Parte
III
HOMBRE DE
d)
Educacion cristiana e instruccion religiosa
f)
El domingo, dia de la palabra y del pan
a)
La primacia de la catequesis
c)
Las escuelas y los maestros de la doctrina cristiana
Scalabrini
declara explícitamente que sus iniciativas apostólicas más características
(catequesis, visitas pastorales, emigrados, sordomudos) no son más que el
cumplimiento del mandato misionero de Cristo: "Vayan y enseñen". Es
el hombre del kerigma, del anuncio misionero, del Evangelio.
En la
diócesis de Piacenza adopta un nuevo estilo pastoral marcado por la intensa
predicación de
Cinco
visitas pastorales efectuadas personalmente en más de 300 parroquias, tres
sínodos diocesanos, sesenta cartas pastorales son una prueba concreta de su
aspiración a hacerse todo para todos para ganar a todos para Cristo.
Convencido
que la instrucción religiosa es el gran medio de la educación cristiana, vuelve
a dar a la catequesis la primacía en la evangelización y recristianización de una
sociedad en rápida descristianización por el anticlericalismo, el racionalismo
y el materialismo. Se hace, por lo tanto, pionero del nuevo movimiento
catequístico, llamando al ministerio de la catequesis a millares de laicos, con
el objetivo de hacer de los padres los primeros catequistas de los hijos, en el
seno de la familia, "iglesia doméstica" en la cual se reza y se lee
el Evangelio.
El
"¡ay de mí si no evangelizo!" encuentra expresiones realistas en la
instrucción de los sordomudos, en el ideal evangélico, no limitado para los
discapacitados físicos, de volver a dar el oído a los sordos y la palabra a los
mudos, y en la recuperación de la sacralidad de la festividad, día de la
celebración gozosa y comunitaria del banquete de
"Ante
todo el bien de las almas" es el objetivo de la acción y de la actividad
sacerdotal y episcopal: a la salvación de los hombres están subordinadas
elecciones y comportamientos. El apóstol no puede permanecer cerrado en el
templo: como el Buen Pastor sale de la carpa, sale de la sacristía, va en busca
de las ovejas dispersas en los llanos y sobre los montes, para "predicar a
todos a Jesucristo y a éste crucificado", dispuesto a dar la vida, pródigo
de todas las fuerzas físicas y morales.
Fides ex auditu, auditus autem per Verbum Christi. Cristo es el Verbo; "la palabra de
Cristo no es menos que su cuerpo". "
La
instrucción sin la educación es estéril. Papa, obispos, sacerdotes y padres de
familia tienen el derecho y el deber inalienable de educar. La familia, segunda
alma de la humanidad, es el lugar de la primera educación cristiana. El día
festivo es el tiempo de la instrucción y de la educación en la fe: el momento
en el cual todas las familias llegan a ser una sola familia y anticipan
“A los que me diste los he custodiado”
302.
Recen también para mí en este día, vigésimo aniversario de mi
consagración como Obispo de sus almas, siento más que nunca la carga de la
responsabilidad que tengo por ustedes ante Dios. Recen, oh mis buenos y
queridísimos hijos, para que El me conceda la gracia de amarlos siempre como
los amo, y que, llegado al final de mi vida, al entregarlos a El, yo pueda
decirle con serena confianza: ¡Padre, aquellos que me diste los he custodiado,
y ninguno de ellos se ha perdido! [1]
“Ganar a todos para Cristo, he aquí la constante, la suprema
aspiración de mi alma”
303.
Han transcurrido ya seis lustros, desde que esta elegida porción
del rebaño de Cristo ha sido confiada a mis cuidados y por ella deberé un día,
que no puede estar muy lejano, rendirle estrictas cuentas a El. ¿Podré yo
decirle con frente serena: Señor, los que me diste los he custodiado y ninguno
de ellos se ha perdido por mi culpa?
Pensamiento
terrible que está continuamente en mi mente, y que me obliga, me incita a
reparar con una visita general, diligentísima, las faltas y los defectos de mi
no breve gobierno episcopal.
Les
anuncio, por lo tanto, hermanos e hijos míos, que he decidido emprender
personalmente la sexta Visita Pastoral en todas y cada una de las parroquias de
Si me
fijarse en mi edad, debería ciertamente turbarme; pero es tan vivo en mí el
deseo de volverlos a ver una vez más y de dirigirles todavía una vez más mi
palabra de pastor y de padre, que toda dificultad me parece insignificante y
todo esfuerzo me parece liviano.
Por
otra parte no confío en mí, consciente de mis limitaciones, sino en la ayuda
del Supremo Pastor, Jesucristo; de El que iba a las ciudades y a los poblados,
evangelizando y sanando toda enfermedad entre el pueblo, y que, luego de haber
mojado con sus sudores la tierra, dio por sus amadas ovejas la sangre y la
vida.
En el
nombre de Dios, por lo tanto, vendré a ustedes, queridísimos; y vendré para
anunciarles Su voluntad, para recordarles las verdades eternas, para
prevenirlos del veneno del error, para corregir abusos, si los hubiese, para
reconducir al redil a la ovejita perdida, para invocar sobre la cabeza de sus
hijos las bendiciones del cielo, para rezar con ustedes por el eterno descanso
de sus queridos difuntos, para llevar a todos los consuelos del espíritu y
animarlos al bien.
Seré
feliz, si al terminar la visita pudiere, en verdad, repetir con el Apóstol:
"Me hice todo a todos para ganar a todos a Cristo".
Ganar
a todos a Cristo, he aquí la constante, la suprema aspiración de mi alma. [2]
“Por sobre todo, el bien de las almas”
304.
Hizo, sin embargo, muy bien en decir con claridad las cosas, tal
como son, y no me ofende por nada que haya enviado alguna de mis cartas allá,
donde creyó oportuno enviarlas, ya que Usted sabe que yo no tengo ningún
secreto con mis superiores. Solamente mi amor propio se resiente un poquito,
tratándose de cartas confidenciales a un amigo del corazón como es Usted, y por
eso escritas un poco a la buena de Dios.
Por
lo demás, la verdad, la justicia, el bien de las almas por sobre todo, he aquí
mi ambición y la suya.
No
nos desanimemos, querido amigo, calma, fortaleza y oración; fija la mirada en
Jesucristo y confiados solamente en El. [3]
305.
Le he escrito varias veces y siempre fuerte y alto, quizás
demasiado alto, a quien, lo sabemos. Hasta le he dicho que pronto deberá
presentarse ante Dios, al que deberá darle cuentas del ejército de almas, que
se va perdiendo y de los dolores inefables causados a los Obispos, que ya no
tienen más libertad ni de palabra ni de acción, porque están abrumados por la
intromisión de los laicos envalentonados y premiados por quien debería
frenarlos; y por el mismo partido farisaico, tolerado, y más, favorecido, por
el hecho que se va descomponiendo el orden jerárquico instituido por Jesucristo
etc. etc. (...). Yo sigo mi camino profundamente persuadido que los obispos
fieles y obsequiosos no son ya aquellos que, por respeto mal entendido,
fomentan ciertos engaños y quizás los aprovechan, sino aquellos, y son pocos,
¡pobres zonzos!, que sacrifican su paz, su porvenir y todo, para que el Santo
Padre se dé cuenta del engaño y
306.
Desafortunadamente las cosas van mal, y muy mal. ¡Todos lo ven, y
nadie piensa en el remedio! ¡No hay que esperar nada más que en Dios! Ahora que
ni siquiera las trompetas más sonoras bastan para despertar del sueño a los que
duermen, y derrumbar las últimas ilusiones, dejemos que actúe un poco él.
Nosotros sigamos adelante tranquilos y pensemos en salvar el mayor número de
almas que podamos. No puede faltarnos el amor de los buenos y la recompensa de
Dios.[5]
307.
Para mí... non est salus nisi a Domino. ¿Hacernos frailes,
hacernos Savonarola? La primera sería cosa buena para quien tiene verdadera
vocación; gloriosa, la segunda para quien se anima a tanto; pero lo mejor será,
quizás, no hacer nada; preocuparnos con el mayor empeño posible por promover la
gloria de Dios y el bien de las almas, seguros que si scimus tacere et pati
videbimus auxilium Domini.
Mientras
tanto, trabajemos, recemos y esperemos tiempos mejores. [6]
“¡Señor, ten piedad del Pastor, piedad del rebaño!”
308.
Hijos míos queridísimos, escuchen la voz de quien no busca, no desea,
no quiere más que el bien de ustedes. Muchas veces les dije, y me resulta dulce
repetirlo, que la fe, la piedad, el devoto y sincero apego a
¡Oh
Señor, escucha el gemido de mi alma profundamente amargada! ¿Por qué me conservaste
tú en este tiempo de aberración y de delito? ¿Cuándo terminarán estos días de
turbaciones y de profanaciones sacrílegas? ¡Oh Señor, ten piedad del Pastor,
piedad del rebaño! No faltan sin embargo, en medio de los dolores, los
consuelos. Es consuelo, oh mis queridos, el pensamiento de que allá arriba hay
quien tiene en cuenta todo lo que padecemos, y que antes que nosotros fue
padecido por nuestro divino Jefe y Maestro. Es consuelo, o mejor dicho, es
bálsamo suavísimo, la conciencia de sufrir por la justicia, y de sufrir sin
odio, al contrario, con amor por quien nos persigue, para que se convierta y
viva. [7]
“Esos pastores son necesarios en nuestros días”
309.
El párroco, como bien saben, es el deudor de todos, siempre listo
a ayudar a todos. Pero se deben evitar dos excesos opuestos. Hablemos
prácticamente, como conviene a un padre. Algunos se dedican tan intensamente a
la salvación de los demás, que pierden poco a poco el espíritu y terminan por
perderse a sí mismos sin ganar a los demás. Recuerden que podrán beneficiar a
los demás sólo en la medida en que se beneficien a sí mismos. Por lo tanto,
ante todo, cultiven la piedad, porque "pietas ad omnia utilis est"
pero especialmente para las obras del ministerio. Mediten las palabras de Cristo
Señor: "Sicut palmes non potest ferre fructum a semetipso nisi manserit in
vite, sic nec vos nisi in me manseritis" [“Así como el sarmiento no puede
dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes si no permanecen en mí”]
(Jn. 15, 12). Por lo tanto, no se descuiden nunca a sí mismos, sino que sean
solícitos de la propia santificación (...).
Otros,
en cambio, se establecen en su casa parroquial, como los comerciantes en sus
negocios. Si son requeridos están de inmediato a disposición; tampoco descuidan
la instrucción de los fieles presentes; pero por el resto no están movidos por
ningún celo. No piensan en las necesidades ni en los peligros de sus ovejas:
descuidan por prudencia inoportuna, pusilanimidad o indolencia los medios
necesarios. Estos hombres se pueden parangonar con las banderas izadas bien a
la vista sobre los torreones, que no ondean ni se encrespan por el soplar de
los vientos. De ello habla el Profeta: "Nihil patiebantur super
contritione Israel" [“No se afligen por la ruina de Israel”] (Am. 6, 6).
No tiene que ser así la vida de un pastor. Recuerden bien lo que mandó el padre
de familia a su siervo "Exi in viam et saepes et compelle intrare"
[Ve a los caminos y a lo largo de los cercos, e insiste a la gente para que
entre] (Lc. 14, 21-24).
Esos pastores,
llenos de celo, son absolutamente necesarios en nuestros días. [8]
“Salgan de la sacristía, pero salgan para santificar”
310.
Ustedes primeramente, Venerables hermanos y cooperadores míos
queridísimos, fortalézcanse cada día más en el espíritu de su vocación.
Continúen animosos en sus tareas parroquiales, que no deben ser premiadas por
el mundo, sino por Aquel que los ha llamado al inestimable honor de revestirse
de su divina Persona en la obra de salvar a las almas. Redoblen la actividad y
la vigilancia, hablen claro y hablen alto, a fin de prevenir a al rebaños de
ustedes de las artes de los seductores. Especialmente en este tiempo promuevan
con todo celo en el pueblo la instrucción y la piedad. Salgan, como hoy suele
decirse, de la sacristía, pero con el corazón y la mente llenos del Espíritu
Santo; salgan para santificar. Los sacrificios del santo ministerio de ustedes
son grandes, grandísimos hoy ya que el mismo ministerio está tan obstaculizado
por toda clase de impedimentos, pero los sacrificios, hasta el más leve, están
todos contados allá arriba. ¡Por lo tanto, paciencia y coraje! [9]
“¡Salgamos de nuestras carpas!”
311.
Hoy, como expresa un insigne literato moderno, no se admite más
que nos quedemos perezosos en nuestras casas suspirando o llorando, cuando el
fuego de la incredulidad y de la inmoralidad se dilata y amenaza con destruir
(como el fuego humano puede hacer) el arca de la fe en nuestras comarcas.
Salgamos, por lo tanto, de nuestras carpas; y ante todo recordemos que no
tenemos otras armas que la fe y la caridad. Con estas armas entremos, según las
leyes civiles y la conciencia de católicos nos permitan, en la vida pública,
sin mirar las facciones políticas; dispuestos a morir antes que hacer jamás
pactos con lo que es falso e injusto. Entremos en la vida pública, no como
enemigos del poder constituido, sino como incansables adversarios del mal,
dondequiera él esté; entremos como hombres de orden que sepan, siguiendo el
ejemplo de Cristo y de su Iglesia, tolerar también el mal; pero aprobarlo o
hacerlo nunca. [10]
“La visita Pastoral y la celebración del Sínodo”
312.
Ustedes son nuestro gozo y nuestra corona; ni peligro de
catástrofe, ni violencia de circunstancias inesperadas, ni tribulaciones de
ninguna especie, podrán jamás separarnos de ustedes; y con Jesucristo, Pastor
eterno de nuestras almas, podamos nosotros decir con verdad cuando sea el
tiempo: Padre, a los que me diste los he custodiado y ninguno de ellos se ha
perdido (...).
La
maldad de los tiempos, el desorden de las pasiones, la audacia de los partidos
(¿ de qué nos sirve hacernos ilusiones?), produjeron en otras partes gravísimos
males y no dejaron intacta a nuestra Diócesis (...).
Un
cierto espíritu de egoísmo y de interés se esfuerza por invadir también las
clases menos pudientes y empujarlas a ganancias ilícitas. ¿Qué más? La
generación que está creciendo está deslumbrada por mentiras ridículas y se
estudia todo camino para arrancarla, si fuese posible, de todo yugo, menos el
de las pasiones. ¡Ah, nosotros atravesamos un período de historia, que podría
resultar fatal para la salvación de muchos! y nos preocupa en lo más vivo del
alma que todos nuestros buenos hijos puedan librarse de todo lazo en este siglo
tenebroso, puedan mantenerse constantemente en el camino de la verdad y de la
justicia. Ello sucederá sin duda, oh muy queridos, si la fe no cesa de reinar
en sus corazones; si en cada ocasión se mantienen dóciles a los cuidados
maternos y a las prescripciones de
A
ustedes, hermanos, pupilas de nuestros ojos y apoyo en nuestra debilidad, no
les haremos más recomendación que ésta: lean y mediten asiduamente, sin
cansarse nunca, todo lo que, con el común acuerdo de ustedes, hemos prescripto
en el Sínodo, que hace poco vio la luz, siendo nuestra intención que entre en
pleno vigor para toda
Cuanto
más uniformen su conducta a este código, tanto más se santificarán ustedes y
santificarán a los demás, y atraerán sobre los demás las bendiciones de Dios
(...). La sagrada Visita Pastoral y la celebración del Sínodo, he aquí por lo
tanto, Venerables Hermanos y Queridísimos Hijos, dos gravísimas e
importantísimas obligaciones de nuestro Ministerio Pastoral, con la ayuda de
Dios, felizmente cumplidos. [11]
“Sin perdernos en el pasado, más bien preparando el porvenir”
313.
Mil gracias por la atenta y edificante carta. Me parece que el
Espíritu Santo le ha concedido el sensum Christi para conocer tan pronto y tan
bien el estado de su Diócesis.
El
clero que vive aislado en la montaña, en general, es bueno, sin pretensiones,
devoto al Obispo. Más que correcciones y actos autoritarios, necesita que se lo
estimule amorosamente a practicar el bien según los tiempos. No tendrá aflicciones
de su Clero, hablo, lo repito, en general. Sí, venerable cohermano, es
necesario, sin perdernos en el pasado, más bien preparando el porvenir, volver
a despertar en la generación que está creciendo el espíritu cristiano, medio
arruinado en gran parte por los adultos. Cosa no demasiado difícil, si Dios le
concede la gracia de hacer lo que medita.
Por
medio de los jóvenes reunidos en los oratorios, podrá hacer penetrar la onda
religiosa de espíritu cristiano en las familias. Estas son siempre muy sensibles
al bien que se hace a sus hijos. Curar a los niños y a los enfermos, he aquí
los dos medios para ganar todo para Dios. Es lo que repito a los párrocos de mi
Diócesis. [12]
“Instaurare omnia in Christo”
314.
Es absolutamente necesario poner a Dios a la cabeza de la
sociedad; conducir a los hombres a Jesucristo, camino, verdad y vida; llamarlos
a
“Estaría dispuesto también al sacrificio de la vida”
315.
No continúen abusando de la bondad, paciencia e indulgencia
divina, y no se sigan ilusionando aún más. Despiértense de su sueño de muerte,
vuelvan a entrar en sí mismos, vuelvan a la conciencia, reconcíliense con Dios.
Esta es la oración de su pastor y padre que sinceramente los ama. Tengan, oh
mis queridos, piedad de ustedes mismos. Teman, ¡oh! sí, teman que llegue el
día, en el que para extremo infortunio de ustedes, busquen tiempo para la
penitencia sin poder hallarlo. Si hoy escuchan la voz del Señor, actúen y
actúen pronto. ¿Les asusta quizás el número y la gravedad de las culpas? ¿o
temen que Dios, tan ofendido por ustedes, no esté dispuesto a recibirlos
amorosamente? ¡Ah! Pero si yo, mísera criatura, desprovisto, como soy, de toda
virtud, ahora me desvivo por el bien de ustedes, que hasta me parece estaría
dispuesto al sacrificio de la vida, con tal de verlos regresar a la casa de su
Padre celestial, ¿cómo no deseará El estrecharlos en su seno, El que es el Dios
bueno, clemente y misericordioso, El que declara no querer la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva? ¡Animo por lo tanto! Venzan todo temor,
oh queridos, y estén seguros de la ayuda divina.
Hechos
de nuevo amigos de Dios, herederos del paraíso, gustarán en esta vida la paz de
los justos y en la otra la alegría de los elegidos. [14]
b)
“Vendremos a predicarles con toda simplicidad a Jesucristo, a
Jesucristo crucificado”
316.
No esperen de nosotros sublimidad de lenguaje, artificios de
sabiduría humana; vendremos a predicarles con toda simplicidad a Jesucristo, a
Jesucristo crucificado; a Jesucristo que es el Camino,
Nosotros,
por lo tanto, nos preocuparemos, como es nuestro deber, de despertar en todos
ustedes la fe; esa fe viva y operante por la cual los santos vencieron al mundo
y subieron al reino, esa fe que aniquila las fascinaciones de la carne y de la
sangre, que disipa con su luz las tinieblas de la razón humana, que hace ver
las cosas no como aparecen, sino como son en la realidad; esa fe que nos sirve
de escudo y coraza para resistir y para combatir como valientes contra los
principios de las tinieblas y contra las iniquidades; en fin, esa fe que, como
alimento cotidiano, corrobora en la gracia todas las potencias del alma y
forma, según el decir de San Pablo, la vida del justo: justus ex fide vivit. [15]
“En el nombre de Dios vendremos a ustedes”
317.
