emigrado conserva las tradiciones permanecerá católico"

 

561.     Si él conserva las tradiciones patrias, permanecerá católico; si las pierde se volverá irremediablemente protestante, en los países protestantes, masón o indiferente en los países católicos, mucho más porque desafortunadamente no faltarán incentivos, aun por parte de compatriotas descarriados, para empujarlo a la apostasía.

Pero la tradición es el máximo obstáculo para esta apostasía. El pueblo, que no piensa, y por lo tanto está sujeto a menor variedad de sentimientos, es más tenaz en las tradiciones que la persona culta, pero viceversa, cuando en él se debilitan estos tradicionales sentimientos, esta memoria perenne del lugar natal, que se compendia en la casa paterna, en la Iglesia, en las sagradas funciones, en el párroco, él se transforma radicalmente y se asimila al nuevo ambiente, o bien pierde todo principio y se convierte en un aislado, un hombre encerrado en sí mismo, totalmente entregado a las cosas materiales, sin ideales y sin principios sobrenaturales.[42]

 

 

"El hombre no puede vivir abandonado y aislado"

 

562.     Es cierto que un obrero que pierde las tradiciones nacionales, pierde en gran parte la razón de ser de su fe, y que viceversa, cuando mantiene intacta la fe conserva también intactas las tradiciones nacionales.

Los millones de católicos italianos, españoles, alemanes, etc. que se han perdido en el maremagno del protestantismo o del indiferentismo de América del Norte, se han perdido porque desde que desembarcaron en aquella tierra lejana y extranjera se vieron abandonados y aislados.

Ahora bien, el hombre no puede vivir por largo tiempo abandonado y aislado. El hombre es un ser esencialmente social. Puede resistir un poco al aislamiento, pero cuando en tierra extranjera no lo invade la nostalgia, termina con adaptarse al ambiente, y cuando, como la mayoría de nuestros emigrados, es ignorante, con las nuevas costumbres nacionales, adquiere también las costumbres religiosas de la nueva patria, apostatando de los dos grandes sentimientos del corazón humano: el nacional y el religioso.[43]

 

 

"Considero necesarias las escuelas"

 

563.     Considero necesarias las escuelas italianas aquí, porque sólo la lengua nacional podrá dar esa unidad y esa fuerza que ahora faltan a la muy numerosa población de emigrantes. Todos los niños deben saber hablar la lengua italiana y todos por ella deben aprender la historia patria y deben saber alimentar en el corazón esa idealidad, que nos une a ella.

Atravesando el Océano, sobre el "Liguria", no hice otra cosa más que confesar uno por uno los mil y más emigrantes que viajaban conmigo. ¡Si supiera con cuánta emoción! - ¡cuántas lágrimas yo vi correr en los ojos de esa pobre gente, casi toda siciliana! - ellos escuchaban mis palabras que recordaban a la patria recién abandonada. Sobre el "Liguria" en alta mar, sobre la cubierta donde habían preparado un altar, con la mitra y el pastoral, recé misa solemne, y administré la primera comunión y la confirmación a los pequeños emigrados. Luego prediqué. ¡No se borrará jamás de mi corazón y de mi mente el recuerdo de esos momentos: hablé a esos italianos de la Patria y de la Religión: los vi llorar a todos!

Oh, ¿por qué estos sentimientos no deben permanecer íntegros en esos corazones, en el porvenir? ¿Por qué descuidar de mantener en ellos viva la lengua italiana?

Yo vine aquí "para hacer", y todos mis intentos estarán dirigidos a que entre en este orden de ideas también el clero americano. He hablado de ello también con Mons. Corrigan: considero necesario que los italianos, antes que todo, para que la misma fe religiosa se difunda y se refuerce, se mantengan unidos conservando la lengua patria. Considero necesario que nadie contraste - aun entre los americanos - este propósito. [44]

 

 

"Escuela y Hermanas"

 

564.     Yo rezaré para todos ustedes, porque deseo que esta Colonia de Boston se convierta en la más floreciente y en la más religiosa de los Estados Unidos. Sin embargo, para que puedan obtener esta gracia, deberán alentar la idea de la Escuela Italiana y de las Hermanas.[45]

 

 

"Catecismo único"

 

565.     Grandes dificultades encuentran los mismos misioneros en la instrucción catequística, teniendo en cuenta la multiplicidad de los textos usados en las varias Diócesis. Sería, por lo tanto, necesario adoptar uno solo y podría servir muy bien el de Piacenza adoptado en gran parte por las diócesis del Norte de Italia y también por el Piemonte. ¿Qué opina Su Eminencia? Pero ya considero que el S. Padre querrá hacer efectivo a la brevedad el voto universal de un Catecismo único, y entonces habrá terminado toda cuestión.[46]

 

"Acompañar a los emigrantes tanto en la ida como en el regreso"

 

566.     Es necesario que le diga, Eminencia, que acompañar a los emigrantes tanto en la ida como en el regreso, es una obra de suma importancia y caridad, máxime ahora que los anglicanos han establecido una misión sobre los transatlánticos italianos, como decidieron en el Sínodo realizado en San Francisco en el pasado septiembre.

Para contrarrestar, en lo posible, su obra nefasta, he informado de la cuestión a las varias direcciones, que darán en el caso órdenes oportunas, pero más que todo, valdrá la asistencia del sacerdote católico.[47]

 

 

"La necesidad de un orfanato italiano"

 

567.     Parto de San Pablo muy contento por haber podido acordar con este óptimo Prelado, varias cosas que resultarán muy ventajosas para las almas de nuestros pobres expatriados, aquí, más que en Italia, sedientos de palabra de Dios y de Sacramentos. Hay en ésta Diócesis más de 2000 fazendas que los Misioneros de San Carlos recorren incansablemente, como verdaderos apóstoles, con la mayor frecuencia posible, sin embargo no más que una vez por año, aunque ellos sean doce. Es necesario que aumente el número, también para proveer mejor a la asistencia de las importantes obras de caridad creadas por ellos desde hace una decena de años. Los huérfanos italianos terminaban todos en forma deplorable. Los primeros Misioneros enviados aquí vieron pronto la necesidad de un orfanato italiano: se pusieron de inmediato a la obra y Dios los ayudó. Son ya 802 los jóvenes amparados, instruidos y ubicados con un oficio en las manos; y son 242 los muchachos que ahora están aquí, divididos en dos grandes establecimientos bien colocados afuera de la ciudad y que estudian, rezan, aprenden un oficio aquí en casa y se preparan para ser buenos cristianos. Viven de limosnas que los Misioneros reúnen en sus continuas giras apostólicas. Lo que más me sorprendió es que no tienen ninguna deuda. Es Dios quien ve y provee. [48]

 

 

"Un hospital símbolo de unión y de paz"

 

568.     El deseo de ustedes de ver realizada la erección de un hospital para los Italianos no podría ser más legítimo, más santo, más oportuno, y yo no puedo hacer otra cosa que bendecirlo. Ciertamente nada agrada más a Dios, que el cuidado de los enfermos. Ello es una de las formas más hermosas de la vida cristiana y civil (...).

Pero el cuidado de los enfermos, útil y loable en todas partes y bajo cualquier forma, se hace una necesidad absoluta entre los expatriados; un deber principal entre aquellos, para los que la nacionalidad debe ser un vínculo potentísimo y debe desempeñar el lugar de la familia en la patria. Ustedes lo han insinuado muy bien, honorables señores, en su muy querida carta. En una sociedad como la de esta importante Metrópolis, donde cada nacionalidad tiene sus templos y sus hospitales, sería un deshonor para una colonia estar privada de él.

Surja, por lo tanto, y surja pronto, gracias a la inteligente y eficiente cooperación de todos, el ideado y piadoso edificio, y sea entre ustedes símbolo perpetuo de unión y de paz. En el terreno de la caridad toda disidencia conviene que haya muerto, toda iniciativa debe tener paso libre sin exclusiones o preferencias, sin reparo en partidos, sin distinciones de ninguna especie. [49]

 

 

"Medios de difusión"

 

569.     Es de sumo interés dar a conocer al público y especialmente a los hombres de Iglesia la magnitud de la necesidad espiritual en la cual se encuentran los emigrados italianos en América y la urgencia de proveer.

Para ello sería muy beneficiosa la partida de los sacerdotes, la institución de los Comités que se mencionaron anteriormente, y los demás medios de difusión que se suelen utilizar en casos semejantes, sin olvidar los periódicos religiosos, y algún folleto especial ampliamente difundido con el fin de poner al corriente de la cosa, como se suele decir, al público católico italiano.

El Sr. Gladstone, para mencionar un ejemplo de otro campo, no habiendo podido obtener como ministro y con los medios tan poderosos que podía disponer, la liberación de Irlanda, trata de obtenerla ahora iluminando al pueblo inglés con el opúsculo: La historia de una idea. Si alguien juzga facilitar y se le facilitará el alcance de sus objetivos, es decir la liberación de un pueblo del yugo político, por medio de la prensa, ¿por qué ésta no deberá servir para facilitar la liberación de nuestros compatriotas de una esclavitud inmensamente más dañina?.[50]

 

 

d) LA EMIGRACION PROBLEMA DE TODA LA IGLESIA

 

"Una Congregación que en nombre del Santo Padre impusiese las providencias del caso"

 

570.     Y ahora me permito, Beatísimo Padre, exponerle una idea mía. Su Santidad se ha propuesto el sublime y fecundo programa: Instaurare omnia in Christo. Ahora bien, la Iglesia, que con la admirable Institución de Propaganda Fide gasta tanto dinero y emplea a tantos sacerdotes para la difusión de la fe entre los infieles, ¿no hará algo similar para la conservación de la fe entre los emigrados de todas las naciones y de todas las regiones católicas: italianos, alemanes, españoles, portugueses, canadienses, etc. etc.? Una Congregación especial dedicada a este problema, el más grande de nuestro siglo, sería un honor para la Sede Apostólica, le acercaría los pueblos, como a tierna madre, y produciría un bien inmenso. Allá en los Estados Unidos del Norte las pérdidas del Catolicismo se cuentan por millones, ciertamente más numerosas de las conversiones de los infieles hechas por nuestras Misiones en tres siglos, y, no obstante las apariencias, continúan todavía. El protestantismo allá trabaja y trabaja también aquí para pervertir a las almas. Por lo pronto, una Congregación que se pusiese en relación con los Obispos de los lugares desde donde parten y con los Obispos de los lugares adónde llegan los emigrantes católicos, y si no fuera suficiente, con los respectivos Gobiernos; que estudiase en cada una de sus partes el arduo y complejo problema de la emigración, beneficiándose en el caso de los estudios antiguos y modernos, y en nombre del Santo Padre tomara las previsiones del caso, sería una bendición para el mundo y bastaría para hacer glorioso Su Pontificado.

Perdone, Beatísimo Padre, la audacia de un hijo devoto y agradecido, que daría por Usted y por Su causa la sangre y la vida, y dígnese continuar a impartir su santa bendición que recibo todos los días arrodillado con profunda conmoción, para que pueda cumplir, con la ayuda divina, las obras por las cuales he venido, y así por la solemnidad de Todos los Santos podré estar entre mi pueblo muy amado.[51]

 

 

"Memorial sobre la Congregación o Comisión "Pro Emigratis Catholicis"

 

lra. Parte

(Presentación del problema)

 

571.     Excelentísimo Príncipe,

Tengo el honor de presentar al alto juicio de S. E. algunas consideraciones y propuestas referentes a las condiciones presentes y futuras del Catolicismo en las dos Américas.

Observaciones y propuestas que son el fruto de largos estudios realizados en los lugares y, más aun, de la experiencia de beneméritos misioneros e ilustres prelados que han consagrado su vida a la difusión de la Religión en aquellas regiones.

Nunca como ahora, en el acto de escribir sobre este argumento, me he sentido invadido por una mayor conmoción y he invocado con mayor intensidad de afecto las luces del Cielo y la gracia de esa elocuencia, que viene de la palabra materializada con cifras y hechos, para poder transmitir a los demás mis íntimas convicciones sobre este argumento tan importante. Lo que yo vi en mis viajes a través de los Estados Unidos del Norte y del Brasil, lo tengo ante mis ojos como si fuese presente y las emociones que sentí no se borrarán jamás de mi corazón.

He visitado populosas ciudades y comunidades nacientes, campos fecundados por el trabajo e inmensas llanuras aún no tocadas por la mano del hombre; he conocido emigrantes que habían alcanzado el apogeo de la riqueza, otros que vivían con bienestar, y además la oscura falange de los míseros, que luchan por la vida contra los peligros del desierto, las insidias de los climas insalubres, contra la rapacidad humana, solos, en un supremo abandono, en la carencia de toda asistencia religiosa, civil y material: he sentido los corazones latir al unísono con el mío, cuando yo les hablaba con el lenguaje de la patria en nombre de la Religión.

He visto, ¡espectáculo doloroso!, la fe apagarse en millones de almas por falta de alimento espiritual, y también desafortunadamente por indignidad de sus ministros.

He visto volver a florecer en poblaciones enteras, como una primavera de las almas, bajo el soplo de un santo apostolado, las prácticas de la vida cristiana y las inefables esperanzas de la Religión.

He visto, en una palabra, que si la Iglesia de Dios no tiene en esas regiones mayor importancia de la que tiene ahora, tanto en la dirección de la vida colectiva, como en aquella individual, si las almas se pierden por millones, se debe en gran parte más que a la actividad, aunque sea grande, de los enemigos de la fe, a la falta de un trabajo religioso bien organizado y bien adecuado a los diferentes ámbitos y a la deficiencia del clero, y se consolidó en mí la firme convicción que es urgente tomar medidas y que es un grave error, por no decir culpa de todos nosotros, encargados del gobierno de la Iglesia, dejar que se prolongue un estado de cosas, causa de tanta desventura para las almas y que disminuye ante los enemigos de Dios la importancia social de la Iglesia Católica (...).

Las formas de inmigración europea en América, después del período breve y belicoso de la conquista, son totalmente diferentes a todas las demás inmigraciones registradas por la historia.

No fueron hordas de pueblos bárbaros que diseminaron estragos y ruinas, sino falanges de pacíficos trabajadores, que buscan en otros países pan, fortuna, olvido. No más el ímpetu de un torrente, que arrastra todo, sino el extenderse plácido de las aguas que fecundan. No más supresiones de pueblos, sino fusiones, adaptaciones, en las cuales las diferentes nacionalidades se encuentran, se cruzan, se retemplan y dan origen a otros pueblos, en los cuales, aun en la diferencia, como a tipos de un mismo pueblo, predominan caracteres determinados y determinadas tendencias religiosas y civiles (...).

La Iglesia Católica está llamada por su apostolado divino y por su tradición secular a imprimir su sello en este gran movimiento social, que tiene por finalidad la restauración económica y la fusión de los pueblos cristianos.

Como siempre y en todas partes, ella, también en este gran conflicto de intereses, tiene una hermosa y noble misión para cumplir, proveyendo primero a la incolumidad de la fe, a su propagación y a la salvación de las almas, para sentarse luego, madre común y reina, entre los diversos grupos, alisando las diferencias de cada una de las nacionalidades, atemperando las luchas de intereses de las deferentes patrias, armonizando, en una palabra, la variedad de los orígenes en la pacificadora unidad de la fe (...).

¿Qué debe hacer la Iglesia para mantener vivo y activo el sentimiento religioso y sólida la fe católica en esos pueblos, a los que se abre, ricos de tantas promesas, el porvenir, y a los que anualmente los pueblos católicos de Europa mandan tan amplio contingente de emigrantes de diferentes nacionalidades?

La pregunta es simple, pero no así la respuesta, que para ser adecuada, debe ser variada y comprensiva al mismo tiempo, general y particular; es decir general, por la autoridad de la que emana, particular y variada según los ambientes en los que debe aplicarse, a las diversas necesidades, a las que pretende proveer, a las leyes, a las costumbres de los diferentes países, y me atrevo a decir, a las diferentes colectividades cristianas que se van formando.

Trataré de ser breve y exponer todo en forma sintética.

 

IIa.Parte.

(Gravedad y urgencia del problema)

 

572.     La Iglesia, aún desde los primeros tiempos del descubrimiento, ejerció en América su Apostolado, frenando la codicia y crueldad de los conquistadores y civilizando a los indígenas. Baste recordar la lucha sostenida por el clero en defensa de los mismos y de las comunidades cristianas creadas entre los Guaraníes en las Misiones del Paraguay, vasto imperio político religioso, admirado también por los escritores poco simpatizantes del catolicismo y no sin razón llamada la república de los Santos.

Sin embargo, a continuación, por culpa de los tiempos, la acción del clero se confundió demasiado con la acción política y el poder político colonial en América Latina era todo lo que se puede imaginar de desgobierno, neciamente tirano y rapaz no solamente hacia los indígenas, sino también hacia las descendencias europeas americanizadas.

El dicho que un zapatero europeo tenía más derecho de gobernar una colonia más que cualquier ilustre criollo, se convirtió en un axioma de esos gobiernos coloniales, que parecían constituidos a propósito para enajenar de la madre patria a esas poblaciones nacientes y despertar un sentido de hostilidad por todo lo que tuviese sabor europeo. Y el divorcio moral se fue acentuando, hasta que se degeneró en abierta rebelión. Y este estado de animosidad y de rebelión política se reflejaba sobre la religión, ya que en la mente de la mayoría el clero estaba mezclado, y con frecuencia lo estaba de hecho, con el poder político. Agréguese a esta causa la escasez de las iglesias y del clero, y se deberá necesariamente concluir que el catolicismo en esas regiones era más de nombre que de hecho con poca ventaja moral y religiosa tanto para los gobiernos cuanto para los pueblos.

Con la emigración cruzaron después el Océano también muchos sacerdotes, pero, desafortunadamente, salvo raras excepciones, eran todo lo que el clero ofrecía de mellado en materia de costumbres, y allá, casi sin freno, con la vida escandalosa y con el tráfico ilícito de las cosas santas, desacreditaron a la religión y arruinaron poblaciones enteras.

Ahora se trata de restaurar aun allá todas las cosas en Cristo.

Se ha hecho mucho para ese fin; pero es muy poca cosa, ante lo mucho que queda por hacer. Las emigraciones de las diferentes nacionalidades necesitan todas, desde el punto de vista de los peligros religiosos, de los solícitos y maternales cuidados de la Iglesia. La emigración italiana sin embargo merece especial atención, ya que entre todos esos pueblos el italiano es, se puede decir, perfectamente extranjero. Los españoles y los portugueses encontraron en los Estados Unidos un amplio territorio en el que se habla su lengua, los ingleses y los irlandeses tienen allá y en los territorios británicos una segunda patria, por lo menos en lo que respecta a la asistencia religiosa. Solamente los italianos viven allá abandonados a su suerte, y hubo un tiempo no lejano en el que por intolerancia eran mal asistidos también en las iglesias; dígase así también de los Polacos, Eslavos y Alemanes.

En mis recientes viajes por aquellas regiones, vuelvo a repetir, he asistido a espectáculos de fe que hacen llorar de emoción y he recogido hechos y anécdotas que me hacen sonrojar en mi calidad de Obispo al pensar que haya podido verificarse el abandono en el cual fueron dejados durante tantos años, y que para muchísimos aún hoy perdure. ¡Son cientos de miles los hermanos expatriados que piden en vano a un sacerdote que les hable de Dios en el lenguaje de la patria lejana!

Esa es también la condición de los Polacos atormentados por el cisma, de los Canadienses, de los Alemanes allá donde no están los buenos padres Jesuitas como en el Estado de Río Grande del Sur, de los Eslavos con las ardientes cuestiones del celibato para sus sacerdotes, de los ítalo-griegos y de otras emigraciones nuevas diseminadas un poco en todas partes (...).

 

IIIa.Parte

(Remedios propuestos y tarea de la Congregación)

 

573.     Según mi parecer, el primer remedio está, como insinué más arriba, en una sabia organización del trabajo de apostolado justamente allá en las Américas, y esta organización debería emanar de la Santa Sede, autoridad no solamente indiscutida e indiscutible, ante todo el clero católico, sino universal por naturaleza, y que abarca como consecuencia a todas las nacionalidades.

Hay que tratar que cada colonia o comunidad, donde nuestra emigración es densa, tenga el propio sacerdote que, viviendo en el centro urbano de la colonia, pueda oportuna y periódicamente cumplir la recorrida general en el territorio que le fuera asignado, territorio que con frecuencia es tan extenso como una de nuestras provincias más vastas.

Este trabajo religioso debe ser completado con el de la escuela, en la cual los hijos de los emigrados puedan aprender, junto con los rudimentos de la lectura, de la escritura y del cálculo, la lengua del país que debe ser su nueva patria y la lengua de la patria de origen, ya que para la conservación de la religión es muy importante el oportuno cultivo del sentimiento de los orígenes en las generaciones americanizadas.

La lengua es un medio arcano para conservar la fe. No es fácil explicarlo, sin embargo es un hecho que perdiendo la lengua, fácilmente se pierde también la fe heredada. Cuál sea la recóndita razón es difícil determinarlo, pero la experiencia nos dice que mientras una familia conserva en el exterior su propia lengua, difícilmente cambia su fe.

Para las escuelas se pueden recurrir a las hermanas religiosas y yo he experimentado con éxito en ese oficio a las Apóstoles del Sagrado Corazón ya sea en algunas colonias del Brasil ya sea en centros urbanos.

Y ya que en aquellas jóvenes colectividades el bien no debe estar nunca separado de lo útil, en varios lugares de supremo abandono, será bueno establecer junto a la iglesia y a la escuela, un dispensario farmacéutico atendido por las mismas religiosas o por el sacerdote, que al módico precio de costo provea los preparados farmacéuticos, de uso común, a los enfermos.

Así se concentraría alrededor del clero la acción multiforme de la asistencia religiosa, civil y material, y la Iglesia de Dios pasaría bendecida entre aquellas poblaciones, y una vez más se verificaría que a semejanza de su Divino Fundador, ella pertransiit benefaciendo et sanando omnes [pasó haciendo el bien y sanando a todos].

Hasta aquí con respecto a América del Sur.

 

574.     Para América del Norte, los peligros de perder la fe son todavía más graves, ya que a aquellos enumerados por la falta de asistencia, se agrega el proselitismo de las sectas protestantes, allá más que en otras partes, activas y numerosas.

Las pérdidas sufridas en los Estados Unidos, por falta de asistencia religiosa, son inmensas. Según cálculos estadísticos, dos tercios de la población actual de los Estados Unidos, o sea alrededor de 48 millones, proviene de la inmigración de las diversas naciones de Europa, y, cosa dolorosa, si bien gran parte de esa inmigración proviene de Países católicos, actualmente el catolicismo está representado solamente por diez millones. No hay duda que los católicos de los Estados Unidos podrían ser más del doble de aquellos que hay en el presente, solamente con que se hubiesen conservado católicos aquellos que emigraron, y éstos se habrían conservado como tales si a su llegada hubiesen encontrado y encontraran en lo sucesivo, los necesarios auxilios religiosos, ya que los emigrados conservan tenazmente todo lo que les recuerda la patria de origen y la fe heredada. Pero desafortunadamente el clero Norteamericano, como el del Sur, es insuficiente en número, y tiene por añadidura la dificultad de la lengua; dificultad doble: por parte de los emigrados, máxime de estirpe latina, para aprender el inglés y dificultad del clero anglosajón para aprender las lenguas neolatinas.

 

575.     Ahora los remedios, además del ya mencionado envío de sacerdotes connacionales numerosos y bien preparados, serían:

1) Institución de parroquias según las nacionalidades particulares siempre que las colectividades católicas estén en condiciones de sostener los gastos inherentes a tal institución ya sea para el sostenimiento del clero, ya sea para el ejercicio del culto. La Ley de los Estados Unidos es sumamente liberal y concede los derechos civiles a cualquier asociación parroquial sin distinción de culto y nacionalidad. Además la experiencia realizada en algunas ciudades con la institución de parroquias italianas, bastaría para probar cuanto vale este medio muy simple para reavivar la fe y el deseo de las prácticas religiosas también en individuos que parecían lo más ajenos.

2) En los centros donde existan diferentes nacionalidades, sin que ninguna de ellas esté en grado de formar una parroquia, se debería usar un clero mixto con la estricta obligación de impartir instrucción a los adultos y la enseñanza del catecismo en la lengua de cada uno.

3) Que el clero sea posiblemente de la nacionalidad de los parroquianos o por lo menos hable su lengua.

4) Que haya también aquí, en cada parroquia, una escuela donde junto con la lengua inglesa y a los elementos de la instrucción se enseñe la lengua nacional de los parroquianos. La institución de escuelas parroquiales, donde se enseñe con el inglés la lengua nacional es de suma importancia, y eso no sólo para valerse del sentimiento patriótico, muy vivo en los expatriados, para beneficio del religioso, sino también para sustraer a los jóvenes de la influencia de la escuela americana que, por su espíritu de perfecta indiferencia con respecto a la religión, asume el carácter de escuela atea...

Y así yo ya he trazado gran parte de lo que debería formar el estudio y el trabajo de la propuesta Congregación (Comisión) central pro Emigratis Catholicis.