Alentamos, por lo tanto, la firme confianza en que el rocío del
Cielo caerá abundante para fecundar los humildes esfuerzos nuestros y de
ustedes, oh Venerables Hermanos; de manera que en la ilustre Iglesia de
Piacenza se vean en breve florecer con renovada belleza la pureza de las
costumbres, la modestia, la religión, la paz y ustedes especialmente puedan
esparcir a su alrededor el buen olor de Cristo. Sí, una firmísima esperanza nos
sostiene y nos promete, de la visita pastoral que estamos por comenzar, el
despertar del sentimiento católico, la observancia de los días festivos, el
respeto debido a los sagrados templos, la participación en las solemnidades de
En
nombre de Dios, sin confiar nada en nuestras débiles fuerzas, sino esperándolo
todo de la gracia de su Santo Espíritu, nosotros iremos, oh Hijos muy deseados,
esperando todo bien para vuestra salud de parte de Nuestro Señor Jesucristo,
que es el apoyo de los Obispos de su Iglesia; es la antorcha que los ilumina;
es el fuego que les da calor, que les comunica la palabra de vida, que los
anima a anunciarla a los pueblos, sin vacilación, sin temores, con toda
franqueza.
Felices
nosotros, si se nos concede de consumar de ese modo nuestra carrera y de poder
dar así testimonio del Evangelio de la gracia (Hch. 20, 24) santificándolos a
todos y viviendo mientras tanto en continua y temerosa espera del tremendo
Juicio de Dios. [16]
“El más dulce de los consuelos”
318.
A fin de disponer convenientemente a los fieles para esta sagrada
visita, ordeno que la misma sea precedida en cada parroquia por un curso de
ejercicios espirituales o por lo menos por un triduo de predicación
extraordinaria.
Nada
escatimen, mis venerables cooperadores, para que yendo yo pueda dispensar a
todos mis hijos el pan de los ángeles, a todos, desde los niños de la primera
Comunión hasta aquellos que están en el umbral de la eternidad, a todos, sin
excepción.
Será
ésta, hermanos e hijos míos, la más querida, el más dulce de los consuelos que
ustedes podrán procurar a su Obispo en medio de los incesantes cuidados y
graves preocupaciones de su ministerio pastoral.
Encomendándome
nuevamente a sus oraciones y apresurando con los votos más fervientes el
momento de abrazarlos a todos en Jesucristo, les imparto con la efusión del
afecto más tierno la pastoral bendición. [17]
“Estoy aquí para hacerme todo para todos”
319.
Vayan, dijo Jesucristo a sus Apóstoles, prediquen a todas las
gentes, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he prescripto:
docentes eos servare omnia quaecumque mandavi vobis. Y los Apóstoles,
obedientes a esa voz, fueron de ciudad en ciudad, de aldea en aldea, de pueblo
en pueblo, en todas partes donde hallasen seguidores del Crucificado, para
llevarles a todos la luz de la verdad y la vida de la gracia.
Sucesor,
si bien indigno de los Apóstoles, aquí me tienen otra vez entre ustedes, hijos
muy queridos y deseados. ¡Oh, con qué agrado los vuelvo a ver después de tantos
años! Recuerdo todavía con vivo placer las pruebas que me dieron de su bondad
la primera vez que puse los pies en esta insigne aldea y han querido renovar
esas pruebas saludando mi llegada entre ustedes con signos de intensa alegría.
Les agradezco, queridos hijos, y les agradezco en nombre de Jesucristo del cual
yo no soy más que el humilde representante. No contemplen en él al hombre, que
está demasiado débil y enfermo, sino perciban sí a quien él representa y en
cuyo nombre él habla, en cuyo nombre él opera, y cuyas gracias él está
dispuesto a dispensarles sacándolas de los tesoros de
Yo he
venido aquí para traerles la paz, para bendecir vuestras (sus)familias,
vuestros comercios, vuestros campos, la tumba de vuestros muertos. Estoy aquí
para hacerme todo para todos: para hablar a los adultos con el corazón lleno de
paternal afecto; para invocar el Espíritu Santo sobre la cabeza de los niños en
“Las almas de ustedes me son tan queridas para mí como mi propia
alma”
320.
Con la conciencia tranquilizada, con la recuperada paz del
corazón, fortalecidos en
Ustedes
padres, llevarán luego a la iglesia a sus hijos, para que yo signe sus tiernas
frentes con el sagrado Crisma y haga descender sobre ellos el Espíritu Santo
para que los colme con sus múltiples dones, con el fin de que no sean
contaminados y arruinados por la corrupción.
Interrogados
sus hijos por mí, oh padres, sobre las cosas que cada cristiano debe saber para
ser digno del nombre que lleva y para salvarse, les resultará grato escucharlos
responder satisfactoriamente, como espero, a mis preguntas. Si alguno de sus
hijos mostrara necesitar mayor instrucción, ustedes harán en su corazón, en
presencia de Dios, el santo propósito de velar en lo sucesivo con mayor
solicitud por su instrucción religiosa, acompañándolo siempre al Catecismo. . .
¡Oh
qué santa jornada será para todos ustedes, mis queridos, la que pasarán en
compañía de su Obispo siempre, no quiero dudarlo, que la pasen en la alegría del
Señor y en oración! ¡Procuren que yo pueda luego tener consuelo en el
pensamiento que también esta vez mi Visita hizo un poco de bien a sus almas, a
sus almas que son tan queridas para mí como la mía propia. Yo busco solamente
las almas, quiero las almas de mis hijos y que ninguna de ellas se pierda! [19]
“Conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí”
321.
Puesto por el Espíritu Santo, aunque sin merecerlo, en el gobierno
de esta, por tantos motivos, ilustre y gloriosa Diócesis de Piacenza, no tuve
otra preocupación, Venerables Hermanos y Queridísimos Hijos, que ocuparme de
ustedes y de la salud de sus almas, y para obtener esto, Dios es testigo, daría
gustoso, si fuese necesario, la sangre y la vida.
Demoraba
ya demasiado para el corazón amoroso del padre el ver con sus propios ojos a
sus hijos; demoraba ya demasiado para la solicitud del pastor el conocer de
cerca todo su rebaño. ¡Alabado sea el Señor! Por fin nuestros deseos se han
cumplido.
Ahora
puedo decir, que no hay sitio, ni siquiera remoto, de esta mística viña que no
conozca plenamente; puedo, siguiendo el ejemplo del príncipe y modelo de los
pastores Jesucristo, repetir con toda verdad: Conozco a mis ovejas y mis ovejas
me conocen a mí; puedo afirmar lo que San Pablo deseaba poder decir a los fieles
de Roma: con gozo yo vine a ustedes por voluntad de Dios, y con ustedes me
consolé. [20]
“En ustedes he encontrado el consuelo de la fe”
322.
Me reconfortó, en fin, haber encontrado en ustedes, queridos
Hijos, esos consuelos que tanto apreciaba el Apóstol, los consuelos de la fe
(...).
Prueba
de esta fe fue, ante todo, el ver acudir a los tribunales de penitencia y
acercarse a recibir de mis manos el Sacramento Eucarístico, a personas de ambos
sexos, de toda condición y grado, niños y niñas (...).
Prueba
de fe fue el empeño vivísimo que pusieron todos para participar de las
oraciones públicas, dejando gustosos sus trabajos y sus comercios; en asistir
devotamente a las sagradas ceremonias; en escuchar con avidez religiosa
Prueba
de fe fue la paciente habilidad que descubrí en todos los maestros y las
maestras de
Prueba
de fe fue el que haya yo encontrado las Iglesias generalmente o restauradas o
embellecidas, o en vías de construcción, por la espléndida liberalidad y por
los piadosos donativos de los fieles, que unidos a sus pastores, celosos y
solícitos del decoro de la casa de Dios, no ahorrando sacrificios, las
proveyeron también de enseres, de ornamentos sagrados, de obras preciosas, de
nobles trabajos.
Prueba
de fe fue, finalmente, venir a mi encuentro con grandes fiestas en cada
población que iba visitando; el postrarse devotos a mi paso para recibir la
bendición; el acompañarme por largo trecho a mi partida, muchas veces a pesar
de la aspereza y de las dificultades de los senderos, del arreciar de las
lluvias, de las crecidas de los torrentes, de la intemperie y las inclemencias
de la estación.
Finalmente,
con ánimo grato recordemos la ayuda tan eficaz que, con su admirable
laboriosidad y sumisión, me prestaron continuamente los incansables hijos de
San Vicente de Paul, precediéndome en casi todas las trescientos sesenta y
cinco parroquias de
“Por tercera vez he visitado
323.
Por tercera vez, según las posibilidades, he visitado
Durante
esta tercera Visita Pastoral he subido al Monte Penna que se levanta a 1700
metros sobre el nivel del mar. Esas cumbres alpestres están habitadas durante
nueve meses en el año por alrededor de trescientos obreros, extremadamente
pobres, que cortan la leña, cuecen el carbón y hacen otros trabajos similares;
habitan al reparo de encinas seculares, protegiéndose de la intemperie bajo sus
ramas y no gozan nunca o casi nunca de la asistencia espiritual de un
sacerdote. La única casa rústica allá existente se transformó durante ese
tiempo en palacio episcopal y catedral. Permaneciendo allí cuatro días, alenté
con la palabra y las obras de piedad esa porción abandonada de mi rebaño que me
alegró mucho con la simplicidad de la fe y de las costumbres. Verdaderamente,
Eminentísimos Padres, donde falta la obra de los hombres, sobreabunda la gracia
de Dios en favor de los fieles que buscan a Dios con corazón puro y buena
voluntad.
Consagré
veintiocho iglesias, algunas de las cuales totalmente nuevas, otras restauradas
y embellecidas. Bendije además 18 conciertos de campanas subiendo, la mayoría
de las veces, a los campanarios.
Había
urgente necesidad de proveer a muchas parroquias rurales de cementerios
adecuados y decorosos según las prescripciones de la ley. Todas las veces que se
dio la oportunidad, no omití presentar el tema a la autoridad civil tanto en
público como en privado: y no en vano, ya que en este trienio bendije 35
cementerios nuevos, adecuados y dispuestos según las prescripciones canónicas y
sinodales [22]
“Un trabajo superior a mis fuerzas”
324.
Al regreso de
Volveré
a salir en esta semana hacia Borgotaro y continuaré las visitas durante todo el
mes de julio.[23]
325.
Es esta la 123 Parroquia que visito este año; es cosa casi de
locos; pero quiero recuperar el tiempo perdido el año pasado. Mi salud, gracias
a Dios, es óptima. Me dicen que rejuvenezco: sí, la juventud de la flor, que
nace por la mañana bella y llena de vida y por la noche está ya marchita. Pero
poco importa, con tal que se llegue hacia donde nos hemos encaminados. [24]
326.
Pretender no tener incomodidades a nuestra edad, es un tanto
demasiado. El organismo se deteriora y nos acercamos a grandes pasos al último
paso. Mientras tanto se habla, se predica, se escribe, se cabalga, se recorre,
se transpira, se trabaja para hacernos propicio por lo menos el Señor.[25]
327.
Con vivísima alegría recibo aquí, donde me encuentro en Visita
Pastoral, su muy atenta carta del 2 del corriente y le agradezco su afectuoso
recuerdo corde magno et animo volenti. Estos chapuceros de los periodistas me
pintaron casi moribundo, mientras mi indisposición fue sólo una fiebrecilla de
24 horas, que me sorprendió justamente al regresar de una visita muy cansadora
a las parroquias del alto Apenino. Fueron excesos de todo tipo, que pagué con
tres o cuatro días de descanso y luego volví a retomar mis carreras. No sé
moderarme, ni puedo adaptarme al pensamiento de cambiar de sistema, sin embargo
deberé hacerlo.
Los
años pasan, 64; los trabajos se hacen sentir; las necesidades son cada vez más
graves; la marea socialista sube y todo me persuade y me impulsa a un trabajo
superior a mis debilidades físicas y morales y adelante in nomine Domini hasta
que pueda. [26]
c) PREDICACION DE
“El Verbo divino se hizo Hombre y vino, inefable Palabra, para hablar
a los hombres”
328.
La palabra de Dios, hijos queridísimos, debemos ante todo
escucharla. ¿Y por qué? Justamente porque es Palabra de Dios; porque es Su
Palabra, la de nuestro creador, nuestro legislador, nuestro soberano, nuestro
maestro, nuestro dueño, nuestro padre; porque Su Palabra es sobre todo la
verdad, verdad por esencia, verdad absoluta, verdad suprema, inmutable, eterna;
porque después de
Desde
toda la eternidad, nos dicen los libros santos, Dios, contemplándose, pronuncia
una palabra, y esta palabra, vasta como su inmensidad, infinita como su ser,
eficaz como su omnipotencia, es la expresión viva, sustancial, adecuada de todo
lo que El es, es su Verbo, es
“La palabra de Dios es de igual necesidad que la fe”
329.
La fe, oh mis queridos, es el más precioso de todos los tesoros,
la fuente de todas las gracias, el fundamento de todas las virtudes, la raíz de
nuestra justificación, la puerta del cielo. ¿Pero cómo se puede obtener esta
fe? Mediante la palabra de Dios. Lo enseña expresamente el Apóstol diciendo:
“¿Quién es que, invocando al Señor, alcanzará la salvación? Aquel que en
primera instancia haya creído. ¿Pero cómo creerá la verdad de la fe, si no es
instruido? ¿Y cómo será instruido, sino por medio de quien predique? Por lo
tanto, se alcanza la fe de Cristo al escucharla y el escucharla es posible por
la predicación de
Sí,
mis queridos, éste, y solamente éste es el camino que, por ley ordinaria, Dios ha
establecido para salvar a los creyentes. Podía salvarlos (¿qué duda hay?) por
otros caminos: por el camino de las apariciones celestiales, por el camino de
las supremas inspiraciones, por el camino de los milagros y piensen por cuantos
caminos más.... El prefirió salvarlos por medio de la predicación: Placuit Deo
per stultitiam praedicationis salvos facere credentes. [28]
“
330.
Debemos escucharla, recibiéndola justamente, no como palabra del
hombre, sino como palabra de Dios. Díganme, hermanos, dice San Agustín, ¿cuál
de estas dos cosas les parece de mayor dignidad,
Debe
ser escuchada con atención, de modo que, según el decir del mismo santo doctor,
la diligencia que usamos cuando nos es dado el Cuerpo de Cristo, para que nada
de El caiga al suelo, debemos tenerla hacia la palabra divina, teniendo cuidado
que mientras pensamos en otras cosas o hablamos de otras cosas, nada de ella se
pierda y caiga de nuestro corazón. Ni este es un vano escrúpulo (concluye el
Santo con términos que hacen temblar), porque no es menos reo el que escucha
con negligencia
“La eficacia de la palabra está ligada a la divinidad del
ministerio”
331.
La palabra de Dios no pierde nada de su valor y sigue siendo
siempre palabra de Dios, también sobre los labios del último de los sacerdotes,
con tal que sea legítimamente enviado. A condición que él no traspase los
límites de la ortodoxia, a condición que no haya renunciado a la fe, el Verbo
de Dios se compromete a pasar por su boca como sobre el altar se compromete a
pasar por las manos del ministro, aún del más imperfecto.
Dios,
- así se expresó un célebre orador -, ha elegido al hombre para iluminar,
evangelizar, instruir, santificar a los hombres, pero no ha querido que la
eficacia de estos ministerios confiados al hombre dependiese de la virtud, de
la santidad del hombre, de otro modo los hombres estarían atados al hombre para
su santificación y su salvación. La eficacia de la palabra de Dios, nótenlo
bien, oh queridísimos, está ligada no a las dotes personales, ni al ingenio, ni
tampoco a la santidad del ministro, sino a la divinidad del ministerio, a la
palabra del hombre, en cuanto ella habla de Jesucristo y en nombre de
Jesucristo, o más bien en cuanto Jesucristo habla en el hombre. [30]
“La palabra evangélica es como una carta enviada a ustedes por el
Padre”
332.
La palabra evangélica es como una carta enviada a ustedes por el
Padre celestial. Ahora bien, un hijo cariñoso no se detiene a considerar si el
papel es bueno o malo, si sus caracteres son nítidos o poco legibles, se
preocupa sin duda por saber lo que el padre le dice. Por lo tanto, también con
respecto a la sagrada predicación, no hay que fijarse en el que habla o en la
manera con que habla, sino únicamente en la verdad que anuncia. Sucederá
entonces que el ánimo de ustedes será penetrado por el respeto más afectuoso y
profundo (...).
¿La
palabra de Dios debe hacernos cristianos de corazón y de obras? Para eso
primeramente debe ser transformada en afecto. No sólo debemos comprender la
verdad sino que debemos amarla, y no sólo debemos amarla, sino también
practicarla. Veritatem facientes in charitate, como enseña el Apóstol. La señal
de que la palabra divina ha producido en nosotros su fruto, son las obras,
porque si la fe sin caridad está muerta, la caridad sin las obras no es
caridad. Dios, cuando habla, nos hace conocer lo que debemos practicar, pero al
mismo tiempo nos hace practicar lo que conocemos. [31]
“
333.
He aquí el significado de la predicación de ustedes. Aquí está
toda la salvación y la prosperidad de
Una
religión sin sacrificio, una sociedad de ilusos, una casa fundada sobre la
arena: Cristo mismo se volvería una fábula, un mito. [32]
“El sacrificio sin la palabra sería una conmemoración ineficaz”
334.
Cristo en
El
divino Fundador de
¿Pero
de dónde nacen estos males si no en la falta de predicación? Escuchen al
Apóstol Pablo: Fides ex auditus, auditus autem per Verbum Christi [La fe, por
lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de
“La predicación y el sacrificio eucarístico, los dos poderes de
los que Cristo los ha investido”
335.
Ponderen la profecía de
“En la predicación unan lo útil con lo dulce”
336.
Cristo en esta mesa ha mezclado lo útil con lo dulce: útil,
porque, como dice el poeta, restablece al hombre, perdido por la dulzura del
fruto prohibido, con un alimento mejor; y derrota el veneno de la serpiente con
la sangre sagrada. Dulce, porque, exclama la esposa: "fructus eus dulcis
gutturi meo" [su fruto es dulce para mi paladar].
Unan
los dos aspectos en su predicación: lo útil de una explicación adecuada del
misterio eucarístico, según la analogía de la fe, confirmándola con la
autoridad de los Padres y de los Doctores; y lo dulce, apoyando sus argumentos
también sobre razones fundadas, deducidas de las ciencias.
No
deben dejarse desalentar por el temor que los fieles no comprendan. La
comprensión de los misterios no resulta de la inteligencia natural, sino de la
luz de la fe, que Dios infunde, en ocasión de la predicación, abriendo a El sus
corazones. Luego, a fuerza de escuchar, se hacen inteligibles también esos
puntos que, en un principio, parecían menos accesibles, justamente porque se
predicaban en raras ocasiones.
Para
tal compromiso han sido iniciados desde la juventud; pero pocos quizás han
progresado en este campo, no haciendo caso a las palabras del Cristo Señor:
"Haec est vita aeterna: ut cognoscant Te, solum Deum verum et quem misisti
Iesum Christum [Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo] (Jn. 17, 3).
Nos
engañaríamos si, conformándonos con un conocimiento mediocre, nos limitáramos en
presentar al pueblo siempre leche, nunca alimento sólido.
“No es la palabra de Dios la que predican algunos, sino la palabra
del hombre”
337.
Quizás nunca se predicó tanto como en el presente, mas nos
preguntamos: ¿por qué el fruto que deriva de ello es tan poco? Comúnmente se
suele culpar a los oyentes, y, a decir verdad, muchas veces sucede que la
mística simiente cae sobre una tierra infecunda, donde piedras y espinas
impiden que germine, crezca y madure. Sin embargo, ¿muchas veces la culpa no es
también del que esparce la semilla en el campo del Señor?
¡Así
es, desafortunadamente, hermanos! Es inútil disimularlo: tantas y tantas
predicaciones resultan infructuosas, porque ya no es la palabra de Dios la que
predican algunos, sino la palabra del hombre. Se quiere ostentar, escribe un
ilustre orador, una ciencia moderna, se quiere sorprender y deslumbrar a los
oyentes con artificios de retórica, con juegos de memoria, con una serie
interminable de nombres, con citas de autores de todas clases, con una
elocuencia periodística, con alusiones que provocan la curiosidad malsana del
pueblo, con la fogosidad vertiginosa de la declamación (ya censurada por San
Jerónimo), con la actitud teatral, con la fuerza de los pulmones, con los
gritos que ofenden y laceran los oídos. Mas yo no me cansaré nunca de
estigmatizar semejante elocuencia, esa elocuencia sagrada que se quisiera poner
de moda hoy para gran daño de las almas, para gran descrédito de la
predicación; esa elocuencia, como dijo alguien, llena de imágenes y pobre de
pensamientos, fecunda en expresiones y estéril en sentimientos, fastuoso
aparato de una opulencia engañosa que, poniendo al gran misterio de instruir al
servicio del deseo de agradar, y la palabra de verdad a mendigar la adulación,
halaga los oídos y deja en paz las pasiones, y, en cambio de predicar a
Jesucristo, no hace más que predicarse a sí misma; esa elocuencia, vano alarde
de espíritus livianos, de almas profanas, que se pierde en vagas doctrinas, en
frívolas descripciones, en pinturas demasiado delicadas, en conceptos
extravagantes, en períodos bien torneados, en palabras, en frases afectadas, en
artificios, en flores, en ornamentos que el gusto más indulgente apenas
perdonaría en una novela y de la cual la verdad santa está obligada a
avergonzarse, como una honesta dama al verse revestida con la vestimenta de una
bailarina; esa elocuencia finalmente, que profana en la sustancia no menos que
en la forma, degrada al sagrado ministro convirtiéndolo en comediante, y en la
comedia, al ministerio divino. [36]
“Deudores de los doctos y de los incultos”
338.
Recuerden los oradores sagrados, y especialmente los párrocos y sus
coadjutores, que no deben hablar con las seductoras palabras de la sabiduría
humana, sino con demostración de espíritu y de virtud. Recuerden que son
deudores de los doctos y de los incultos y que, por lo tanto, deben tener en
cuenta la simplicidad, la claridad y la brevedad.
No
suban nunca al púlpito sin haberse preparado, ni sin haber invocado la luz del
Espíritu Santo. Recuerden que las palabras deben estar dirigidas a iluminar el
intelecto, pero mucho más a excitar el corazón: por lo tanto, si bien no se
debe omitir nunca la explicación de las más altas verdades de la fe, la
predicación empero debe contener siempre algo que se refiera a la práctica, aún
en los mismos panegíricos. [37]
d) EDUCACION CRISTIANA E
INSTRUCCION RELIGIOSA
“Educar es sacar afuera lo que está adentro”
339.
La palabra educar posee algo en sí que debe ser estudiado. Es una
palabra derivada de la lengua latina y significa sacar afuera lo que está
adentro, abrir y desarrollar lo que está encerrado y en germen. Ahora bien,
aplicando al hombre esa palabra, corresponde decir que la educación es la forma
de desarrollar los gérmenes que están depositados en el corazón humano y traer
a la luz lo que está escondido en esos gérmenes. Este modo de hablar presupone
que Dios ha puesto en el corazón del hombre algo que se asemeja al germen desde
donde sale luego la flor tierna y fragante.
Y así
es en verdad. El educador, para hablar con propiedad, no pone nada desde afuera
en el alma del niño, más bien con la acción solícita y amorosa despliega y desenvuelve
lo que está como envuelto en los rincones del corazón y hace florecer las
semillas y los gérmenes de las virtudes no sólo naturales, sino también esos
gérmenes felices y esas semillas de virtudes sobrenaturales, que fueron
injertadas por el bautismo en nuestra alma.
A
este argumento se reduce la verdadera y sólida educación; a esto la obra de
ustedes, padres, madres, maestros, sacerdotes, instructores, párrocos o ustedes
todos los que de alguna manera han sido llamados la nobilísima y divina tarea
de educar a la juventud.
Hay
que notar, sin embargo, que junto a los gérmenes del bien se encuentran en el
corazón del hombre los gérmenes del mal. El niño lleva en el fondo de su ser
las semillas de un malvado o de un santo.
La
obra de ustedes, por lo tanto, oh queridísimos, debe también tener como
objetivo sofocar la semilla mala, para que la buena pueda nacer y germinar
vigorosa. Deben romper los instintos de la voluptuosidad y del orgullo, que se
manifiestan aún desde la infancia; deben encontrar los medios para que el niño
siga no ya el ímpetu de la pasión, sino el impulso de la virtud; que se
acostumbre a obrar por la rectitud del bien que resplandece en la mente y no
por la atracción del placer que alienta y corrompe los sentidos.
Mas,
dirán ustedes, ¿cómo lograrlo? Injertando en el alma del niño desde los más
tiernos años el santo temor de Dios; ya que fíjenlo bien en su mente, oh
queridísimos: la verdadera educación no es posible sin Religión. Educar al niño
es depositar la verdad, toda la verdad, en su mente, desde la más simple hasta
la más elevada; es abrir su corazón a los más nobles sentimientos, a los de la
pureza más delicada y del honor más puro; es hacer palpitar su alma a las
palabras: Dios, patria, libertad, igualdad, fraternidad, como las consagra el
Evangelio. [38]
“El sistema de la momificación o la edad de la piedra, no, no es
Evangelio”
340.
¿En qué consiste la verdadera educación? ¿Quizás en aprender bien
un oficio o una profesión cualquiera?, ¿o en el arte de presentarse en el mundo
con gracia? Ello podrá ser, diremos así, la corteza, el barniz de la educación,
pero no es educación.
Y
tampoco se quiere confundir, como hacen muchos, la educación con la
instrucción, haciendo de ésta una sola y única cosa con aquella. La instrucción
se dirige al intelecto, la educación se dirige a la voluntad. La instrucción
hace a los hombres doctos, la educación forma a los hombres virtuosos. La
primera mira a la ciencia, la segunda a la conciencia. Aquella tiene razón de
medio, esta tiene razón de fin. La educación, por lo tanto, está por encima de
la instrucción y de la ciencia, como el bien sobrepasa a la verdad y la virtud
supera en prestigio al ingenio.
Sin
embargo, hoy no se habla más que de iluminar la mente. Instrucción, se grita en
todas partes, instrucción y está bien. Discípulos de ese Dios que ama llamarse
el Dios de las ciencias, amemos también nosotros los nobles estudios, amemos al
que se dedica a ellos y los cultiva, amemos que todos, el rico y el pobre, el
patricio y el plebeyo, cada uno según el propio grado, adquieran los
conocimientos necesarios y convenientes a su estado. Nosotros, antes que nadie,
consideramos una conquista todo lo que contribuye a hacernos avanzar aunque sea
un solo paso en el camino del progreso civil y saludamos con júbilo el
reflorecimiento de la patria que se embellece con nuevas glorias. Ese
obstinarse con las cosas viejas y aferrarse como pólipos a lo antiguo, ese
reprobar todo lo que tiene aire de renovación sobre el mismo terreno de los
hechos, ese suscitar desconfianzas contra aquel que no sabe plegarse a
representar el sistema de la momificación o la edad de la piedra, no, no es
Evangelio, no es religión, es síntoma de ignorancia y de obstinación, en vez
que de sabiduría y de honestidad.
Que
se cultiven igualmente las artes y las ciencias, con tal que, entiéndase bien,
no vayan más allá de sus límites naturales; que la luz de la enseñanza se
difunda ampliamente por todas partes, pero que no se olvide unir la instrucción
con la educación. [39]
“No ahorren esfuerzos para educar cristianamente”
341.
Padres y madres, velen ustedes también para custodiar sus casas,
ya que los tiempos que corren son tiempos muy aciagos y el adversario de todo
bien, como león rugiente, va dando vueltas buscando a quien devorar entre los
hijos de ustedes. Son almas que cuestan sangre a Jesús y El les pedirá cuentas
a precio de sangre. Ah, no ahorren esfuerzos para educarlos cristianamente y
para que crezcan en el temor de Dios, si quieren que sean dóciles, respetuosos,
afectuosos. Vigilen los lugares que frecuentan, las compañías que practican,
los libros que leen; pero sobre todo vayan delante de ellos con el buen
ejemplo, para que tengan en ustedes una escuela continuamente abierta de toda
virtud cristiana.
Dueños
y jefes de fábricas y todos los que tienen autoridad sobre los demás, hagan de
tal manera que el bullicio del trabajo calle en los días festivos, y que todas
las voces de la industria enmudezcan para no dejar hablar, en el sagrado día de
Dios, más que la voz del sacerdote y de
Maestros,
instructores, educadores de la juventud, que Nosotros apreciamos de modo
particular, una palabra también para ustedes. El problema del porvenir está en
sus manos. Muchos se preguntan si finalmente las cosas mejorarán y no saben qué
responder. Sí, respondemos Nosotros, sin temor a equivocarnos, mejorarán si los
esfuerzos de ustedes son dignos de la noble misión que se les ha confiado, si
ponen todo el empeño "para que no sólo el método de enseñanza sea razonable
y serio, sino mucho más para que la misma enseñanza sea sana y plenamente
conforme con la fe católica, tanto en las letras como en las ciencias".
Así formarán óptimos ciudadanos.
“La instrucción religiosa: he aquí el gran medio de la educación
cristiana”
342.
Educación y religión son dos cosas inseparables, y ésta debe ser
la base de aquella. Es necesario, por lo tanto, hacer brillar en la mente del
niño la luz de esas verdades, que deben ser la norma de su pensar y obrar y
enseñarle de un modo claro, fácil, autorizado, estable y eficaz todos sus
deberes; es necesario tomar esta joven criatura desde la cuna y conducirla
suavemente hacia su fin supremo; que es conocer a su Creador, amarlo y servirlo
para después gozarlo en la eternidad. Es necesario, en otros términos, instruir
al niño, pero instruirlo cristianamente. La instrucción religiosa: he aquí el
gran medio de la educación cristiana, he aquí la necesidad suprema de nuestra
época, he aquí, lo repetimos, el supremo deber de ustedes, oh padres. ¿Ustedes
tienen hijos? pregunta el Señor por boca del Eclesiástico: instrúyanlos e
inclínenlos hacia el bien desde la infancia.
Que
éste sea un deber propio de ustedes, ¿quién puede dudarlo? Ustedes dicen: ¿qué
es esta criatura que vino por medio nuestro a acrecentar el número de los
vivientes? esta criatura es un hombre. En este ser tan gracioso, tan delicado,
como expresa un insigne escritor, se alberga un alma que es celestial por su
origen, casi un hálito del corazón de Dios y un rayo de su belleza inmortal; un
alma rescatada por Jesucristo a precio de su Sangre, un alma que el agua del
Santo Bautismo purificó y en la cual el Espíritu Santo infunde sus gracias más
puras y encuentra sus complacencias más vivas. ¡Oh padre, oh madre! saluden a
esta celestial extranjera que ha venido a sentarse junto a ustedes; inclínense
ante este huésped divino, que recogió sus alas para habitar con ustedes bajo el
nombre siempre bendito del hijo o de la hija de ustedes. Este cuerpecillo que
ustedes ven y que tanto les enamora, no es más que el envoltorio y el santuario
de un espíritu mucho más noble, que no ven, que viene de Dios y a Dios debe
volver. Fíjense bien en este pensamiento. Dios los ha asociado a sí mismo en la
obra de dar la vida material a este ser, y quiere servirse de ustedes para
alimentar la vida espiritual para que cumpla su misión en la tierra y alcance
su destino en el Cielo. [41]
“El inalienable derecho de los padres a que sus hijos reciban una
instrucción sana y vivificante”
343.
La disposición tomada de suministrar la instrucción religiosa sólo
a aquellos niños cuyos padres formulen un expreso pedido, es del todo ilusoria.
En efecto, no se alcanza a comprender cómo los autores de la funesta
disposición no han advertido la siniestra impresión que debe causar en el ánimo
del niño el ver colocada la enseñanza religiosa en condiciones tan diferentes
de las otras. El niño que para ser estimulado a un estudio diligente necesita
conocer la importancia y la necesidad de lo que se le enseña, ¿qué compromiso
podrá tener con una enseñanza hacia la cuál la autoridad escolar se muestra o
fría u hostil, tolerándola a regañadientes? (...).
Con
el promover, como se hace hoy, en nombre de la ciencia y de la libertad, la
escuela laica, desafortunadamente no se tiende sino a arrancar a la juventud de
la religión y de la familia, para sacrificarla en cuerpo y alma a la masonería
imperante. Hasta ahora los reformadores modernos trataron de esconder con sutil
astucia sus intenciones finales (...). Pero hoy la máscara ha caído. Ya no es
más (decimos esto doloridos hasta las lágrimas y en vista de los daños
gravísimos, irreparables que le ocasionarán a
En un
principio, los padres especialmente, no hilaron demasiado fino, pero ya
comienzan a advertir la traición y se levantan para proclamar su inalienable
derecho a que sus hijos reciban una instrucción sana y vivificante, como es
aquella que se imparte en nombre de Dios en
“Las primeras impresiones son valiosas y ordinariamente decisivas”
344.
Las primeras impresiones son valiosas y ordinariamente decisivas
para toda la vida. ¡Ah, qué amoroso interés debe poner en el corazón de todos
este pensamiento!. Es en la primera edad que las lecciones de fe y de moral se
imprimen más fácilmente en la memoria, que las verdades cristianas impresionan
más vivamente el espíritu, que las tiernas convicciones de la piedad conmueven
más poderosamente al corazón. Sobre la cera blanda se imprime fácilmente la
imagen de Dios, en cambio se requiere del cincel y son necesarios esfuerzos y
tiempo para grabarla en el mármol. Cuando no se tienen todavía prejuicios para
disipar, ni malas costumbres para corregir, el alma se modela más fácilmente a
los sagrados deberes. ¿Y cuándo es que el sabio agricultor coloca el sostén al
arbolito para que no tome mala inclinación? ¿No es quizás cuando es todavía
tierno? El sabe que más tarde sería inútil. Así deben hacer ustedes,
queridísimos.
La
semilla de la fe y de la religión que esparcen en el terreno todavía virgen de
la infancia, se volverá pronto en su apoyo. Entonces el sentimiento cristiano
pondrá en ella profundas raíces y crecerá como árbol fuerte. Los vientos de las
pasiones podrán tal vez sacudirlo, podrán tirar al suelo sus frutos, romper
algunas ramas, pero el tronco así despojado permanecerá y con el primer sol de
primavera hará brotar nuevas ramas y dará abundantes frutos. [43]
“Infundir en sus almas el conocimiento de Cristo en el Sacramento”
345.
Que los niños y los jóvenes ocupen el primer lugar en las
preocupaciones de ustedes. Saben que son los predilectos de Cristo: "Dejen
que los pequeños vengan a mí y no se lo impidan", por el contrario
respeten esta atracción que sienten por Mí y favorézcanla. Enséñenles que
poseerán a Cristo creyendo en El y lo atraerán a sí imitándolo.
Exhorten
luego a las madres para que mediante este sacramento se posesionen de Cristo y
lo presenten a los hijos, instruyéndolos fervorosamente desde los tiernos años,
según el ejemplo de Santa Mónica; enséñenles la doctrina del Apóstol: "La
mujer se salvará mediante la maternidad con tal que persevere en la fe" (1
Tim. 2, 15). Convenzan a las madres que no podrán instruir y educar rectamente
a sus hijos, si no se preocupan por infundir en sus almas el conocimiento de
Cristo en el Sacramento. Y también nuestros sacerdotes deben dirigir a los
padres la invitación que reciban a Cristo y lo atraigan a sí; y aprendan de
Cristo Señor en el Sacramento, la preocupación y la vigilancia hacia su
familia.
Y
quisiera que los párrocos lograran persuadirlos de mandar a celebrar tres o
cuatro misas por año para el bien espiritual y temporal de los hijos. Que
recuerden el ejemplo del santo Job: "Job mandaba llamar a sus hijos y los
purificaba, y levantándose bien temprano ofrecía holocaustos por todos
ellos" (Jb. 1, 5). Inculquen, por lo tanto, a todos esta buena costumbre,
con la certeza de que muchos adherirán a la invitación de ustedes con gran
beneficio de sus familias. [44]
“Educando para la fe, educamos también para la verdadera libertad”
346.
La suerte futura de sus familias y de la patria está en poder de
ustedes, padres cristianos. A ustedes corresponde la elección si les conviene
confiar sus hijos, que deben ser el dulce consuelo y la esperada ayuda en la
ancianidad de ustedes, a la amorosa tutela de Jesucristo, del Divino Maestro de
verdad y de todo progreso ordenado, o condenarlos a la desgraciada e inhumana
disciplina de maestros de toda especie de rebelión.
Educando
a sus hijos en la fe de Jesucristo Nosotros los educamos también en la verdadera
libertad. Y a quien nos llama enemigos o amigos infieles de la libertad, porque
detestamos cordialmente esa ignominiosa licencia que se arrogó el nombre de
libertad y el derecho de atreverse a todo, lícito o no, no debemos darle más
que esta respuesta: a la libertad Nosotros la amamos con todo el ardor del
alma, siempre listos para defenderla resueltamente como un sagrado derecho que
nos concedió el Salvador para ejercitar nuestro ministerio de paz, y para
reivindicarla, por sentimiento de deber, en favor de todas las almas cristianas
confiadas a Nosotros. Pero para Nosotros esta libertad se funda en poder
pensar, hablar y obrar, libres de toda atadura injusta, sometidos solamente al
gobierno de Dios, respetuosos de las leyes de los hombres. Y en cuanto a la
otra libertad, que parece ser el despectivo derecho de molestar a todos los
demás para satisfacerse a sí mismos, rechazamos con desdén el nombre y el
objeto: el que quiere y pretende la libertad por sí solo, profana un nombre
sagrado llamándose libre: él es digno de ser esclavo. [45]
e)
“La familia segunda alma de la humanidad”
347.
Después de
“El mismo Dios es el autor de la familia”
348.