La necesidad de tal Congregación (Comisión) y las ventajas que puede aportar son evidentes. A fenómenos nuevos, organismos nuevos adecuados a la necesidad. Las instrucciones y disposiciones aisladas, por más sabias que sean, no bastan, ya que es humano que unas y otras sin un organismo que las haga ejecutar y las mantenga activas cuentan poco. Efectivamente, instrucciones y disposiciones en este sentido fueron ya emanadas por la Santa Sede, y especialmente por el Sumo Pontífice León XIII, sin embargo su eficacia, por tantas causas que aquí es superfluo enumerar, desafortunadamente no fue la que habría debido ser.

El fenómeno migratorio es universal, y universal por la autoridad y central por posición quiere ser la Congregación (Comisión) de la que se habla. La acción de cada uno de los Obispos, desconociendo unos lo que hacen los demás, se puede convertir en una dispersión de fuerzas.

Todos los Gobiernos europeos han sentido la necesidad de crear nuevos organismos administrativos para disciplinar en patria la emigración, para seguirla en el exterior en sus varias direcciones y más para protegerla de los acechos sin número que la lucha de los intereses tiende a los míseros expatriados. Con mayor razón, como todos ven, la Iglesia debe pensar en dirigir y en tutelar a sus hijos que emigrando en Países protestantes o en Países nuevos, donde falta asistencia religiosa adecuada, pierden la fe.

Sólo una Congregación (Comisión) emanada de la Santa Sede podrá, sin los celos de los Gobiernos y del Episcopado americano, instituir las parroquias por nacionalidades, las únicas que, a mi juicio, pueden contrarrestar eficazmente la obra deletérea de las sectas protestantes especialmente en los Países dónde éstas tienen el predominio, hacer volver con sabias disposiciones los polacos cismáticos al seno de la Iglesia y preservar (?) las otras nacionalidades.

¿Cómo debería estar constituida esta Congregación?

Según mi parecer, debería estar constituida por los representantes de las diversas nacionalidades que dan el mayor contingente a la emigración; o sea por dos italianos, por un polaco, por un alemán, por un canadiense, etc.

La elección de estos representantes debería recaer sobre personas competentes, conocedoras de las condiciones y de las necesidades de los respectivos connacionales, y que sepan además la lengua italiana, para facilitar la comunicación de cada uno de los miembros con los que fuesen llamados a presidir la Congregación y las relaciones con las demás Congregaciones afines. Esto se podría obtener fácilmente dirigiéndose con preferencia a las congregaciones religiosas que se han dedicado al servicio de sus connacionales emigrados.

¿Cuál debería ser el objetivo y el deber de dicha Congregación?

Su objetivo debería ser el de proveer a la asistencia espiritual de los emigrados, especialmente en las Américas y de mantener viva así en su corazón la fe católica y el sentimiento cristiano.

 

Su tarea

 

576.     1) Estudiar el complejo y gravísimo problema de la emigración, preparando ante todo un cuestionario acerca del mismo y manteniéndose bien informada sobre el movimiento católico emigrante.

2) Aun respetando las loables iniciativas privadas surgidas en este campo, alentar la institución de Comités católicos en las parroquias más importantes.

3) Estimular en favor de los mismos por medio de los Obispos el celo de los párrocos y sugerirles los medios prácticos para ayudarlos, especialmente en los momentos de la partida y de la llegada.

4) Responder a las preguntas que se le hicieren en orden a las decisiones tomadas o a tomar y allanar las dificultades que pudiesen surgir con respecto a la emigración tanto en patria como en los países lejanos.

5) Preocuparse en vigilar sobre todo para que los emigrantes tengan sacerdotes que los acompañen durante el viaje de ida y vuelta, y también para que las diferentes colonias sean provistas de buenos y celosos misioneros.

 

IV Parte

(Comentario sobre algunos puntos)

 

577.     Creo útil un breve comentario sobre estos tres últimos puntos.

No todos los sacerdotes que se dedican al cuidado espiritual de los emigrantes, están provistos de los necesarios dotes de celo, de piedad y abnegación, como convienen a un buen misionero.

Por el contrario, muchos prostituyen su ministerio, comerciando con cosas sagradas, convirtiéndose en verdaderos acaparadores de oro antes que de almas. Es esta quizás una de las razones por las cuales muchos Obispos sienten una especie de antipatía por el clero extranjero, que trata de introducirse en sus Diócesis, para asumir el cuidado de los propios connacionales y de la determinación que tomaron algunos Obispos, de hacer estudiar idiomas extranjeros a los sacerdotes nativos, para destinarlos después a las colonias extranjeras, residentes en sus Diócesis. Determinaciones que prácticamente no pueden dar buenos resultados; ya sea porque el conocimiento de las lenguas nacionales, en muchos casos resulta insuficiente, cuando no se conocen también los dialectos, hablados en las diversas provincias, ya sea porque con el conocimiento de una lengua, no se adquiere el carácter del pueblo que la posee. De aquí aparece claro cuanto sea importante la selección del clero, al que se debe confiar el cuidado espiritual de las colonias.

La Congregación podría fácilmente proveer a esta necesidad, si a ella recurrieran todos los sacerdotes deseosos de ir en Misión en las colonias, y todos los Obispos que necesitaran de misioneros para los extranjeros, establecidos en sus diócesis.

A la Congregación no le resultaría difícil recoger informaciones seguras sobre los sujetos aspirantes a ser Misioneros, y el formarse un justo concepto de sus aptitudes, mientras que los Obispos que los requieran deberían considerarse afortunados por poder admitir en sus Diócesis sacerdotes recomendados y aprobados por la Congregación (...).

Es un hecho consolador constatar como desde hace algunos años los Obispos se han preocupado por proveer de sacerdotes a los emigrados.

Pero es también doloroso pensar como muchos Obispos hayan descuidado totalmente por mucho tiempo los intereses religiosos de tantos cientos de miles de pobres emigrados.

Lo saben los valientes misioneros que por primeros acudieron a prestar sus servicios en las colonias. ¡Cuántas desconfianzas debieron vencer, con cuánta frialdad fueron recibidos, cuántas dificultades debieron superar, cuántas veces su obra fue rechazada con desdén! Y también hoy, no obstante este santo despertar por parte de los Obispos, si se piensa en lo que aún resta por hacer, se ve bien lo poco que se ha hecho hasta ahora.

Correspondería a la Congregación seguir las grandes corrientes migratorias, clasificar sus colonias, desde las más grandes que cuentan con centenares de miles de miembros, hasta las más pequeñas; enumerar sus Iglesias, los sacerdotes dedicados a su cuidado y exigir que se provea adonde no se ha proveído; ayudando a los Obispos con el consejo, con las exhortaciones, con enviarles buenos sacerdotes, con solicitar a las Congregaciones religiosas para llevar su valiosa ayuda, con todos los medios que la Congregación podría encontrar, con un estudio amoroso.

La Congregación podrá enviar a sus miembros a los diferentes lugares, para verificar personalmente el modo mediante el cual se provee a las necesidades espirituales de los emigrados: y no se conforme con los informes enviados por los Obispos, que la mayoría de las veces no revelan las reales condiciones de las colonias, sino solamente las buenas intenciones de quien los ha elaborado.

Con respecto a las dificultades que surgen tan frecuentemente y en todas partes, hay que observar como ellas derivan casi siempre de la diversidad de las lenguas, de diferencia de caracteres, de usos y costumbres diferentes y de cien otras causas.

Dificultades que al no ser suprimidas a tiempo son causa de roces, supercherías, despechos, discrepancias: todo en perjuicio del bien de las colonias y de las Iglesias, y para ventaja de las sectas disidentes, que se valen de ello como de un arma para denigrar a la Iglesia y al clero.

Y también en estos casos los miembros de la Congregación, trasladándose a los diferentes lugares, podrían darse cuenta con facilidad y seguridad de la causa de los desórdenes, informar de ello a la Congregación y tomar medidas inmediatas.

Es cierto que existen las Congregaciones encargadas de dirimir los problemas que puedan surgir en casos similares. Pero la habitual lentitud con la que se suele proceder en el despacho de estos asuntos debida en parte a las enormes distancias, la solemnidad que asumen estas cuestiones, cuando son presentadas ante las Congregaciones, las dificultades para tener prontas y seguras informaciones, el no conocer el ambiente donde estas cuestiones se desarrollan, son todos estorbos que muchas veces sirven para mantener por mucho tiempo un estado de cosas que perjudica a los intereses de las partes en conflicto.

La Congregación debería también estudiar con mucho cuidado los medios, para interponer un dique de contención a la propaganda activa e insistente que los protestantes hacen, en modo especial entre los Italianos en los Estados Unidos y no sin éxito. ¡Oh, cuántas cosas dolorosas se podrían esclarecer al respecto!. Otro hecho doloroso que debería llamar la atención de la Congregación es el multiplicarse de las Iglesias, así llamadas independientes, en las colonias polacas. De lo que hasta aquí se ha expuesto en forma somera y de lo mucho que todavía se podría escribir, cuando se quisiera estudiar la cosa con mayor profundidad, es fácil comprender cuan vasto y práctico sea el campo de acción reservado a la Congregación que se está proyectando.

Y nadie puede dudar de la excelente impresión que la constitución de una Congregación similar produciría en el ánimo de millones de pobres emigrados, en cuyo ánimo ha entrado ya la desalentadora convicción, si bien falsa, que su Padre, el Sumo Pontífice, no se interesa por su suerte.

 

V Parte

(Sugerencias para la actuación práctica).

 

578.     La eficacia la tendría ya en sí misma, como dije, por la autoridad que le vendría de la Sede Apostólica y la aumentaría luego con la oportunidad y solicitud de sus disposiciones, con insistir ante los Obispos para que hagan ejecutar (si es necesario, con alguna sanción penal) lo que sea ordenado por la Congregación, con solicitar anualmente la rendición de cuentas de lo que se haya hecho en relación con el fin deseado; con enviar en el lugar de cuando en cuando algún enviado especial, con otorgar a los más activos y beneméritos alguna distinción, etc.

Se podría luego ordenar una colecta anual en todas las iglesias de las diferentes nacionalidades para constituir un fondo de caja, retirando una parte para el correcto funcionamiento de la misma Comisión y destinando el excedente para la asistencia de los emigrados. León XIII la ordenó para la trata de los negros, ¿no podría el Pontífice reinante ordenarla para la trata de los blancos? Para ésta seguramente darían todos, y darían gustosos, porque aquí la necesidad es comprendida y sentida más fácilmente.

También sería bueno, según mi parecer, destinar para esta obra de interés general, por lo menos parte de las ganancias obtenidas de las nuevas ediciones reservadas, por ejemplo de los libros litúrgicos, del catecismo, etc. Nadie, razonablemente, debería tener nada que decir.

¿Tratándose de una obra concebida únicamente para la mayor gloria de Dios y para la salvación de tantas almas, podría Dios no ayudarla?

Concluiré con las siguientes importantísimas palabras de Teodoro Roosevelt, extraídas del último fascículo de Revue de París:

"El inmigrante llega casi sin protección: generalmente ignora nuestra lengua, no está familiarizado con nuestras instituciones, hábitos de vida y costumbres y con nuestro modo de pensar; y hay, me duele decirlo, gran número de estafadores que esperan ganarse la vida con depredarlo y a menos que alguien esté en el lugar para ayudarlo, él está literalmente perdido. Ninguna obra mayor puede cumplir una sociedad filantrópica o religiosa que la de prestar una ayuda amigable al hombre y a la mujer que llegan entre nosotros para hacerse ciudadanos o progenitores de ciudadanos. Si nosotros no asumimos ese cuidado, si descuidamos mejorarlos, entonces nuestros hijos, sin duda, pagarán el castigo. O ellos resurgirán o nosotros caeremos".[52]

 

 

"Sería ese granum sinapis"

 

579.     Perdone si nuevamente vuelvo a molestarlo con respecto al conocido proyecto Pro emigratis catholicis. La cuestión me parece de suma importancia. En el Memorial despachado hace poco al respecto yo escribía: "La Congregación debería estar constituida, según mi parecer, por representantes de las diversas nacionalidades que dan el mayor contingente a la emigración, etc. La elección de estos representantes debería recaer sobre personas competentes, conocedoras de las condiciones y de las necesidades de los respectivos compatriotas y que sepan además hablar la lengua italiana para facilitar la comunicación de cada uno de los miembros con los que fuesen llamados a presidir a la misma Congregación y las relaciones con las demás Congregaciones afines. Ello, añadía luego, se podría obtener fácilmente dirigiéndose con preferencia a las congregaciones religiosas que se han dedicado al servicio de sus compatriotas emigrados".

Ahora bien, para ir todavía más a lo práctico, y facilitar al máximo el asunto, propondría que fuesen llamados a Roma tres misioneros de la Congregación de San Carlos (dos del Norte y uno del Sur) para que se dedicaran al necesario trabajo de preparación, valiéndose para ese fin de la experiencia y de los estudios ya realizados, como también de las luces de otros misioneros residentes en Roma.

Si en el actual reordenamiento de parroquias se pudiese tener allí una iglesia con local anexo, la cosa podría actuarse muy pronto, sin demasiado ruido, con muy poco gasto y sería precisamente ese granum senapis [granito de mostaza] que en lo sucesivo, como me escribía últimamente S. E., con la bendición del Señor podría extenderse siempre más. [53]

 

 

 

 

3. LOS MISIONEROS Y LAS MISIONERAS DE SAN CARLOS PARA LOS MIGRANTES.

 

 

Mons. Scalabrini, en enero de 1887, se ofrece a la Santa Sede para iniciar de inmediato una asociación de sacerdotes para la asistencia de los emigrados, en febrero presenta el primer proyecto, en los meses sucesivos lo perfecciona. El 15 de noviembre León XIII aprueba la fundación de la Congregación de los Misioneros para los emigrantes, que se realiza el 28 de noviembre de 1887.

Se advierte pronto la necesidad de completar la iniciativa con una Congregación femenina que nace de hecho el 25 de octubre de 1895, con la ayuda de Padre José y Madre Asunta Marchetti.

Las dos Congregaciones se insertan en la actividad misionera de la Iglesia. La "misión" es otorgada por el Papa y se desarrolla bajo la guía de los Obispos: en la unión con los obispos y con el Papa está asegurada la unión con la Iglesia universal y con Cristo. La Iglesia particular garantiza una metodología pastoral adecuada a las exigencias particulares de los migrantes.

Los Misioneros y las Misioneras, obedeciendo al mandato misionero del Redentor, continúan la misión de Cristo, enviado a evangelizar a los pobres, del mismo modo como el Señor la ha cumplido; participan de su "éxodo" pascual a través de la Cruz y de su encarnación en el ambiente social y cultural en el cual vivió, pobre, casto y obediente, en una comunidad apostólica.

 

 

 

a)  LA FUNDACION

 

 

"Una asociación de sacerdotes para la asistencia de los emigrados"

 

580.     Meses atrás me visitó, y varias veces, un antiguo discípulo mío del seminario de Como, ahora sacerdote y profesor, que debió emprender un viaje a América para ver allá a su padre y su familia. Quedó profundamente emocionado y afligido al ver el abandono religioso en el que se encuentran centenares de miles de italianos emigrados allá. Hay grupos que formarían parroquias de centenares de almas que viven y mueren sin ver la cara de un sacerdote, sin escuchar una palabra de religión, sin recibir los Sacramentos, que viven y mueren como bestias. El sólo pensarlo es algo que desgarra el alma. Dicho sacerdote visitó algunas de estas pequeñas colonias y me relató de las recepciones festivas que le prodigaron y de la necesidad que sienten aquellos pobrecitos de tener por lo menos de cuando en cuando la visita de algún ministro del Señor.

¡Oh Excelentísimo! ¿No habría forma de proveer a tantas almas? ¿Se hacen tantos y tan generosos esfuerzos para la conversión de los infieles y dejaremos perecer nuestros connacionales ya católicos? ¿No sería conveniente, Excelentísimo, pensar en una asociación de sacerdotes italianos, que tuviesen como objetivo la asistencia espiritual de los italianos emigrados en las Américas, que cuidasen la salida y la llegada y se preocupasen por su porvenir cristiano en la medida de lo posible?

Sé que hace algunos años los Arzobispos de Génova y de Nápoles trataron de hacer algo similar, pero creo que nada o muy poco se hizo al respecto. Por mi parte estaría dispuesto a ocuparme y a iniciarlo de inmediato, en proporciones mínimas, pero iniciarla de veras.[54]

 

 

"Proyecto de una asociación con el objeto de proveer a las necesidades espirituales de los italianos emigrados en las Américas"

 

581.     He aquí el proyecto o mejor el bosquejo de un proyecto para asistir a los italianos emigrados en las Américas, por mi redactado, según el deseo que me expresara el Santo Padre por intermedio de Su Eminencia Reverendísima (...)

Cuando Su Excelencia creyese necesario valerse de mi obra tan pequeña, sea para preparar la invitación a los Obispos Italianos y la Circular a los de América, sea por otras cosas, yo me consideraré siempre honrado de servirle. Sin embargo la iniciativa de esta obra tan noble debería partir siempre de la Santa Sede y todos los documentos relativos deberían llevar la firma de Su Eminencia. El Clero italiano respondería entonces a la invitación con entusiasmo. Yo ya he hablado de esto en forma reservada, y como si se tratara de una posibilidad lejana, a varios sacerdotes, y están muy dispuestos a partir cuando sea.

 

Necesidad de proveer

 

582.     Sobre la necesidad de brindar ayuda y asistencia espiritual a los italianos, que emigran a América, no creo necesario hacer un largo discurso, porque la Congregación de Propaganda tiene pleno conocimiento, mejor que otros, por los relatos de los Arzobispos de Nueva York, New Orleans, y por los Padres del tercer Concilio de Baltimor.

Y relatos similares, y quizás también más desalentadores, habrán sido, sin duda, presentados también por los Obispos de América del Sur y de Australia.

Para no hablar de los años precedentes, la emigración italiana, que en 1881 estaba representada por la cifra de 28.217 y que entonces pareció una espantosa enormidad, ascendía en 1882 a 58.290 y en 1883 a 62.704. Hacía una breve pausa en 1884, limitándose a 60.489; pero he aquí que en 1885 saltó nuevamente y llegó a 83.786. ¡Por lo menos esos infelices fuesen todos adultos! Pero lo que amarga todavía más el ánimo es que para formar la cifra de 83.786 intervienen nada menos que 15.642 niños (...). No están comprendidos los que zarparon de puertos extranjeros como Marsella, Tolón y Le Havre.

Hallándose, por lo tanto, centenares de miles de italianos en América, diseminados en las ciudades y en el campo y perdidos en zonas boscosas, privados de toda asistencia religiosa, además de aquellos que aún irán... está claro que es necesario proveer a los emigrados, a los emigrantes y a sus hijos.

 

Urgencia de proveer

 

583.     Es necesario proveer a las necesidades espirituales de tantos centenares de miles de nuestros compatriotas, y es urgente proveer rápido.

Si se difiriera para más adelante, los daños podrían ser irreparables.

La incredulidad, la herejía, y especialmente la masonería, que en América es muy poderosa, trabajan activamente para adueñarse de la mente y del corazón de los emigrantes. Si, por lo tanto, ahora no se trata de volver a encaminar sobre el recto camino católicos desamparados, dentro de no mucho tiempo serán incrédulos, heréticos, masones, ateos, que se deberá tratar de convertir.

Y esos mismos infelices, que por miseria y otras dolorosas razones debieron abandonar el país natal, ruegan y suplican que se acuda en su auxilio.

Un gentilhombre italiano, al regreso de un largo viaje de exploración en América, me decía que encontró grupos de familias de las montañas de Piacenza que llorando preguntaban por su Obispo y por su caridad, por intermedio de ese viajero, pedían que no se olvidase de ellos; sino que enviara, por lo menos por algunos meses, un sacerdote. Era una escena conmovedora, narraba el gentilhombre, escuchar esos pobrecitos lamentar la felicidad perdida, recordar sus fiestas, su pequeña iglesia, sus funciones; pensara el Obispo en algún modo también de su eterno porvenir; en cuanto a ellos estarían dispuesto a cualquier sacrificio, a gastar dinero para el viaje del sacerdote etc. "Si él no tiene piedad para con nosotros, le decían, llegaremos a ser peores que los paganos, y, lo que es peor, muchísimos mueren sin poderse reconciliar con Dios".

Estas simples palabras que brotan de corazones todavía llenos de fe, expresan vivamente la tristísima condición en la que se hallan todos los emigrantes. La urgencia de proveer es evidente. ¡Oh, fiat, fiat!.

 

 

Como proveer

 

584.     Ante todo me parece necesario que en las regiones donde se encuentran nuestros compatriotas, sean enviados sacerdotes sin sede fija, los que, de común acuerdo con los Ordinarios locales, procuren realizar misiones de 15 ó 20 días, más o menos según lo requieran las necesidades; exhortarlos a construirse una capilla, a procurarse los medios para el mantenimiento de un sacerdote; tomar nota de los lugares, de las condiciones de los mismos, del número de los habitantes etc. y despachar todo a quien será constituido por la Santa Sede Superior de la Pía Asociación (...).

La Santa Sede debería ordenar, o por lo menos recomendar a los Obispos de dejar libres estas vocaciones y de no oponerse de ningún modo. Los Obispos italianos no deberían y no podrían quejarse por verse privados de algún sujeto idóneo, cuando se trate de proveer al bien espiritual de sus diocesanos lejanos, y sin lugar a dudas más necesitados que los demás, ya que también en las diócesis donde la escasez del clero es mayor, siempre se encuentran, cuando se quiere, los medios de salvación (...).

Será admitido a formar parte de esta Pía Asociación cualquier sacerdote de cualquier diócesis italiana, con tal que haya sido aprobado para recibir Confesiones y haya alcanzado la edad de 30 años, o por lo menos haya ejercido el sagrado ministerio por tres años (...). Es absolutamente necesario que los aspirantes se distingan por su piedad, por su dulzura, por su conducta intachable, por su celo apostólico para la salvación de las almas (...).

Los Misioneros no se obligan a permanecer en las colonias italianas en América más allá de un año, pero queda a su arbitrio permanecer por más tiempo, y aun por toda la vida, si se sintieran inspirados por el Señor a consagrarse sin reservas a tan noble empresa.

Antes de la partida los nuevos Misioneros se reunirán durante un mes en sagrado retiro (...), para fortalecer allí el espíritu en el ejercicio de la meditación y de la oración, como hicieron los Apóstoles en el Cenáculo antes de salir a evangelizar el mundo (...).

Antes de la partida los Misioneros se obligarán a emitir el juramento de no retener como cosas propias, ni dinero, ni objetos, que les fueren ofrecidos y de entregar todo al Superior de la Pía Asociación, volviendo a sus respectivas diócesis en la misma condición en que habían partido.

Los Misioneros no podrán ocuparse más que en catequizar, predicar, instruir, administrar los Sacramentos etc. y serán llamados de inmediato a Italia si se permitieran dirigir la mente y la acción a otras cosas que no se relacionen con el objetivo propuesto por la S. Sede (...).

Cada tres meses, si pueden, se reunirán en grupos de 5 o 6 según las distancias o dificultades de los lugares, y en día no festivo, para atender sus propias necesidades espirituales y al mismo tiempo para intercambiar consejos, ayudas y consuelos.

 

¿Cómo dar comienzo a la obra?

 

Para Italia

 

585.     Enviar una proclama a los Obispos italianos y por su intermedio al Clero, invitándolo a colaborar con la acción en la santa empresa y dando a conocer las intenciones de la S. Sede y las condiciones antes mencionadas (...).

Se instituirán Comités, especialmente en los puertos de mar, que ayuden a los Misioneros, les dirijan los migrantes, reúnan medios materiales, etc.

 

Para América

 

586.     1) A los Obispos de América conviene enviar una Circular en latín, rogándoles expresar a la brevedad las necesidades de los emigrantes italianos y cómo podrían proveer a los sacerdotes, que estuvieran disponibles y les fuesen enviados.

2) Incitarlos a coadyuvar la obra recogiendo las ofrendas para ese fin, y principalmente para la fundación de un Seminario italiano en alguna ciudad de América, para la formación de un clero italiano nativo, que se consagre solamente para los Italianos.

No debería ser difícil tener vocaciones cuando se piensa que en 1885 hubo una emigración, como ya se señaló, de 15.642 niños italianos.

 

Medios para prevenir el daño de los emigrantes

 

587.     Además de la guerra de reconquista, por llamarla así, de las almas perdidas en las interminables regiones del Nuevo Mundo, convendría pensar en el modo de prevenir la ruina de tantos pobres católicos italianos, que van emigrando al otro lado del Océano, frecuentemente con sus hijos.

El primer medio para impedir el daño de los emigrantes debería ser el celo de los párrocos para combatir la emigración, y para intentar por todos los medios a su alcance de persuadir a sus parroquianos a no expatriar.

Sin embargo, desafortunadamente en la mayoría de los casos no se logra y hay que asumir la emigración como una dolorosa necesidad. O robar o emigrar, es el terrible dilema que escuché en más de una oportunidad de la boca de los pobres obreros y campesinos. El párroco en estos trances no debe dejar partir a nadie al exterior sin proveerlo de una carta de recomendación para el clero del lugar, donde fijará su residencia.

En los años que yo ejercí el ministerio parroquial hice uso constantemente de éste método y obtuve buenos resultados. Convertido en Obispo, durante las Visitas Pastorales pude conocer todavía más los gravísimos males de la emigración (...).