El mismo Dios es el autor de la familia, y Jesucristo, venido a la
tierra a reparar los daños que la catástrofe del Edén había acumulado sobre la
pobre humanidad, comienza su obra regeneradora llevando a la familia a su
primitivo origen. Siguiendo constantemente el plan divino de hacer preceder el
ejemplo a la palabra, El, Hombre y Dios al mismo tiempo, nace en la familia,
crece en la familia, transcurre sus días en la familia, y con el primer milagro
que realiza en las bodas de Caná para manifestar su divinidad, demuestra
evidentemente que empieza la gran obra de
No
basta: consolidada la base, el divino Artífice pone manos para completar el
edificio. Y ya que no es posible para la paternidad humana transmitir con la
vida natural también la vida de la gracia, El, en los tesoros de su bondad
infinita, encuentra el modo de llevar ese fluido celestial a todos los miembros
de la familia por el canal misterioso de los demás Sacramentos. En efecto, con
ellos está santificada la cuna, tutelada la niñez, corroborada la virilidad,
sostenida la vejez, consolada la agonía, aclarada la tumba. Con ellos el mismo
Jesucristo, autor de la gracia y de la santidad, vive, crece, habita en la
familia perpetuamente. [47]
“La familia cristiana es un pequeño reino fundado sobre el amor”
349.
¡La familia cristiana! Ella es un pequeño reino fundado sobre el
amor, engrandecido para el amor, y gobernado por el amor. La armonía perfecta
de los corazones, el enlace de los afectos más suaves, la más íntima unión de
los ánimos es la única ley que dirige su vida. Semejante amor, santificado por
la gracia, purificado por la virtud, ennoblecido por la fe depone la frágil
naturaleza, se transforma de terrenal en celestial y llena la sociedad
doméstica de esa paz, que es aquí abajo, se puede decir, un ensayo anticipado
de los gozos del Paraíso. ¡Oh, qué hermoso es el matrimonio formado con la
intervención de Dios, bendecido por
¿Quizás
el mundo con sus seducciones? No; ya que en este santuario, teñido con la
sangre del Cordero y cerrado con el sigilo de la fe al pie del altar de Dios,
vela el ángel del Señor para rechazar todo asalto enemigo. ¿Quizás las
pasiones? No, ya que en este jardín cultivado por la fe no arraiga la cizaña,
sino que florece solamente esa caridad que, según el Apóstol, es la fuente de
todas las virtudes más selectas. ¿Quizás la tribulación? No, ya que el
verdadero amor así como comparte las alegrías, también hace comunes las
angustias, y en la prueba del dolor ustedes verán dos corazones, que se aman
profundamente, estrecharse cada vez más entre ellos, volcar uno sobre el otro
el bálsamo de todo consuelo y encontrar la propia felicidad en sacrificarse recíprocamente.
¡Bendito el hombre que en las desventuras de la vida y en las turbulencias del
mundo puede encontrar su refugio en el corazón de una esposa cristiana! ¿Quizás
el tiempo? Ah, este inexorable demoledor de toda cosa bella y mortal, tampoco
él puede agraviar un amor que arde por Dios. Aunque pase la primavera, las
rosas de la juventud se marchiten y el árbol de la vida pierda sus verdes
hojas, el amor cristiano vivirá siempre, porque no se nutre de la tierra y no
es cosa terrenal. El viene del Cielo, es hijo del amor de Dios y tiende a la
inmortalidad. El hielo de la vejez, nada, nada puede quitar a un amor
alimentado por el fuego de la caridad divina. El, por lo tanto, es siempre
joven y cuando dos esposos cristianos, cumplida la carrera mortal, se dejan
aquí abajo en el tiempo (admiren el conmovedor espectáculo), con el beso muy
afectuoso que se dan, parece decir: continuaremos nuestro amor más bello y más
perfecto en el regazo de Dios, en la bendita eternidad.[48]
“Feliz la paternidad coronada por
350.
¡Qué feliz es la paternidad coronada por
“¡Padres, eduquen!”
351.
Padres, eduquen. La educación de sus hijos sea la primera
preocupación de ustedes, su continuo pensamiento. El Señor no les prohíbe, con
tal que sea honestamente, acrecentar el patrimonio y agregar nuevo esplendor al
linaje de ustedes; no les prohíbe, con tal que sean lícitos, usar para el
provecho de ustedes los bienes del mundo. Vivan, así mismo, en medio a la
sociedad y cuiden libremente de sus negocios; pero recuerden siempre que el
primer principio de ustedes es Dios, ya que fueron creados por El, que el
último fin de ustedes es Dios, ya que fueron creados para El; que no están en
el mundo para acumular cosas o dinero o para gozar de los placeres de la vida,
sino para salvar el alma; y no podrán salvar sus almas, si no salvan, en lo que
a ustedes respecta, la de sus hijos. Es sentencia común de los Santos Padres,
que los progenitores ni se salvan solos, ni se condenan solos. Depende, en
efecto, de ustedes, padres y madres, el buen o mal logro de los hijos. Ustedes
y sólo ustedes son los responsables de ellos.
Eduquen,
por lo tanto, eduquen. Yo insisto sobre este punto, oh mis queridos, porque es
de suprema importancia. La educación cristiana es el mayor bien que pueden
procurar a sus hijos. Eso vale por sí solo una relevante riqueza. ¿Son pobres?
Den a sus hijos una buena educación y la sustancia sabrán obtenerla solos con la
honestidad y con el trabajo. ¿Son ricos? ¿De qué valen las riquezas sin
educación? Son instrumentos para hacer el mal y nada más. La educación
cristiana es la mejor y la más segura de las garantías. Las leyes pueden algo,
pero ustedes, padres, pueden mucho más que las leyes. La ley castiga al mal, la
educación lo previene; la ley lo prohíbe, la educación lo desarraiga; la ley
corta, la educación planta; la ley regula los actos externos, la educación
regula el corazón y forma el carácter. Cuando escuchen hechos luctuosos que con
su espectáculo entristecen a la sociedad e invoquen un remedio, padres,
estrechen contra su seno a sus hijos, depositen un beso sobre su frente y
preocúpense cada vez más por su educación. Esta es la más hermosa de las
respuestas, el más seguro de los remedios. [50]
“La vida de ustedes sea como un libro siempre abierto”
352.
La vida de ustedes sea, por lo tanto, como un libro siempre
abierto en el cual ellos puedan leer sin más sus deberes. Háblenles
frecuentemente de Dios aprovechando la ocasión de todo lo que puede
impresionarlos. Procuren que su labio infantil pronuncie frecuentemente con
respeto y confianza su Nombre santísimo. Muéstrenles en todas las cosas la
huella de su bondad, de su grandeza, de su omnipotencia, y, de la armonía que
une las diferentes partes del universo; háganles deducir la obligación impuesta
al hombre de vivir en conformidad con el fin por el cual fue creado. A su
debido tiempo enséñenles las primeras verdades de la fe y no dejen nunca de
conducirlos en los días festivos a
f) EL DOMINGO, DIA DE
“¡El domingo! ¡Qué sublime el contenido de esta palabra!”
353.
El domingo es el día santo por excelencia; santo en sí mismo,
santo en su institución, santo en su fin, santo en las obras que prescribe,
santo en los efectos que produce; y es al mismo tiempo fuente de salvación. Es
el día de la verdadera libertad, de la verdadera igualdad, de la verdadera
fraternidad, el día de nuestro rescate, de nuestra grandeza, de nuestras
esperanzas, de nuestra gloria, de nuestro gozo, preludio de un día felicísimo,
sin ocaso.
El
domingo es ante todo el día del Señor, el día de sus maravillas, de sus
bendiciones, de sus triunfos. Fue en domingo que Él, creando la luz, dio
comienzo a la obra estupenda de este universo (...); en domingo Él obró el
primero de sus milagros; en domingo hizo su ingreso triunfal en Jerusalén; en
domingo salió glorioso del sepulcro, dándonos la prenda segura de nuestra
inmortalidad; en domingo confirió a los apóstoles el mandato de predicar el
Evangelio a todas las gentes y la potestad de perdonar los pecados; en domingo
envió a los mismos apóstoles el divino Paráclito y los transformó en pregoneros
y defensores magnánimes de su doctrina; en domingo, finalmente, estableció
indefectiblemente su Iglesia.
¡Gloria
al domingo! exclama Crisóstomo. Este día es el monumento levantado por el mismo
Dios entre el cielo y la tierra como testimonio perenne de sus beneficios y de
nuestra doble alianza con Él; monumento de sabiduría infinita, sobre el cual
las generaciones humanas leerán compendiadas, con caracteres luminosos, hasta
el fin de los siglos, los grandes acontecimientos de la religión y de la
humanidad, los prodigios de la naturaleza y de la gracia, los milagros de la
potencia y del amor, el nombre del Padre que nos ha creado, el nombre del Hijo
que nos ha redimido, el nombre del Espíritu Santo que nos ha santificado. ¡El
domingo es tres veces el día del Señor! [52]
“El día que Dios se ha reservado en el tiempo es sagrado”
354.
Lugar separado de todo otro lugar y destinado a la oración, he
aquí el templo; día distinto a los otros días y consagrado al culto divino, he aquí
el domingo. Lo que es el templo con respecto al resto de la ciudad o del
pueblo, lo es el día domingo con respecto a los demás días de la semana. El
lugar elegido por Dios para su morada sobre la tierra es sagrado e inviolable,
y en consecuencia el que lo contamina es sacrílego: el día que Dios se ha
reservado en el tiempo no es menos sagrado e inviolable, en consecuencia no
menos sacrílego debe decirse quien lo profana (...).
Dios
ciertamente tiene derecho de mandar que una parte al menos de ese tiempo, que
es su don, sea empleada por nosotros exclusivamente en su honor.
¿No
es Él nuestro Creador y Señor? ¿No es el dueño absoluto del tiempo y del
espacio? [53]
“Los días de los Santos son inviolables como los días de Dios”
355.
La profanación del domingo se ha convertido también entre nosotros
en una de las plagas más tristes y lamentables; un verdadero escándalo.
Ciertamente,
hay todavía un gran número de familias cristianas, tanto en la ciudad como en
Júzguenlos,
ustedes, hermanos e hijos queridísimos. ¿No nos entristece quizás ver los
negocios abiertos y las mercaderías expuestas en los domingos como en los demás
días? ¿No nos hiere muchas veces el oído el ruido de las maquinarias, el gemido
de los carros, el retumbar de los martillos? ¿No es cosa que oprime el corazón
ver con frecuencia en los días festivos los pobres obreros, y hasta los niños,
condenados a trabajar, sin tregua ni descanso, como el resto de la semana? ¿En
nuestras campiñas aún, por culpa muchas veces de ciertos patrones (hay que
decir, sin fe y sin piedad) no se guía, también en los días festivos, el arado?
¿No se hacen las siembras? ¿No se recogen las mieses? Y entre los mismos que en
esos días suspenden el trabajo, ¡cuántos se entregan a la alegría loca!
¡cuántos se entregan a teatros, bailes, juegos, desarreglos y aún peor! ¿Qué
dicen aquí la razón, el corazón, la fe?
La
razón, el corazón, la fe protestan airadamente contra tanto desorden y en voz
alta nos repiten a cada uno de nosotros la grande y solemne palabra: Memento ut
diem sabbati sanctifices; recuerda de santificar la fiesta. [54]
“Den al obrero por lo menos un día para cuidar de sí mismo”
356.
¡La industria! ¡El comercio! Santas y nobilísimas cosas, no hay
duda, y yo formulo votos para que se extiendan y se multipliquen cada día más;
pero no deben nunca, absolutamente nunca extenderse y multiplicarse en
detrimento de cosas que son mucho más nobles y santas, como la dignidad y la
libertad humana. ¡Y qué! ¿Para multiplicar los gozos de ustedes, para aumentar
para provecho propio la producción, quisieran ustedes hacer del hombre un
esclavo, una animal de carga?
¡Qué
bárbaros son! ¿Ignoran quizás que en ese cuerpo bronceado por el sol, en esos
miembros endurecidos por los esfuerzos, vive un alma inmortal semejante a la de
ustedes? ¿No saben ustedes que a los ojos de la ciencia y de la fe cristiana,
el obrero es en todo, prescindiendo de su condición, igual al más noble de los
príncipes y al más poderoso de los monarcas? Justamente, por ser obrero refleja
más vivamente la imagen del Artífice que dio su ser y forma a las cosas, y del
divino Artesano de Nazaret, que, con su ejemplo, dignificó la pobreza y el
trabajo.
¡Por
lo tanto, no lo maten al pobre obrero, no lo envilezcan, no lo degraden así!
Respétenle la dignidad, déjenle por lo menos un día para cuidar de sí mismo,
denle facilidades para instruirse en sus deberes, para sentarse en el hogar
doméstico, para tomar parte en las solemnidades públicas, para pregustar en el
tiempo las alegrías del espíritu y prepararse para su destino inmortal. En
suma, otórguenle el descanso festivo. [55]
“El día domingo se abren para el hombre los cuatro manantiales de
la misericordia divina: la palabra evangélica, la oración, el sacrificio, los
sacramentos”
357.
El precepto de la observancia festiva, es justamente, a
preferencia de los demás preceptos, yugo suave, peso liviano; es, diré con un
eminente escritor, un retorno a las bendiciones del Edén, una suspensión de la
terrible ley del trabajo penoso, una tutela del pobre y del débil contra las
opresiones del rico y del poderoso, un grito de libertad santo, una invitación
del Padre Celestial que, reuniendo a su alrededor a la familia dispersa, entra
con todos sus hijos en las más íntimas y afectuosas comunicaciones. Ese día se
abren para el hombre, para cada hombre, los cuatro manantiales de la
misericordia divina: la palabra evangélica, la oración, el sacrificio, los
sacramentos. Ese día la tierra se eleva y el cielo baja, todas las criaturas
nos hablan con lenguaje de fe, de esperanza, de amor, y el alma siente toda su
grandeza moral y gusta, también entre las duras pruebas de la vida, alegrías de
paraíso. [56]
“Un día en el cual el alma pueda elevarse libre”
358.
La ignorancia en materia de religión, como se observa
desafortunadamente en tantos y tantos, especialmente en la clase obrera, ¿no es
quizás más espantosa que la miseria? Hoy más que nunca, es cierto, se hacen
esfuerzos muy loables para instruir a las masas populares; ¡pero cuántas veces
detrás de la máscara de la instrucción, se enseñan y se difunden máximas que
son la ruina del pueblo!
Fue y
será siempre gloria inmortal de
Es
más. ¿Cuál es, oh queridísimos, nuestro verdadero título de superioridad sobre
todas las cosas que nos rodean? Es éste sin duda: dentro del frágil envoltorio
de nuestro cuerpo, destinado a sucumbir, está lo que da vida a la materia
inerte, está lo que trasciende al espacio, que desafía al tiempo y triunfa
sobre la muerte; está el pensamiento que refleja en sí el universo; está el
sentimiento que abraza al infinito; está la voluntad con su libre energía; en
una palabra, está el alma hecha a imagen de Dios y que tiene sed continua de
Dios, que a Él anhela incesantemente, como el ciervo anhela la fuente, como la
aguja busca el imán, como la ola se precipita en el mar.
Ahora
bien; ¿no debe haber en cada semana un día en el cual esta alma, aligerada del
peso de las preocupaciones terrenales, liberada de las agitaciones de la vida
material, pueda acercarse a Dios? ¿Un día en el cual pueda elevarse libre hasta
los más puros horizontes y gozar un poco de paz? [57]
"El día domingo es el día de la familia"
359.
Día de Dios y día del hombre, el día domingo es también el día de
la familia.¡Oh la familia! ¡Cuántos dulces pensamientos y cuántos afectos
amables suscita en nosotros esta querida palabra! Todos lamentan, y con razón,
que el espíritu de la familia vaya día a día debilitándose en la sociedad
actual; pero el trabajo en los días festivos, ahora más frecuente que en el
pasado, ¿no es quizás una de las causas principales de tan funesto desorden? ¿Y
los miembros de una misma familia no se convertirían de alguna manera en
extraños los unos para los otros, si el día domingo no los reuniera en la
intimidad de las paredes domésticas? Los demás días la familia está más o menos
dispersa: el padre, ocupado en el ejercicio de su profesión, la madre en el
gobierno de la casa. ¿Y los hijos? Están en la escuela o en el taller. No
existe más que ese día en el que todos pueden volver a encontrarse, verse con
un poco más de tiempo, entretenerse a su gusto, estrechar vínculos de afecto
recíproco y gozar juntos la felicidad de la vida doméstica. “Pasar el domingo
en familia”, esta frase tan común en el lenguaje de nuestros padres,
compendiaba en ellos las alegrías más puras, como por otra parte la expresión
fiel del sentimiento moral. [58]
"El domingo todos se sienten dueños del tiempo, de los
pensamientos, de los afectos, de la vida del alma"
360.
Observen una población cristiana en ese día. Todos se encuentran
en el templo. La alegría brilla en todos los rostros; la paz desciende a todos
los corazones. Libertad, igualdad, fraternidad no son más para aquel pueblo
palabras vanas, sino una realidad consoladora. El pobre como el rico, el siervo
como el patrón, el humilde obrero como el gran millonario, el ínfimo empleado
como el magistrado más distinguido son libres. Ese día todos, sin excepción, se
sienten dueños del tiempo, de los pensamientos, de los afectos, de la vida, de
su alma. Todos se encuentran entre los brazos de la misma Madre, elevan al
cielo la misma plegaria, se arrodillan con el mismo sentimiento de adoración,
escuchan la misma palabra de verdad, profesan la misma fe, ofrecen el mismo
sacrificio, se sientan a la misma mesa mística, suspiran por la misma patria, y
todos, por la común condición del mismo deber cumplido, se sienten más
íntimamente hijos del mismo Padre que está en los cielos; y desde el templo
sale un hálito de amor y de paz que todo vivifica y todo recrea. [59]
"Asistir a
361.
Lo que
"Apóstol
del Catecismo" así fue definido Mons. Scalabrini por Pío IX. Sus primeros
pensamientos como párroco y como obispo estuvieron dirigidos a la instrucción
religiosa de la juventud mediante el catecismo, primera y natural enseñanza,
compendio de la doctrina católica, fuente de vida cristiana. Al reflorecimiento
catequístico dedicó el primer Congreso Nacional en 1889.
El
catecismo debe ser enseñado "en todas partes y siempre", desde el
púlpito y en la escuela, en la familia y en las propias Escuelas de
La
catequesis es eminentemente cristológica: hacer conocer y amar a Jesús
Salvador. La pedagogía catequística es el arte más difícil: debe ser estudiada,
experimentada y perfeccionada según la metodología más adecuada al
catequizando, que debe estar comprometido con la inteligencia, con la voluntad,
con el corazón, con los sentidos. La catequesis es el apostolado más eficaz,
porque tiende a formar a Cristo en los fieles.
La
escasa cultura popular de ese tiempo induce a Scalabrini a pronunciarse por un
catecismo único: "un código de la fe, igual para todos" los católicos
y para todos los países, de modo que la movilidad geográfica no perjudique en
el pueblo la seguridad de la regla de la fe y de la moral.
a)
"Apóstol del Catecismo"
362.