Serían muy beneficiosas las colonias católicas semejantes a las ya instituidas en los Estados Unidos para los Irlandeses y los Ingleses: las que, según me parece, son especies de Parroquias católicas, con sacerdotes y escuelas católicas, y a las que son enviados sus compatriotas, en lugar de dejarlos partir como ovejas extraviadas. Así los emigrantes se encontrarían casi en su patria, entre católicos, con los auxilios religiosos, por lo menos los esenciales.

Para conservar el fruto de las Misiones en los grupos de italianos que no poseen sacerdote, se debería recomendar que no se atengan solamente a la práctica de los buenos cristianos todos los días en casa, sino que en los días festivos se reúnan en la Iglesia o capilla, a rezar en común, a cantar las alabanzas al Señor, a enseñar el Catecismo a los niños, a leer el Evangelio de los domingos; a cumplir esos ejercicios religiosos que pueden ser realizados por los laicos.

De esta forma en Madagascar, durante la ausencia de los Misioneros por varios años, se conservó no sólo la fe, sino también el fervor religioso.

La lectura de oportunos libros y de oportunos periódicos religiosos, acordes con las necesidades especiales de esos fieles, ayudará también a hacer las veces de los Sacerdotes. [55]

 

 

"La idea de acudir en ayuda a los emigrantes está madura"

 

588.     La idea de acudir en ayuda a los emigrantes está madura. La prensa incita continuamente ahora a unos, ahora a otros hombres que gobiernan el país a levantar la voz para que se tomen providencias. Sería un daño muy grave que la masonería se adelantara en este campo a la Iglesia y llegara a adueñarse del mismo.

Es precisamente para impedir que eso suceda que yo, si bien soy el último de los Obispos, he creído oportuno dictar algunas páginas sobre el importante asunto, también para disponer mejor los ánimos en favor del diseño de evangelización presentado por mi por expreso deseo de Su Santidad a la Sagrada Congregación de Propaganda, en caso que fuese aprobado.[56]

 

 

"Un Instituto para sacerdotes y jovencitos de las colonias italianas"

 

589.     Me siguen pidiendo, desde diversas partes, de solicitar la puesta en práctica del conocido proyecto referente a los emigrados italianos. Hasta ahora yo he mantenido en suspenso toda gestión al respecto, en espera de una respuesta que el estimado Mons. Jacobini me había hecho aguardar para los primeros días de agosto. No habiendo recibido nada todavía, desearía saber si puedo, mientras tanto, abrir aquí, como sería mi intención, un Instituto, que reuniera a esos sacerdotes que quieran dedicarse a la evangelización de los emigrantes en América, como también a esos jovencitos de las colonias italianas, que mostraran inclinación por el estado eclesiástico.[57]

 

 

"Origen de la Obra"

 

590.     Una de las plagas que yo tuve que deplorar, visitando por primera vez las 366 parroquias de ésta diócesis mía, fue aquella de la emigración.

De las anotaciones registradas resultó que 28.000 diocesanos se encontraban en el exterior en ese tiempo. Algunos de ellos me escribían con frecuencia cartas muy conmovedoras en las que me relataban su estado deplorable, especialmente desde el punto de vista religioso, me suplicaban encarecidamente que los ayudara. Yo mismo en más de una oportunidad asistí a la partida de los emigrantes en la estación de Piacenza, y confieso que al ver su miseria y su dolor, al pensar en los gravísimos males a los que se aproximaban y ante la idea del abandono de toda ayuda espiritual en el que habrían quedado, sentí oprimir mi corazón, lloré por su suerte y albergué en mí la idea de intentar algo.

Fue entonces que yo creí mi deber dirigirme, como hice, al Eminentísimo Cardenal Simeoni, entonces Prefecto de Propaganda, para que me dijera como habría podido proveer, en forma estable y eficaz, a esta grave necesidad (...). Esta S. Congregación se ocupó del importantísimo asunto y el S. Padre, en la audiencia del 26 de junio de 1887, aprobó esas decisiones. Una de éstas, la cuarta, decía así: Instituir en Italia uno o más institutos de sacerdotes, que se trasladarán a América, para realizar las misiones entre los emigrantes, con la finalidad de sostener su fe, poniéndose de acuerdo para ese fin con los Obispos locales. Ese instituto será colocado bajo la dependencia del Ordinario, mas el reglamento será aprobado por la S. C. de Propaganda.

Después de esa deliberación, yo fui llamado a Roma, y entonces fui autorizado a abrir en Piacenza el Instituto de los Misioneros de San Carlos para los emigrantes italianos.[58]

 

 

"Objetivo de la Congregación y medios para alcanzarlo".

 

591.     1). Es constituida en Italia bajo la suprema dependencia de Propaganda Fide, y bajo la inmediata dirección de un Superior General, nombrado por la misma Propaganda, una Congregación de Misioneros para las Colonias italianas especialmente en América.

 

2). El objetivo de esa Congregación es mantener vivo en el corazón de nuestros connacionales emigrados la fe católica y procurar en lo posible su bienestar moral, civil y económico.

 

3). Este objetivo la Congregación lo alcanza:

I. Enviando Misioneros y maestros donde la necesidad de los emigrados lo requiera;

II. Erigiendo en los diferentes centros de las Colonias italianas Iglesias y Oratorios y fundando Casas de Misioneros, desde donde pueda difundirse, mediante giras temporarias, su acción civilizadora;

III. Estableciendo escuelas, en las que con las primeras nociones de la fe se impartan a los niños de los colonos los elementos de nuestra lengua, del cálculo y de la historia patria;

IV. Encaminando hacia los estudios preparatorios para el sacerdocio esos jovencitos de los colonos que diesen indicios de ser llamados al estado eclesiástico;

V. Organizando Comités en los puertos de embarque y de desembarque para socorrer, dirigir y aconsejar a los emigrantes;

VI. Acompañándolos durante el viaje por mar para ejercer en su beneficio el sagrado Ministerio, y para asistirlos especialmente en casos de enfermedad;

VII. Favoreciendo y promoviendo esas asociaciones y esas obras que se juzgarán más adecuadas para conservar en las Colonias la Religión católica y la Cultura italiana. [59]

 

 

"La empresa se puede considerar felizmente iniciada"

 

592.     La empresa que el Señor se dignó inspirarnos en favor de nuestros pobres compatriotas emigrados en América se puede considerar, con la ayuda de Dios, felizmente iniciada. Apenas regresé de Roma ya me puse a la obra.

En forma provisoria alquilé una casa, bastante cómoda por ahora, y casi he terminado de proveerla con lo necesario, es decir cama, ropa de cama, utensilios, etc. etc. Doce personas podrían alojarse allí también de inmediato.

Hasta ahora son cinco: el superior y el ecónomo, que se quedarán aquí, y tres alumnos admitidos en éstos días. Los sacerdotes que solicitan entrar no faltan, especialmente después de la publicación del Breve que me dirigió el S. Padre. Sin embargo, yo voy muy despacio en aceptarlos, para proceder seguro, máxime al principio (...).

Juzgando aun solamente por el reconocimiento con que la cosa fue recibida universalmente y por las aprobaciones que me llegan también de parte de destacados Obispos, realmente hay que dar gracias al Señor. Ciertamente será necesaria una buena dosis de paciencia, de coraje y de espíritu de sacrificio para que la obra pueda alcanzar plenamente el objetivo. De mi parte la voluntad por lo menos no falta, Dios hará el resto. [60]

 

 

"Fundé en mi Piacenza el Instituto de los Misioneros"

 

593.     Fundé aquí, en mi Piacenza, el Instituto de los Misioneros, destinados justamente a la asistencia religiosa de nuestros emigrados con el nombre glorioso del gran italiano que descubrió el nuevo continente, Cristóbal Colón (...).

En el Instituto Cristóbal Colón, a cuyo mantenimiento provee la caridad pública, se encuentran en el presente entre sacerdotes, clérigos y laicos 42 personas. Entre estas, algunos jóvenes de familias italianas establecidos en América, que se preparan para ser también ellos Misioneros para sus compatriotas emigrados.

Desde el 28 de noviembre, fecha de su fundación, el Instituto ha visto partir hacia América 48 Misioneros sacerdotes, diseminados en el presente en dieciséis misiones, de las cuales 11 están en el Norte y 5 en el Sur (...).

En New York los misioneros han fundado escuelas parroquiales, un orfanato, un hospital y el Barge Office (...), como también la Sociedad San Rafael para la asistencia y protección de los emigrados; en Boston una escuela industrial; en todas partes iglesias y capillas.

Para la dirección del orfanato y del hospital y para la fundación de escuelas femeninas y jardines infantiles se enviaron al Nuevo Mundo numerosos grupos de esas óptimas religiosas que son las hermanas salesianas misioneras del Sagrado Corazón.

En lo sucesivo se proveerá a la institución de misiones especiales también en los principales puertos del Brasil y del Plata. Mientras tanto se van constituyendo comités de la Sociedad San Rafael en todas las ciudades de los Estados Unidos donde están establecidos nuestros misioneros.

Al mismo tiempo se han iniciado tratativas y con esperanza de buenos resultados, para la institución de otras misiones (...).

Los coadjutores laicos o hermanos catequistas que acompañaron a los Misioneros Sacerdotes son actualmente 38 y, gracias a Dios, hasta aquí han hecho una óptima prueba. Los emigrados que salen de los puertos italianos, cuando es posible, son acompañados por un sacerdote italiano, inclusive no perteneciente a la ante mencionada Congregación, que los asiste durante el viaje (...).

Los Misioneros, en el breve período de tiempo desde que ejercen su obra de cristiana y patriótica caridad, han sabido ganarse en todas partes el afecto de los compatriotas emigrados y rodearse de la estima de las poblaciones en las que viven. [61]

 

 

"Una obra nueva aún pequeña"

 

594.     Cuales eran las condiciones de los Italianos en América del Norte hacen doce años, se pueden advertir en la carta ya citada del Eminentísimo Simeoni, fechada el 9 de febrero de 1887. "Yo también estoy profundamente apenado, me escribía ese santo varón, por las tristes condiciones en que se hallan (los emigrantes italianos en América). Los informes enviados a esta S. Congregación por los Arzobispos de New York, New Orleans y de los Padres del III concilio plenario de Baltimor, dan una idea muy desalentadora de su estado espiritual y religioso".

Baste con decir que en New York los italianos podían frecuentar solamente el sótano, o cripta de la iglesia de la Ascensión. Debo hacer notar sin embargo, en honor a la verdad, que apenas Mons. Corrigan, Arzobispo de New York, tuvo noticias de nuestra institución, me escribió cartas muy calurosas para pedir misioneros y para ofrecerse a protegerlos en la mejor forma posible.

Nuestros misioneros fueron; abrieron, por decir así, las puertas de las misiones a los italianos expatriados, y éstos ahora, en gran parte, si lo desean, pueden satisfacer sus necesidades espirituales.

A los misioneros de San Carlos se agregaron otras congregaciones, en los pastores se despertó el sentimiento de providencia hacia los pobres emigrantes; y así, si no se ha hecho todo lo que había que hacer por ellos, igualmente se ha hecho mucho.

En ocasión de la grandiosa fiesta de santificación de Juan Bautista La Salle y Rita de Cascia, tuve la ocasión de ver varios Obispos de América del Norte: todos me demostraron estar felices, contentísimos por el bien que realizan allá los Misioneros de San Carlos. Tengo al respecto una carta muy halagüeña del Exmo. Card. Satolli, entonces Delegado Apostólico en América, y que fue espectador desde muy cerca del celo de los mismos Misioneros. El Arzobispo de New York, cuando vino aquí, respondiendo a lo que le manifestara el clero de la ciudad que había venido a homenajearlo, hizo al respecto un discurso tan elogioso de nuestra obra que yo al agradecerle emocionado, creí, en homenaje a la verdad, mi deber atenuarlo. Observé que se trataba de una obra nueva, aún pequeña, que difícilmente puede carecer de defectos, faltas de experiencia; agregué que hubieron esos defectos y esas faltas se cometieron muchas aún entre nosotros; pero esperaba que con la ayuda divina nuestro instituto se habría perfeccionado cada vez más.[62]

 

 

“El bien inmenso que están haciendo en Brasil”

 

595.     Apenas los Misioneros pusieron pie en suelo brasileño, en lugar de encontrar ayuda, encontraron mil obstáculos, mil oposiciones; sin embargo desde hace varios años, gracias al celo de estos santos Obispos, las cosas cambiaron. Creo útil transcribir aquí un trozo de una carta, fechada en Petrópolis el 14 de mayo 1900, escrita por Mons. Internuncio al superior de nuestros misioneros en San Pablo:

"Supe con verdadero placer, dice él, del gran desarrollo que va adquiriendo la obra de los Misioneros de S. Carlos en estas regiones; y del bien inmenso que están haciendo entre tantos colonos abandonados, en lugares totalmente apartados y carentes de auxilios religiosos. Me siento de esto realmente edificado y agradezco efusivamente a Dios y a los buenos religiosos, principalmente a Su E. Rvma. que está al frente de ellos y los sostiene con las palabras y con el ejemplo (...)".

Mientras en el Norte nuestros emigrados están reunidos en grandes masas en las ciudades, en el Sur, especialmente en Brasil, están dispersos en pequeños grupos, en territorios inmensos. Nuestros Misioneros, por lo tanto, se ocuparon en levantar entre todos esos grupos pequeñas iglesias, oratorios y capillas, adonde se trasladan periódicamente para el ejercicio del sagrado ministerio.[63]

 

 

"Necesidad de tener Religiosas nuestras"

 

596.     Someto a su juicio una cosa importante y con respecto a la que ruego preste toda su más seria atención.

Se ha hablado muchas veces de la necesidad de tener Religiosas nuestras, dependientes de nuestros Padres; alguno de ellos me escribieron, mostrándose convencidos que ellas harían mucho bien.

No se trata de fundar conventos; sino como se acostumbra, con inmensa ventaja, en todas las diócesis de Francia, las Religiosas deberían vivir en una casita propia, tres ó cuatro juntas y encargadas de dictar clases, atender nuestras Iglesias, mantener en orden las cosas de los Misioneros, catequizar a las niñas, asistir a los enfermos, también a domicilio, donde puede hacerse sin peligro etc.

Cierto número de almas buenas se me ha ofrecido para ese objetivo y esperan ansiosas de entrar al noviciado que debería ser según todas las reglas. Pero yo titubeo, si bien por algunas circunstancias, que diría providenciales, me parece que Dios quiere imponerme también esta cruz, más pesada que muchas otras.

Rece, reflexione y luego manifiésteme su parecer al respecto. [64]

 

 

Una de las "circunstancias providenciales"

 

597.     A bordo de la nave en la que viajaba uno de mis Misioneros, el P. José Marchetti (ex profesor del Seminario de Lucca), moría una joven esposa, dejando un huerfanito lactante y el marido solo y desesperado. El Misionero para calmar a ese desconsolado, que amenazaba con arrojarse al mar, le prometió de hacerse cargo del niño y como lo prometió lo hizo. Llegó a Río de Janeiro con esa inocente criaturita en brazos y se presentó con ella al eximio conde Pío de Saboya, entonces Cónsul General en esa ciudad. Él no pudo darle al joven Misionero más que palabras de aliento, pero bastaron para que golpeando de puerta en puerta lograra finalmente colocar al pobre huerfanito en casa de un portero de un Instituto Religioso. Desde ese momento la idea de fundar en San Pablo (donde había sido enviado) un orfanato para los hijos de los italianos le centelleó en la mente, y con ingentes sacrificios logró fundarlo de hecho. Ahora cuenta con cuatro años de vida, con 160 huerfanitos y un mártir que reza por ellos en el cielo: ya que los grandes esfuerzos realizados le costaron la vida al piadoso y celoso Misionero. [65]

 

 

"Vayan confiadas, hijas"

 

598.     Vayan confiadas, hijas, les mandaré luego otras cohermanas, y ustedes volverán para formarse y consolidarse en el espíritu religioso. [66]

 

 

"Un reglamento ad experimentum"

 

599.     En cuanto a las Hermanas había un reglamento aprobado ad experimentum; si no lo encuentra escríbame de inmediato. Se ha querido comenzar con votos temporarios; veremos lo que Dios querrá. Mientras tanto reciba las jóvenes de las que me escribe, pero preste atención que sean como deben ser.[67]

 

 

Otra "circunstancia providencial"

 

600.     Por las circunstancias verdaderamente providenciales, me parece a mí y a los Padres aquí residentes que Dios quiere la cosa. Ella se logrará ciertamente si con la oración ferviente y con el sincero deseo de consagrarnos enteramente a la gloria de Dios, seremos merecedores y dignos (...). Hay que comenzar desde el principio e instituir un Noviciado regular, que todas, sin excepción, deben cumplir formándose así en el verdadero espíritu de Jesucristo. En espera de la hora de Dios, viva con las hermanas, toda en Él, con Él y por Él y Él, por su misericordia, nos asistirá en la obra grande que queremos emprender.[68]

 

 

"Las nuevas hermanas y las antiguas"

 

601.     Las Hermanas: he aquí un asunto que debe considerarse con toda seriedad. Las nuevas Apóstoles del S. Corazón están formadas concienzudamente para la vida religiosa: es necesario también formar a las buenas hijas que desde hace tiempo trabajan con empeño para nuestros huerfanitos. Conozco, por lo que usted me escribe y por lo que me dijo el Padre Marcos, el espíritu y el vivo deseo de ellas de servir en la mejor forma a Jesucristo su esposo, incentivadas solamente por el deseo del mayor bien de ellas.

Después de algunos días de su llegada, las nuevas hermanas tomarán la dirección de la casa y las antiguas se retirarán por algunos meses en una especie de noviciado. Durante este tiempo, sin dejar el trabajo necesario para la Casa, según su criterio y el de la Superiora, se ocuparán con particular atención de las obras de piedad y de perfección religiosa que les serán sugeridas, tratando de crecer en el conocimiento y en el amor de Nuestro Señor, cultivándose en la virtud de la humildad, de la obediencia y en el espíritu de sacrificio, seguras de convertirse así en instrumentos de sus gracias más selectas. Yo las bendigo a todas y a cada una y ruego a Dios de llenarlas de sus gracias más selectas. También la Madre del querido P. Marchetti, que desde el cielo reza por nosotros, si aspira, podrá ser aceptada para entrar con las demás en el Noviciado. Una vez terminado, aquellas que serán consideradas dignas, todas espero, renovarán los votos.[69]

 

 

"La obra de los misioneros sería incompleta sin la ayuda de las hermanas religiosas"

 

602.     La obra de los Misioneros sería incompleta, especialmente en Sud América, sin la ayuda de las hermanas. Las he pedido a varias congregaciones ya existentes, mas no logré nada. Las buenas hermanas misioneras de Codogno, es cierto, se me ofrecieron, y yo les abrí las puertas de América, donde hacen muchísimo bien, sin embargo no es el bien que tiene como objetivo nuestra congregación.

Nosotros necesitábamos hermanas similares a las diseminadas en las diócesis de Francia, que se adaptan a vivir también solamente en cuatro, y sin pretensiones dictan las primeras clases, enseñan el catecismo, y, donde es posible, asisten a los enfermos con todas aquellas precauciones que la prudencia y la experiencia sugieren. Por más que los Misioneros insistieron y forzaron mi corazón para tener semejantes hermanas religiosas, yo siempre me opuse, ya que sentía una extrema aversión en preocuparme de esta nueva obra.

Sin embargo, algunos años atrás un cúmulo de circunstancias providenciales me hicieron conocer que esta era la voluntad de Dios, y ahora tenemos las Apóstoles del Sagrado Corazón, destinadas también ellas a la asistencia de los emigrados, especialmente en América. En pocas palabras, después de dos años de prueba, partirán doce; seis antes de la mitad de este mes, para San Pablo; las otras seis a fines de setiembre para Curitiba. Otras partirán sucesivamente, ya que en poco tiempo hemos tenido más de cien solicitudes. Todo esto se hace ahora en forma experimental. Si Dios bendecirá, como espero, también esta obra, a su debido tiempo se enviarán las reglas a esta S. Congregación. [70]

 

 

"Obra de regeneración"

 

603.     En otra carta mía le mencioné que estaba planeando cosas muy útiles con este piadoso y buen Obispo. He aquí lo que acordamos realizar:

a) reunir los sordomudos, niños y niñas, y comenzar esta misión.

Por lo tanto, una vez leída mi carta vaya a entrevistarse con la Superiora General de las Apóstoles, Hermana Marcelina, y dígale en mi nombre que prepare dos Hermanas que fueron instruidas por Sor Cándida, para trasladarse aquí a la primera indicación (...). Esta es una institución de gran importancia, absolutamente nueva para estos Estados tan extensos (...). El Obispo aceptó la propuesta con verdadero entusiasmo y comprendió en seguida su valor moral. Mañana hablaré con el Presidente del Estado y espero de él alguna ayuda. Por ahora se comenzará en el local que dejarán libre las huerfanitas y las Hermanas que irán a Villa Prudente. El Sr. Obispo me prometió el apoyo moral y también material en lo que le sea posible. También si se logra sólo esta obra de regeneración podría estar satisfecho de mi largo viaje.

b) Conceder a los Misioneros la Parroquia de San Bernardo, en la que surgen nuestros establecimientos. Ella consta aproximadamente de 40 mil almas y se extiende casi desde San Pablo a Santos, es decir, hasta el mar, 80 millas de longitud. Fue un pensamiento generoso del Obispo, con el objeto de proporcionar a nuestros Misioneros, por los que nutre gran estima y afecto, cinco o seis mil liras anuales de renta y así favorecer sus  importantísimos compromisos. La Parroquia está casi totalmente compuesta por Italianos.

c) Abrir, apenas será posible, dos residencias en el interior del Estado para la asistencia de los Italianos que trabajan en las Fazendas. Estas son más de 2000 y hasta el presente fueron atendidas con inmenso sacrificio por nuestros misioneros del Orfanato.

En este Estado y Diócesis hay un millón doscientos mil italianos.

Establecer bien las cosas aquí es muy importante, porque se atiende el núcleo italiano más grande de Sud América. [71]

 

 

"Si pudiéramos con el tiempo formar sacerdotes entre los hijos de nuestros emigrantes..."

 

604.     ¡Ustedes Misioneros son un poco singulares! ¡Consideran al Instituto (o por lo menos se diría así) como si contara con veinte años de vida y tiene solamente uno! A los sujetos hay que probarlos un poco antes de enviarlos (...).

Las vocaciones no son muchas, sin embargo los sacerdotes que hay parecen seguros.

Solicitudes no faltan, pero hay que ser cautos para aceptar. Si pudiéramos con el tiempo formar sacerdotes entre los hijos de nuestros emigrantes, tendríamos obreros para la abundantísima mies.[72]

 

 

"Un colegio ítalo-americano para hijos de los colonos"

 

605.     ¿Me pregunta si el Padre Félix hizo bien en adquirir la propiedad en la isla de (Long) Island Respondo sin más que ha hecho muy bien y he aquí el motivo.

En los primeros días de este mes pensaba mucho sobre cómo poner en práctica la idea del Papa de fundar un Colegio Italo-Americano para hijos de colonos que mostraran vocación para el estado eclesiástico. Sería para nosotros una verdadera providencia. En ese colegio los clérigos cursarían latín y filosofía y aquí, en la casa madre, Teología.

Me parece que el Señor quiera esta obra de verdad, porque justamente en estos días, mientras estaba pensando en ella, se me presentaron dos óptimos sacerdotes, que fueron profesores por diversos años en sus respectivas diócesis y que estarían muy deseosos de dedicarse nuevamente a la enseñanza. Un tercer sacerdote, también profesor, lo estoy esperando. Además solicitaron entrar dos jóvenes estudiantes, uno de los cuales ya hizo quinto año y el otro filosofía. He aquí el personal ya preparado y en principio suficiente (...). Si el local está y tú puedes equiparlo por lo menos con lo necesario, te envío pronto estos nuevos apóstoles y con ellos los cuatro o cinco jóvenes laicos de América, para iniciar la obra con cierto número de alumnos.[73]

 

 

"Los hijos de los colonos italianos instruidos en América"

 

606.     Luego, por lo que respecta a los jovencitos de los que me hablas, te hago notar que es cosa muy seria tener en el Instituto sacerdotes, clérigos, teólogos y muchachos; es un asunto que, bien considerado desde todos sus aspectos, realmente no conviene. La experiencia ha demostrado que el arca de Noé que alcanzó su objetivo, pudo ser solamente una; además es necesario evaluar también el aspecto económico y tener en cuenta el pesadísimo gasto que representa tener que proveer a los maestros; y finalmente no perder de vista lo más importante, que es el decoro y el resultado.

Mi idea, y la del Santo Padre, era que los jovencitos, hijos de los colonos italianos, que muestran vocación para el sacerdocio, fuesen instruidos en idioma italiano y latín allí en América y que, por lo tanto, se los enviasen en Italia cuando estuviesen en condiciones de comenzar el curso teológico o por lo menos el filosófico. De esa forma podremos asegurarnos de su vocación, no hacerles perder a ellos un tiempo precioso y no ocasionarnos grandes sacrificios sin conseguir finalmente nada. ¿Qué quieres esperar de un muchacho de 10 ó 12 años? Los que vinieron aquí hace algunos años son todos buenos muchachos. ¿Pero lo lograrán? Solamente Dios lo sabe.

Mientras tanto los he ubicado en el Seminario para que puedan realizar sus estudios en forma regular y si no se sintieran llamados para el sacerdocio, puedan iniciar otras carreras.[74]

 

 

b) EN LA IGLESIA Y POR LA IGLESIA

 

"Su solicitud de Pastor universal"

 

607.     Su carta acerca de Cristóbal Colón (...) ha llamado una vez más nuestra atención sobre la mísera suerte de aquellos que año tras año desde Italia emigran en bandadas hacia las Américas para buscar en ellas el sustento para la vida.

¡Sí, Beatísimo Padre! Esa fe que, para el espíritu de Colón representaba poblaciones exterminadas envueltas en tinieblas deplorables, perdidas tras locas ceremonias y supersticiones idolátricas, esa misma fe nos hace presente a nosotros un espectáculo no menos deplorable: es decir, millares de pobres expatriados, casi como ovejas sin pastor, errantes por senderos ásperos y abruptos, comúnmente ignorantes de las verdades eternas y de los preceptos de la vida cristiana, expuestos a las insidias de los malvados y de los prepotentes a los que se someten, víctimas infelices de las sectas allá, más que en otras partes, activas y numerosas.

Sabemos que Usted, en Su solicitud de Pastor universal, Se apresuró en socorrerlos sea con estimular en su favor el celo de los Obispos americanos, sea con promover en la Sede episcopal de Piacenza la fundación del Instituto Cristóbal Colón, destinado justamente a recibir a los sacerdotes que quieran convertirse en su guía, asistiéndolos amorosamente con todas las premuras del sagrado ministerio y con todas las iniciativas de la caridad cristiana.

La protección que de ese modo, Usted, Padre Santo, Se dignó conceder a la emigración italiana, no será ciertamente una de las últimas glorias de Su fecundo y sublime Pontificado, como no serán leves ni pocos los beneficios que derivarán de ella a la Iglesia y a esa Santa Sede Apostólica.

Ella, por no mencionar los otros innumerables beneficios que no pueden escapar al elevado juicio de Su Santidad, posee ahora, en la protección de los emigrados de las diversas nacionalidades de Europa, el medio más fácil y seguro para ganarse el reconocimiento y el afecto no solamente de los expatriados, sino también el reconocimiento y el afecto de las naciones a las que pertenecen.[75]

 

 

"Den nuevo impulso a la obra para los italianos residentes en las Américas"

 

608.     Nosotros los abajo firmantes, Metropolitanos de las varias regiones de Italia, interpretando los sentimientos de Su corazón paterno y de nuestros Venerables Cohermanos sufragáneos, nos atrevemos rogarle quiera darle nuevo impulso a la obra tan benemérita de las Misiones para los italianos residentes en las Américas, aprovechando la ocasión del IV centenario del descubrimiento del nuevo mundo. Y ya que las necesidades morales y materiales a las que es necesario proveer al respecto, son, como Usted ya sabe, inmensas, continuas y en crecimiento, nos atrevemos suplicarle, Beatísimo Padre, de querer establecer que en el tercer domingo de octubre venidero y en lo sucesivo todos los años en el tercer domingo de Cuaresma, consecuentemente a Su venerada Carta, en todas las Iglesias de Italia se realice una colecta en favor de dicha Obra, que tiene como objetivo la abolición de la trata de blancos, como ya creyó oportuno establecer para la Obra que propicia la abolición de la trata de negros. Las ofrendas recibidas podrán, si a Usted le agrada, ser enviadas al Card. Protector de la Congregación de los Misioneros para los italianos emigrados, que tiene en Piacenza su sede principal, y serán por él distribuidas conforme a las necesidades de la misma Congregación.

Ya, Beatísimo Padre, las Diócesis, o mejor, puede decirse, todas las Parroquias de Italia dan hijos, más o menos numerosos, a la emigración. Es, por lo tanto, muy justo que todas deban contribuir con una Obra que redunda en beneficio de todas (...).

De esa forma, Padre Santo, el Instituto Cristóbal Colón, que vendría a ser como un monumento vivo, levantado en esta solemne ocasión por los católicos italianos al gran descubridor de América, tendría una existencia estable y segura, daría frutos siempre más fecundos y Nosotros descansaríamos más tranquilos por la suerte de nuestros hijos lejanos; tendrían vida y crecimiento muchas otras obras de suprema necesidad para los mismos, como iglesias, escuelas, talleres, orfanatos, hospitales etc.; no pocos sacerdotes y laicos se sentirían, con ese periódico llamado, inspirados a acudir en su ayuda; la misma S. Cong. de Propaganda Fide experimentaría ventajas morales y económicas no indiferentes y el porvenir del Catolicismo entre las jóvenes naciones americanas estaría también por esta parte asegurado.[76]

 

 

"Bajo los altos auspicios del Sumo Pontífice y del Episcopado".

 

609.     La institución de los Misioneros para los Emigrados Italianos, surgida hace cinco años en mi Piacenza, bajo los altos auspicios del Sumo Pontífice y del Episcopado, ha dado, gracias a Dios, frutos muy reconfortantes.

Su Excelencia no ignora los peligros espirituales, morales y materiales de nuestra emigración (...). Todas las Diócesis de Italia aportan un contingente más o menos abundante a este éxodo doloroso, y por lo tanto todas, me es grato decirlo, han contribuido a la obra de Redención, proporcionando medios materiales y sacerdotes animados por el más alto espíritu de sacrificio. Con esas ayudas se ha podido abrir en Italia y precisamente en esta ciudad, un Instituto de Misioneros y cumplir otras obras de religión en diferentes estados de América, principalmente del Norte, en todos los lugares donde es más numerosa la colonia italiana. Sin embargo, lo llevado a cabo hasta aquí, si es mucho, teniendo en cuenta la escasez de tiempo y de medios, es muy poco en comparación con lo mucho que queda por hacerse, porque faltan considerables medios materiales y numerosos obreros para reemplazar a los extenuados y a los caídos, si no se quiere debilitar las obras emprendidas. Otras habrían que iniciarse con urgencia, entre ellas la instalación de oficinas de vigilancia y de dirección por lo menos en los principales puertos de embarque y desembarque tanto en América como en Italia. Frecuentemente me llegan además pedidos de ayuda para nuevas Misiones y no sé como proveer.

Excelencia, quiera Usted coadyuvarme en una empresa tan superior a mis débiles fuerzas, haciéndola recomendar a las oraciones y a la caridad de los fieles en la predicación cuaresmal, o de cualquier otro modo que le parezca más oportuno. Es un ruego que le dirijo en nombre de tantos hijos nuestros lejanos, que por falta de asistencia religiosa están en continuo peligro de perder el alma.[77]

 

 

"Confío en la ayuda de mis Cohermanos en el Episcopado"

 

610.     Me alegro al ver como también a Su E. Rma. le preocupe la obra de nuestros pobres emigrados. El apoyo que me viene de un Prelado, tan distinguido por su sabiduría y por su virtud, es para mí un gran aliento en una empresa, a decir verdad, superior a mis fuerzas.

Yo, después de Dios, confío justamente en la ayuda de mis Venerables Cohermanos en el Episcopado. Se trata justamente de una obra que debe ser de suma ventaja para la parte más abandonada de su grey (...).

Se cuentan por millones, Excelencia, nuestros pobres compatriotas diseminados allá, en las vastas llanuras de América, y todos "sicut oves non abentes pastorem [como ovejas sin pastor]". Casi todos los días, se puede decir, recibo de ellos informes muy conmovedores. Todos concluyen pidiendo, con las manos juntas, la ayuda de un buen sacerdote.

Ya he enviado algunos hace poco, y otros los enviaré dentro de algunos meses. No olvidaré, estimado Monseñor, su recomendación, pero necesito ayuda, especialmente de personal. ¡Oh, si también S. E. con la gran influencia que ejerce, hiciera escuchar al respecto su palabra a los Sicilianos, tan ardientes de fe! Estoy persuadido que alguna vocación para la asistencia a nuestros pobres emigrados la encontraríamos también en aquellas comarcas.[78]

 

 

"Se trata de una causa de interés común"

 

611.     Las urgentes y gravísimas necesidades de nuestra emigración a la que cada Diócesis de Italia aporta (más o menos abundantemente) su contribución, me mueven a dirigir la presente circular.

Como verá en la Carta adjunta del Excmo. Cardenal Secretario de Estado de Su Santidad, yo quisiera confiar a uno de mis misioneros, y precisamente a P. Beccherini, el encargo de desarrollar en los principales Seminarios una conferencia, con el único objetivo de dar a conocer la obra de la asistencia a los emigrados en América y de suscitar donde sea posible alguna vocación en su favor.

¿Quisiera Su Excelencia ser tan amable de permitir a dicho Misionero ir también hasta allí? Yo le estaría muy agradecido, y Dios lo recompensaría con el florecimiento siempre mayor de su clero. Por uno que yo dono a las Misiones, decía un santo Obispo, infaliblemente Dios me envía dos.[79]

 

 

"No todos los Obispos se encuentran en esto a la altura de su misión".

 

612.     Serían necesarios más individuos, pero desafortunadamente son escasos para las necesidades. Actualmente tengo aquí siete sacerdotes y seis laicos, más tres clérigos que cursan los estudios teológicos. Los aspirantes no faltarían, sin embargo no todos los Obispos se encuentran en esto a la altura de su misión, olvidando tantas centenas de miles de almas, que perecen, entre las cuales cada uno posee un buen número, al oponerse que alguno de sus sacerdotes acuda en su ayuda. ¡Qué es para una Diócesis, como las nuestras, un sacerdote más o un sacerdote menos! ¡Oh Eminentísimo, cuánta mezquindad aún con Nuestro Señor! Sería necesario que se pensara también en superar este obstáculo. Su Eminencia prestaría a la Religión un meritorio servicio si enviara a los Obispos del Norte y del Centro de Italia una carta circular, de la que, para ahorrarle tiempo, me permito enviarle una especie de módulo. Sería la única forma de despertar a los dormidos y haría un bien inmenso.[80]

 

 

"No emprender nada sin el beneplácito del Obispo"

 

613.     Obediencia ante todo a los Venerables Pastores de las diócesis americanas, de los cuales más de una vez me exaltaron la doctrina, el celo, la unión a la Sede Apostólica, y a los que tanto deben.

Recuerden, oh mis queridos hijos, que ejercen el sagrado ministerio en el campo reservado a su inmediata jurisdicción, que solamente ellos son los jueces ordinarios y legítimos de las obras que se refieren al bien espiritual de los fieles que han sido confiados a sus cuidados, y también del tiempo y del modo más oportuno para iniciarlas y llevarlas a término. Cuídense bien, por lo tanto, de emprender nunca cosa alguna sin el beneplácito de Aquel que el Espíritu Santo puso a gobernar la diócesis en la que se encuentran. Humildes y devotos reconozcan en El a su padre, aquel que debe invocar sobre sus esfuerzos las bendiciones de Dios, y como tal circúndenlo del amor más reverente y del respeto más afectuoso. Además, sea la preocupación de ustedes formar en este respeto y en este amor los ánimos de los compatriotas. Que ellos los vean plenamente dóciles en todo a las enseñanzas del Obispo, exactos observadores de sus prescripciones, siempre dispuestos a satisfacer su voluntad y también sus deseos y más dispuestos estarán ellos a satisfacer la voluntad y los deseos de ustedes.

En la unión con el Obispo se hará más estrecha y más fuerte la unión que deben al Papa, supremo e infalible Maestro, del cual les vino la misión del apostolado en esas lejanas regiones. Al recordar que donde está Pedro, allí está la Iglesia, no dejen pasar ocasión para dar a conocer sus grandezas, para recordar sus beneficios, para celebrar sus glorias, para conquistarle los corazones de todos; sometidos aún ustedes con la mente y con el corazón a lo que El enseña y manda, o también solamente aconseja.

Gran abnegación de ustedes mismos, gran amor a la disciplina, obediencia grande, generosa, continua a sus superiores, y especialmente al Romano Pontífice: he aquí, en una palabra, lo que hará la belleza, el honor, la fuerza de la humilde Congregación a la que ustedes como primeros pertenecen. [81]

 

 

"Plena obediencia a los Ordinarios del lugar"

 

614.     Tengo la clara convicción que estos Misioneros no pueden alcanzar su objetivo sino con la plena sumisión y obediencia a los Ordinarios del lugar, no solamente en lo que respecta a la jurisdicción y observancia de las leyes eclesiásticas, sino también para la ejecución de su misión: es mi firme voluntad que los mismos Misioneros no emprendan nada sin el consejo y el permiso de los Ordinarios.

Es muy importante, Exc. Revma., que Usted sepa todo esto, para actuar con la máxima libertad y autoridad con los Misioneros, amonestándolos y corrigiéndolos y, si es necesario, también obligándolos con penas eclesiásticas: y en todo eso, por cuanto será necesario, me encontrará de acuerdo a mí y el Superior Provincial. [82]

 

 

"Es uno de los puntos principales de la Regla"

 

615.     Yo me confirmo siempre más en la idea de que los Misioneros deben en todo y por todo depender de los Obispos, que los admiten en sus Diócesis. Este es también uno de los puntos principales de la Regla, y Morelli que no la ha observado carga y nos hace cargar a nosotros toda la pena. ¡Hágase la voluntad de Dios!

Espero que eso sirva de lección para los demás y que el P. Vicentini no hará nunca nada sin Su beneplácito. Por lo demás, si los Misioneros no podrán obtener la cripta, será suficiente una habitación, una capilla de madera, si S. E. permitirá que continúen la Misión en ese lugar. Con tal que hagan el bien y salven muchas almas, cualquier cosa debe bastar.[83]

 

 

"Las diferentes nacionalidades tengan en el Episcopado americano un representante".

 

616.     El buen marqués Volpelandi me ha dado para leer una copia de la carta escrita por S. E. al Honorable Cahensly.

Estos dos señores, a decir verdad, han quedado muy mortificados al verse atribuir ideas que jamás han tenido, y me ruegan responder en su lugar, ya que están convencidos que mi palabra pueda resultar ante S. E. mucho más eficaz.

Querido Monseñor, permítame que se Lo diga: en este asunto se ha suscitado una verdadera tempestad en un vaso de agua. Además de que no era, ni podía ser la intención de éstos dos estimables Señores la de ocasionar la más mínima ofensa a los derechos del Episcopado americano, ellos, puedo asegurarle, jamás han soñado solicitar a la Santa Sede la doble jurisdicción. Su proyecto era muy simple: obtener que las diversas nacionalidades Europeas tuviesen en el Episcopado americano un representante y éste no por cierto extranjero, sino ciudadano americano.

¿No es quizás lo que ya fue sugerido al mismo Episcopado Americano por ese alto sentido y ese conocimiento práctico de las cosas que tanto lo distinguen? ¿No es justamente éste el método que ya se tiene? ¿No hay en los Estados Unidos Obispos Alemanes? ¿No estuvo en calidad de Obispo también Mons. Persico, que ha nacido en Italia? ¿Y si no me equivoco, no hay también en el presente un Obispo de alguna manera italiano?

Reducida la cuestión en estos términos, como lo era de hecho, bien ve S. E. que no podía derivar inconveniente de ninguna especie. Por el contrario, sostengo que ello habría beneficiado mucho al Cuerpo Episcopal. Ya que los Obispos deben proveer indistintamente a todas las personas católicas de su jurisdicción, habrían tenido a través de esos representantes nociones exactas y seguras de las costumbres, de las aspiraciones, de las necesidades de las respectivas nacionalidades, y proveer para ellos habría sido mucho más fácil y las multitudes habrían quedado mucho más satisfechas y la Religión habría tenido muchos mayores beneficios.[84]

 

 

"Libertad de ministerio de común acuerdo con el Obispo".

 

617.     El sacerdote P. Francisco Zaboglio está autorizado a tratar con Mons. Arzobispo de New York para el establecimiento de nuestros misioneros en dicha ciudad sobre las siguientes bases:

I. Los misioneros deben tener libertad de Ministerio, en cuanto que en la Iglesia, Oratorio o Cripta a ellos asignada puedan cumplir para los italianos todas las funciones del ministerio sagrado, ateniéndose empero a las condiciones que Mons. Arzobispo creerá oportuno establecer con respecto a los Matrimonios y a los Bautismos.

II. Los Misioneros deben poseer alojamiento libre e independiente, aunque fuera una casa alquilada, con la finalidad de hacer vida en común.

III. Los Misioneros deben tener libertad de hacer colectas, de acuerdo siempre con Mons. Arzobispo, con el objetivo de levantar una nueva Iglesia para los italianos.[85]

 

 

"Plena y entera libertad en el ministerio"

 

618.     El Cardenal Rampolla, a quien S. E. se ha dirigido, y la Sagrada Congregación de Propaganda Fide me ruegan satisfacer los deseos, que Usted les ha expresado con el fin de tener a su disposición misioneros para la asistencia religiosa de los emigrados italianos.

Tengo muy en cuenta el piadoso deseo manifestado por S. E. y tomaré medidas para satisfacer este pedido, inspirado por su celo pastoral y por su amor a las almas. Espero, por lo tanto, estar en condiciones de enviar los misioneros dentro de algunos meses; sin embargo, antes necesito saber: 1ro. si los sacerdotes pueden tener una habitación aparte, por más modesta que ella sea, de manera que puedan conformarse a las reglas aprobadas por la S. Sede; 2do. si tendrán plena y entera libertad en su ministerio con los italianos, y si por lo tanto están destinados a estar bajo la única e inmediata dependencia de S. E., de quien deberán respetar plenamente órdenes y planes. Este principio ha sido adoptado en las diócesis de América del Norte, donde yo he enviado misioneros. Los Obispos han sustraído a los italianos de las jurisdicciones parroquiales, sometiéndolos enteramente a los misioneros enviados desde Italia para el cuidado de sus necesidades espirituales. [86]

 

 

c) EL ESPIRITU MISIONERO

 

"¡Vayan, oh nuevos apóstoles de Jesucristo!"

 

619.     ¡Entre las gravísimas pruebas a las que está sometida hoy la Iglesia, entre las tempestades aún más graves que la amenazan, es hermoso contemplar la calma, la imperturbable calma, como ella continúa su obra civilizadora en el mundo!...

Segura de sí y de la ayuda que le viene desde lo alto, ella, del pacífico ejército de sus soldados, casi todos los días saca alguna escuadra, elegida entre los más valientes y los manda a los cuatro puntos cardinales de la tierra, los lanza sobre las playas más remotas, más allá de los mares, más allá de inmensos desiertos, más temibles que los mares, para infundir en los nuevos la fe, para conservarla y acrecentarla en aquellos que ya la poseen, para salvar a las almas. Este es un hecho único en el mundo, un hecho que ya dura desde hace veinte siglos y del que hoy nosotros mismos tenemos aquí ante los ojos una prueba elocuente.

Son almas generosas que, desposadas con la pobreza de Cristo, abandonan riquezas, honores, patria, dulzuras domésticas y todo lo que hay en el mundo de más tiernamente querido, vuelan anhelantes en auxilio de nuestros compatriotas emigrados más allá del océano. ¡Han escuchado el grito de dolor de estos hermanos nuestros lejanos y van!... ¡Oh! vayan nuevos apóstoles de Jesucristo: ite, angeli veloces... ad gentem expectantem...et conculcatam [vayan, ángeles veloces... a la gente que espera... y está maltratada].

¡Vayan a cada región del nuevo mundo, porque en cada región del nuevo mundo no hay un pueblo más envilecido que el nuestro!; ¡porque allá les esperan almas que tienen necesidad de ustedes!. ¡Los pueblos, los pueblos mismos piden el pan del espíritu y no hay quien se lo parta!

Vayan, que el Ángel de los Estados Unidos los llama para mostrarles a más de quinientos mil italianos abandonados. Vayan, que los Ángeles del Paraná, del Perú, de Argentina, de Colombia, y de otros estados los llaman, mostrándoles un millón trescientos mil italianos sedientos de verdad y en continuo peligro de caer en los lazos de la herejía (...).

Vasto, sin confín es el campo abierto al celo de ustedes. Allá hay templos para levantar, escuelas para abrir, hospitales para erigir, hospicios para fundar; está el culto del Señor para proveer, hay niños, viudas, huérfanos, pobres enfermos, viejos tambaleantes y para decirlo en pocas palabras, todas las miserias de la vida sobre las cuales hacer descender los influjos benéficos de la caridad cristiana. ¿Cómo proveer a tantas y tan graves necesidades?... ¡Vayan: ite! La Providencia, que vela con ternura de madre sobre las obras iniciadas por ella, ella misma resolverá el arduo problema. Preocúpense solamente de responder a sus amorosos consejos.

Hagan que todos gusten cuán es suave el Señor (...).

Les esperan, lo sé, inmensos esfuerzos, no pocos peligros, muchas contradicciones, continuas luchas y sacrificios, pero es precisamente esto lo que debe asegurarlos de la validez de la empresa a la que se aprestan, lo que debe agregar vigor al espíritu de ustedes. El consuelo, la guía, la más segura defensa de ustedes esté en esa cruz que les he entregado: ¡la Cruz! que, según la expresión de Crisóstomo, es la luz de los humildes, el sostén de los débiles, el madero de la vida, la llave del cielo, el signo de la victoria, el terror de satanás, la fuerza de Dios. Empuñando esta espada (siento podérselo decir) ustedes vencerán. Vencerán, me parece que les repita desde esa urna el Mártir patrono de este templo, el glorioso Antonino. Él que vio brotar aquí, junto a sus sagradas cenizas, los primeros gérmenes del instituto de ustedes, él los acompañará sin duda con el favor de su patrocinio.[87]

 

 

"La Cruz de los misioneros"

 

620.     Hay momentos en la vida del hombre tan solemnes, tan llenos de suave y profunda emoción que es imposible imaginar si no se prueban, y una vez probados no se olvidan más. Y uno de ellos fue cuando desde este mismo templo pocos meses atrás bendecía al primer grupo de esos generosos que desposados con la pobreza de Cristo, abandonaron lo más querido que tenían en el mundo y volaron ansiosos a socorrer a nuestros emigrados al otro lado del Océano. Hoy ese conmovedor espectáculo se renueva. El latido del corazón, les confieso, por la fe me parece más fuerte y vigoroso, la infinita caridad de Dios me ensancha el pecho, mi mente se sublima con la vista y el deseo del apostolado y apretando sobre el pecho la Cruz de oro del Obispo, casi me quejo dulcemente con Jesús que me haya negado un día la cruz de madera del Misionero y no puedo contenerme de expresarles a ustedes, jóvenes Apóstoles de Cristo, la más alta veneración y sentir por ustedes una santa envidia, ya que con gran fortaleza de espíritu se consagran a la obra santa de las Misiones.

¿Y a quién no serán comunes esos sentimientos cuándo se reflexiona un poco sobre la grandeza y sublimidad del apostolado católico del que hoy tenemos aquí una prueba elocuente? (...).

"Yo, dice el Señor, por boca de su profeta, levantaré entre los pueblos un signo de rescate universal, y entre los vivientes elegiré los pregoneros de mi palabra, los enviaré a los pueblos abandonados del otro lado de los mares: y ellos anunciarán mi gloria y reuniendo a todos los hermanos, los presentarán en oblación al Altísimo".

 

El signo de redención universal levantado entre los pueblos es la Cruz; la Sociedad de los redimidos es la Iglesia; la palabra que vuela de lugar en lugar, de pueblo en pueblo, anunciadora de salvación es el apostolado católico (...).

Ningún obstáculo, ninguna fuerza creada ha podido detener a los ministros de esta palabra (...). Y ustedes hoy, queridos hijos, pueden gloriarse de estar incluidos en su número, dando su nombre a la muy humilde Congregación, que fue saludada algunos días atrás por el gran Arzobispo de San Pablo de Minnesota, como la forma más hermosa, más útil, más fecunda del apostolado católico en nuestros días (...).

¡Oh, benditos sean los pasos de los Misioneros que llevan la buena nueva a sus hermanos abandonados! ¡Cuán preciosa es su obra ante el cielo! ¡Cuán hermosa y conmovedora lo es ante la tierra! ¡Cómo nos halaga la visión de éstos catequistas, que legítimamente enviados, empuñan la cruz y parten con el fin de plantarla como símbolo de salvación y civilización, entre nuestros hermanos, hasta ahora obligados a vivir y morir privados de todo consuelo de religión! (...).

Vayan y no teman: sean fieles, se los suplico, ante estos santos altares, a su vocación; pacientes, prudentes, modestos, llenos de caridad. A esto están dirigidas mis pobres oraciones, las oraciones de tantas almas buenas, de sus cohermanos, de sus parientes y especialmente de sus buenas madres, que si ahora lloran la partida de ustedes, gozarán un día la gloria por haber dado un Apóstol a la Madre común, la Iglesia.