¡Me llora el corazón al ver que tantos jóvenes estudiantes se
pierden, mientras tan fácilmente nosotros podríamos salvarlos! Sean para ellos,
¡oh hermanos!, los cuidados más solícitos y afectuosos. ¡Salvemos, oh salvemos
a esta pobre juventud estudiantil y todo habremos salvado con ella!... No es
sólo por el gran afecto que yo siento por ella, que me atrevo proferir aquí
nuevamente ante ustedes este grito, sino también para desendeudarme, de una
promesa que hice a Pío IX, de santa memoria. - Continúe, me dijo un día con ese
modo suyo tan paternal, continúe siendo, Monseñor, el Apóstol del Catecismo -,
y diciendo esto, quizás para que no olvidase la recomendación, me regaló, en
presencia de varios Obispos, esta cruz... Confundido por ese trato de
complacencia tan imprevisto como inmerecido, no recuerdo qué respondí. Esto sí
lo recuerdo muy bien, que asumí el compromiso de poner en obras, lo mejor que
pudiese, esas palabras, y también en cada circunstancia oportuna repetirlas a
mis Cohermanos en el Ministerio. Por lo tanto, párrocos y sacerdotes, todos los
que estamos aquí reunidos, armémonos de un celo fuerte, iluminado, constante;
convirtámonos en los Apóstoles del Catecismo. [61]
363.
Distantes, más que el cielo de la tierra, del celo de un San
Carlos Borromeo, de un San Francisco de Sales, de un B. Pablo Burali, nuestro
glorioso antecesor, de un Ven. Bellarmino y de otros insignes pastores
contemporáneos, Nos sentimos arder por un muy vivo deseo de seguir, por lo
menos desde lejos, sus huellas en esta Obra saludable del Catecismo; jamás
cesaremos de rezar, de esforzarnos, de instar oportuna e inoportunamente, con
mucha paciencia, hasta que no podamos verla perfectamente cumplida y pueda
Nuestra muy amada Diócesis servir como modelo edificante y ejemplo a las demás.
[62]
"Nuestros primeros pensamientos estuvieron dirigidos a la
juventud"
364.
Apenas fuimos destinados por el Supremo Jerarca a regir esta noble
e insigne Diócesis, nuestros primeros pensamientos estuvieron dirigidos a la
juventud (...). Les suplicamos en nombre de Dios velar atentamente por la
instrucción religiosa de los niños, bajar hasta ellos, no perderlos nunca de
vista, compartir con sus padres la preocupación de orientarlos hacia la piedad,
enseñarles todos los puntos de
"El Catecismo es la primera y la más natural enseñanza"
365.
El alma, aún si es joven, cuando es bien instruida en el
Catecismo, siente en sí misma a su Dios, se lanza a Él con ardor, lo ama, lo
adora a través de las bellezas, que adornan el universo. El que hizo alguna
experiencia al respecto no necesita palabras para estar convencido de ello.
Hablen
de Dios a un niño del modo más adecuado a su edad y capacidad, y él les
demostrará que ustedes no hablan de un Ser extraño a su naturaleza. En lo
profundo de su alma el Ser Supremo hizo sentir su existencia desde los
comienzos de la vida, y por el Catecismo, este germen precioso, desarrollado
gradualmente en el niño, según su edad, le hace brillar en la mente la parte
más bella y sublime de su vida.
La
idea de Dios aparece desde los primeros albores de la razón humana, y las
necias teorías de las escuelas sin Catecismo, son refutadas todos los días por
las madres, que hablan a sus pequeños del Padre Celestial, al cual elevan sus
oraciones: y éstos con las manos juntas, con los ojos dirigidos hacia el Cielo,
con la voz emocionada repiten las sagradas palabras que pronuncia la madre y su
corazón enternecido se armoniza con los latidos de aquel que los inspira (...).
Eduquen
religiosamente a un niño y lo verán, tierno todavía, pronunciar con respeto el
nombre de Dios, y sin darse cuenta siquiera, tomará las máximas de la fe como
primera ley de su mente, de su espíritu que comienza a tomar conciencia de sí
mismo. Escuchando con maravilla los milagros de la creación, los inmensos
beneficios de la redención, conocerá con purísima alegría el vínculo que une la
tierra con el cielo, el hombre con Dios. Sentirá despertar en el alma el
afecto, el reconocimiento hacia el Creador, rezará con amor y con fe; y todo
ello ejercerá una influencia grande sobre su porvenir, su espíritu, su
conciencia, su carácter, y quizás sobre los destinos de toda la vida entera
(...).
Mientras
que se ha despertado en la sociedad un verdadero entusiasmo por dar a los
niños, y ello está bien, la más perfecta educación física y moral, ¿por qué no
se querrá entender también la necesidad mucho más urgente de enseñarles a
tiempo esos rudimentos de la fe, que son el principio de la gran obra de la
educación cristiana, el fundamento y la base de toda la vida? No hay duda: la
enseñanza del catecismo debe ser la primera instrucción a impartirse a los
niños. [64]
"El catecismo es el compendio de todos los dogmas y de toda
la moral de
366.
El Catecismo católico tomado en su significado general no es más que
un breve compendio de todos los dogmas, de todas las doctrinas, de toda la
moral de
El
Catecismo contiene una ciencia totalmente divina, que tiene por maestro a Dios
(...). Elevando al hombre por encima de toda cosa creada, lo transporta hasta
el trono del Eterno Padre y le revela la generación del Verbo divino y la
procesión del Espíritu Santo; le descubre en ese océano de grandezas,
perfecciones infinitas, misericordias inefables y misterios maravillosos, como
El
Catecismo por lo tanto, que se funda enteramente sobre la palabra revelada por
Dios a su Iglesia y que en germen está todo contenido en esa orden del divino
Maestro a los Apóstoles: "vayan y enseñen a todos los pueblos", es un
libro que suple a todos los libros, a toda la sabiduría humana; es el libro de
los pequeños como de los adultos, de los ilustrados como de los ignorantes
(...). No hay por lo tanto, después de
"Verdadera fuente de la vida cristiana"
367.
La catequesis de
"El fruto del primer Congreso Catequístico, en parte, ya se
ha obtenido"
368.
Decirles, oh Cohermanos, los sentimientos que invaden mi alma en
este momento, no es posible. Las elocuentes palabras que resonaron entre estas
paredes desde el principio, las tan hermosas y reconfortantes cosas escuchadas
aquí, las tan útiles propuestas discutidas, las tan apreciadas y oportunas
consideraciones aplaudidas también ahora y que fueron digno broche de oro para
nuestros trabajos, dieron a conocer plenamente cuan grande es el amor que arde
en el corazones de ustedes hacia Aquel que dijo -otra cosa no quiero- ignem
veni mittere in terram et quid volo nisi ut accendatur? [he venido a traer
fuego sobre la tierra ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!] A El por lo
tanto, sólo a El sólo el honor y la gloria, a El hoy el himno de alabanza y
gratitud.
Sí,
démosle gracias por no habernos reunido aquí en vano. El fruto del primer
Congreso Catequístico se puede decir que, en parte, ya se ha obtenido.
Efectivamente, nuestros pueblos no pudieron permanecer indiferentes a nuestra
obra.
Hace
poco se ha oído exclamar: ¡Gran cosa debe ser ese Catecismo si solamente para
lograr que sea conocido mejor se reunieron aquí tantos personajes insignes; si
un Príncipe de
"Promuevan la instrucción religiosa con ardiente
caridad"
369.
Promuevan, se lo recomendamos calurosamente, la instrucción
religiosa, cuidando , con caridad ardiente, su normal desarrollo en las
Escuelas del Catecismo. Venerables Párrocos y Sacerdotes, se lo suplicamos, en
esta obra de Dios, alienten a los buenos, sacudan a los inertes, entusiasmen a
los tímidos, consuelen a los diligentes. ¡Oh cuánta alegría ocasionarán a los
ángeles! ¡Qué ejemplo edificante para los fieles! ¡Cuánto consuelo para nuestro
paternal corazón si reunidos con un selecto grupo de niños, les enseñan, con
ese afecto que sólo sabe inspirar la caridad, a conocer, a amar, a servir al
Señor! Nosotros pronto tendremos la oportunidad de darnos cuenta de esto,
visitando en cada parroquia las Escuelas del Catecismo, con particular placer.
Piensen bien que nosotros esperamos hallar en ese encuentro el más querido, el
más dulce de nuestros consuelos, y a la vez que nos alegraremos en el Señor con
Ustedes y seremos generosos de elogios para los verdaderos Pastores, no
podremos ciertamente disimular, ni siquiera en público, nuestra grandísima pena
por aquellos que no hubiesen cumplido todavía, según sus posibilidades, su
deber en una cosa de tanta necesidad. [68]
b)
"Instrucción religiosa o, en otros términos,
¡Catecismo!"
370.
Instrucción, por lo tanto, instrucción religiosa; o, en otros
términos, ¡Catecismo! ya que es justamente el Catecismo el fundamento de tal
instrucción.
¡Quisiéramos
hacerles apreciar como corresponde toda la grandeza, toda la importancia y toda
la eficacia de este libro!
El
catecismo es el eje de la vida cristiana. Para usar las bellas expresiones de
uno de los más doctos escritores modernos, el catecismo es el libro de los
libros: y, aunque tenga la apariencia de un librito humilde, exceptuando
¡El
Catecismo! Examínenlo un poco, pero atentamente, y verán, diremos con otros
autores, cómo este libro admirable, este código de sabiduría popular, si bien
pequeño en tamaño, contiene todo lo que para nosotros es más necesario saber, o
sea la ciencia de nuestro destino con los medios para conseguirlo; se adapta a
todas las edades, responde a las necesidades de todas las condiciones y de
todas las inteligencias, resuelve en modo determinado y seguro todos los
problemas de la vida y basta por sí solo para formar los buenos cristianos y
virtuosos ciudadanos. Con fórmulas claras, breves y precisas, que poco a poco
se desarrollan y se engrandecen, él hace nacer la fe en los pequeños, la
alimenta en los adultos y en los hombres maduros la corrobora y la fortifica. [69]
"Catequicen en todas partes y siempre"
371.
La primera Comunión,
Pero
sobre todo importa que venzan un grave prejuicio, arraigado en muchos: que el
Catecismo se debe enseñar solamente a los niños, es como si
Pero
hay almas que requieren en modo particular los cuidados más solícitos y
afectuosos de parte de ustedes y son, como les dije otras veces, los sordomudos
y las sordomudas, que se encontraran por ventura en sus Parroquias. Que ellos
también, por obra de ustedes, lleguen pronto al conocimiento de las verdades y
puedan sentarse regenerados a este festín del espíritu. [70]
"¡Eduquemos, eduquemos!"
372.
¡Eduquemos, eduquemos! Con la educación cristiana nosotros podemos
todo; sin ella ¿para qué sirve todo lo demás? Si se quieren ver florecer las
artes, las letras amenas, las disciplinas humanas, conviene que vuelva a
revivirlas la fe. Si se quiere el verdadero progreso de la ciencia, es
necesario que la semilla de las doctrinas celestiales sea esparcida a manos
llenas en el campo del Señor y que desde los años más tiernos se infundan en el
ánimo de los jóvenes las enseñanzas de
A una
ciencia falsa, enemiga de la fe y de la misma razón, debemos oponer una ciencia
apoyada sobre sólidos e inmutables principios, conforme a la razón y a la
revelación divina, no pudiendo nunca contraponerse entre sí los dictámenes de
la fe y de la razón ya que Dios es el supremo autor de unos y de otros. Y la
base de la verdadera sabiduría es el Catecismo Católico; no lo olviden. Sea
enseñado el catecismo por los padres en los hogares, por los sacerdotes en el templo,
por los maestros en las escuelas, y del catecismo aprenderán los hijos a
venerar a los padres, que son imagen del Padre celestial; del Catecismo
aprenderán los súbditos a respetar en los príncipes la autoridad que viene de
Dios; del Catecismo aprenderán todos esa caridad, que nos hace semejantes a
Dios y útiles a nuestros hermanos.[71]
"Vuelva el catecismo a las escuelas y con él vuelva
Dios"
373.
Se me permita hablar con esa libertad que nadie puede disputar a
un Obispo. Se me permita hacer un voto, o mejor dicho, dirigir a todos en el
nombre de Dios, para la salvación de las almas, para el bien de la misma
sociedad civil, una oración que me brota de lo profundo del corazón en este
momento. Vuelva, vuelva la religión, vuelva el sacerdote, vuelva el catecismo a
todas las escuelas. Vuelva a ellas, no ya como un mendigo al cual
dificultosamente se le deja traspasar el umbral de la casa, sino como un amigo
fiel, como un antiguo benefactor echado en un momento de despecho y de ira
injusta. Vuelva el catecismo a las escuelas y con él vuelva Dios. Porque donde
no está Dios, sépanlo todos, no hay más que tinieblas; allí donde no está Dios,
está la oscuridad más tenebrosa en cuanto a los principios morales.[72]
"Perfeccionar las facultades del hombre armoniosamente"
374.
La instrucción, aún del solo intelecto, al igual que el alfabeto
que es el primer eslabón, es un bien, un bien para difundir tanto y más que los
demás, como serían por ejemplo, la salubridad de los lugares y la higiene del
cuerpo humano. Es un desarrollo de la naturaleza humana, o mejor dicho, uno de
los más nobles desarrollos y quien se opone a él es reo de lesa humanidad. Pero
como todo tiene una medida, y todo tiene un fin, esta instrucción se
proporciona no sólo a todos los hombres, sino que también debe armonizarse con
todas las cualidades y capacidades, de las que cada uno es capaz. Educar
significa perfeccionar armoniosamente las facultades del hombre, y la educación
abarca el cuerpo y el espíritu, el corazón, los afectos, la fantasía, la
voluntad conjuntamente con el intelecto (...).
Cada
vez que no se educa religiosamente en el niño la naturaleza y la dignidad
humana; cada vez que se descuida formar en él al hombre como Dios lo concibió,
al hombre como Dios lo creó, al hombre como Dios quiere que se forme y se
realice; cada vez que no se cumplen estas cosas, se traiciona, se viola el
respeto que es debido al niño y a su grandeza original. Efectivamente el
hombre, nacido esencialmente imitador y libre de sí, cuando no sepa estas
grandes verdades, que encuentran tan fácil aceptación en un corazón recto, que
es, según la bella expresión de Tertuliano, naturalmente cristiano, ni tampoco
sea formado con el ejemplo de virtudes y ejercicios religiosos, crecerá deforme
como plantita silvestre y portadora de frutos muy tristes, y a tan grave mal no
se podrá fácilmente aportar remedio oportuno. Efectivamente, formar para la
virtud y para el bien el alma todavía tierna, es cosa fácil, pero extirpar los
vicios crecidos con los años es muy difícil. [73]
"Que despierten los padres"
375.
Todas las diligencias y actividades de los Párrocos y de nuestro
venerable Clero y de todos los verdaderos y fervientes Obreros de
Padres
y madres, se los suplico por el amor de Jesucristo, no sean de esos
desgraciados padres preocupados más de educar a sus hijos para las comodidades
y beneficios temporales, y de hacerles aprender cosas vanas, incluso
peligrosas, que de pensar en su verdadero bien espiritual y eterno; más
preocupados por formarlos según el espíritu, las máximas y las costumbres del
mundo que según los sentimientos de la religión, de la piedad y de la fe. [74]
"Ustedes, padres, deben ser los primeros Maestros del
Catecismo"
376.
Las nuevas necesidades de los pueblos exigen nuevos cuidados y
desvelos sin fin para transfundir el espíritu cristiano en los niños,
fortificar en el bien la voluntad, iluminar y orientar hacia la rectitud la
conciencia, ennoblecer los sentimientos, formar, según la admirable expresión
del Apóstol, Jesucristo en sus almas, sublimándolas hasta Dios. Los niños son
los hombres del mañana; dentro de pocos años ellos serán los padres, las
madres, los obreros, los ricos, los comerciantes, los magistrados de las
Parroquias y de
Pero
todas las diligencias y los cuidados del clero caerían en gran parte al vacío,
si ustedes, padres, no se despiertan para entender y ejercer sus deberes con
respecto a los hijos que se volvieron, en tiempos tan tristes, deberes
exclusivamente personales. Porque para ustedes no es desconocido que también
allá donde se debería admirar la seriedad y la sensatez del pensar, abundan
hombres livianos y superficiales, los que, despreciando la antigua sabiduría de
sus ancestros y pisoteando la historia y la experiencia de las generaciones pasadas,
consideran el catecismo una bagatela, un viejo utensilio de la casa ya inútil,
un impedimento y un obstáculo para la prosperidad y la gloria de las naciones;
de suerte que muchos jóvenes instruidos quizás en otras cosas, o no lo aprenden
como se debería, o pronto, con increíble desconocimiento, lo olvidan y lo
desprecian. Por lo tanto ustedes, padres, deben ser los primeros Maestros del
catecismo para sus hijos, ya que con el vínculo conyugal se adosaron esta
gravísima obligación; ustedes no son sus progenitores según la carne sino para
ser también sus progenitores según el espíritu. [75]
"Ustedes, padres y madres, tienen la tarea y la obligación de
hacer partícipes a sus hijos de la enseñanza de
377.
A ustedes, Madres, de modo particular, recordaremos que deben dar
la primera instrucción religiosa a sus hijos, los que, siempre con ustedes,
escuchando su voz, les creen, les obedecen más que a cualquier otro, a ustedes
que en la cualidad exclusiva que adorna la maternidad, tienen los recursos que
las hacen aptas más que otros para éste tan noble deber. Por lo tanto, esa
preocupación que ustedes tienen para que a sus hijos no les falte el alimento
corporal, deben usarla para el sustento de su vida espiritual mediante la
primera instrucción catequística. Esas grandes verdades aprendidas de los
labios maternos no se borrarán tan fácilmente de la mente y del corazón de sus
hijos y ustedes, Madres cristianas, cumpliendo con esta gloriosa parte del
apostolado católico que les fuera confiada, tendrán bien merecido el
reconocimiento de las almas y de
No se
conformen, por lo tanto, con enviar a sus hijos a
c) LAS ESCUELAS Y LOS MAESTROS DE
"Erijamos en toda
378.
Nosotros conocemos las graves dificultades, los muchos esfuerzos
necesarios para tal fin, pero nada es imposible para la caridad y el esmero en
el cumplimiento del deber: ellos son los grandes inspiradores y maestros de
todo bien. Hay párrocos, y nosotros lo sabemos bien, que colocados aún en
posiciones muy difíciles, justamente con la caridad y el esmero han sabido
hacer lo que les hemos dicho, incluso, algunos mucho más, instituyendo fiestas
y exámenes y premios para el Catecismo, convocando a breves ejercicios
espirituales a los niños de la primera Comunión, a los cuales dan merecidamente
una suprema importancia, instruyendo por largo tiempo a los Maestros y
Maestras, valiéndose de todo y de todos para promover esta obra del Señor. Sí,
con la caridad y con el celo se realizan grandes cosas, diríamos con San
Agustín, sin mucho esfuerzo, ya que el celo es fecundo, inventivo, paciente,
incansable, la caridad no teme los esfuerzos, por el contrario los ama y está
dichosa con ellos: "Ubi amatur non laboratur, aut si laboratur, labor
amatur" [Cuando se ama no se siente la fatiga, o si se siente la fatiga,
la fatiga es amada]. Con la caridad y con el celo se piensa en todo, todo se
intenta y se continúa, se multiplican las iniciativas, a las que es ayuda y
estímulo la infalible promesa de Dios: Aquellos que instruyan a muchos en la
justicia, brillarán como estrellas en la interminable eternidad (Dan. 12).