La oración, no lo olviden nunca, es la eficacia y la fecundidad de la predicación evangélica; es la parte más viva, más fuerte, más poderosa del Apostolado, como nos enseña Jesucristo, soberano modelo de la vida apostólica.[88]

 

 

"Vayan y prediquen el Evangelio a todas las criaturas"

 

621.     Desde el día en que Jesucristo dirigiéndose a sus discípulos dijo: vayan y prediquen el Evangelio a todas las criaturas, nunca más cesó en la Iglesia de Dios el apostolado católico (...). Hoy como ayer, como en los siglos pasados, como en el primer día de la redención humana, a los ministros del santuario suena dulce e insistente la palabra de Cristo: ite. ¿Y dónde? por todo el mundo: in mundum universum. ¿Y para qué? para difundir la verdad: docete omnes gentes (...).

Y es así que también en nuestros días vemos partir desde todas las costas de la Europa católica los pregoneros de la buena nueva, los pioneros de la civilización, los mensajeros del perdón y de la paz. Son jóvenes levitas que en el entusiasmo de su fe, en el ardor de su caridad exclaman: Señor, me apremia hablar de tu nombre a mis hermanos: narrabo nomen tuum fratribus meis, y se separan de los brazos de una tierna madre que llora, dan un generoso adiós a los parientes y a los amigos, renuncian a las dulzuras de la patria, a todos los halagos de la fortuna, a todos los placeres de la vida, y, armados solamente con el crucifijo, atraviesan los mares borrascosos, enfrentan mil peligros, exponen su propia vida terrenal, con tal de comunicar a otros la vida celestial (...). 

¡Oh generosos, salvete! Siento el dolor de verlos partir, ahora que había aprendido a conocerlos y a amarlos; sin embargo siento también la grandeza y la sublimidad del sacrificio que están por cumplir. Dios lo registra en este momento en el gran libro de la vida. Él promete estar siempre con ustedes: ecce ego vobiscum sum omnibus diebus. Vayan, por lo tanto, felices y confiados.

Cuídense de confiar en otros más que en Él y en el auxilio de su gracia. No se preocupen por su porvenir y por el de los que dejan. Aquél que alimenta a los pequeños pájaros del cielo, que ha revestido a la tierra con hierbas y flores, sabrá también alimentarlos y vestirlos a ustedes y a sus seres queridos hasta el día en que vestirá a todos con eterno esplendor.

Tengan siempre como objetivo la gloria de Dios y el bien de las almas.

Sean dignos del amor de los buenos y del odio y de la persecución de los perversos. Demuestren cada vez más que el celo de ustedes iguala al desinterés de ustedes, que en Dios y sólo en Dios está puesta la esperanza de ustedes, que de Dios y sólo de Dios esperan recompensa y que no cesarán nunca en sus esfuerzos mientras hayan infelices para consolar, ignorantes para instruir, pobres para evangelizar, almas para salvar.[89]

 

 

"Cada envío de misioneros es la continuación de la que hizo el divino Maestro"

 

622.     Cada envío de misioneros es una tácita pero elocuente apología de la divinidad de la Iglesia Católica. No es más que la repetición, o diré mejor, la continuación de la que hizo el divino Maestro cuando dijo a los Apóstoles: Vayan y enseñen a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Cada envío de misioneros atestigua además la admirable fecundidad e indefectibilidad de la misma Iglesia. Son diecinueve siglos y más que esos envíos se suceden sin interrupción y tanto más parecen multiplicarse cuanto más se multiplican las persecuciones y las apostasías. Y la Iglesia está aquí siempre joven y hermosa como el día en que nació. No es suficiente. Cada envío de misioneros nos predica en forma muy conmovedora la infinita misericordia de Dios y el valor infinito de las almas.

Dios para salvarnos descendió desde el cielo hasta la tierra, se hizo hombre, se sometió a la muerte y la muerte en la Cruz, y he aquí al misionero católico, a ejemplo de Jesucristo, abandonar todo lo que tiene de más querido (...), exponerse a mil peligros, abrazar una vida de privaciones y de sacrificios para salvar una sola alma.[90]

 

 

"Cuando los misioneros llegarán entre los Indios"

 

623.     El Cardenal Simeóni me decía muchas veces: cuándo los misioneros llegarán entre los Indios, deberían pensar en hacer algo también para ellos.

Llegó el momento. Me habló de ello también el Presidente del Estado asegurándome todo su apoyo. Por ahora tres o cuatros sacerdotes serán suficientes. Haciéndose cargo preferiblemente de las colonias italianas, estudiarán la forma para ponerse en comunicación con esos indígenas. Si Dios los asistirá y podrán obtener su gracia, enviaría a los individuos dispuestos a sacrificarse, si no, se tendrá en cuenta ese buen deseo. Estos indígenas son los descendientes de aquellos que los Padres Jesuitas convirtieron; sin embargo, luego abandonados y cañoneados huyeron a los bosques. Conservan todavía, por lo que se dice, algunos rastros de cristianismo en sus ceremonias. Padre Santo, una oración y una especial bendición para esta nueva obra de caridad. [91]

 

 

"La catequesis de los Indios"

 

624.     Quisiera que dijera a ese Venerable Obispo, al que presentará mis saludos, que si la S. Sede confía a nuestra Congregación la catequesis de los Indios del Paraná, será necesario dar una mano también en la zona de Guarapuava y que cuando a él guste asignar a los nuestros una residencia en esa región, yo me preocuparé por proveer de buenos Misioneros para ese fin.[92]

 

 

"Italianos en África"

 

625.     El Coronel Baratieri (ya que el lamentable gobierno actual no quiere saber nada de Misioneros y de Misiones) me ha pedido nuevamente si me haría cargo de proveer de sacerdotes a las posesiones italianas en África.

He contestado que no podía tomar por el momento ninguna resolución, pero que lo habría pensado. Someto por lo tanto la cosa a la bien conocida sabiduría de Su Eminencia para que decida. No le oculto, Eminentísimo, que yo me inclinaría por satisfacer el pedido, ya que para África sería fácil obtener medios y lo que fuese necesario y se podría hacer un bien inmenso.

Convendría empero, según mi parecer, que la parte italiana fuera separada de la jurisdicción del Vicariato Apostólico francés y que los Misioneros dependieran directamente o de mí o de S. E., estableciendo una especie de Prefectura Apostólica. [93]

 

 

"Su vocación para las Misiones viene de Dios"

 

626.     He ponderado con toda atención su carta, y me parece de no engañarme afirmando que su vocación para las Misiones viene de Dios.

Y si es así, Él apartará todos los obstáculos.

Nuestros Misioneros forman una Congregación y los aspirantes permanecen aquí en la casa madre para el noviciado de algunos meses para los que ya son sacerdotes, y luego, emitidos los votos simples, parten para su destino. El campo es muy vasto: centenares de miles de nuestros pobres hermanos viven y mueren como bestias por falta de asistencia religiosa. ¡Bendito el que está llamado para ir en su ayuda y se dedica a ellos por entero![94]

 

 

"Dios lo llama al alto honor del apostolado"

 

627.     Yo lo espero siempre y creo que no debe resistir más a la voz de Dios que lo llama al alto honor del apostolado. Nescit tarda molimina, se lo repito, Spiritus sancti gratia. Por lo tanto vamos, adelante, con santo valor abra su alma a su venerable tío y venga sin más.

Hospedado aquí en la casa madre, se preparará para los S. Votos, y luego sicut gigas ad currendam viam irá a donde Dios la destinará.[95]

 

 

"Una casa de Misioneros volantes sería la cosa más útil del mundo"

 

628.     La idea de Mons. Satolli es nuestra antigua idea y cuando se pudiera desde el punto de vista financiero, una casa de Misioneros volantes sería la cosa más bella y útil del mundo. Será necesario pensarlo. ¿No sería conveniente exponer la cosa al Arzobispo?[96]

 

 

"Es un antiguo deseo mío"

 

629.     El Padre Vicentini me escribía cómo sería anhelo de Su Exc. que se fundara una casa de Misioneros volantes, los que, por lo tanto, no tuviesen otro compromiso que el de trasladarse dondequiera se encuentren colonias de italianos. Es este un antiguo deseo mío, un deseo que también me expresara el Santo Padre, y lo habría cumplido de muy buena gana si hubiese tenido los medios.

Si Su Excelencia, con la gran influencia que merecidamente ha adquirido, me pudiese ayudar, la instalación de dicha casa en un lugar central podría ser una verdadera bendición.[97]

 

 

d) VIDA RELIGIOSA

 

"Se obligan a vivir como verdaderos religiosos"

 

630.     Antes de partir para las Misiones, tanto los Misioneros como los laicos harán los siguientes votos:

De permanecer en la Congregación por cinco años consecutivos cualquiera sea el destino o la mansión que les será confiada por los Superiores (...).

Voto de castidad para los laicos, de obediencia more religiosorum al respectivo Superior y a los Superiores de la Congregación.

De pobreza, en cuanto no podrán poseer, adquirir o aceptar nada propio (salvo lo que poseyeran o pudieran poseer en patria).

Por este voto de pobreza los Misioneros y laicos se obligan a no tener como propia suma alguna, o bien cualquier objeto, o bienes muebles e inmuebles, que durante el ministerio pudieran percibir ya sea en carácter de salario, de remuneración o también de simple donación personal o por cualquier servicio de oficio prestado; sino que todo será entregado a la Congregación.

Del mismo modo por este voto de pobreza los Misioneros y Coadjutores se obligarán a conformarse con lo puramente necesario, al sustento y al vestido, conforme con lo dicho por San Pablo; por lo tanto, cuando ellos, tanto en el viaje como en las misiones, necesiten alguna cosa, se comprometen a abastecerse dentro de los límites y parsimonia cristiana, evitando el lujo y lo superfluo y cooperando para la economía en beneficio de la Congregación (...). Todos los ingresos, de cualquier especie, serán entregados al respectivo Superior.

Todos aquellos que son admitidos a formar parte del Instituto deben estar bien compenetrados con la idea que por cinco años se obligan a vivir como verdaderos religiosos, animados del celo por la salvación de las almas, por el espíritu de sacrificio y de desapego de los bienes y de la gloria mundana y compenetrados de sentimientos de vivo amor y de obediencia ilimitada al Romano Pontífice, a los Superiores del Instituto y a los Ordinarios de los lugares en los que ejercerán su sagrado ministerio.[98]

 

 

"He creído necesario introducir los votos perpetuos"

 

631.     Estuvo aquí para dictar los ejercicios espirituales a los jóvenes aspirantes a las Misiones de América el excelente P. Rondina, jesuita, haciendo un gran bien. Lo consulté acerca de la Reforma del Reglamento y he creído necesario introducir en él los votos simples, pero perpetuos. Esta y otras importantes modificaciones, que yo, cuanto antes, someteré en las formas debidas a Su Eminencia por intermedio del mismo apreciable religioso, fueron ya, con gran satisfacción de mi parte, aceptadas sin dificultad por esos jóvenes. Por lo tanto, es de máximo interés que sean convocados aquellos que ya partieron sin haber hecho esos votos y sean sustituidos por otros que, por haber hecho el noviciado regular como se ha establecido ahora, ofrecen garantía moral de óptimos resultados.[99]

 

 

"Una plena confianza en el porvenir"

 

632.     Estuvo aquí para dar los ejercicios espirituales el P. Rondina, conocido jesuita y uno de los escritores de la Civiltá Cattolica. El partió muy contento y conforme etc. etc. Quise introducir los votos simples perpetuos y un noviciado regular. Nuestros jóvenes casi todos se adhirieron con entusiasmo.

El día 15 de octubre comenzarán una especie de noviciado y el día de la Inmaculada harán los votos perpetuos. Yo los encontré a todos muy contentos por tal motivo. Los nuevos que entrarán comenzarán un verdadero noviciado de un año. Es la primera vez que siento una profunda consolación y una plena confianza en el porvenir.

Apenas impreso el reglamento así definido y aprobado por la S. Sede será comunicado a los antiguos misioneros y así quien quiera entrar, si será aceptado, tendrá sus vínculos perpetuos: quien no tiene vocación se alejará también de inmediato, y será sustituido por estos que P. Rondina juzga óptimos elementos y santos jóvenes. Es necesario, por lo tanto, mantener de la mejor manera posible los puestos que tenemos y cuando Dios quiera serán ocupados por elementos mejores y mejor formados. Que Dios nos ayude.[100]

 

 

"Voy a recibir los votos perpetuos de los Misioneros"

 

633.     8 de Diciembre de 1894-Hora 7 antemeridianas.

Voy a recibir los votos perpetuos de los Misioneros.

Pretendo que se deban considerar como los que hacen los capuchinos en los primeros cuatro años, o sea que los individuos quedan obligados con la Congregación, sin embargo la Congregación puede despedirlos y con ello se anulan los Votos sin necesidad de dispensa.

Para los individuos debe bastar una causa grave, juzgada como tal por los Superiores, para obtener dispensa de los S. Votos; de la misma forma si no se encontrara más bien en el espíritu, grave necesidad de sus padres, poca salud etc.

¡Oh María Virgen Inmaculada, bendícenos a todos![101]

 

 

"La consagración que Dios, por mano de María, se digna concederles hoy"

 

634.     La presencia de ustedes, queridísimos hijos, me llena el alma de suavísima emoción. ¡Cuán afortunada es un alma que posee la gracia que Dios les concede a ustedes! Hoy, con la profesión de los santos votos, ustedes alegran a la Iglesia, a los coros de los Ángeles, de los Santos, de los mártires, de los confesores, de los Apóstoles, de María S.S. Inmaculada, de Jesucristo, del Eterno Padre.

Un día el gran Papa San Clemente recibía los votos de consagración de algunas almas fervorosas. En un momento de la sagrada ceremonia el S. Pontífice fue arrebatado en dulcísimo éxtasis (...). Vuelto en sí exclamó: ¡oh hijos míos, me alegro de corazón con ustedes, exulten, lloren de alegría: bendigan a Dios que los ha llamado para tanta gloria! Yo vi subir la consagración de ustedes al Cielo como una onda luminosa que vivificó de nueva inefable alegría a la corte celestial, vi a la Madre de Dios, la Inmaculada, presentar los votos de ustedes al trono de Jesús Redentor; vi bajar sobre las almas de ustedes una lluvia de misericordia, de perdón, de gracia.

Ustedes benditos exulten, lloren de consolación, renueven todas las promesa hechas a Dios y postrados rueguen a María Santísima Inmaculada y a los santos que invocaremos, que intercedan por ustedes.

Cuando yo en nombre de Jesucristo y de la Iglesia levantaré sobre ustedes las manos y proferiré esas santas palabras: Dígnate, oh gran Dios, de bendecir, de santificar y de consagrar estas almas elegidas, rueguen fervientemente para que se cumplan en ustedes los designios de Dios, para que los haga morir aquí si por desventura debieran perder la bendición, la santificación, la consagración que Dios, por mano de María Inmaculada, se dignó concederles hoy.[102]

 

 

"Serán fieles a sus votos"

 

635.     Como representante, si bien indigno, de Jesucristo y sucesor de los Apóstoles, recibo estos votos que ustedes pronunciaron, estas generosas promesas y estos nobilísimos sentimientos de ustedes. Los recibo con el más vivo regocijo de mi alma, y por las manos de la Virgen Inmaculada, yo los deposito sobre este sagrado altar de su gloriosa madre, en este día feliz para nosotros y para ella; le ruego a ella los deposite en el corazón de Jesús, para que Él, fuente de toda bendición los confirme y en ellos los fortalezca.

Ustedes, queridos hijos, tengo plena confianza, le serán constantemente fieles, con la ayuda de Dios y con la bendición de su madre inmaculada, a la que quisieron, con mi inefable alegría, consagrar con inspiración divina este primer acto tan solemne de la carrera de ustedes, las primicias del apostolado de ustedes. Sí, ustedes serán fieles a sus votos constantemente, fieles en los esfuerzos, fieles entre las tribulaciones, fieles en los viajes, fieles entre las angustias de tan sublime misión, fieles hasta el derramamiento de la sangre, fieles hasta la muerte. Es así que ustedes, queridos hijos, procurarán la gloria de Dios, la salvación de las almas, la santificación de ustedes, la alegría de la Iglesia triunfante, la gloria de la Iglesia militante. Es así que para la Iglesia, nuestra dulcísima madre, tan perseguida en nuestros días, serán una apología viviente, mostrando con los hechos la santidad, la divinidad del magisterio.

Para tal fin amen mucho a la Cruz que les he entregado (...). No olviden nunca la sentencia divina: Vigilate omni tempore. Dios se lo conceda, hijos queridísimos. Únanse todos a mí durante el sacrificio incruento y supliquen al Eterno para que puedan salir de aquí transformados como un día salieron del Cenáculo los Santos Apóstoles; para que los tenga siempre bajo su santa custodia.[103]

 

 

"Vida del Misionero en la Misión"

 

636.     El Misionero, como obrero evangélico, debe recordar que está obligado a difundir con su vida el buen aroma de Jesucristo, a predicar el Evangelio más con el ejemplo que con la palabra. Se preocupará, por lo tanto, de observar su regla siempre y en todas partes; de practicar especialmente la templanza, la mansedumbre, la humildad, la castidad, la modestia, la caridad, y demostrar el máximo desinterés; lo mismo dígase de los Hermanos catequistas.

Pondrán como fundamento de sus propias acciones la gran máxima: de no aplicarse nunca tanto al ejercicio del Ministerio Apostólico descuidando la vida interior, y de no abandonarse nunca tanto a las dulzuras de la vida interior descuidando el ejercicio del Ministerio Apostólico. Recuerde además siempre el Misionero que descuidando la oración mental y la plegaria difícilmente podrá mantenerse en gracia de Dios (...).

Los Misioneros pondrán especial cuidado para conservar siempre y en todas partes la unión más estrecha con los compañeros de Congregación, tratándose recíprocamente con espíritu abierto y afecto sincero.[104]

 

 

"Si bien son pocos, ustedes pueden mucho cuando estén animados por el espíritu de los Apóstoles"

 

637.     Gracias a Dios, nuestra humilde Congregación ha podido afirmarse en tal forma logrando así ganarse el amor de los buenos y la simpatía de los honestos de todo partido. E celo de ustedes, mis queridos y venerables hermanos, teniendo en cuenta las dificultades inmensas que debieron enfrentar al principio, ha hecho verdaderos prodigios. Ustedes, me resulta grato decirlo, se han hecho merecedores de la gratitud de la religión y de la patria, y Dios sabrá recompensarlos en manera digna de Él.

Pero no basta haber comenzado bien, es necesario perseverar y perseverar usque in finem. Mucho más es lo que queda por hacer, mis queridos hijos. Ustedes son todavía pocos para las necesidades, lo sé, pero si bien son pocos, ustedes pueden mucho cuando estén animados por el espíritu del cual estaban animados los Apóstoles; cuando todos estén compenetrados de la importancia y sublimidad de su vocación.

Ciertamente, sí, es grande, inefablemente grande, mis queridos hijos, el honor que les ha dispensado Jesucristo al llamarlos a tomar parte en su obra redentora, contándolos entre sus apóstoles. Es particularmente a ustedes que El repite también hoy esas consoladoras palabras: Ego elegi vos et posui vos ut eatis, et fructum afferatis, et fructus vester maneat. Observen, queridísimos hijos; no dice: "han sido llamados" sino "yo mismo los he llamado", yo que soy el Hijo de Dios vivo, yo rey inmortal de los siglos, yo que he fundado a la Iglesia y la guío victoriosa a través de las batallas y las tempestades del mundo. Ego elegi vos et posui vos.

¡Qué predilección! [105]

 

 

"Unión con Jesucristo"

 

638.     A su llamado, ustedes, oh queridos, han respondido, han ido, han hecho mucho bien; pero no es suficiente, repito, es necesario que este bien sea duradero: ut fructum afferatis et fructus vester maneat.

¿Qué se requiere para que el sarmiento dé fruto? Que permanezca unido a la vid. Ahora bien, la vid es Jesús y los sarmientos, oh queridísimos, son ustedes: Ego sum vitis, vos palmites. Lo ha dicho Él mismo.

Por lo tanto, mientras permanezcan en Él, se sentirán llenos de sobrehumana energía y el fruto que obtendrán no podrá ser más que abundante y duradero. Todo les será fácil aún ante las más grandes contradicciones. En cambio, separados de Él, llegarían a ser como cuerpo sin alma, estériles de toda obra buena; serían como ramas, que sirven solamente para ser tiradas al fuego: sine me nihil potestis facere.

Por lo tanto, unión, oh queridísimos hermanos e hijos, unión con Jesucristo ante todo. Y esta unión ustedes la obtendrán alimentando en ustedes, con continuos ejercicios de piedad, la fe, y manteniendo viva en sus corazones la gracia.[106]

 

 

"Unión entre ustedes mismos"

 

639.     Fruto de esa unión será después la unión entre ustedes mismos, esa unión que Jesucristo tan ardientemente invocaba para sus discípulos y que es igualmente tan necesaria. Ninguna clase de hombres, por más rica de fuerzas individuales que sea, si no se sujeta a la gran ley de la unidad, podrá nunca hacer grandes cosas, y mucho menos podrán los Misioneros que, obrando sobre las almas como simples instrumentos de Jesucristo, extraen de este soberano principio toda su eficacia.

Por eso les exhorto, mis queridos hijos, les suplico por el amor de Jesucristo y por el bien de nuestros hermanos, de no disgregar sus fuerzas empleándolas cada uno por su cuenta, y sin otra guía que la propia voluntad: sino de estar unidos como una sola cosa: ut sint unum.

Unidos con el pensamiento, con los afectos, con las aspiraciones, como están unidos por un mismo fin: Obsecro autem vos, fratres, per nomen Domini nostri Jesu Christi ut idipsum dicatis onmes, et non sintÿin vobis schismata; sitis autem perfecti in eodem sensu et in eadem sententia.

¿Y cómo podrán lograr eso? Con toda humildad y mansedumbre y con paciencia soportándose los unos a los otros. El secreto es del Apóstol: Cum omni humilitate et mansuetudine, cum patientia supportantes invincem in charitate.

¡Lejos, por lo tanto, del Misionero los celos vanos, las palabras injuriosas, las contiendas y las competencias! Cada uno sea calmo y tolerante en el cumplimiento de los propios deberes, cada uno compadezca los defectos del otro, cada uno se empeñe por conservar la unidad del espíritu mediante el vínculo de la paz.[107]

 

 

"Paz en casa y fuera de casa, paz con todos"

 

640.     Paz, mis queridos hijos, no solamente entre ustedes, sino también con los hermanos de ministerio. Por diversas circunstancias ustedes deben tener contactos frecuentes con sacerdotes y misioneros de diversas nacionalidades, deben beneficiarse con su experiencia.

Tengan hacia ellos la máxima deferencia, ámenlos de corazón, respétenlos siempre. Paz en casa y fuera de casa, paz con todos.

Mas la paz no es posible sin orden, ni se puede alcanzar ningún orden sin regla. Y ustedes, hermanos e hijos míos, sus reglas las tienen, aprobadas por la Santa Sede Apostólica. Sean estrictos en observarlas hasta el escrúpulo. No es suficiente. Entonces sólo hay paz entre los hombres, escribe San Agustín, cuando todos y cada uno se mantiene fielmente en el puesto que les ha asignado la Divina Providencia. Pax est in hoc, quod omnes teneant loca sua. Por lo tanto, quien entre ustedes está destinado a mandar, cumpla con firmeza, y al mismo tiempo con modestia, su oficio; quien debe obedecer, libenter, como dice San Bernardo, simpliciter, velociter, indesinenter, obedezca.

La obediencia a los legítimos superiores, sea como el distintivo de ustedes.[108]

 

 

"San Carlos, ejemplo maravilloso"

 

641.     Se honrarán de llamarse en desde ahora los Misioneros de San Carlos.

¡San Carlos! Él era, como se dijo muy bien, uno de esos hombres de acción que no dudan, no se dividen, no retroceden nunca, que en cada uno de sus actos vuelcan toda la fuerza de su convicción, toda la energía de su propia voluntad, toda la entereza de su carácter, todo su ser y triunfan.

¡San Carlos! Ejemplo maravilloso de esa impávida constancia, de esa generosa paciencia, de esa ardiente caridad, de ese celo iluminado, infatigable, magnánimo, de todas esas virtudes que hacen de un hombre un verdadero apóstol de Jesucristo. Él tiene sed de almas. No desea más que almas, no pide más que almas, no quiere más que almas: da mihi animas, va diciendo, coetera tolle; y justamente para ganar almas para Jesucristo, ¡Dios mío! ¿qué no hizo, qué no soportó, qué no dijo?

¡San Carlos! Es un nombre que el Misionero católico no debería escuchar nunca sin sentirse inflamado por el más noble, por el más vivo entusiasmo, sin sentirse profundamente emocionado (...).

Mis queridos hijos, refléjense en él, recomiéndense a él, pongan en él toda su confianza y estén seguros de su protección.[109]

 

 

"Ayúdense en crecer en el conocimiento y en el amor de Jesucristo"

 

642.     Me alegro con ustedes y con P. Victorio por el bien que hacen: continúen activamente la obra de Dios; ayúdense en crecer en el conocimiento y en el amor de Jesucristo; sean santos y todo reflorecerá en sus manos. Es el voto, la plegaria que hago por ustedes y por todos. [110]

 

 

"Ocuparse seriamente, pero sin agitación, en la paz de Dios"

 

643.     ¿Tú me preguntas cuáles son tus deberes? Y yo te digo: Haz todo lo que puedas por nuestros huerfanitos, obra siempre en pleno acuerdo con el Provincial, trata de mantener la concordia y la paz con tus cohermanos y habrás cumplido con tu oficio.

Medita con frecuencia las sabias palabras del Kempis: Si niteremur sicut viri fortes, stare in proelio, profecto auxilium Domini super nos videremur de Coelo.

Ciertamente que en tu puesto, joven como eres, no te pueden faltar las cruces, las contradicciones, y está bien que sea así, porque ellas son beneficiosos para la humildad y nos defienden de la vanagloria.

El campo que debes trabajar es hermoso y fecundo y por ello tendrás el premio de Aquel que dijo: Sinite parvulos venire ad me. Ocuparse seriamente, pero sin agitación, en la paz de Dios, esperando todo de El, he aquí el secreto para obtener la victoria en las más graves dificultades. [111]

 

 

"Todo sea conforme a nuestras Reglas"

 

644.     Te recomiendo de introducir las prácticas de piedad, en lo posible, en común, la meditación, la lectura espiritual, la Visita al SS. Sacramento, el S. Rosario. Comienza allí en Boston si no existe su práctica. Cuando lleguen los nuevos, que todo sea conforme a nuestras Reglas. Es un punto de vital importancia. Los nuestros que partieron para Brasil escriben cartas muy reconfortantes, de verdaderos Misioneros, llenos de fervor, de afecto por la Congregación, de deseo de santificarse en el diligente cumplimiento de las Reglas y en el constante ejercicio del Ministerio. Son cartas que hacen bien al corazón y las hago leer ante la comunidad para la edificación común. Que Dios los bendiga a esos buenos hijos que se empeñan para compensar en todas las formas las amarguras que me dispensaron otros. Recemos y hagamos rezar mucho para que se cumplan en nosotros y en los nuestros los adorables designios de Dios.[112]

 

 

"Reavivar el espíritu de piedad, de concordia, de obediencia"

 

645.     Ahora quiero recomendarle con todas las fuerzas las prácticas de piedad y especialmente la meditación en común según la Regla.

Es necesario insistir opportune et importune, valerse del mandato si la exhortación no surte efecto, mas hacer observar absolutamente todo lo que está prescripto al respecto. La meditación y los Ejercicios espirituales son lo esencial de la vida sacerdotal y es necesario quererlas a toda costa. Serás altamente benemérito para nuestra obra si, con la ayuda de Dios, logras este santísimo objetivo.

Veo con gran satisfacción que Dios bendice tu misión y tu acción serena, firme y prudente y tengo confianza de que sabrás conducir las cosas en forma de reavivar en los nuestros el espíritu de piedad, de concordia, de obediencia.[113]

 

 

"Se establezca la observancia"

 

646.     Pónganse en práctica las reglas y especialmente aquellas que se refieren a las prácticas de piedad en común y absolutamente la meditación (...).Quiero llamar tu especial atención sobre este tema tan grave (...). Tú aconseja, vigila, exhorta, y, si es necesario, manda. Es una cosa tan necesaria que para obtenerla cualquier sacrificio sería poca cosa.

Como ya te dije, el Señor bendice tu obra y se comprueba otra vez que vir obediens loquetur victorias. Pero la victoria más grande, según mi parecer, será la observancia introducida en las dos casas nombradas, para introducirla luego también en las otras, donde haya por lo menos dos Padres. Por lo tanto, estamos de acuerdo: labora sicut bonus miles Christi y Dios te lo recompensará.[114]

 

 

"Poner juntos a los que tienen votos perpetuos"

 

647.     El año que está por terminar, para mí, estuvo lleno de Cruces, pero quizás fue el más fecundo, gracias a Dios, en obras santas. Es verdad que in Cruce vigor, in Cruce robur con lo que sigue (...).

¿Cómo van las cosas allá? ¿Cómo va tu salud? ¿Cómo has distribuido a los Padres? ¿Quién se queda? ¿Quién vuelve? En cuanto a la distribución te recomiendo fervientemente una cosa: trata de poner juntos a los que tienen los votos perpetuos. Así ellos podrán observar mejor las reglas y sentirse más cómodos.

Ahora se harán las cuentas que cada casa debe enviar a ti y tú a mí. Es importante que se revea la administración y se pueda saber cómo se gasta y con qué criterios se hacen los gastos. Aquí estamos en la miseria, yo más que nuestra casa. Por lo tanto, es necesario tener presente las necesidades de la casa madre y enviar lo más que se pueda.[115]

 

 

"Difícil conservar por mucho tiempo el espíritu de la propia vocación viviendo aislados"

 

648.     Por el buen Sac. Marchetti recibí su muy noble carta del 11 de noviembre y no sé expresarle cómo me ha resultado grata. Para mí es una verdadera satisfacción todas las veces que tengo oportunidad de encontrar hombres de ingenio y de corazón cuyo ánimo y todas sus fuerzas entregan para aliviar las miserias ajenas.

Le agradezco, por lo tanto, distinguido Sr. Cónsul, sus óptimas disposiciones en favor de nuestros pobres emigrados. Por mi parte me consideraría muy afortunado si pudiese satisfacer su deseo. La más grave dificultad para mí sería la de dejar divididos los Misioneros uno de otro. Usted es hombre de experiencia y sabe lo difícil que resulta conservar por mucho tiempo el espíritu de la vocación, viviendo aislados, entre elementos heterogéneos con los que hay que luchar más o menos siempre. Con el tiempo el ánimo se debilita y necesita reconfortarse y fortalecerse de tanto en tanto con la palabra y con el ejemplo de los compañeros, en el espíritu de la propia regla.

Convendría, por lo tanto, que los Misioneros fueran por lo menos dos y que pudieran también hacer vida común. Sería suficiente que en los comienzos tuviesen una pequeña iglesia o también un oratorio con una casa cerca. Uno de los dos podría ir a las casillas de los emigrados, regresando luego ordinariamente a la casa.[116]

 

 

"Sean por lo menos dos juntos"

 

649.     A una señal del Sr. Arzobispo y tuya enviaré de inmediato a Boston dos Misioneros y un catequista. Es necesario insistir para que sean dos. La S. Congregación de Propaganda ha aprobado con insólita prontitud nuestro Reglamento, y quiere que en cada casa haya por lo menos dos sacerdotes. Creo que no habrá oposición (...).

Me parece que sea una regla muy sabia: un sacerdote aislado entre un clero que por lo menos en los comienzos no puede serle amigo, ¿qué quieres que haga? Se desanimaría. Sean, por lo tanto, por lo menos dos juntos, yendo en los días festivos donde será necesario.[117]

 

 

"Mantengan fuerte el espíritu de su vocación"

 

650.     Tendrá ya con usted o los recibirá pronto a los dos nuevos Padres y yo se los recomiendo mucho, mucho. Quiéralos como un padre a los hijos, exhórtelos, corríjalos y haga que mantengan fuerte el espíritu de su vocación.

Para ese fin le recomiendo hacer observar exactamente las Reglas y especialmente las prácticas de piedad, la meditación absolutamente, en común.

Es necesario dar a sus residencias forma de casa religiosa; si no, no podrán hacer nunca todo ese bien que desean ustedes y que deseamos todos. Son buenos jóvenes y serán como usted los quiera. Comience de inmediato: omnia secundum ordinem fiant. Es un deber de conciencia y para cumplirlo es necesario imponerse toda clase de sacrificios.[118]

 

 

"Confiarse en Dios con toda simplicidad"

 

651.     ¿El Instituto permanecerá, no permanecerá? Permanecerá hasta que a Dios le plazca. Quien tiene verdadera vocación, querido Monseñor, entra sin preocuparse por el porvenir, sabiendo bien que esto está en las manos de Dios. Confiarse en El con toda simplicidad vale mucho más que la búsqueda de cualquier garantía de condiciones morales, económicas y estables acerca del Instituto.[119]

 

 

"Formamos una pequeña y humilde congregación, sin embargo una congregación"

 

652.     Yo me alegro con usted y con sus compañeros por el bien que hacen; es cierto que debemos conformarnos con el bien a pesar de los defectos inevitables de nuestras miserias, pero no podemos desconocer que obras buenas las hacemos y muchas; demos entonces infinitas gracias al Señor. Le repito estas cosas para que le sirvan de consuelo en sus dificultades y le hagan enfrentar animosamente el bien con perfección siempre creciente.

Un Santo fundador de una orden religiosa decía que la Providencia le había mandado desde el principio algunos hombres de gran corazón, pero que algunas veces, al iniciar empresas superiores a sus posibilidades, y mal vistas por otros cohermanos más prudentes, parecía que avanzaban a ciegas; finalmente empero, debió confesar públicamente que sin esos hombres su obra habría muerto o casi muerto.

Roguemos al Señor, querido P. Domingo, que en su bondad quiera hacer lo mismo con nosotros, y lo hará si nos hacemos cada vez más dignos de sus bendiciones. Nosotros formamos una pequeña y humilde congregación, pero, sin embargo, una congregación; es por lo tanto justo que lo poco que el Señor nos mande sirva para su servicio; por lo tanto cuando el P. Morelli tenga necesidad y usted lo puede ayudar, ayúdelo in nomine domini (...).

Cuando le sea posible recuerde a la Casa Madre, se lo recomiendo enfáticamente ya que siempre es pobre y necesitada. Actualmente tengo el proyecto de adquirir una nueva casa con la Iglesia y serán necesarios por lo menos un centenar de miles de liras. ¿Y dónde ir a buscarlas? Dios me proveerá sin dudas.[120]

 

 

"El nervio y la vida de cada comunidad"

 

653.     Juntos debemos dar gracias al Señor por el gran bien que nuestra Congregación ha venido obrando hasta aquí, a pesar de las inmensas dificultades y muchos defectos.

Sin embargo, deseoso de que ella prospere aún más para mayor gloria de Dios y bien de las almas, teniendo en cuenta, como ya les dije verbalmente, los deseos que me expresaron varios de nuestros misioneros y las necesidades de la misma Congregación, invocada la ayuda del celestial Patrono San Carlos, he ordenado y ordeno lo siguiente:

1. Cada día harán todos, en común: meditación y lectura espiritual y se rezará el Santo Rosario.

2. Cada año o cada dos (según las costumbres de las diferentes diócesis) todos harán los Ejercicios Espirituales en unión con el clero de la Diócesis en la que residen.

3. Todos los años se enviará al Provincial el certificado de confesión.

4. Todos los años los superiores de las Casas, previo aviso del Provincial, se reunirán en una de nuestras Casas, designada por él mismo, para estudiar y sugerir los medios más aptos para obtener un progresivo mejoramiento de las misiones (...).

8. La administración de las Casas sea llevada con atención escrupulosa. En el libro Diario se registrarán cotidianamente las entradas y las salidas en forma distinta y pormenorizada, y todos los meses se hará el balance.

9. Todos los meses los administradores de las Casas, deducidos del balance los gastos para el mantenimiento de las Casas, y una suma conveniente para imprevistos, remitirán lo restante al Provincial, quien lo trasmitirá al Superior de la Casa Madre. Nadie podrá considerarse eximido de este importante deber, por más exiguos que puedan ser a veces los ahorros (...).

Las presentes órdenes, muy querido Padre, Usted las notificará a todos los Misioneros de nuestra Congregación, apenas llegue a América y, en lo que respecta a Usted, cuidará con todo celo y empeño el exacto cumplimento (...).

Usted sabe muy bien que el nervio y la vida de toda comunidad es la concordia y la disciplina. Estas dos cosas Usted recomendará a sus cohermanos en forma muy especial. Sin ellas, aunque fuesen un ejército, muy poco lograrían; con ellas, aunque sean pocos, harán prodigios.

Promueva pues, y cultive más y más en cada una de las Casas el espíritu de piedad y de oración, fundamento y sostén de todo.[121]

 

 

"Todo ello es necesario para la buena marcha de la Congregación"

 

654.     1. El Superior Provincial, por lo menos cada seis meses y los Superiores de las diferentes Casas, por lo menos una vez por año, se pondrán en comunicación directa con el Superior General residente en Italia y le harán un informe pormenorizado de las obras promovidas o establecidas en cada Misión de América, de los frutos obtenidos, y de los que esperan, como también de las condiciones económicas de las mismas Misiones.

2. El Superior Provincial, que, como saben, tiene la importante dirección de todas las casas y es la autoridad de mando de todos los Misioneros residentes en su región, velará por el exacto cumplimiento de las reglas y comunicará y hará ejecutar las órdenes que le llegaran del Superior General.

3. Visitará periódicamente cada una de las Casas de la provincia, tomará esas disposiciones que fuesen requeridas por necesidades urgentes y proveerá a una fiel rendición de las entradas percibidas y de los gastos sostenidos por cada Casa.

4. Él será asistido, en el gobierno de la provincia, por dos Consultores (...); escuchará sus opiniones acerca de lo que respecta al buen funcionamiento de las Misiones y el traslado de los Misioneros, como también (que nunca deba suceder) con respecto a la aplicación de las penas canónicas como serían: los Ejercicios espirituales, la suspensión de la facultad para escuchar las confesiones, etc.

5. Él mismo reunirá, una vez por año, los Superiores de las Casas, con el objeto de intercambiar opiniones acerca de las diferentes necesidades de las colonias y de ponerse de acuerdo para la uniformidad de la acción. Aquellos que por cualquier motivo no pudiesen participar en esas reuniones, enviarán sus propuestas por escrito.

6. Los Superiores de las Casas, además de velar para que omnia honeste et secundum ordinem fiant, tratarán de cultivar y de acrecentar en sus dependientes el espíritu de Nuestro Señor Jesucristo, espíritu de humildad y de sacrificio, de mansedumbre y de caridad.[122]

 

 

"El superior de cada casa es verdadero y efectivo superior"

 

655.     Con sumo disgusto supe, cosa que me parece apenas creíble, que algunos de nuestros misioneros Sacerdotes consideran al Superior de la casa, más como Superior de título y de honor, que como Superior efectivo.

Para extirpar este error que tiende nada menos que a la zozobra y destrucción de nuestra pequeña y humilde Congregación, pongo especial énfasis en declarar que el Superior de cada casa es verdadero y efectivo Superior de todos los Misioneros, sacerdotes y hermanos que se hallan en la misma casa y que a él deben, como consecuencia, sumisión y obediencia en cada una y cualquier cosa que él crea oportuno prescribir tanto a la Familia como a cada individuo, y que faltando a esta obediencia deberán rendir estrictas cuentas a Dios y a mí, ya sea por la mala acción en sí misma, cuanto por el escándalo provocado. Confío en que no habrá nadie más que se atreva proponer esta falsa teoría.[123]

 

 

"Prudencia y fortaleza, he aquí lo que forma un buen gobierno"

 

656.     El gobierno de los hombres es difícil y la cruz del mando es pesada.

Es lo que pensé al recibir tus últimas cartas. Pero también es cierto que omnia possum in eo qui me confortat y se verifica siempre cuando llegamos a ser dignos: Dominus astitit mihi et confortavit me ¡Ánimo pues, calma y confianza en Dios! (...).

Tú has hecho muy bien en responder a Vicentini lo que le has respondido. Habría sido una dispensa nula. Si él hubiese tenido un poco más de fuerza en el principio, las cosas no habrían llegado a ese punto. Pero el temor por lo peor le hizo cerrar un ojo y quizás los dos, sin pensar en el necesse est, con todo lo que sigue. El que es superior debe ser fuerte, cuando el deber lo requiere y no dejarse amedrentar por lo que pudiese suceder. Prudencia y fortaleza, he aquí lo que forma un buen gobierno: he aquí lo que pido para ti todos los días a Dios.[124]

 

 

 

 

4. LOS LAICOS Y LA EMIGRACION

 

 

Dirigir y asistir a la emigración es también tarea del Estado, que debe asegurar la tutela moral y material, con acuerdos internacionales y con una legislación que defienda los derechos humanos y civiles de los migrantes, los proteja de la desmedida especulación de los enroladores, impida el saqueo de los ahorros enviados a las familias que quedaron en la patria.

Debido a que "las necesidades que padecen nuestros emigrantes se pueden dividir en dos grupos: materiales y morales", Mons. Scalabrini quiso que la obra para los emigrantes fuese "al mismo tiempo religiosa y laica, para que respondiese a esa doble necesidad". Fundó, por lo tanto, además de las Congregaciones religiosas, la Sociedad San Rafael para el patronato de los emigrantes: para la tutela legal y sanitaria, para proveer informaciones y favorecer la ubicación en los puestos de trabajo, para la abolición de la "trata de blancos" por parte de los agentes de inmigración, para sostener la asistencia religiosa desde el momento de la partida hasta la llegada. Por lo tanto, Comités de la Sociedad San Rafael, debían ser constituidos ya sea en los principales puertos de embarque y desembarque, ya sea en las regiones que daban mayor contribución humana a la emigración, con la ayuda de todos, eclesiásticos y laicos, de cualquier partido, "de todos aquellos en cuyo corazón vibra alto y sereno el afecto por la patria y que tienen un sentido de piedad sensible a los sufrimientos y a las necesidades de los hermanos que han abandonado esta nuestra patria común".

Mons. Scalabrini se ocupó especialmente de los emigrados italianos, porque eran entre todos los más pobres y abandonados, y también porque quiso iniciar sobre el terreno de los hechos la conciliación entre la Iglesia y el Estado: "esta obra, querida por mi corazón, no sólo porque en ella vislumbro un medio eficaz para cumplir con mis deberes episcopales hacia tantos infelices, muchos de ellos mis diocesanos, sino también porque religión y patria se dan allí la mano y éste es, a mi juicio, un comienzo de esa pacificación de las conciencias, que es también siempre una de las aspiraciones más ardientes de mi alma".

 

 

 

a) EL DEBER DEL ESTADO Y DE LAS CLASES DIRIGENTES

 

"Un Obispo que se ocupa de cosas sociales y de proyectos de Ley"

 

657.     Honorable Amigo:

Dentro de poco se discutirá en el Parlamento el proyecto de Ley ministerial sobre la Emigración, y yo no puedo evitar comunicarte algunas observaciones que hice, al leer ese proyecto, oportunamente modificado por la Comisión parlamentaria.

Me dirijo a Ti, no sólo por esa afectuosa estima que, iniciada en los bancos de la escuela, continuó sin interrupciones por muchos años, ya podemos contarlos en lustros; sino también porque te sé amigo no adulador de las clases desheredadas (y esto en nuestros días es un gran mérito), paciente y modesto, como inteligente investigador de los fenómenos sociales.

Y me dirijo a Ti públicamente, no para hacer ruido inútil, del cual rehuyo por principios y por naturaleza, sino porque la cuestión que yo te propongo es de esas, que necesitan discusión, y no he hallado, fuera de este, otro medio para atraer la atención del público desganado y distraído, que no lee si no está obligado por lo menos por un título que excite su curiosidad. He pensado, que una carta abierta de un Obispo que se ocupa de cosas sociales y de proyectos de Ley, dirigida a un Diputado, pueda ser título suficiente para sacudir la morbosa indiferencia del público, y lograr que de vez en cuando, la discusión, aburrida si se quiere pero provechosa, de una Ley tome el lugar de un hecho diferente cualquiera.

Y me parece también un deber de buen ciudadano. Desde el día en que yo publiqué mi trabajo sobre la "Emigración Italiana en América", he podido recopilar datos y hacer observaciones, que pueden reportar algún beneficio a muchos infelices compatriotas nuestros. Esos hechos y esas observaciones las he trascripto con esa intención en esta carta. Que si yo me hubiese equivocado en apreciarlos y hubiese cumplido una obra inútil, ante ti como también ante todos los buenos:

Que me valga el prolongado estudio y el gran amor.[125]

 

 

"Emigración interna, política, agrícola-comercial"

 

658.     La emigración de un pueblo civilizado puede ser interna, política y agrícola-comercial o de infiltración.

Por emigración interna yo no entiendo ese flujo y reflujo de población que se mueve periódicamente a causa de las diferentes necesidades de la vida civil e individual en un determinado territorio, sino más bien entiendo una verdadera y propia colonización, dentro de los confines de la patria, de tierras incultas que pueden abundar en una región y escasear en otra.

Lo que signifique y como se efectúe la emigración y la colonización política es conocido por todos, es decir: dar a la patria una extensión más amplia, ensanchando los confines de la bandera nacional, bajo la égida de las leyes patrias y donde la religión, la lengua, las costumbres, en fin, todo lo que forma la conciencia religiosa, civil y patriótica de un pueblo sirva para mantener vivo, también en los lejanos descendientes, el pensamiento y el afecto hacia la patria de los padres (...).

Las colonias agrícolas-comerciales o de infiltración son aquellas que aspiran a establecer en otros países núcleos de población de una determinada nacionalidad, que ejerzan el comercio, la industria y la agricultura y vivan entre pueblos extranjeros, sin perder el propio carácter nacional. Fue la manera de emigración y colonización preferida por nuestras gloriosas repúblicas marineras (...).

La colonización interna para muchos parece la forma idealmente bella de la emigración, utilísima y, para todos nosotros, de fácil actuación.

Ellos no saben comprender cómo el Gobierno todavía no se ha decidido a adoptar este sistema que debe hacernos ricos y poderosos, intensificando nuestra población, dando al trabajador el pan cotidiano abundante (...).

Y por lo tanto que se haga: se colonice el interior, se quite al paludismo tanto territorio italiano, se haga más intensa y por lo tanto más remunerativa la agricultura; todo lo que se haga en este aspecto será cosa óptima, sin embargo no nos hagamos ilusiones; colonicemos dentro de los límites posibles, pero, para evitar desengaños, convenzámonos que la cosa no es fácil, como parece a primera vista, y que ciertamente no es posible en la medida que requeriría el rápido aumento de nuestra población. [126]

 

 

"A Italia no le queda más que la tercera forma de emigración"

 

659.     Las colonias políticas son otra de las formas con que los pueblos civilizados cumplen sus funciones migratorias, quizás aquella que encierra mayor número de intereses y estimula mayormente el amor propio nacional. La gran actividad y celosos cuidados desplegados en nuestros días por varias Potencias para defender sus antiguas posesiones coloniales y para adquirir nuevas, son el comentario más elocuente de esta afirmación mía.

Pero desafortunadamente para nuestro País la esperanza de una amplia colonización política fue arrollada y postergada hasta quien sabe cuando por los desastres africanos, cuyo recuerdo entristece a todos los corazones italianos.

Estas cifras y consideraciones nos llevan a concluir que a Italia, al menos por ahora, no le queda más que la tercera forma de inmigración: es decir, esparcir en otros pueblos y en territorios ajenos la sobreabundancia de su población; forma más humilde que las otras dos, pero más conformes con sus necesidades inmediatas. Las funciones migratorias por lo tanto, como se cumplen entre nosotros, responden a las actuales necesidades políticas, territoriales y económicas de nuestro País y no superan su potencia reproductora y como tales tienen el carácter de fenómenos permanentes, y son fuentes de bienestar individual y colectivo. Mas, ¿cuáles son las garantías que la ley otorga a una emigración semejante?

¿Cómo ejerce el Estado su deber de tutela moral y material del emigrante? ¿Cómo lo ejercemos nosotros, clases dirigentes? [127]

 

 

"Una Ley aunque sea buena no basta"

 

660.     Una ley aunque sea buena no basta a fin de que el hecho general y complejo de la emigración responda a los nobles fines sociales al que fue destinada por la Providencia, si no está subsidiada por todas esas instituciones públicas y privadas, por ese conjunto de obras religiosas y civiles, que han dado óptimos frutos a los pueblos que primero las experimentaron. Esas obras no sólo reaniman a los pobres emigrados a continuar por su camino más confiados, sintiéndose protegidos, sino que demuestran además a los extranjeros, que esos infelices no están olvidados, no son res nullius, sino parte de una gran Nación, que conoce su deber y lo cumple, extendiendo la sombra de su bandera sobre sus hijos lejanos, socorriéndolos en sus necesidades materiales y elevando su carácter moral con la religión y con la instrucción. [128]

 

 

"Nuestros emigrados son los menos tutelados"

 

661.     De la ya muchas veces citada estadística, de relatos particulares y de hechos mencionados paso a paso por los diarios, observo que nuestros connacionales en el exterior son los menos tutelados, que con frecuencia son víctimas de infames especulaciones sea por ignorancia, sea por buena fe, y son aquellos que menos se preocupan de recurrir en sus necesidades, o para hacer valer sus razones, a las autoridades consulares; todas estas son cosas que pueden derivar muy bien del espíritu de independencia o por no estar acostumbrado el italiano a ver en el Gobierno de su país un tutor válido y natural, lo que puede ser también grave indicio de desconfianza, derivada del habitual descuido o impotencia de las autoridades, de tal manera que nuestros connacionales hayan encontrado mejor cosa resolver solos sus problemas, antes que esperar el tardío e ineficaz patrocinio de la patria lejana.

Con esta observación yo no tengo intención de reprochar a nadie, y mucho menos a una entera clase de funcionarios muy honorables, que yo quiero creer celosos de su deber y conscientes de la alta misión de la que están revestidos, sino simplemente constatar un hecho y deplorarlo. Ahora bien, dadas estas condiciones de cosas ¿qué providencias se han tomado o sólo intentado para mejorarlas? Lo digo francamente, si bien con dolor: de parte del gobierno se ha hecho muy poco y por los particulares nada. De vez en cuando, cuando algún acontecimiento triste llega a conocimiento del público hay un poco de agitación, alguna interpelación en la Cámara, algún artículo periodístico; pero a las interpelaciones el Gobierno responde que proveerá, a los gritos de los diarios algún estremecimiento de alma generosa y después el olvido cubre todo y vuelve la calma, la calma falaz de la ola, que esconde en sus profundos remolinos la víctima.