Por
lo tanto, nosotros declaramos en pleno vigor
"En cada parroquia se formarán cuatro clases"
379.
En cada parroquia se formarán cuatro clases:
La
primera del Pequeño Catecismo;
La
segunda de
La
tercera del Catecismo grande;
La
cuarta de los adultos.
1.
En la primera escuela se inscribirán a los niños más pequeños, que
deben aprender las principales verdades de la fe, y en las parroquias populosas
esta clase podrá ser subdividida según el número de maestros que haya y de los
niños que participen.
Instruir
en forma separada a los que se preparan para
2.
En la escuela de
Un
año entero, y también dos para los más lentos, de instrucción especial y de
anhelante espera, no es excesivo, por el contrario, es necesario y muy
ventajoso.
3.
La tercera Escuela servirá para aquellos y para aquellas que ya
fueron admitidos a
4.
De la cuarta clase forman parte finalmente los adultos. Esta es la
clase dictada de ordinario al pueblo antes de la doctrina explicada desde el
púlpito. Muchos Sínodos Provinciales y Diocesanos ordenan que también los
Sacerdotes, que atienden a esta instrucción, deben leer las preguntas y las
respuestas del Catecismo, explicándolas con la máxima simplicidad tanto en las
palabras como en el sentido. El objetivo de esta instrucción al igual que el de
esta clase, es capacitar a los padres y a los adultos en general, a comprender
y explicar exactamente el mismo Catecismo a sus hijos. Es muy importante para
el porvenir religioso de las familias que ese objetivo sea alcanzado. Nosotros
confiamos que todos, también los Sacerdotes y los Párrocos, que dictan esta
cuarta clase, se atendrán a los objetivos para mayor ventaja de la instrucción.[78]
"Quien no arde con este fuego celestial no puede decirse
verdaderamente cristiano"
380.
El que tiene fe, el que vive de fe, no sólo ama a Dios, sino que
se siente impulsado a hacerlo amar también por los demás, ya que el amor no se
adapta nunca a la indiferencia. De aquí esa fiebre de los santos de
sacrificarse totalmente por la salvación de las almas. De aquí esos prodigios
de caridad y de celo que leemos en sus historias y que son la admiración de los
siglos. El celo por la gloria de Dios los consumía y no los dejaba descansar un
instante. Quien no arde con este fuego celestial no puede decirse
verdaderamente cristiano, verdaderamente católico. Verdadero cristiano y
católico es aquél que no dice solamente con los labios cada día: Señor, venga
tu reino; sino que estudia todos los modos, usa todos los medios, emplea todas
las fuerzas, para que este reino se extienda siempre más y se establezca sobre
la tierra. Verdadero cristiano y católico es aquél que tiene hambre y sed de
justicia, que trata de hacerla conocer y amar por los demás, promoviendo
especialmente la instrucción religiosa y dedicándose él mismo personalmente.[79]
"Jesucristo el eterno modelo"
381.
El amor inefable y las tiernas solicitudes de Jesucristo hacia los
niños son la gloria y la eterna bendición de la infancia cristiana, ya que el Maestro
del Catecismo no puede tener otro modelo diferente de Aquél que ha catequizado
toda la tierra (...).
Los
más grandes maestros del catecismo, los más perfectos, no fueron tales, sino
porque copiaron en sí mismos, y más que los demás, la imagen de este modelo
divino (...).
Enciendan
en ustedes, por lo tanto, oh maestros del catecismo, el sagrado fuego de amor
que ardía en el corazón de Jesús por la niñez, y estén persuadidos que no serán
nunca dignos de su ministerio, si no aman a Jesucristo y en Jesucristo a esas
jóvenes ovejas de su místico rebaño (...).
Pero
Jesucristo debe ser adorado no sólo como modelo de la forma en que deben ser
tratados los niños, sino también del modo de instruirlos. El método usado por
Jesucristo para enseñar es divino y por lo tanto el más conveniente para ellos.
En
las páginas inmortales del Evangelio aparece que Jesucristo instruía con toda
la autoridad, pero al mismo tiempo con la máxima simplicidad. El se vale de
ejemplos, de trozos de historia, propone parábolas, semejanzas. Jesús
interroga, se deja interrogar, hace aclaraciones, responde en forma muy breve.
En el templo, a orillas del Jordán, sobre una barca, sentado sobre la cima del
monte, enseña con explicaciones familiares las más profundas verdades
dogmáticas y morales, interrumpe con frecuencia sus sermones y pregunta
suavemente: ¿han comprendido lo que les expliqué? Intellexistis haec omnia? A
veces comienza con una pregunta, y para grabar más vivamente en el espíritu la
verdad usa animados diálogos con los oyentes (...).
El
Evangelio se puede llamar el libro de las Catequesis de Jesucristo Nuestro
Señor, y cada instrucción es divinamente extensa, firme, magnífica, muy simple;
ella llena de luz celestial, sacude, conmueve, arrastra con toda la plenitud de
la verdad, de la autoridad; ella será eterno y adorable modelo de la enseñanza
cristiana, como Jesucristo es el eterno y adorable modelo de la caridad y de la
santa ternura, que el Maestro del Catecismo debe profesar por la infancia. [80]
"La escuela del catecismo no se limita a enseñar, sino que
educa en la fe"
382.
383.
Ya no se trata solamente de hacer aprender a los pequeños las
principales verdades de la fe, sino de formar y de desarrollar en ellos la
conciencia y el sentimiento cristiano; se trata de prepararlos para las grandes
prácticas religiosas, es decir recibir los Sacramentos de
384.
No es suficiente instruir, es necesario que este Catecismo de
perseverancia dé una verdadera y fuerte educación cristiana, que sea no sólo
una buena escuela de enseñanza religiosa, sino también una gran institución
religiosa; que no sólo enseñe e inculque los principios de la fe, sino que los
insinúe en el corazón, los haga entrar en las costumbres cotidianas de la vida.
[83]
"Los maestros usen especialmente el celo"
385.
San Bernardo quiere que el celo veraz sea inflamado por la
caridad, informado por la ciencia, hecho invencible por la constancia,
circunspecto en la selección de los medios, ferviente e invicto en la actuación
práctica. Cuando el Maestro posee tal celo, no se atiene a ninguna conducta en
particular. Es calmo, riguroso, adaptable, valiente, condescendiente, con tal
de salvar a las almas. Ese celo todo lo enseña para hacer crecer en la
verdadera piedad las almas de los niños y alejarlos de las alegrías falsas y
ruidosas del mundo.
Que
los maestros pongan un particular celo, como San Carlos, en tratar de mantener
y acrecentar todos los días una obra de tanta importancia, y lo lograrán, si
con diligencia y prontitud cada uno cumple bien su deber, sin ahorrar ningún
esfuerzo necesario para ello. [84]
"Unir a la enseñanza una sólida piedad"
386.
Para que la enseñanza del catecismo produzca abundantes frutos, es
necesario que sea impartido con singular piedad, ya que no es quien planta ni
quien riega, sino que es Dios quien hace crecer. La gracia, es cierto, no
destruye, sino que perfecciona la naturaleza, no excluye, sino supone las
iniciativas humanas, del mismo modo que la forma supone la materia; es siempre
la gracia divina al fin y al cabo quien riega y fecunda los esfuerzos del
catequista, que por consiguiente debe unir a las enseñanzas una sólida piedad,
con el fin de atraer sobre sí y sus alumnos las más selectas bendiciones
celestiales.[85]
387.
Rueguen, por lo tanto, Maestros del Catecismo, y Aquél que es rico
en misericordia los oirá más allá de los anhelos de ustedes; rueguen con
piedad: es ésta la vida de los santos, la vida oculta con Jesucristo en Dios;
con la piedad y con la oración llegarán a ser columnas de la casa de Dios,
delicia de
"Que sus alumnos comprendan que ustedes los aman"
388.
Que sus pequeños alumnos comprendan que ustedes los aman; que si
se esfuerzan, se esfuerzan únicamente por su bien, y entonces ellos recibirán
gustosos las exhortaciones de ustedes y los escucharán con agrado. Convénzanse:
los niños necesitan más que nada de la ternura, pero de la ternura de la
piedad. Por lo tanto, lejos de ustedes ese proceder áspero y severo, ese tono de
voz imperioso que tanto les desagrada.[87]
389.
Sea compañera del Maestro de Catecismo una gran dulzura en los
modales que no se pliegue y degenere en flojedad, que se convierta a veces en
una prudente severidad, pero no llegue a un trato áspero. Ese equilibrio es
difícil de conseguir, pero se lo puede alcanzar cuando se piensa en las
inmensas ventajas de las que es noble fuente.[88]
390.
Los Maestros deben tener siempre presente que la indulgencia con
los niños es más justa que el excesivo rigor, que no deben pretender demasiado,
que hay una sobria perfección, muy difícil de lograr, pero sin la cual todas
las reglas, también las más sabias, sirven poco, que, en fin, la naturaleza del
niño, más malo en la superficie que en el corazón, es necesario enderezarla,
ayudarla, jamás violentarla, tendiendo con fuerza al fin, pero disponiendo cada
cosa con suavidad.[89]
391.
Extenderán su caridad también afuera de
"Es más fácil formar un buen orador que un buen
catequista"
392.
Se suele decir que es más fácil formar un buen orador que un buen
catequista y, por lo tanto, no se aflija el párroco o quien ocupe su lugar, por
tener que convocar a los maestros del Catecismo y leer él mismo alguna lección,
explicando el significado de cada palabra (...). No debe conformarse con hacer
esto alguna vez, sino que debe continuar por meses y años hasta que el método
de enseñanza haya sino internalizado y sea bien conocido. [91]
"Considero
393.
Enseñar el catecismo a los niños se considera comúnmente la cosa
más fácil del mundo: ¡todo lo contrario! Ciertamente hacer repetir como loros
la doctrina del catecismo es cosa muy fácil, pero la ciencia y el arte de
catequizar, de hacer comprender a los niños la doctrina del catecismo, de
desmenuzarla, de adaptarla a esas pequeñas mentes, en resumidas cuentas, de convertirla
en leche para los niños, hoc opus hic labor! [¡ésta es la obra, éste es el
trabajo!]. Para lograrlo se requiere estudio, diligencia, esfuerzo y un buen
bagaje de conocimientos. Yo considero la formación catequética una de las
ciencias más necesarias para los eclesiásticos, porque catequizar es una de las
principales funciones del ministerio sagrado.
¿Qué
quiero deducir de todo esto? Lo que me fue insinuado ayer por la mañana por mi
Ven. Cohermano de Ventimiglia, o sea que para favorecer la enseñanza del
catecismo y asegurar los frutos más abundantes que requieren las necesidades
presentes del pueblo cristiano, es indispensable una escuela de buenos
catequistas (...).
Hay
escuelas destinadas a formar a los maestros y maestras para la enseñanza primaria;
¿y por qué no puede, o mejor dicho, no debe haber una destinada a preparar y
formar los maestros de la más sublime de las ciencias, de la más difícil de las
artes, como es la de enseñar el Catecismo?
Y es
justamente sobre la institución de una escuela de Formación Catequética a la
que se refiere mi primera propuesta.[92]
"Una gran Asociación de Catequistas"
394.
Entre diversas propuestas, yo sugiero formular una, que no sería
sino la concreción del pensamiento tan sabia y oportunamente expresado por Su
Santidad en la memorable Encíclica "Humanum Genus" y que
desafortunadamente hasta ahora ha sido letra muerta. Es decir, la creación en
Italia de una gran Asociación de Catequistas, que tuviese como objetivo
impulsar la instrucción religiosa en las parroquias, en las familias, en las
escuelas, que se ocupara de recolectar ofrendas, para instituir las fiestas del
Catecismo, de
d)
"El conocimiento y el amor de Jesús Salvador debe ocupar el
primer lugar"
395.
El conocimiento y el amor de Jesús Salvador debe ocupar
absolutamente el primer lugar en el espíritu del cristiano, por lo tanto hay
que infundirle esta gran idea desde la primera edad, inspirándole el más tierno
amor, la más grande confianza, la más viva y eficaz devoción. [94]
396.
Por lo tanto, el que enseña el catecismo nunca debe olvidar que
toda la instrucción religiosa tiene como objetivo hacer conocer a Dios y a
Jesucristo, cuyo conocimiento, como está escrito en el Evangelio, es la vida
eterna.[95]
397.
Además de la parte de catecismo asignada a cada clase, póngase
continuamente ante los ojos de los niños a Jesucristo, a
"El catecismo sea comprendido en el significado de cada una
de sus palabras y en el conjunto de las verdades"
398.
Los maestros tendrán el catecismo en mano, leerán claramente la
pregunta y la respuesta, explicarán en forma clara, llana, muy breve, el
significado de cada una de las palabras (...). Efectivamente, los niños no
comprenden esas palabras, y si se los acostumbra a pronunciarlas mecánicamente,
no obtienen de ello ningún provecho. Es necesario, por lo tanto, explicar con
la mayor simplicidad y familiaridad, con nociones y figuras sensibles a todas y
a cada una de las palabras del Catecismo, con el fin de aprender las augustas
verdades dogmáticas y morales de la fe. Es frecuente el caso de escuchar a
niños recitar con seguridad, de memoria lo que no entienden; culpa de los
maestros, que suponen en ellos excesiva facilidad para comprender las palabras
y las expresiones catequísticas.
Por
lo tanto, explicado el sentido de cada palabra, el maestro debe comenzar
nuevamente, desarrollando el sentido y la fuerza de la respuesta, volviendo a
proponer de diversos modos el tema, equivocando alguna vez a propósito las
respuestas para dejar a los niños el vivo placer de la corrección, dispensando
en forma oportuna felicitaciones y reproches, manteniendo despierta la atención
hasta que esa parte del Catecismo sea comprendida en el significado de cada una
de sus palabras y en el conjunto de la verdad augusta que significa (...).
El
catequista no debe avanzar sin haber comprobado antes por el tono de la voz,
por la alegría de la mirada de los niños, que fueron impactados por la verdad
propuesta (....). El maestro que no se atiene a esta regla, traiciona su
mandato con grave daño para los niños a él confiados. Cuídese el maestro de no
aburrirse, ni cansarse de repetir, sin apuro por avanzar, recordando el gran
dicho de San Agustín: "es tanta la profundidad de
399.
Su capacidad es muy limitada; la memoria, la reflexión, la
inteligencia, no están ejercitadas; su lenguaje es muy pobre y las respuestas
del Catecismo Diocesano muchas veces son demasiado complejas para ellos, que
necesitan, diré con el Apóstol, leche, no alimento sólido, es decir de una
instrucción expresada con palabras y frases muy simples, que no superen su
capacidad infantil. Por lo tanto, ordinariamente en los jardines de infantes se
usan algunas preguntas y respuestas sacadas del Pequeño Catecismo que no
constituyen para nada una enseñanza gradual, ni ayudan para desarrollar en el
ánimo del niño el germen de la fe y de la vida cristiana, introducida en él por
la gracia bautismal. [98]
“Hacerlo casi imborrable”
400.
Que cada alumno tenga el Catecismo propio del curso al que
pertenece, y que el maestro se lo haga estudiar en la forma más precisa posible
(....).
Una
importante verdad está encerrada en cada una de sus fórmulas; las palabras y
las frases están precisadas de tal manera que el cambio por otras a veces puede
alterar la sustancia de la cosa (...). De aquí la importancia de asignar, clase
por clase, una breve lección para aprender siempre al pie de la letra y recitar
de memoria, no permitiendo al niño cambiar una palabra, ni siquiera una sílaba
(....).
Tal
estudio graba tan fuertemente en la memoria el texto del Catecismo que lo hace
casi imborrable con inmenso provecho para las almas que, aún en sus extravíos,
encontrarán siempre en su espíritu fórmulas casi indelebles de reproche y
condena. Se han visto hombres que habían perdido
"La imaginación auxilie al intelecto"
401.
Es necesario esforzarse para que la imaginación auxilie al
intelecto al poner ante él imágenes que expliquen las verdades del Catecismo.
El libro de la naturaleza, decía San Francisco de Sales, es apto para las
similitudes, para las comparaciones, para los parangones y para mil cosas más.
Los antiguos Padres están repletos de ellas y las Sagradas Escrituras las
utilizan continuamente. El Santo no se limitaba a dar preceptos, sino que
cuando enseñaba el catecismo, usaba muchas y sorprendentes imágenes, sobre sus
labios florecían las más adecuadas comparaciones. Siga el maestro este modelo
tan noble y su obra será fecunda de frutos sobresalientes.[100]
402.
Pero la maestra tenga bien presente la advertencia de no insinuar
en el ánimo de los niños, con respecto al Paraíso y al Infierno, ideas
demasiado materiales, inexactas o falsas con el objetivo de impresionarlos. En
la enseñanza religiosa siempre es necesario atenerse a lo que enseña la fe y no
dejarse arrastrar por la fantasía, ni siquiera por buenos motivos.
Efectivamente, una idea material puede causar viva impresión en los niños, pero
al crecer advierten la falsedad y junto con la idea falsa desprecian y rechazan
también las verdades más sagradas. [101]
403.
Los maestros usen, en lo posible, narraciones; parece que ellas
hicieran más larga la instrucción, pero en cambio la acortan mucho y le quitan
la aridez (...). Dios que conoce plenamente el espíritu del hombre por El
creado, ha dispuesto
.
"Sentidos y espíritu, todo el niño se ocupe de lo que
estudia"
404.
La maestra tenga siempre presente esta observación: en la
instrucción religiosa también de la primera niñez, no se debe separar la mente
del corazón y de la voluntad, sino todo el espíritu, es decir, mente, corazón y
voluntad se deben enderezar hacia la verdad y el bien que nos presenta la fe
cristiana. En fin, que se aproveche cada ocasión, incluso la recreación, las
flores, todo, para hacer admirar a los niños la grandeza, la bondad, la
perfección de Dios y para cultivar el sentido de Dios que le ha sido comunicado
en el Santo Bautismo, ese germen divino de la gracia bautismal inserto en el alma
para producir sus frutos. [103]
405.
Despiértese entre los niños el entusiasmo del sentimiento,
tóquense suavemente todas las cuerdas del corazón, que se aprovechen todas sus
buenas cualidades para que puedan concebir ideas amables, jubilosas, piadosamente
hermosas para su Religión, que los haga felices y contentos en la simplicidad
de su fe. Para alegrar el ánimo de los niños y hacer grata la religión ayuda
mucho el canto. [104]
406.
Que se utilicen las láminas, que poseen los jardines de infantes
que representan el Cielo y
407.
La pasión y la muerte de Jesucristo debe ser contadas con
frecuencia a los niños. Para imprimir en forma cada vez más viva en los
corazones estos misterios, que la maestra se valga de la imagen del Crucifijo y
de otras relativas a la pasión, ya que una constante experiencia enseña que
favorecen mucho la instrucción religiosa de la niñez.[106]
"Prudencia y paciencia"
408.
La prudencia, esta preciosa virtud, debe enseñar a los maestros el
modo de comportarse con los diversos caracteres y con los diferentes tipos de
niños. Que sea prudente al reprender a tiempo y en la forma adecuada a los
niños distraídos, orgullosos, inmodestos, para hacerles sentir la necesidad de
ser sabios y atentos. Que sea prudente al sostener con afecto los primeros
esfuerzos que el niño hace contra sí mismo para enmendarse (....). Debe ser muy
prudente y no permitirse ninguna acción que no sea buena, ni arrojar, por
ningún lado, sombra de mal.[107]
409.