Así se ha seguido año tras año, como si no hubiese nada que hacer por los hermanos lejanos, aparte de muchas palabras inútiles, condimentadas con un poco de retórica tanto para engañar al que espera y para distraer la atención de quien, obedeciendo a las más nobles aspiraciones de la vida humana y de la caridad cristiana, quisiera poner el hierro y el fuego saludable en la llaga gangrenosa de la sociedad moderna, el egoísmo (...).

Ab Jove principium: mas el Gobierno tiene muy pocos hechos para registrar al respecto que verdaderamente lo honren, tanto que se ha radicado en los ánimos de todos la opinión que los menos protegidos de los emigrantes son los italianos (...).

En el Gobierno y el Parlamento se ha discutido ampliamente sobre esta cuestión vital; pero las interpelaciones de algún Diputado y relativos proyectos de ley y las acostumbradas respuestas ministeriales, y las circulares a los intendentes, y los artículos de diarios no oficiales, son remedios ineficaces y dejan la situación como está, cuando no se conviertan en sabias leyes (...).

Entresacando datos de los actos parlamentarios, de los archivos de las prefecturas y de los diarios, sería fácil reunir sobre la inmigración en general datos, hechos y cifras muy elocuentes, alguna medida temporal eficaz, muchas observaciones utilísimas, pero se buscaría en vano en nuestro código una ley, o en el país una institución, que insinúen haber atesorado esos hechos, esas cifras, esas observaciones.[129]

 

 

“Desmedida especulación de los enroladores”

 

662.     Interroguemos la sabiduría legislativa de los pueblos, que han hecho una experiencia más amplia que nosotros en materia de emigración. Veremos que, o no admiten la actuación del agente enrolador o lo circundan de mayores cautelas que en el proyecto de ley italiano. Y observa, amigo, que el emigrante inglés, francés, portugués, español deja el propio país en condiciones mucho mejores que en el nuestro, sabiendo que encontrará del otro lado de los mares, en las extensas posesiones de su país, grande y viva la imagen de la patria en la religión, en la lengua, en las leyes. Por lo tanto, esos gobiernos podrían, aún sin faltar a sus deberes de tutela y de previsión, conceder plena libertad de enrolamiento, ya que aquellas no son para ellos actividades perdidas o indignamente explotadas, sino que es una circulación beneficiosa que reafirma su potencia y aumenta su riqueza. ¡Qué diferentes son las condiciones de nuestros emigrantes!

Ellos, por la desmedida especulación de los enroladores, con frecuencia son enviados a lugares donde el aire apestado mata, o empleados en tareas degradantes, ya que el negocio para el agente prospera a medida que aumenta la escasez de los brazos y la dificultad para el enrolamiento: y la falta de mano de obra, ya sea para bonificar terrenos, ya sea para cumplir trabajos públicos, se verifica allá donde la muerte diezma las filas de los trabajadores, y el terror, alejando a los sobrevivientes, hace de tal manera que sean necesarias siempre nuevas víctimas que ignoran el peligro. En todas las catástrofes de similar naturaleza el elemento italiano está siempre representado ampliamente, demasiado ampliamente, para que no se provea de una buena vez a este supremo deber de un Gobierno fuerte y respetado: la eficaz protección de los infelices expatriados de las insidias y de la prepotencia.[130]

 

 

"El nuevo proyecto de ley sobre la emigración"

 

663.     Señores, hagamos votos y usemos toda nuestra influencia, para que el nuevo proyecto sobre la emigración, presentado por el Venerable Visconti Venosta y aceptado por el Honorable Canevaro, actual Ministro del Exterior, obtenga pronto la aprobación del Parlamento. Se quitarán así graves abusos en perjuicio de los emigrantes y se colmará una laguna llena de insidias de nuestra legislación.

Otro próvido proyecto de ley, cuya sanción no debería ser retardada más por el Parlamento, es aquel presentado por el Honorable Luzzatti, ex-Ministro del Tesoro, en acuerdo con sus colegas Rudiní, Visconti Venosta, Sineo y Branca: Sobre la tutela de las remesas y de los ahorros de los emigrados italianos en las dos Américas.

En el abundante informe que precede ese proyecto de Ley, están enumerados los hechos y las formas por los cual los ahorros fruto del sudor y durante mucho tiempo atesorados por nuestros compatriotas en el exterior, son siempre diezmados a causa del cambio y la transferencia, por obra de ávidos y con frecuencia deshonestos seudobanqueros. Desafortunadamente esos pobres ahorros con frecuencia se pierden enteramente en uno de esos actos de pillaje bancario frecuentes allá (donde cualquiera puede improvisarse banquero, aún sin capital efectivo) y que consiste en vaciar la caja y emprender vuelo hacia otro país. ¡Solamente en un año y en una sola ciudad de Norte América, se verificaron cuatro de esas fugas y los ahorros perdidos por nuestros pobres emigrantes en conjunto alcanzaban el monto de L. 200.000!

Bastarían algunos de estos hechos, y hay centenares, para justificar y dar carácter de urgente a la medida legislativa excogitada por el insigne estadista de Padua, que corta en limpio desde las raíces todo el parasitismo que vive y engorda con los ahorros ajenos, especulando indignamente sobre la ignorancia y buena fe de los trabajadores.[131]

 

 

"La obra de las clases dirigentes"

 

664.     Para sanar las llagas que afligen a la emigración italiana las leyes no son suficientes, porque algunas de esas llagas son inherentes a la naturaleza misma de la emigración, otras derivan de causas remotas que escapan al control de las leyes, y aún con las mejores leyes del mundo y con sus agentes numerosos y perfectos, no se llegaría a extirpar esos males. Además, todos saben que los gobiernos y sus agentes están vinculados por prácticas y resguardos internacionales, por lo que ciertas medidas o no pueden usarlas, o usándolas, no harían más que agravar las llagas que se quieren curar.

Es aquí donde debe comenzar la obra de las clases dirigentes, aquí donde la de las leyes y del gobierno termina. ¿De qué modo? Primero estudiando y discutiendo el gran problema de la emigración, luego asumiéndolo (y este es un ruego que dirijo a los jefes del movimiento católico), lo repito, asumiéndolo como parte viva de la acción de los comités regionales, diocesanos y parroquiales, en lo que se refiere al bien religioso, económico y civil de tantos desventurados hermanos nuestros, reuniendo para su beneficio ayudas también materiales, disuadiendo la emigración cuando se la reconoce desastrosa, defendiéndola de los acechos y de los contratos dolosos, circundándola de todas esas ayudas religiosas y civiles que favorecen para hacerla fuerte contra los enemigos, compacta y casi invencible, ya que la seguridad de cada uno en este caso se convierte en seguridad de todos.[132]

 

 

"Hacer menos amargo el exilio para nuestros hermanos"

 

665.     Es hermosa, Señores, la causa por la cual han sido convocados aquí. Ella es digna de toda nuestra atención, porque es digna de la atención de todos los hombres inteligentes y de buen corazón.

Se trata de tutelar y dirigir en la mejor forma posible nuestra emigración; de hacer menos amargo el exilio para nuestros hermanos expatriados; de orientar para beneficio de nuestra Italia una fuerza que se pierde con demasiada facilidad.

El que ama con amor verdadero a la religión y a la patria no puede no sentir la necesidad de asociarse a esta obra y de consagrar a ella, aún modestamente, sus fuerzas.

Dejemos para otros el estudio del fenómeno migratorio en su rica variedad de formas. Que la emigración sea un derecho natural inalienable, como afirma el estadista; que sea fuente de bienestar para el que parte y para el que se queda, como proclama el sociólogo; que sea el natural desenvolvimiento de las cosas o el progresivo perfeccionamiento de las razas, como sostiene el filósofo; todo eso poco interesa para nuestro caso. Hay que llegar, de una vez por todas, a algo práctico. Y práctico quiere ser este congreso nuestro, Señores, una reunión amigable y familiar; no una academia. ¡Lejos por lo tanto la retórica! Pensamos que los males que afligen a nuestra emigración son innumerables y urge tomar medidas.

Esos males escapan al control de las autoridades, porque en gran parte escapan al de la ley. Es necesario que a una y a otra supla la acción de los particulares.

Por lo tanto, manos a la obra, Señores. Tenemos a nuestro alcance una causa que tiene consigo la bendición de los hombres y de Dios. Sepamos sacar provecho de eso. Empeñémonos por estrechar siempre más los vínculos de esa solidaridad fraternal que da fuerza a los débiles y hace invencibles a los fuertes. [133]

 

 

"La cooperación de los laicos"

 

666.     La propuesta referente a los emigrantes temporarios, merece sin dudas la más elevada aprobación, pero yo no quisiera que, por demasiado celo de los amigos, corriese el riesgo de adquirir el aspecto de una cosa política. Si eso puede beneficiar un poco por un lado, puede hacer no poco daño por el otro. A buen entendedor pocas palabras. Yo hubiese querido que Usted actuara solo, Usted solo, de acuerdo con Roma, sin ligarse con personas que, aunque sean óptimas y hagan cosas buenas, tienen siempre en su contra prevenciones y muchas. Hablo desde el punto de vista político, se entiende.[134]

 

 

667.     Tampoco yo desdeño la cooperación de los laicos, sin embargo en las cosas estrictamente religiosas, no amo a los laicos iniciadores, porque difícilmente se despojan de los fines secundarios, principalmente políticos. ¿No se gritó tanto contra los Obispos con sombrero de copa? Amo la equidad y la coherencia con todos. Cuánto más avanzo en los años más me convenzo que el verdadero bien se hace cuando cada uno mantiene su lugar.[135]

 

 

b) LA SOCIEDAD SAN RAFAEL

 

 

"Un comité laico bajo la vigilancia de un Obispo"

 

668.     Me permito enviar a Su Excelencia Revma. la copia de un humilde trabajo mío sobre la emigración italiana, como pequeño testimonio de la vivísima estima que tengo hacia usted. Sé que este tema le interesa mucho, espero por lo tanto de su inteligente laboriosidad una ayuda valedera al respecto.

La idea fue recibida, se puede decir, con entusiasmo en todas partes, y ya un número de personas muy distinguidas del clero y del laicado se me han ofrecido para constituir un comité apto para reunir medios, rogándome que asuma su dirección.

Estoy convencido, apreciado Monseñor, que se debe poner buena cara a esas disposiciones de ánimo y colocarse rápido manos a la obra para no dejarnos anticipar por otros. Un comité laico bajo vigilancia de un Obispo a las órdenes de la Propaganda, lo considero necesario para preparar el trabajo ingente que debe preceder a la actuación del proyecto de evangelización que va madurando la S. Congregación.

Urge ante todo liberar a nuestros emigrantes de las manos de los agentes de especulación, que lanzan tantas pobres almas, especialmente de niñas y niños, a la perdición. Para obtener ese objetivo me parece indispensable la ayuda del brazo secular, al que podrá recurrir más libremente y con mayor esperanza de ser escuchado en un comité laico, o casi; que en un comité eclesiástico.

Me parece además que el proyecto laico, referente al aspecto humanitario, debe mantenerse separado del proyecto eclesiástico referente al aspecto religioso; aquel, como dije, debería disponer todo el trabajo preparatorio y los medios para facilitar la actuación de este.

De acuerdo con el eximio Obispo de Cremona, quien también entraría a dirigir el comité general, yo estoy dispuesto a abrir una casa para los sacerdotes, que Dios inspirará para que se dediquen a esta obra de caridad.

Aquí en Piacenza, no dudo, me ayudarán con los medios materiales las personas que formarán parte del comité y las adherentes, confiando más que nada en la providencia de Dios.

El proyecto de Propaganda encontrará así abierto el camino y no naufragará, como es de temerse si, confiado a pocas personas eclesiásticas, encontrara tropiezos y oposiciones.[136]

 

 

"Una Asociación de patronato al mismo tiempo religiosa y laica"

 

669.     Las necesidades que sufren nuestros emigrantes se pueden dividir en dos clases: morales y materiales y yo quisiera que surgiese en Italia una Asociación de patronato, que fuese al mismo tiempo religiosa y laica, de tal manera que respondiese plenamente a esa doble necesidad. Observando la cuestión desde el lado religioso, el campo que se presenta para la acción es muy vasto; mas no es menos vasto si se la considera desde el lado económico.

Efectivamente, la tarea de dicha Asociación tendría que ser, como ya lo indiqué, el de proveer a los intereses espirituales y materiales de los pobres, que abandonan el suelo natal para atravesar el océano; por lo tanto:

1.- Sustraer a los emigrantes de las especulaciones vergonzosas de ciertos agentes de emigración, que, con tal de obtener ganancias, arruinan material y moralmente a los infelices que caen en sus redes;

2.- Instituir una oficina que prepare lo necesario para la colocación de los emigrantes, una vez desembarcados en los puertos de América, de tal manera que toda vez que un italiano se dirigiese a la Asociación, ésta pudiese asegurarle una ocupación útil, o en caso contrario disuadirlo de emigrar;

3.- Proveer socorro en caso de desastre o de enfermedades, ya sea durante el viaje, ya sea después del desembarque;

4.- Entablar una guerra implacable, se me permita la expresión, a los traficantes de carne humana, que no rehuyen recurrir a los medios más sórdidos, turpis lucri gratia;

5.- Proveer la asistencia religiosa durante la travesía, después del desembarco y en los lugares donde los emigrantes irán a establecerse.

Con respecto al primer punto yo quisiera que la Asociación, además de los miembros contribuyentes, tuviese también miembros activos. Las atribuciones de éstos deberían ser diversas y bien distribuidas.

Ante todo deberían fundar comités en todos los puertos principales del Reino y también en los países extranjeros, donde se embarcan, para recibirlos, vigilarlos, aconsejarlos, protegerlos, ayudarlos. Otros comités deberían ser fundados en los puertos donde se dirige la emigración italiana, para impedir que allí se renueven los inconvenientes y los peligros, que se encuentran con mucha frecuencia en los puertos de embarque.

Para poner en práctica el segundo punto sería necesario que la Asociación se pusiese en contacto no sólo con el Gobierno Italiano, sino también con varios Gobiernos Americanos, para dar a la emigración nacional una dirección lógica y práctica, para impedir que los pobres campesinos, cuando llegan a América, se encuentren inciertos con respecto al lugar donde ir y puedan hacer una mala elección, precursora de desastres interminables para ellos y para su pobre familia. Así se lograría además que nuestras colonias agrícolas fuesen más prósperas, mejor organizadas y especialmente en condiciones de recibir ayuda y protección del Gobierno nacional.

El tercer punto tiene también mucha importancia y está estrechamente relacionado con los dos precedentes. La Asociación debería procurar que los emigrados sean acompañados durante el viaje por un miembro de ella o por lo menos recomendados a personas de confianza, que los socorran en caso de necesidad. Sobre los transatlánticos debería haber siempre un sacerdote, que prestase los consuelos de su ministerio a todos, pero especialmente a los enfermos.

La Asociación debería también tratar que en los lugares donde se agrupen los colonos italianos no se dejen abandonados a los enfermos y se alivien aquellos a los que un infortunio haya reducido a la indigencia. Pero para obtener este último resultado, es necesario que la emigración sea mejor regulada, y que los italianos no se dispersen en pequeños grupos por el inmenso continente americano, sino que se reúnan en fuertes y bien ordenadas colonias.

El cuarto punto se refiere a la enérgica represión de la trata de blancos. Para hacer algo práctico en este sentido la Asociación deberá tener sin dudas el apoyo eficaz del Gobierno, que, yo creo, no le faltará una vez que se pongan al desnudo las cosas nefastas que suceden ahora y que por indiferencia general permanecen desconocidas.

Como ya hice notar, hoy sucede, efectivamente con demasiada frecuencia que agentes de emigración sin conciencia y sin corazón, engañen a las familias y lleven a pobres jóvenes que destinan a la ruina moral y al deshonor.

De estos casos verdaderamente lamentables, suceden, se puede decir, todos los días. La prensa pública que se ocupa con tanto interés de chismes irrelevantes de las crónicas ciudadanas, calla estos delitos abominables, los ignora o finge ignorarlos. Es necesario, por lo tanto, que una Asociación que está destinada a proteger a los emigrantes, se preocupe de combatir abierta y constantemente este tráfico inicuo y, cuando no pueda actuar sola, recurra a la fuerza pública y en reuniones importantes se apele a la conciencia popular, denunciando los abusos y los horrores que se cometen contra las leyes divinas y humanas. [137]

 

 

"Obra de redención religiosa patriótica y económica".

 

670.     Fue entonces que, confiando en Dios y en su Providencia, me atreví a intentar algo. Y ya que las desdichas de nuestra emigración, a parte de las muchas inherentes a la emigración en sí misma, derivan del abandono en el que se la ha dejado, se resumen en estas: pérdida de la fe por falta de instrucción religiosa, olvido de la nacionalidad por falta de estímulos que mantengan vivo este sentimiento, ruina económica por ser presas fáciles de la especulación; fundé dos sociedades que se ocupen de disminuir y destruir, si fuera posible, esos males. Dos sociedades, una formada por sacerdotes y otra por laicos, una religiosa, otra civil; dos sociedades que se ayudan y complementan recíprocamente. La primera es una Congregación de Misioneros que tiene como objetivo principal el bienestar espiritual de nuestros emigrados, la segunda principalmente su bienestar material. Aquella alcanza su objetivo fundando Iglesias, escuelas, orfanatos, hospitales por medio de sacerdotes unidos como en una familia con los votos religiosos de castidad, de obediencia y de pobreza, dispuestos a volar dondequiera son enviados, apóstoles, maestros, médicos, enfermeros, según las necesidades. Ésta disuadiendo la emigración, cuando sea desatinada, vigilando la obra de los agentes, para que no pase los límites de la legalidad, aconsejando a los emigrantes y orientándolos hacia el buen camino, cuando no pueden hacer otra cosa.

Empresa ciertamente colosal para cualquiera, pero más para mí, Señores, desprovisto como estoy de medios y de capacidad para ese fin. Yo pensaba - y la experiencia confirma mi pensamiento - que nuestra indiferencia era debida a la falta de iniciativa, y a la ignorancia del estado de las cosas y, si se quiere, al haber perdido nuestra patria la costumbre de ciertas obras, más que a la falta de buena voluntad: pensaba, que si una voz inspirada solamente en los sentimientos de Religión y de patria se hubiese levantado a despertar a los somnolientos o a los negligentes, no habría resonado en el desierto; pensaba que una voluntad resuelta contra tantos males habría encontrado almas también resueltas a luchar: pensaba que Italia que da Sacerdotes heroicos a las Misiones, que llevan la luz del Evangelio y de la civilización en las regiones más inhóspitas y llaman a los pies de la Cruz a los pueblos bárbaros, Italia que da generosamente su óbolo y su influencia para la abolición de la trata de negros, no podía permanecer indiferente, o peor desdeñosa ante la trata de blancos y para esta obra de redención religiosa, patriótica y económica de nuestros hermanos emigrados. [138]

 

 

"La sola fundación de un Instituto eclesiástico habría resultado insuficiente."

 

671.     La sola fundación de un Instituto eclesiástico habría resultado insuficiente a las previdencias necesarias para la completa asistencia de nuestra emigración (...).

Era mi intención constituir una Asociación, más o menos parecida a la que surgió en 1868 en Alemania, presidida por el Príncipe Isemburg-Birnstein y mancomunada con el nombre de Raphaëls Verein. El objetivo de la misma es defender, con un sistema de protección bien organizado, a los emigrantes de los numerosos peligros que los circundan apenas abandonan el país natal.

Mi iniciativa encontró aliento y ayuda en la acción eficaz de un considerable grupo de personas que están muy cerca mío; y el año pasado he constituido aquí en Piacenza el Comité Central de la Asociación de Patronato para la emigración italiana, cuya presidencia fue asignada al Marqués Abogado Juan Bautista Volpe Landi, que dedica a la Obra toda la actividad y el celo del que es capaz. De ese comité forman parte ciudadanos de todos las condiciones, no todos con las mismas opiniones, pero todos circundados por la estima y consideración universal y conocidos por el cálido sentimiento de verdadero amor por la patria y por su iluminada caridad.

Con la colaboración también de personas residentes en otras ciudades de Italia se redactó un Estatuto provisorio, en el cual fueron establecidos la índole de la asociación y el objetivo de la misma.

Este consiste en dar oportuna orientación y beneficiar a los que han decidido expatriar, mediante adecuadas informaciones acerca de los países más idóneos para la emigración por la fertilidad del suelo, por la facilidad para encontrar trabajo, por la oportuna asistencia religiosa y civil; en prestar gratuitamente sus servicios a los emigrantes en los puertos de embarque; en recomendarlos a los Comités nacionales constituidos en los países transoceánicos y especialmente al delegado o correspondiente que los recibe en el puerto de desembarco y que recomienza con ellos en tierra extranjera la misma obra de caridad, convertida más que útil, en necesaria por los nuevos peligros a los que se hallan expuestos.

El Comité de Génova, que ostenta en su jefatura al digno Marqués Victorio Del Carretto de Balestrino, comenzará antes del fin del corriente año a ejercer su acción de eficaz asistencia en favor de los emigrantes que zarpan de ese principalísimo puerto italiano. Y para ese objetivo ha deliberado la apertura de una oficina especial de asistencia y de informaciones, frente a la cual está encargado un delegado suyo.

Además ha previsto para que desde el próximo enero de 1892 se celebre una función religiosa especial en la Iglesia de San Juan de Pré, muy cercana al puerto, antes de cada partida de buques para América..[139]

 

 

"Comités en las regiones que proporcionan el más amplio contingente a la emigración".

 

672.     Aquí en Italia, además del Comité Central y de los constituidos y por constituir en los puertos de embarque, era necesario fundar otros en los centros más importantes, especialmente en las regiones que proporcionan el más amplio contingente a la emigración, que reúnan adherentes y coadjutores, con el fin de que la acción de tutela pueda ejercerse verdaderamente en beneficio de aquellos que tienen mayor necesidad.

Y a ello dirige principalmente sus cuidados el Comité Central, al que he dado vida en el pasado y me propongo coadyuvar en lo sucesivo con conferencias especiales dedicadas a dar a conocer la índole y la naturaleza de la obra. En el pasado invierno le hablé al público bueno y cortés de Génova, Roma, Florencia, Turín y Milán; y surgieron así Comités en estas últimas cuatro entre las principales ciudades de Italia, mientras que en Génova ya se había formado en el pasado 1890. El Comité de Roma, además de la tarea, como los demás Comités, de reunir los medios pecuniarios indispensables, tiene también la función de ser instrumento de comunicación, para todo lo que pueda interesar a la Asociación, tanto con la Suprema Autoridad Civil, como con la Congregación de Propaganda Fide. Todavía no está completo, pero un núcleo de jóvenes inteligentes y activos a cuya cabeza está el Príncipe D. Luis Boncompagni Ludovisi, ha asumido voluntariosamente la representación. Espero que pronto, con la ayuda de personas autorizadas que asisten no indiferentes al doloroso espectáculo de la emigración y reconocen sus necesidades, pueda completarse el Comité de Roma de manera que pueda prestar a la Asociación esos servicios que la misma se compromete brindar.

Aceptaron honrar respectivamente los Comités de Milán y de Florencia con el nombre y con la autoridad que les confiere la elevada función que ocupan en la Jerarquía Eclesiástica, los Arzobispos de esas ciudades, ese venerable prelado que es Mons. Di Calabiana y el insigne Cardenal Bausa que da tanto brillo con su doctrina y con sus virtudes a la sagrada púrpura.

Este último se dignó asumir personalmente la presidencia del Comité Florentino, mientras que el presidente efectivo del Comité de Milán es uno de los representantes de esa antigua aristocracia piamontesa que tantos servicios prestó a la patria en las empresas de guerra y en el ordenamiento civil, el general Thaon de Revel. El Comité de Turín también está presidido por un patricio que lleva dignamente un nombre querido y honrado, el Barón Antonio Manno.

Otros Comités están todavía en forma embrionaria y están por constituirse en Treviso, Brescia, Cremona, Bérgamo, Lucca y otros lugares.[140]

 

 

"Las atribuciones de los Comités locales"

 

673.     Las atribuciones de los Comités locales estarán determinadas en forma más particular en el Estatuto definitivo sometido a las deliberaciones de un Congreso de los representantes de los Comités ya constituidos o en proceso de formación, que se llevó a cabo en Piacenza en el mes de Setiembre de este año y cuyas disposiciones está coordinando actualmente el Comité Central según el mandato recibido.

Conociendo el pensamiento del Comité Central, puedo afirmar que es su deseo que los Comités en las diversas provincias sean como intermediarios y medios para una más rápida y fácil comunicación entre él, en el cual se concentra el servicio de información, y los emigrados; y todo esto mediante delegados y subdelegados diseminados en todas las tierras que proveen contingentes a la emigración.

Es necesario que los emigrantes conozcan los países de inmigración en su verdadero aspecto; pero es necesario también que cada uno de ellos reciba consejos según su condición personal y la de su familia. Ahora bien, multiplicando los Comités, y, por intermedio de los Comités, los delegados y subdelegados (tarea que en el campo pueden asumir los Párrocos, los maestros, los secretarios municipales, etc.) cada inmigrante encontrará cerca suyo una persona de confianza que podrá aconsejarlo con perfecto conocimiento de causa. Los delegados y subdelegados a su vez, mediante los Comités y estos por medio del Comité Central, reciben o piden instrucciones, noticias, informaciones extraídas de las fuentes más seguras y especialmente por medio de los Misioneros establecidos en América, en forma de poder certificar la autenticidad de la verdad. Además de esto los Comités proveen para obtener a la obra el suministro de los medios indispensables, coadyuvados en esto por Comités compuestos por señoras entre las más distinguidas, como en Turín, en Milán etc. [141]

 

 

"La asociación necesita el apoyo de todos"

 

674.     Para alcanzar los beneficiosos resultados que espera, la Asociación necesita la ayuda de todos aquellos en cuyo corazón vibra elevado y sereno el afecto por la patria y que tienen un sentido de piedad generoso ante los sufrimientos y las necesidades de los hermanos que han abandonado esta, nuestra tierra común.

Conviene que ellos se conviertan en adherentes y cooperadores, con el óbolo modesto o con la prestación personal, de la obra del patronato; conviene que le den su apoyo moral o material y que difundan la noticia.

Una obra tan amplia, difícil y compleja no exige solamente un trabajo perseverante, una abnegación a toda prueba por parte de sus jefes; ella debe además disponer de recursos proporcionados.

Tengo la firme confianza de que este llamado será escuchado. [142]

 

 

"Ha sido fundada la Sociedad San Rafael en los Estados Unidos"

 

675.     Ha sido fundada desde hace dos meses la Sociedad de San Rafael en los Estados Unidos de América.

El artículo primero de su Estatuto indica cuáles son los objetivos, a saber:

a) Asistir a los Italianos inmigrantes en su primera llegada a América y procurar que no caigan en manos de gente deshonesta.

b) Asegurar a los mismos, en lo posible, empleo y trabajo.

c) Vigilar para que no les falte la asistencia religiosa después del desembarco y en los lugares a donde irán a establecerse.

d) Proveer a la brevedad una casa donde puedan ser alojados los emigrantes pobres, los niños y las niñas hasta que sean ubicados o entregados a sus parientes.

El artículo sexto y último establece que la Sociedad Italiana de San Rafael se mantenga en estrecha relación con la sociedad análoga constituida en Italia con el título de Sociedad Italiana de Patronato para los emigrantes italianos.

Así la obra comenzada en Italia se completa en el nuevo Continente y continúa acompañando al emigrante a los Estados Unidos, adonde solamente, entre las diversas regiones americanas hacia las cuales se dirige la emigración nacional, se ha podido hasta aquí organizar práctica y eficazmente su asistencia y la protección. [143]

 

 

"Asistencia desde el puerto de Génova hasta los puertos de América"

 

676.     Una de las grandes necesidades de nuestros emigrantes era la de procurarles asistencia en el puerto de embarque en Génova. Aquella pobre gente era tratada allí como mercancía despreciable y peor todavía. También allí hablé en público sobre la obra de San Rafael, me parece que en 1888, y ese venerable Arzobispo que era Mons. Magnasco, y el inspector del puerto, el Cav. Malnate me rogaron con lágrimas en los ojos que enviara a Génova algún misionero para que se ocupara de esos infelices, traicionados en forma inicua, y explotados en todas las maneras.

Apenas me fue posible satisfice ese santo deseo, que era también el mío, e instalé allá una casa. El bien que obran allí los misioneros es increíble. Ellos por esto, más que nada para hacer desaparecer tantos abusos y tantos engaños, debieron, es cierto, exponerse a la ira de los interesados y de los diarios masónicos; pero, con la gracia de Dios, triunfaron en todo. Ahora su obra es valorada universalmente, y el nombre del P. Maldotti, el primer misionero enviado a Génova, es bendecido por todos.

Apenas se conoció la institución de los Misioneros de San Carlos y la obra de San Rafael para nuestros connacionales emigrados, me escribieron desde diversos puntos de Italia, señalando la gran necesidad de proveer a la asistencia de los emigrantes durante la travesía del mar. Yo hice al respecto un llamado a varias sociedades de navegación pidiendo el viaje de ida y vuelta gratis para los sacerdotes que quisieran prestarse para una obra de tanta caridad; sin embargo una sola, la Veloce, respondió favorablemente a ese llamado. Eran por lo menos diez o doce los sacerdotes que partían por año desde el puerto de Génova y acompañaban a los pobres expatriados. Sobre el buque celebraban, predicaban, confesaban, asistían a enfermos que nunca faltaban. En una sola travesía murieron 18 personas. Afortunadamente había un sacerdote en la nave; pudo asistir a los moribundos y consolar con la palabra y con el ejemplo a los sobrevivientes. Así se continuó durante cuatro años, pero la Veloce decayó en su prosperidad, y también ella, desafortunadamente, debió restringir la concesión, limitándola solamente a los misioneros de Génova. ¡Si hubiesen medios, cuánto bien se podría hacer!

Una mención especial merece la Misión del Puerto. Los Misioneros encargados están reconocidos como representantes legales de la emigración italiana ante el Labor Bureau o Ministerio de los Trabajos Públicos. Residiendo ellos así en el Barge Office u oficina de inmigración establecida en el Puerto, prestan asistencia rápida a todos los emigrados italianos que desembarcan allí, especialmente a aquellos que les han sido recomendados o llegan previstos de credenciales especiales, entregados por los Comités de la Asociación de Patronato instituida en Italia. [144]



[1] La emigración italiana en América, Piacenza l887, págs. 3-6.

[2]1ra. conferencia sobre emigración (AGS 5/3), llevada a cabo en Roma el 8-2-1891

[3] Ibid.

[4] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs. 7-8.

[5] Ibid., págs. 8-l0.

[6] El proyecto de ley sobre la emigración italiana, Piacenza l888, págs. 8-11. El opúsculo tiene como subtítulo: "Observaciones y propuestas de Mons. Giovanni Battista Scalabrini obispo de Piacenza" y está dirigido "al honorable Pablo Cárcano, Diputado del Parlamento Nacional", antiguo compañero de escuela del Autor, que intenta en vano contrastar el lanzamiento de la ley de 1888, más favorable a los propietarios de tierras que a los emigrantes.

[7] Ibid., págs. 32-33.

[8] Italia en el Exterior, Turín 1899, págs. 10-11 (Conferencia llevada a cabo en Turín en setiembre de 1898). "Simún" es el viento violento y tórrido del desierto sahariano.

[9] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs. 29-31

[10] La emigración de los obreros italianos, Ferrara, 1899: es el título convencional de la Relación leída por Scalabrini en el Congreso Católico Nacional de Ferrara en abril de 1899 y publicada en Actos y documentos del XXV Congreso Católico Italiano, Venecia 1899

[11] Ibid.

[12] La emigración italiana en América, Piacenza l887, págs. 45-46

[13] La emigración de los obreros italianos, Ferrara 1899

[14] Primera conferencia sobre la emigración. AGS 5/3.

[15] Italia en el exterior, Turín, 1899, págs. 7-8.

[16] Discurso en el Catholic Club de New York, 15.10.1901 ("El Heraldo Italiano - The Italian Herald", New York, 24.10.1901, pág. 1).

[17] Ibid.

[18] Ibid.

[19] Discurso en Curitiba, Brasil, 28(?)-8-1904. (AGS 3018/3).

[20] La emigración italiana en América, Piacenza, l887 pág. 50.

[21] Ibid., pág. 53.

[22] La emigración de los obreros italianos, Ferrara 1899

[23] El diseño de ley sobre la emigración italiana, Piacenza 1888, págs. 47- 48.

[24] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs. 47-48.

[25] La emigración de los obreros italianos, Ferrara 1899

[26] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs. 21-22

[27] Carta al Card.Simeoni, 4.4.1889, (AGS 3/4)

[28] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs.28-29.

[29] Italia en el exterior, Turín 1899, pág. 23

[30] La emigración italiana en América, Piacenza l887, págs. 53-54

[31] El diseño de ley sobre la emigración italiana, Piacenza 1888, págs. 51-52.

[32] A los Misioneros para los italianos en las Américas, Piacenza l892, págs. 11-l2.

[33] Carta a Mons. J. Ireland, 12.3.1889 (AGS 3/1) (traducida del francés). Mons. Ireland, arzobispo de St. Paul, Minnesota, fue el principal interlocutor estadounidense de la S. Sede sobre los problemas de la emigración.

[34] Carta a Mons. M.A. Corrigan, 27-2-l888 (Archivos diocesanos de Nueva York). El Arzobispo de Nueva York fue el primero en solicitar el envío de misioneros scalabrinianos en América. P. Marcelino Moroni había sido enviado por Scalabrini a Nueva York para preparar la llegada de los primeros misioneros.

 

[35] Carta a P. J. Marchetti 26-l2-l884 (AGS 3023/2). "La Misión de Nueva Mantova etc." había sido abierta en l888 por los scalabrinianos en el Estado de Espíritu Santo. P. Pedro Colbachini había debido abandonar las "colonias" italianas de Curitiba en l894 por motivos políticos. Padre José Marchetti, cofundador de las Hermanas Scalabrinianas, fundó el Orfanato Cristóbal Colón de San Pablo.

[36] Carta al Card. G. Simeoni, 4-9-l889 (AGS 3/1).

[37] Memorial sobre la necesidad de proteger la nacionalidad de los emigrados - A León XIII - Borrador de l89l (AGS 30l4/l). En marzo de l89l Scalabrini fue encargado por León XIII de desarrollar un memorial "sobre la necesidad de proteger las varias nacionalidades" de los emigrados. El memorial fue escrito por el Marqués G. B. Volpelandi, inspirado, o quizás dictado, por Mons. Scalabrini.

[38] Ibid.

[39] Ibid.

[40] Ibid.

[41] Ibid.

[42] "El progreso Italo-Americano", 7.8.l901, pág. 1.

[43] Carta a los italianos de Boston, 28.10.1891, cit. por V. Gregori, "Veinticinco años de Misión entre los Inmigrantes Italianos de Boston", Mass., 1888-1913, Milán 1913, pág. 246

[44] Carta al Card. A. Agliardi, 1898 (AGS 3020/2).

[45] Carta a E. Schiaparelli, 30.1.1888 (AGS 2/1). El egiptólogo Ernesto Schiaparelli era secretario de la Asociación nacional para socorrer a los misioneros católicos italianos de Florencia, y fue el primer secretario de la Obra Bonomelli

[46] Carta al Cardenal G. Simeoni, 12.10.1890 (AGS 4/1). El Cardenal respondió afirmativamente.

[47] Carta al Card. M. Ledóchowski, l7.2.1902, (AGS 9/2). El Card. Miecislao Ledóchowski sucedió al Card. Juan Simeoni como prefecto de Propaganda Fide.

[48] Carta a Pío X, 22.7.1904, (AGS 3019/3).

[49] Carta a un comité italiano en Nueva York, l0.12.1890. (AGS. 3023/2). El Hospital Cristóbal Colón fue abierto por P. Félix Morelli y luego adquirido por S. Francisca J. Cabrini.

[50] Carta al Cardenal J. Simeoni, 16.2.1887 (AGS 1/1).

[51] Carta a Pío X, 22.7.1904 (AGS 3019/3).

[52] Carta al Card. R. Merry del Val, 05.05.1905 (AGS. 3020/1). El texto integral del memorial fue publicado por M. Francesconi, cs.: "Un Proyecto de Mons. Scalabrini para la asistencia religiosa a los emigrados de todas las nacionalidades", "Studi Emigrazione", Nros. 25-26, marzo-junio 1972, págs. 185-203.

[53] Carta al Card. Merry del Val, 17.05.1905 (AGS. 3020/1).

[54] Carta al Cardenal G. Simeoni, 11.01. 1887 (AGS. 1/1). El sacerdote ex-discípulo de Scalabrini era el P.Francisco Zaboglio, primer vicario general de los misioneros scalabrinianos.

[55] Carta al Card. G. Simeoni, 16.02.1887 (AGS.1/1).

[56] Carta a León XIII, 13.06.1887 (AGS 1/1). Scalabrini presenta al Papa su primer opúsculo sobre la emigración: "La emigración italiana en América", impreso en Piacenza en junio de l887.

[57] Carta al Card. G. Simeoni, 21.09.1887 (AGS.1/3). Mons. Domingo Jacobini, luego cardenal, era Secretario de Propaganda Fide.

[58] Informe sobre la Obra de los Misioneros de San Carlos para los emigrantes italianos, 10.08.1900 (AGS 7/5).

[59] Reglamento de la Congregación de los Misioneros para los emigrantes, 1888 (AGS 127/2).

[60] Carta al Card. G. Simeoni, 16.12.1887 (AGS 1/5). La primera sede provisoria de los scalabrinianos fue un local del edificio parroquial anexo a la Basílica de S. Antonino. Los "tres ya admitidos" que hicieron la "primera profesión" el 28 de noviembre de 1887 fueron P. José Molinari, P. Domingo Mantese y el can. Domingo Costa preboste de San Antonino, primer superior.

[61] "De la asistencia a la emigración nacional y de los Institutos que se ocupan de ella", Piacenza 1891, págs. 4-10. Las "hermanas salesianas del Sagrado Corazón" eran las fundadas por la Madre Cabrini

[62] Informe de la obra de los Misioneros de San Carlos para los emigrantes italianos, 10.08.1900 (AGS 7/5). La Iglesia de la "Ascensión": más precisamente: "de la Resurrección", fue la primera capilla de los scalabrinianos en New York.

[63] Ibid.

[64] Carta al Padre P. Colbachini, 15.02.1899 (AGS 3023/22). La historia de la fundación de las Hermanas Misioneras de San Carlos Borromeo (Scalabrinianas), aparece complicada, porque la documentación presenta vacíos. Aquí y en otras partes Scalabrini habla de "algunas circunstancias providenciales" que lo llevaron a la fundación de las Religiosas. Una le fue ofrecida por las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús, próximas a la quiebra, y a las que pocos días antes de escribirle a Colbachini el obispo propuso de "salvarlas" con tal que se dedicaran a los emigrados. Sin embargo, la "circunstancia" más importante y determinante fue la iniciativa de P. José Marchetti, que presentó a Mons. Scalabrini a su hermana, Madre Asunta Marchetti, a la mamá Carolina y a otras dos jóvenes. Las cuatro, destinadas al Orfanato Cristóbal Colón de San Pablo en Brasil, emitieron los primeros votos privados en las manos de Mons. Scalabrini, que las "envió" a Brasil, les entregó el velo y les dio las indicaciones para las primeras Constituciones el 25 de octubre de 1895. Esta es la fecha de la "fundación moral" de las Religiosas Scalabrinianas. La "fundación jurídica" fue realizada por el Obispo de Piacenza el 10 de junio de 1900 con el título de Apóstoles Misioneras del S. Corazón: el nuevo instituto comprendía tanto las Religiosas recogidas por P. Marchetti, como las Apóstoles fundadas por la Madre Clelia Merloni. Sin embargo, la fusión de los dos grupos no resultó, y los dos institutos se separaron en 1907 (cfr. Biografía, págs. 1067-1107). Téngase en cuenta, en las siguientes citas, que por "Apóstoles del Sagrado Corazón" Scalabrini entiende la Congregación compuesta por los dos grupos.

[65] "Italia en el exterior", Torino, 1899, pág. 22. La fundación del Orfanato Cristóbal Colón fue el origen de la fundación de las Hermanas Scalabrinianas.

[66] E. Martini, Memorias sobre la fundación de la Congregación de las Hermanas Misioneras de San Carlos (AGS 103/8). Estas palabras fueron dirigidas a las primeras cuatro Hermanas Scalabrinianas el 25 de octubre de 1895.

[67] Carta al P. F. Consoni, 12.03.1897 (AGS 103/2). P. Faustino Consoni sucedió a P. José Marchetti en la dirección del Orfanato Cristóbal Colón.

[68] Carta a M. C. Merloni, 22.02.1899. (Archivo General de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús en Roma).

[69] Carta al P. F. Consoni, 08.08.1900 (AGS 103/2).

[70] Relación de la Obra de los Misioneros de San Carlos para los emigrados italianos, 10.08.1900 (AGS 7/5). Las "hermanas misioneras de Codogno" son las Misioneras del Sagrado Corazón fundadas por Santa Francisca X. Cabrini.

[71] Carta a C. Mangot, 14.07.1904 (AGS 3022/22). El "Obispo" de San Pablo era Mons. José de Camargo Barros. Sor Marcelina Viganó fue la segunda Superiora General de las Apóstoles del Sagrado Corazón de Jesús. Sor Cándida Quadrani, Hija de S. Ana, era la directora del Instituto de Sordomudas fundado por Mons. Scalabrini.

[72] Carta a P. F. Zaboglio, 09.11.1888 (Archivo del Seminario de Como).

[73] Carta al P. F. Zaboglio, 20.01.1891 (ibid.). P. Félix Morelli había comprado un terreno en Long Island, N.Y., en vista a la fundación de un seminario scalabriniano, pero debió venderlo para pagar las deudas de la Parroquia de San Joaquín.

[74] Carta a P. F. Zaboglio, 04.04.1892 (ibid.).

[75] Carta a León XIII, julio de 1892 (AGS 6/3). La carta, redactada por Scalabrini, fue suscripta por 6 cardenales, 7 arzobispos y 37 obispos.

[76] Ibid. El primer "Cardenal Protector" de los misioneros scalabrinianos fue Agustín Bausa, Arzobispo de Florencia.

[77] Circular a los obispos de Italia, 14.1.1893 (AGS.7/1)

[78] Carta al arzobispo de Monreale, 17.10.1888 (AGS 3024/4).

[79] Circular a los Obispos de Italia, 22.2.1904 (AGS 9/4).

[80] Carta al Cardenal G. Simeoni, 7.12.1888 (AGS 2/1/)

[81] A los Misioneros para los Italianos en las Américas, Piacenza 1892, págs. 7-8. La "carta abierta" está fechada el 15.3.1892.

[82] Carta a Mons. W. H. Elder, 21.6.1893 (trad. del latín) (Archivo diocesano de Cincinnati, Ohio)

[83] Carta a Mons. M. A. Corrigan 9.9.1893 (Archivos diocesanos de New York). P. Félix Morelli fue el primer superior provincial de los scalabrinianos en los Estados Unidos. Su sucesor fue el P. Domingo Vicentini.

[84] Carta a Mons. M. A. Corrigan, 10.8.1891 (Archivos diocesanos de New York). Sobre el "Memorial de Lucerna", que pedía representantes de la emigración en el episcopado americano, y sobre el "cahenslysmo", cfr. Biografía, págs. 969-974.

[85] Instrucciones a P. F. Zabogio, (4.6.1888 AGS 3023/1).

[86] Carta a Mons. Thiel obispo de Costa Rica, 20.3.1889 (3021/9) (traducido del francés).

[87] Discurso a los misioneros próximos a partir, 12.07.1888 (AGS 3018/2).

[88] Id., 24.01.1889. El Arzobispo de St. Paul, Minn., era Mons. J. Ireland.

[89] Id., 10.12.1890

[90] Ibid., 09.09.1891.

[91] Carta a Pío X, agosto 1904 (AGS 3019/3). "El Presidente del Estado": de Paraná, en Brasil

[92] Carta a P. M. Simoni, 31.03.1905 (AGS 3023/2). P. Marcos Simoni y otros scalabrinianos tuvieron a sus cuidados la parroquia de Tibagi, PR., en la que vivían algunas tribus de indios, desde 1904 hasta 1911.

[93] Carta al Card. G. Simeoni, 04.10.1890 (AGS 4/1) (cfr. Biografía, págs. 1032-1033).

[94] Carta a P. M. Rinaldi, 21.04.1900 (AGS 3023/2). P. Máximo Rinaldi, misionero en Brasil desde 1900 hasta 1910, fue después procurador general de los scalabrinianos hasta 1924 y luego obispo de Rieti. Murió en concepto de santidad en 1941. Ha sido introducida su causa de beatificación.

[95] Id., 29.08.1900. Rinaldi era secretario de su tío, obispo de Montefiascone

[96] Carta a P .D. Vicentini, 09.09.1893 (AGS 3023/2). Mons. Francisco Satolli, después cardenal, fue el primer Delegado Apostólico en los Estados Unidos.

[97] Carta a Mons. F. Satolli, 14.09.1893 (ASV. Deleg. Apost. Usa, 1, Varios, Documentos, 2-159-4-1).

[98] Reglamento de la Congregación de los Misioneros para los emigrados, 1888 (AGS 127/2).

[99] Carta al Cardenal M. Ledóchowski, 26.09.1894 (AGS 7/2).

[100] Carta a P. D. Vicentini, setiembre 1894 (AGS 3023/2).

[101] Hojas del diario autógrafo (AGS 3027/2).

[102] Apuntes para la primera profesión de los votos perpetuos, 8.12.1894 (AGS 7/2).

[103] Apuntes del discurso para la profesión de los Padres Sovilla y Bertorelli, 08-12-1891 (AGS 3018/2).

[104] Regla de la Congregación de los Misioneros de San Carlos para los italianos, Piacenza 1895, págs.73-74.

[105] A los Misioneros para los italianos en las Américas, Piacenza 1892, págs. 3-4

[106] Ibid., págs. 4-5.

[107] Ibid., págs. 5-6.

[108] Ibid., págs. 6-7.

[109] Ibid., pags. 13-14.

[110] Carta a P. O. Alussi, 26.08.1893 (AGS 3023/2).

[111] Carta a P. C. Pedrazzani, 16.05.1905 (AGS 357/2).

[112] Carta a P. F. Zaboglio, 31.08.1895 (Archivo del Seminario de Como)

[113] Id., 21.09.1895.

[114] Id., 23.09.1895.

[115] Id., 11.12.1896.

[116] Carta a Gerardo Pío de Saboya, 26.12.1894 (AGS 7/2). El conde Gerardo Pío de Saboya fue Cónsul general de Italia en Río de Janeiro y en San Pablo.

[117] Carta a P. F. Zaboglio, 17,10.1888 (Archivo del Seminario de Como).

[118] Carta a un misionero, sin fecha (AGS 3023/2).

[119] Carta al Can. Valdameri, julio de 1891 (AGS 3022/32).

[120] Carta al P. D. Vicentini, 05.03.1892 (AGS 3023/2). La "nueva casa con Iglesia" es el Instituto Cristóbal Colón con anexa la Iglesia de San Carlos, casa madre de los scalabrinianos, adquirida en 1892.

[121] Carta al P. P. Novati, 02.04.1905 (AGS 3023/2). P. Pablo Novati fue superior provincial en los Estados Unidos desde 1901 hasta 1905.

[122] A los Misioneros para los Italianos en las Américas, Piacenza 1892, págs. 9-10.

[123] Circular a los superiores locales, 15.02.1893 (AGS 7/1).

[124] Carta al P. F. Zaboglio, 29.11.1895 (Archivo del Seminario de Como).

[125] El proyecto de ley sobre la emigración italiana, Piacenza 1888, págs. 6-7.

[126] "Italia en el exterior", Turín 1899, págs. 8-9.

[127] Ibid., págs. 9-10.

[128] El Proyecto de ley sobre la emigración italiana, Piacenza 1888, págs. 34-37.

[129] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs. 24-28.

[130] El proyecto de ley sobre la emigración italiana, Piacenza 1888, págs. 29-30.

[131] Italia en el exterior, Turín 1899, pág. 15. Los dos proyectos de ley fueron aprobados por el parlamento en 1901.

[132] La emigración de los obreros italianos, Ferrara 1899.

[133] Apuntes para una conferencia sobre la emigración (AGS 3014/6).

[134] Carta a G. Bonomelli, 02.03.1900 (Correspondencia S.B., pág. 357). La presidencia de la obra de asistencia a los italianos emigrados en Europa fundada por Bonomelli en 1900, fue confiada a los laicos.

[135] Id., 24.04.1900 (Ibid., pág. 359). "Los Obispos con sombrero de copa " eran los laicos "intransigentes", dirigentes de la Obra de los Congresos, a los que los obispos de Piacenza y de Cremona reprochaban la tendencia de querer pasar por encima a los obispos.

[136] Carta a Mons. D. Jacobini, 02.07.1887 (AGS 1/1).

[137] La emigración italiana en América, Piacenza 1887, págs. 41-44.

[138] Primera conferencia sobre la emigración (AGS 5/3).

[139] De la asistencia a la emigración italiana y de los Institutos que proveen de ella, Piacenza 1891, págs. 13-16. La Rafaelsverein fue fundada por Peter Paul Cahensly

[140] Ibid., págs. 18-20.

[141] Ibid., págs. 20-21.

[142] Ibid., págs. 22-23.

[143] Ibid., págs. 16-17.

[144] Informe sobre la Obra de los Misioneros de San Carlos para los emigrados italianos, 10.8.1900 (AGS 7/5). La Misión del Puerto, de la que se habla en los últimos renglones, era la de New York. Sobre esta y sobre la misión en el puerto de Génova cfr. Biografía, págs. 1133-1147.