Tengan, por lo tanto, mucha paciencia, ¡oh Maestros!, acumulen en
la mente del niño buenas ideas; vendrá el tiempo en que ellas se reordenarán
solas. Tengan mucha paciencia al soportar a los que son naturalmente
vivarachos, inquietos, impetuosos. [108]
410.
Si no se usa la máxima prudencia y cautela en los castigos, es
demasiado fácil hacer nacer en el ánimo de los niños aburrimiento, disgusto,
aversión por el catequista, al Catecismo y la misma Religión. La historia
registra nombres, que suenan a incredulidad y cinismo, que confesaron haber
iniciado su muy funesta disposición a la impiedad en la niñez, cuando fueron
demasiado severamente castigados en la escuela de Catecismo. Desde ese día
perdieron todo placer, todo afecto por esa instrucción, y, hechos dueños de sí
mismos, no quisieron ni oír hablar más de ella (...).
Los
castigos son necesarios, pero es importante señalar, como dijo un sabio
educador, que la alegría y la confianza deben ser la disposición ordinaria de
los niños, en caso contrario se empequeñece su espíritu, se desalienta su
coraje; si son vivarachos se irritan, si son calmos se tornan casi sosos. El
castigo riguroso es ese remedio violento de las enfermedades extremas, que
purga, pero altera el organismo y lo frustra.[109]
"Una forma que atraiga y conquiste"
411.
Esta Religión debe hacerse conocer en toda su natural belleza
especialmente a la juventud estudiosa (...): proporcionarle la enseñanza
religiosa del modo más adecuado a las necesidades de la hora presente, de forma
tal que atraiga y conquiste, como lo expresa muy bien un ilustre orador, en un
ambiente, si se quiere, que no sea el templo pero que continúe la obra del
templo. Para proveer a extraordinarias necesidades es inútil perdernos en
discusiones vanas, son necesarios medios fuera de lo habitual. [110]
412.
Es necesario esculpir en el ánimo de los jóvenes los dictámenes de
la fe, prevenirlos contra los maestros de la impiedad, que no faltan en ningún lugar,
mostrarles al mismo tiempo toda la indignidad, la locura, la miseria de los
hombres incrédulos; pero no ya a modo de polémica, más bien con una exposición
clara, noble, digna, con instrucción catequística sólida, bien preparada, que
convenza, desarrolle, ilumine, fortifique la fe, que, fundada en este caso,
como dice el Evangelio, sobre la roca y no sobre la arena, resistirá victoriosa
contra todo asalto de los enemigos. [111]
"Instruyan con afecto"
413.
Se trata de alimentar la vida, no ya material, sino espiritual de
los niños con el pan de la instrucción religiosa. Deben persuadirse bien,
Hermanos muy queridos, que quizás hoy no haya obra de las más gratas y santas
para el Señor, más necesarias y útiles para la sociedad civil, más consoladora
y meritoria para ustedes mismos. Con toda solicitud aclaren las mentes,
combatan la ignorancia, destruyan los prejuicios, hagan conocer y amar
A los
niños, les diremos con las palabras tan llenas de sabiduría y tan prácticas de
un eminente Obispo italiano, recíbanlos con amor y con dulzura paternal cuando
vengan a ustedes, y si no vienen, a semejanza del Divino pastor, pregunten por
ellos, búsquenlos por las calles y por las plazas; combatan la inercia y el
descuido de los padres; insistan, rueguen para que manden a sus hijos al
catecismo. Lejos los castigos y los reproches, lejos los modos duros y ásperos,
que los alejarán de ustedes; háganse niños ustedes también, si es necesario,
para ganarlos para Jesucristo; disimulen su liviandad y su indocilidad;
compartan su rusticidad y su lentitud para aprender lo que les enseñan; no se
muestren jamás cansados o aburridos de ellos; con una caridad sin límites, continua,
ingeniosa, paciente, benigna, que todo soporta, todo espera; es necesario
suplir esa deficiencia de medios y esa merma de autoridad que el tiempo y los
hombres nos han sacado (...). En las instrucciones sean breves, claros y
simples; los modos de ustedes sean amables y cautivadores; atemperen la aridez
de la enseñanza mezclando relatos amenos y morales a fin de unir lo dulce con
lo útil, animándolos a ser constantes en la asistencia. Donde los párrocos no
posean coadjutores, o éstos no sean aptos, diríjanse a algunos buenos laicos, a
algunas mujeres piadosas, para que los ayuden, reúnan y lleven a
Instruyan,
instruyan a los niños que
"Un código de la fe igual para todos"
414.
Hoy más que nunca, ya sea por la cantidad de caminos, como por la
variedad y la facilidad de los transportes, las naciones más disociables y
lejanas se han estrechado y acercado entre ellas, se han, por decir así, mezclado;
y muchos, por falta de trabajo, o por deseo de enriquecerse, o también sólo por
la esperanza de mejor suerte, se trasladan de ciudad en ciudad, de provincia en
provincia, de reino en reino, sin tener nunca residencia estable. Jamás como
hoy fue tan grande el número de las emigraciones y de los emigrados. ¿Qué
deriva de ello, por lo tanto? Deriva que desafortunadamente los niños, en el
ánimo de los cuales es tan necesario echar a tiempo las semillas de las
virtudes cristianas, obligados a seguir la suerte de sus padres, muy
frecuentemente son privados de esa educación religiosa que se aprende entre los
muros domésticos y muy difícilmente son instruidos en las cosas del alma.
Préstese
atención a esto. Ellos emigran de su país natal a otro país con diferente
lengua, lo que no es raro que ocurra hoy en día, y entonces la dificultad es
doble. La primera es por la diferencia del idioma; la segunda es por la no
uniformidad, por lo menos en cuanto al sentido obvio, de la doctrina a
aprender. O bien, como sucede, se puede decir que cotidianamente, pasan de una
diócesis a otra donde el lenguaje es el mismo y entonces, ¿quién no ve la
confusión, la perturbación que debe soportar el intelecto todavía débil por la
diferencia de texto?
Es
bien cierto que una misma cosa puede expresarse de diferente manera, quedando
intacta la sustancia, pero eso no lo llegan a entender las criaturas y las
personas más rústicas. Efectivamente, la experiencia demuestra que su memoria
es más que nada mecánica, ya que en su mente no son ya las cosas que llaman los
nombres, sino más bien los nombres que sugieren las cosas; o sea vemos que
cuando se cambian las palabras, para ellos cambian también las cosas, ya que
por su simplicidad no saben distinguir la sustancia de los accidentes. Por lo tanto,
cuando escuchan la misma doctrina, pero expuesta de forma diferente de la que
ellos ya aprendieron, creen que se les está enseñando una doctrina diferente.
Por eso, la confusión, el fastidio y la idea de un nuevo esfuerzo los desanima,
los envilece y finalmente los retrae de la escuela de catecismo, con el peligro
manifiesto de ignorarlo para siempre.
De
aquí también la dificultad por parte de quien debe enseñarlo, ya sea porque,
donde son niños de otra diócesis, debe vencer esta antipatía suya y prevenirlos
contra el escándalo que podrían adquirir, al escuchar exponer una doctrina,
según ellos totalmente diferente; ya sea porque es necesario recomenzar la
enseñanza catequística en lo que a ellos respecta, no sin grave esfuerzo y
pérdida de tiempo y con daño para los demás niños. Agréguese que muchas veces
este tiempo y este esfuerzo son inútiles, porque hay niños que debiendo seguir
la suerte de sus padres después de poco tiempo y en lo mejor de la obra están
obligados a cortarla para pasar a otras provincias, donde el texto varía
nuevamente y donde, por lo tanto, es necesario enfrentar dificultades nuevas y
siempre mayores. En fin, todos sabemos cómo la correcta comprensión de los
misterios divinos depende de la cuidadosa elección de las palabras. Permitida
lamentablemente la variedad de los Catecismos, nada más probable que en lo
sucesivo sufra la fe del pueblo cristiano, especialmente ahora que está
acechada en todos lados. Y entonces nosotros preguntamos, ¿qué será de la nueva
generación desde ahora tan mal encaminada y tan poco compenetrada en las cosas
del alma y de Dios?
Esos
son, según nuestro parecer, los principales inconvenientes que derivan de la
variedad y multiplicidad de los catecismos, inconvenientes que deberían ser
subsanados pronto con un catecismo único y uniforme para todo el Orbe católico.
Más
bien, ¿quién puede decir cuántas y cuáles ventajas obtendría
Ciertamente,
un código de la fe igual para todos, al cual se agregarán para todos las mismas
oraciones tanto matutinas como vespertinas, especialmente con respecto a los
actos de fe, esperanza, caridad y contrición, más los actos que cada fiel hará
antes y después de
Nosotros,
por lo tanto, apresuramos con los votos aquel día en que, restablecida la paz,
pueda el Pontífice Romano poner mano a una obra tan saludable. ¡Oh, cuánto
gozaríamos que el Pontificado ya glorioso de León XIII se enriqueciera con una
gloria tan hermosa! [113]
Un
apóstol de
El
sordomudo está entre los más pobres e infelices de los hombres: huérfano en la
familia, solitario entre la gente, excluido de la sociedad, un exiliado en su
patria. La fe y la caridad imponen no sólo asistirlo, sino readmitirlo en el
sociedad civil y eclesial, con una instrucción que le permita comunicarse con
los hombres y, a través de la mediación humana, con Dios. Los sacerdotes deben
ser "lengua de su mudez, y oído de su sordera".
El
Apóstol del Catecismo, o sea de la comunicación de la fe mediante un lenguaje
comprensible y asimilable, se convierte en apóstol de los sordomudos para
restablecer la esencial comunicación humana del lenguaje, y apóstol de los migrantes,
para restablecer la comunicación del hombre, aislado por la emigración, con la
sociedad y
"Se dio comienzo a una familia de sordomudas"
415.
Era la víspera del día en que yo debía venir para tomar posesión
de esta querida Diócesis y despedirme definitivamente de mi dulce patria. ¿Cómo
podía olvidarme de las pobres sordomudas que por varios años habían formado el
objeto de mis solicitudes y de mi ministerio sagrado? Iba para exhortarlas por
última vez, para recomendarlas personalmente a la bondad divina, y para
impartirles mi bendición. Describirles las escenas de ese adiós no me es
posible. El sordomudo instruido siente una gratitud muy viva, inmensa,
imperecedera hacia todos aquellos que le brindan caridad. Esas buenas hijas
estaban habituadas a considerarme su guía espiritual, su catequista, el padre
de sus almas, uno de sus protectores, y después de haberme expresado sus
sentimientos exquisitamente sublimes, terminaban sus expresiones así: nosotras
estamos afligidas por una tristeza mortal a causa de su partida , pero ella se
cambiará pronto en muy viva alegría si nos promete impulsar en su Diócesis la instrucción
de nuestras hermanas de desventura. Lo prometí y partí emocionado, resuelto a
preocuparme con todas mis fuerzas para mantener la palabra dada.
Ponía
esta obra bajo la protección de María Santísima, y en la festividad de su
Natividad en 1880, dirigía, como saben, al clero y al pueblo de la ciudad y la
diócesis un llamado para que de sus hijos viniese alguna ayuda. La palabra del
pastor, bendecida por Dios, surtió, por lo menos en parte, el efecto deseado.
Un hombre benéfico, al morir, ordenaba a su esposa, la única heredera,
entregarme una suma para la ejecución de varias obras benéficas, entre las
cuales, no era la última, la de los sordomudos. Fue así que me resultaron
posibles tanto la adquisición de esta casa como la instalación de semejante instituto.
¡Sea, por lo tanto, bendecida la suave memoria del piadoso hombre de pueblo,
José Rossetti!
Aquí
rápidamente fueron convocadas desde diferentes lugares de
Así
se dio comienzo a una familia de Sordomudas que han completado la instrucción,
que no tienen muchas veces donde apoyarse, una especie de patronato. Ellas
viven juntas, casi como religiosas, rezando y ganándose la subsistencia con
trabajos, de Iglesia especialmente.
Aquí
se comenzó la instrucción regular de niñas capaces de recibir instrucción, de
cuyo aprovechamiento, Señores, serán ahora testigos. Estos logros que yo ya
conozco en parte, si bien por un lado me alegran, por otro me hacen sangrar el
corazón, pensando que en tan vasta diócesis son alrededor de doscientos los
sordomudos, según una estadística mandada a hacer por mí, la mayor parte de los
cuales ha crecido sin instrucción de ninguna especie.
Por
lo tanto, terminaré expresando mi gratitud y admiración hacia estas buenas
religiosas que en la amplitud de su caridad estarían dispuestas a recibirlos a
todos y renovando el voto para que entre tantas piadosas instituciones que
enriquecen a la ciudad también pueda prosperar la de los sordomudos, de modo
que Piacenza no deba envidiar más, también por esto, a muchas otras ciudades
italianas y extranjeras, donde ya los sordomudos de ambos sexos son
exitosamente educados y devueltos a las familias como miembros totalmente
civilizados, a la sociedad como ciudadanos útiles, a
"No hay desventura comparable a la del sordomudo"
416.
No hay sobre la tierra desventura comparable a la del pobre
Sordomudo. Provisto de esas facultades con las que fue generosa
La
palabra, esa potencia concreada con el pensamiento y reveladora de mundos
ideales, este vínculo misterioso, que enlaza la naturaleza física y moral, que
une intelecto con intelecto, corazón con corazón, va a golpear a su oído, pero
sin ningún efecto, como el dardo lanzado contra el mármol.
Este
inocente hijo de la desventura, crece en medio de la sociedad, pero casi
extranjero en ella. El tesoro de los conocimientos comunes, con los cuales
todos pueden enriquecerse, para él está cerrado; para él calla la experiencia
de los siglos pasados, y el patrimonio de los conocimientos está restringido a
esos poquísimos que las propias necesidades, la propia reflexión y experiencia
han podido enseñarle, similar en ello al salvaje de la selva que no entiende
nada de todo lo que ve a su alrededor.
Por
el contrario, si reflexionamos bien, si la condición del sordomudo se iguala
plenamente a la del salvaje con respecto a la ignorancia intelectual, ella es
muy inferior con respecto a las amarguras del corazón.
Fue
dicho que el hambre de verdad no es menos apremiante que el del pan cotidiano y
ciertamente así es. Sea de ello prueba el niño dotado de la palabra, que nunca
termina de interrogarnos ahora sobre una cosa, luego sobre otra, y se enfurece,
hace escándalo y llora, si no se lo satisface enseguida.
¡Por
lo tanto, cuál no debe ser el tormento del Sordomudo, que siente adentro el
mismo hambre de saber y está hasta privado del beneficio de interrogar! Ve a
los demás conversar entre ellos, y,
según las conversaciones, transformar el rostro con risas, llantos,
maravillarse y él no puede siquiera descubrir la causa. ¡Arde por el deseo de
comprender y ser comprendido y no puede siquiera expresar este deseo! ¡Ustedes
ven que es casi forzoso que se halle en un estado de continua amargura, de
violencia dolorosa, y cuán dolorosa! ¡Ustedes, que aman detenerse con
frecuencia en dulces coloquios con sus semejantes, imaginen cómo sería el día
en que fueran condenados para siempre a un férreo silencio! Y, sin embargo, es
ésta una de las penas a las cuales está sujeto el sordomudo en todo el
transcurso de su carrera mortal. [115]
"Un solitario entre los hombres"
417.
Si para todos el sordomudo sin instrucción es un racional que no
razona, un huerfanito aislado en su familia, un solitario entre los hombres, un
salvaje en la sociedad civil; en
¡El
sordomudo no tiene ningún conocimiento de Dios, ni de las cosas de Dios! Si a
ese conocimiento no llegan los niños dotados de la facultad de oír, cuando
carecen de la instrucción oportuna; si, desafortunadamente, vemos con
frecuencia niños que, descuidando el estudio catequístico, no saben las
principales verdades de la religión, aún después de haber escuchado muchas
veces hablar de ellas; ¿cómo creer que pueda lograr conocerlas el Sordomudo
privado como está de todo medio, aislado en el seno de la familia y de la
sociedad, con la noche profunda que reina en su intelecto y con el silencio
sepulcral que lo circunda? (...).
El
mundo natural no será para él más que un misterio y un misterio será la vida
del hombre. Efectivamente, el terrible embate del dolor, las lágrimas de la
virtud, la hipocresía del vicio, los preceptos del deber, la potencia del arrepentimiento,
la esperanza del perdón, lo sublime de los afectos, el sacrificio de las
pasiones, el martirio de la pobreza, los contrastes de las falsas amistades,
las persecuciones injustas, no se explican sin Dios. ¿Y qué sería de nosotros
el día del último adiós si el rayo de la inmortalidad no aclarara la
tumba? No, no hay nada que consuele más
al hombre, en las más duras pruebas, que
Y
nosotros escuchamos esta palabra, que llama bienaventurados a los pobres, a los
perseguidos, a aquellos que lloran, asegurándoles el reino de los cielos, y
nuestra alma se consuela en Dios su Señor. Nosotros escuchamos esta palabra en
cada circunstancia, en cada tiempo, en cada lugar, hasta en el lecho de la
agonía, y nuestro corazón se abre a la esperanza de los gozos futuros. Pero
para el mísero Sordomudo no es así. Él no puede como nosotros relacionar el
presente con el porvenir, lo visible con lo invisible, la naturaleza con la
gracia. Él se encuentra expuesto a continuas ilusiones, privado de todo
consuelo, condenado a vivir en este exilio sin dirección, sin esperanza, sin
amor. Despecho, odio, melancolía, abandono, llanto, rencor, son por lo tanto su
porción en este mundo.
Él
está condenado por quien, pudiendo hacerlo religiosamente instruir, no lo hace
por indolencia y ahorro mal entendido. [116]
"La sociedad no puede rehusarle el beneficio de la
instrucción"
418.
Mientras por ley se exige la obligatoriedad de la instrucción del
pueblo, con el fin de que la luz de la verdad se difunda y penetre también en
el taller del pobre y del artesano; mientras se exige para tutelar el derecho
que tiene cada uno de gozar de todas esas preciosas ventajas, que son
proporcionadas por la sociedad, ¿cómo podría ser excluido el Sordomudo? ¿No
entra quizás también él en el número de los hombres y de los ciudadanos? ¿No
tiene también, precisamente él, mayor derecho a la compasión fraterna y a la
atención social, justamente porque la desventura lo golpeó con mayor crueldad?
No, ni la sociedad puede rehusarle el beneficio de la instrucción, ya que
"Una historia piadosa"
419.
La historia piadosa de estos nobles jovencitos sordomudos me vino
muchas veces a la mente en el año 1879. En ese durísimo invierno, perdido entre
las campiñas de Carpaneto y la nieve, casi muerto por el frío, fue hallado un
joven sordomudo. Conducido a la ciudad, después de recibir cuidados en sus pies
y sus manos heladas, no sabiendo las autoridades adonde llevarlo, lo pusieron,
¿saben dónde?, en la cárcel, donde permaneció por algunos meses. Un magistrado
de entonces, leída mi Pastoral acerca de los sordomudos, vino sin demora a
contarme el caso y a preguntarme si podía ayudar. Sí, señor, respondí, lo tendré
conmigo en mi casa y conmigo lo tuve por algún tiempo. Él no sabía nada, no
entendía nada, tenía ya cierta edad y era poco susceptible a la instrucción y
poco pudo aprovechar del escaso tiempo que yo podía disponer para educarlo. Por
más indagaciones que se hayan hecho, nada, nada se pudo saber. Pobre madre que
dio la vida a este infeliz, que por ciertos indicios no me parecía de humilde
origen; pobre madre que quizás moría presagiando las desventuras y el fin
miserable del hijo y llevaba consigo a la tumba un dolor más duro que la
muerte. Ustedes que son madres me comprenden. ¿Era italiano? ¿Era forastero?
¿Qué misterio se escondía en ese hecho? ¡Pobrecito!, si hubiese sido instruido,
si hubiese podido hablar: una palabra sola habría revelado quizás qué misterio
de iniquidad; ¡pero murió sin haberla podido proferir![118]
"No se ama sin conocer"
420.
En cuanto al aspecto religioso, el sordomudo no instruido está
privado de todo consuelo. El hombre es religioso como es perfectible, y estos
dos grandes conceptos operan con admirable acuerdo y uno confirma el otro. Lo
dicho antes se corrobora en la evidencia que, el hombre llega a ser tanto más
religioso cuanto más se perfecciona y tanto más se perfecciona cuanto más
religioso se vuelve (....).
He
aquí una familia reunida en el santuario doméstico. La madre ofrece al Señor de
los Cielos sus hijos, el padre los bendice: los hijos dan gracias al Altísimo,
del cual comprenden bien
¿Qué
rayo brillará, por lo tanto, en el alma del sordomudo no instruido para disipar
las tinieblas de la ignorancia, para revelar los consuelos de la virtud, para
excitar en él las consoladoras esperanzas del porvenir? La instrucción y los
nuevos sistemas de educación dan justamente al sordomudo la palabra; él lee
sobre los labios de los otros y responde, por supuesto, como puede responder un
sordomudo y según las disposiciones orgánicas particulares, pero responde y la
redención del sordomudo vaticinada por el Evangelio está cumplida: "los
sordos entienden y los mudos hablan".[119]
"Es necesario que otros piensen por ellos"
421.
Después de todo esto, ¿quién de ustedes no ve la necesidad de que
estos infelices sean socorridos? También en el Evangelio hay pasajes muy
elocuentes al respecto.
Los
leprosos, los lisiados, los débiles, los mismos ciegos conocen su propia
desventura y pueden ir en búsqueda del divino Médico, o, por lo menos, pueden
cuando Él pasa cerca de ellos gritar: Jesús, hijo de David, ten piedad de
nosotros. Ninguno de los sordomudos, por el contrario, encuentra ayuda por sí
mismo a su desgracia, nadie por sí mismo encuentra el camino para ir al
Salvador, y por esto es necesario que otros piensen por ellos y a Él
piadosamente los guíen.
Pero
aunque sean conducidos hasta Jesús, ellos no lo conocen, ni pueden dirigirle
oración alguna. Por eso es que Jesucristo, mientras que a todos los que
recurrían a Él, les pedía una súplica, una confesión de su miseria, un acto de
fe, nunca nada de eso pidió de los sordomudos, queriendo sin embargo que
rezaran por ellos y reavivaran la fe, aquellos que se los presentaban a Él. [120]
"Lengua de su mudez y oído de su sordera"
422.
Una última palabra a Ustedes, Venerables Sacerdotes, nuestros muy queridos
Cooperadores en la viña del Señor. Ninguno de ustedes ciertamente permitirá que
crezca en su parroquia un niño o una niña afectado de mudez y sordera, sin
intentar por todos los medios de hacerlos, con la instrucción religiosa,
capaces de recibir los Santos Sacramentos de
Busquen,
por lo tanto, a estos desdichados en las familias, donde a menudo son
ocultados, y notifíquenlos a esta Curia, valiéndose del módulo aquí anexo.
Manifiesten a los padres la obligación de conciencia que tienen de hacerlos
instruir. Háganles conocer la existencia del citado Instituto (...).
Considérense
en fin, como de hecho lo son, los destinatarios de
Venerables
Hermanos, es éste un nuevo apostolado que el cielo les presenta (...). El
Sordomudo, por lo tanto, no está abandonado por
"No viven más extrañas a la sociedad y a la familia"
423.
El sordomudo, Señores, siempre me pareció la más desventurada de
las criaturas. Efectivamente, el órgano del oído no es sólo instrumento por el
cual desciende al alma un sonido fugaz, sino que es el vehículo misterioso de
esa Palabra que partió del Cielo para conducir a la humanidad a su eterno fin.
No hay vida moral (tanto para el individuo como para una nación) sin una
lengua. El pensamiento humano se repliega sobre sí, mediante la reflexión, la
cual por obra de los signos determina y circunscribe las ideas. Pero el hablar
interior, por el cual el espíritu conversa con sí mismo, necesita de la palabra
exterior y de la sociedad humana. La palabra es, por lo tanto, para cada hombre
la fuente principal de la verdad y de la ciencia, para las naciones la áurea
cadena que une las inteligencias y los corazones, para la humanidad el vínculo
maravilloso que la une al Cielo. ¿Qué es, por lo tanto, el hombre sin la
palabra? No hay corazón, por más insensible, que pueda resistir al espectáculo
del sordomudo abandonado a sí mismo. Él vive a la par nuestra entre los ruidos
del mundo, pero no se oye para nada a sí mismo, no oye a los demás. Un eterno
silencio lo rodea. Ese oído cerrado para siempre a la suave armonía de las
notas, ese ojo que se dirige asombrado sobre las maravillas de la sensible
naturaleza y parece que buscara ansioso otros mundos, otra patria, otras
criaturas y al sumo Artífice del universo, ese labio sobre el cual reina el
silencio, nos avisa de esa tétrica monotonía que le pesa sobre el alma como la
eternidad de una pena. Infeliz más que todos los infelices, pobre sordomudo,
¿no serás tú, por lo tanto, capaz de despertar un pálpito de amor sobre quien
te observa?
Yo lo
vi a este hijo de la desventura dejado, la mayoría de las veces, casi como
planta a vegetar sobre la tierra, y amplios, quizás demasiado amplios,
surgieron en mí los deseos. ¿Por qué, me pregunté muchas veces, no me proveyó
De
todo modo, tengo el consuelo de poderles anunciar que nada menos que sesenta,
además de las instruidas regularmente, son ahora las sordomudas que salieron
educadas de este recinto. Educadas, dije, porque ya sea por la edad demasiado
avanzada de unas, como por la ineptitud de aprender de otras, nos vimos
obligados a reintegrarlas, después de algunos meses, a sus respectivas
familias, contentos de haber intentado despertar en sus corazones sentimientos
cristianos y cívicos. Dios habrá, sin duda, tenido en cuenta nuestro buen deseo
y el de ellas.
De
otra clase, además, se compone nuestra pequeña familia y es de esas niñas
sordomudas que, huérfanas de padre y madre, o sin apoyo y sin recursos, o
llamadas a una especie de vida religiosa, aunque siempre libres de salir, aman
pasar aquí sus días. Actualmente son ocho. Visten un hábito especial y viven
retiradas, en el recogimiento, en la oración y en el trabajo.
Hay
una tercera clase, que requiere toda nuestra atención, señores, y es justamente
el grupo de niñas que les fueron presentadas ahora. Ella se compone de esas
sordomudas, que son capaces de adquirir una instrucción regular. Algunas
entradas hace pocos días y, por lo tanto, ineptas para pronunciar palabra, se
muestran en toda su miseria y en su índole casi salvaje. Las otras esperan con
impaciencia mostrarles que también ellas poseen una mente y un corazón, que se
han abierto a la luz de la verdad y de los afectos más santos, que los
comprenden y llegan a hacerse comprender. Tal, Señores, es el fruto de esa
educación que se les imparte en este lugar. Ellas, de esta manera, no viven más
ajenas a la familia y a la sociedad, ya que por el contrario son para una y
para otra ventaja y consuelo no indiferente. [122]
"Capacitadas para hablar"
424.
Es una escena, Señores, siempre maravillosa y conmovedora, verlas
sedientas y pendientes durante largas horas de los labios de sus pacientes y
caritativas educadoras y recibir sus explicaciones religiosas frecuentemente
con lágrimas en los ojos, alegría en el rostro, el entusiasmo y el
reconocimiento en el corazón; luego, verlas reflexionar, arrepentirse, amarse, ayudarse
recíprocamente, traducir en la vida la santidad del Evangelio y en los actos su
fe que las sostiene y consuela. He escuchado con frecuencia repetir a sus
padres y parientes que su sordomuda, ya capaz de hablar, es el honor, el
consuelo y el apoyo moral de su casa, y las mismas sordomudas cuando me
escriben, repiten con frecuencia que bendicen al Instituto particularmente por
haberlas capacitado para hablar, porque con ese medio se hallan rehabilitadas
para las familias y para la sociedad, y son más respetadas, su trabajo es más
apreciado y mejor retribuido, y por lo tanto gozan de una vida no sólo más
tranquila, sino también menos desagradable. [123]
"El Instituto de las sordomudas fundado por mí"
425.
El Instituto de las Sordomudas, existente en esta ciudad, fue
fundado por mí hace veintidós años.
El
mismo posee una casa actualmente habitada por las sordomudas y una propiedad
con amplia y bellísima vivienda, donde las pobres desdichadas van a fortalecer
su salud algunos meses del año.
Para
el mantenimiento de las sordomudas proveo yo en parte con Lir. 1500 por año; a
este subsidio, que continuará después de mi muerte, se deben agregar Lir. 1000
que se reciben de las pensiones, y otras tantas que se obtienen por los
trabajos manuales: el resto se ha dejado en manos de
El
gasto anual oscila entre las once y doce mil Liras.
En la
actualidad las sordomudas son 50 entre adultas y niñas. Las adultas con su trabajo
enfrentan en parte los gastos de su mantenimiento.
Las
niñas son instruidas por maestras especiales, elegidas entre las Hijas de Santa
Ana (a las que está confiada la dirección del Instituto), en la religión, en la
lectura, en la escritura, en el cálculo, en las tareas domésticas y en todo lo
que puede ser necesario para el buen gobierno de una familia y puedan así, si
es necesario, ganarse el pan con su trabajo.
En
una palabra, es preocupación principal de las maestras impartir a las
sordomudas ese bagaje de conocimientos que son requeridos por la ley sobre la
instrucción obligatoria.
Del
provecho que obtienen estas desafortunadas, hay prueba en los buenos resultados
de todas las que, terminado el curso de instrucción, abandonan el Instituto ya
sea para dedicarse a sus familias, o para prestar servicios en casas ajenas.
Tengo
el placer de anunciarle, además, que dentro de pocos meses veré cumplido uno de
mis deseos más ardientes, es decir la apertura del Instituto para los
sordomudos varones de nuestra diócesis y provincia. Estoy convencido que la
nueva institución encontrará el apoyo necesario de todos: ciertamente no le
faltará el de Dios. [124]
[1] Fe, vigilancia, oración, Piacenza 1899, págs.
22-23
[2] Carta Pastoral del 5.5.1905, Piacenza 1905, págs. 1-2. La sexta visita pastoral debía comenzar el 11 de junio de 1905, pero el obispo murió el 1° de junio
[3] Carta a G. Bonomelli, 1.2.1883 (Correspondencia S.B., pág. 96).
[4] Id., enero 1887 (ibid., pág. 203). "Le he dicho": a León XIII.
[5] Id., mayo 1889 (Ibid., págs. 252-253).
[6] Id., 10.7.1893 (ibid., págs. 310-311). Bonomelli, cansado de la continua amenaza de ser removido del gobierno de la diócesis, había escrito: "Dentro de poco o me hago fraile o me hago Savonarola" (cfr. Biografía págs. 272-273).
[7] Unión con
[8] Tercer discurso del 2° Sínodo, 4.5.1893. Synodus Dioecesana Piacentina Secunda, Piacenza 1893, pág. 194 (traducido del latín).
[9] Unión
con
[10]
[11] En
ocasión del cumplimiento de
[12] Carta a Mons. P. Morganti, 1902 (AGS
3021/17).
[13] La primera carta Encíclica de Su Santidad Pío X, Piacenza 1903, págs. 5-6.
[14] El Jubileo del Año Santo, Piacenza 1900, págs. 13-14.
[15] Para la visita Pastoral, Piacenza 1876, págs. 11-12
[16] Ibid., págs. 16-18.
[17] Carta Pastoral del 5.5.1905, Piacenza 1905, págs. 4-5
[18] Palabras de ingreso para una visita pastoral (AGS 3018/25).
[19] Ibid.
[20] Para
el cumplimiento de
[21] Ibid., págs. 5-9.
[22] Relación para la sexta visita "ad limina", 20.12.1891 (ASV, Rub. 647/B, Placentina, S. C. Concilii Relationes).
[23] Carta a G. Bonomelli, 17.6.1894 (Correspondencia S.B., pág. 315).
[24] Id., 8.8.1902 (ibid., pág. 372). El "tiempo perdido el año pasado" había sido empleado en la visita a los emigrados en los Estados Unidos
[25]
[26]
[27]
[28] Ibid., págs. 7-9
[29] Ibid. págs. 31-32
[30] Ibid., pág. 30
[31] Ibid., págs. 33-34
[32] 2° Discurso del 3er. Sínodo, 29.8.1899. Synodus Dioecesana Placentina Tertía..., Piacenza 1900, pág. 239 (trad. del latín).
[33] Ibid., págs. 240-241
[34] Ibid., pág. 245
[35] Ibid., págs. 243-244
[36]
Carta
Circular (...) al Venerable Clero de
[37] Synodus Dioecesana Placentina Secunda..., Piacenza 1893, pág. 31 (trad. del latín).
[38] Educación cristiana, Piacenza 1889, págs. 8-9
[39] Ibid., págs. 5-6.
[40]
Carta
pastoral para
[41] Educación cristiana, Piacenza 1889, págs. 11-13
[42] Ibid., pág. 23-24
[43] Ibid., págs. 14-15
[44] 3er. discurso del 3er. Sínodo, 30.8.1899. Synodus Dioecesana Placentina Tertia..., Piacenza 1900, págs. 256-257 (trad. del latín).
[45] Los derechos cristianos y los derechos del hombre, Bolonia 1898, págs. 10-11. Carta colectiva del episcopado emiliano redactada por Mons. Scalabrini
[46] La familia cristiana, Piacenza 1894, pág. 5-6
[47] Ibid., pág. 6-7.
[48] Ibid., págs. 12-13.
[49] Ibid., págs. 13-14.
[50] Ibid., págs. 18-19
[51] Ibid., págs. 19-20
[52] Santificación de la fiesta, Piacenza 1903, págs. 7-8
[53] Ibid., págs. 14-15
[54] Ibid., págs. 9-10
[55] Cómo santificar la fiesta, Piacenza 1904, págs. 23-24.
[56] Santificación de la fiesta, Piacenza 1903, págs. 20-21.
[57] Ibid, págs. 17-18.
[58] Ibid., pág. 21
[59] Ibid., págs. 25-26.
[60] Cómo santificar las fiestas, Piacenza 1904, pág. 14
[61] Actas y Documentos del Primer Congreso Catequístico, Piacenza 1890, pág. 120
[62] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, pág. IX.
[63] Sobre la enseñanza del Catecismo, Piacenza 1876, pág. 4
[64] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, págs. 33-35.
[65] Ibid., págs. 1-3.
[66] Ibid., págs. 10-11
[67] Actas y documentos del Primer Congreso Catequístico, Piacenza 1890, pags. 236-237.
[68] Para
[69] Educación Cristiana, Piacenza 1889, pag. 15-17
[70] Ibid., pag. 28-29
[71] Ibid., págs. 37-38
[72] Discurso para la distribución de los premios ante los Hermanos de Las Escuelas Cristianas (AGS 3018/15)
[73] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, págs. 42-46
[74] Prólogo para la reimpresión del Catecismo Diocesano, Piacenza 1881, págs. 10-11
[75] Sobre la enseñanza del Catecismo, Piacenza 1876, págs. 18-19.
[76] Ibid., pág. 19-21
[77] Ibid., págs. 24-25
[78] Ibid., pág. 47-49
[79] A los maestros y maestras de las Escuelas Catequísticas, Piacenza 1877, pág. 33
[80] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, pág. 95-102
[81] Ibid., pág. 71.
[82] Ibid., pág. 129
[83] Ibid., pág. 142
[84] Ibid., pág. 86
[85] Ibid., pág. 93
[86] Ibid., pág. 85-86.
[87] A los maestros de las Escuelas Catequísticas, Piacenza 1877, pág. 23-24
[88] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, pág. 88-89
[89] Ibid., pág. 127
[90] Sobre la enseñanza del catecismo, Piacenza 1876, pág.46
[91] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, p. 103
[92]
Actas y
Documentos del Primer Congreso Catequístico, Piacenza 1890, pag. 187. El "Ven. Cohermano de Ventimiglia"
es el Siervo de Dios Mons. Tommaso dei Marchesi Reggio.
[93] Carta a León XIII, 12.09.1889 (ASV-SS, Rub.
12/1889, ff. 242-243).
[94] Pequeño Catecismo propuesto a los asilos para la infancia, Como 1875, pág. 34
[95] Ibid., pág. 14
[96] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, pág. 111
[97] Ibid., pág. 105-109
[98] Pequeño Catecismo propuesto a los jardines de infancia, Como 1875, pág. 8.
[99] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, págs. 104-105
[100] Ibid., págs. 110-111
[101] Pequeño Catecismo propuesto a los jardines de infantes, Como 1875, pág. 22
[102] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, pág. 109
[103] Pequeño Catecismo propuesto para los jardines de infantes, Como 1875, pág. 14
[104] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, págs. 12-13
[105] Pequeño Catecismo Católico propuesto a los jardines de infantes, Como 1875, pág. 37.
[106] Ibid., pág. 37
[107] El Catecismo Católico, Piacenza 1877, pág. 91
[108] Ibid., pág. 88.
[109] Ibid., p. 124
[110] Escuela de catecismo para la juventud estudiosa, Piacenza 1890, pág. 6-7
[111] El Catequista Católico, Piacenza 1877, pág. 141-142.
[112] Educación Cristiana, Piacenza 1889, págs. 26-27
[113] "Necesidad de un Catecismo único y universal", borrador de 1889 (AGS 3018/14).
[114] Discurso para el Acto Académico anual de las sordomudas, 27.07.1885 (AGS 3018/17)
[115] Acerca
de
[116] Ibid., págs. 8-12.
[117] Ibid., págs. 20-21.
[118] Discurso para el Acto Académico
anual de las sordomudas, 09.12.1886 (AGS 3018/17).
[119] Ibid.
[120] Acerca de la instrucción de los sordomudos, Piacenza 1880, págs. 13-14
[121] Ibid., págs. 22-24
[122] Discurso para el Acto Académico anual de las sordomudas, 06.12.1888 (AGS 3018/17).
[123] Discurso para el Acto Académico anual de las sordomudas, 10.06.1897 (AGS 3018/17).
[124] Carta
al Prefecto de Piacenza en respuesta a su carta del 20.03.1903, sobre el pedido
de informaciones por parte de